Por Daniel Link para Perfil
El 30 de julio de 2021 anticipé en estas páginas el libro que estaba escribiendo, “una novela de
ciencia ficción en la que los sencillos robots que forman parte del
juego se independizaban del algoritmo que los gobernaba. Iba a
llamarse La Isla, y los robots tenían nombres del campo
artístico argentino”. “Si la literatura es salud”, profetizaba
en tiempos de confinamiento, “algún día ese texto se escribirá
solo”.
Profunda fue mi sorpresa cuando
comprobé esa predicción se había cumplido al pie de la letra: Free Guy (traducida como Tomando el control) coincide
literalmente con esa línea argumental.
Vimos la película en septiembre y ya
estaba por entablar demanda contra Disney por plagio cuando mi marido me
advirtió que el estreno de ese film berreta había sido postergado
por la pandemia y que yo no podía ser tan paranoico ni tan petulante
como para pensar que Matt Lieberman o Zak Penn (los guionistas)
habían escaneado mi disco rígido en busca de mis ideas.
Por supuesto, mi novela es (era) mucho
mejor que esa tontería, sobre todo porque me servía de excusa para
presentar mundillos encantadores: el arte, la literatura, el teatro.
Pero ¿quién podría publicar un libro para arriesgarse a que los
lectores consideraran que la “inspiración”, esa horrible figura,
me viene de los consumos chatarra (y no de Proust, Thomas Mann, César
Aira o Fogwill).
En fin: mi novela se escribió
sola pero lo hizo más allá de mí, algo que no puede incomodar a
alguien que, como yo, no ha hecho sino denunciar las irrisiones de la
“autoría” o que ha hecho un elogio irrestricto del ready
made.
Si ven esa película, piensen en mí. Y
piensen, sobre todo, en los personajes que yo había incorporado.
En mi novela, la isla es un misterio,
porque ninguno de los personajes recuerda muy bien cómo llegó a
ella aunque todos relacionan el lugar con el viejo proyecto de
María Moreno de crear una residencia para mayores que comparten
ciertos gustos, y suponen, detrás de la economía (política y
libidinal) de la isla, la mano de Roberto Jacoby y sus proyectos
comunitarios: “somos descendientes de proyecto Venus”, dicen cada
tanto (no lo saben, pero lo dicen en intervalos precisos).
Como todo sucede en loop, el
teatro tiene una importancia decisiva en la organización de la vida
en común. Vivi Tellas regentea el anfiteatro de la costa, donde se
dan biodramas incesantemente y Alejandro Tantanian dirige el teatro
del casco antiguo (los personajes parecen no notar que los edificios
que lo componen son réplicas de otros edificios desaparecidos fuera
de la isla: Notre Dame, las Twin Towers).
Nada es demasiado estable, porque como
la organización del trabajo responde a la utopía a veces los
personajes se encuentran trabajando en las minas o en la fundición
(según el ritmo que les impone el canto de Paula Maffia), preparando
la tierra para los campos de amapolas (las drogas son legales, pero
se producen en cantidades módicas por razones climáticas y porque
la demanda es estable) o adiestrando caballos en la escuela que
Albertina Carri tiene en el barrio árabe.
Constantemente llegan barcos cargados
de productos desde los islotes sicilianos donde vive Arturo Carrera o
los islotes pesqueros donde manda Rafael Spregelburd, cuando no está
organizando algún recitativo en la Sala del Órgano del barrio
viejo.
Todo el tiempo una pareja o un trío
están renovando sus votos amorosos en la oficina correspondiente y
después caminan con sus amistades por los senderos de pedregullo
hasta el medio del bosque, donde Alejandro Ros organiza una fiesta
perpetua (si no está en la fábrica de muñecas, haciendo
terapia ocupacional).
Una tarde, Rubén Szuchmacher,
estudiando el texto de una tragedia restaurada por Alfonso Reyes, se
da cuenta de que todas las existencias están regidas por un
mecanismo más allá de la conciencia y de la voluntad. Hay una etapa
de descontrol, hasta un nuevo equilibrio, no muy diferente del
anterior.
En estas semanas me entrego a un ritual
de destrucción: imprimí los capítulos que tenía escritos, cada
semana leo uno y lo entrego a las llamas (lo transformo en asados
para la familia y las amistades).