Mi hija viajó por trabajo a Viña del
Mar, donde tuvo que sufrir la guerra urbana que dominaba la ciudad,
el hurto de los documentos de su marido y la aparición de los
primeros contagios transcordilleranos del virus coronado. Ella tenía
programados viajes a Málaga (marzo) y a California (mayo), pero
ahora tal vez suspenda todo, porque las ciudades comienzan a
bloquearse (hacia adentro y hacia afuera).
Uno de mis colaboradores (el más
vicioso y frívolo de todos) se fue a festejar los carnavales a Río
de Janeiro y ya le dije que no quiero verlo hasta dentro de un mes,
cuando habrá brotado o no. Hay que evitar las aglomeraciones, el
transporte público y el contacto con desconocidos (uno de sus
hábitos favoritos).
El coronavirus ha desatado una loca
carrera en los medios masivos para aterrorizar a las poblaciones, con
el objetivo último de vender publicidad de toda calaña.
Obviamente, sigo las noticias porque
pueden llegar a afectarme (los pobres, los viejos, los
inmunodeprimidos son grupos de alto riesgo y yo tengo más de 60 años
y 656,72 pesos de saldo en mi cuenta Sueldo). En
mayo tengo que volar a Praga (por el momento ausente del mapa de
contagios, pero mi congreso va a ser a 6 horas de auto de Innsbruck,
donde ya hay gente aislada).
Hay que evitar, también, la histeria
colectiva porque ésta sólo favorece a los especuladores de siempre.
El 2 de febrero recibí un correo basura (pero que no era spam):
“Para aquellos que quieran apostar a un Cedear. Empresa: GILEAD.
INVERSION DE ALTO RIESGO. Rumor que esta empresa estaría cerca de un
tratamiento para el Coronavirus. Buena Noticia hay CEDEAR 4:1. Valor
actual por cedear: $1412.5”.
En algún momento estuve por comprar
alguno de esos certificados, porque me gustan los juegos online y los
que tienen como objetivo la conquista de un mundo me aburren un poco.
Pero después me pareció cruel: para esta gente, la buena noticia no
era el hipotético tratamiento sino la posibilidad de hacerse con
algunos dólares.
Claro, en el fondo todos extrañamos la
época dorada de los videojuegos, cuando convertíamos un peso en un
dólar. Desde entonces, mi juego predilecto es la transformación de
consumos de cualquier tipo en millas para volar (tengo cinco
cuentas).
Claro que ahora el juego se ha vuelto
mucho más abstracto que antes. Acabo de decirle a un amigo mexicano,
en respuesta a su pregunta “¿Cómo están?”: Aquí, siguiendo el
mapa de la muerte....