por Daniel Link para Perfil
El liberalismo del siglo XIX no era ni plano ni carente de contradicciones. Un poco por eso, hubo liberales de derecha y liberales de izquierda (con los hegelianos, naturalmente, sucedió lo mismo y Marx se encargó de mandar a los hegelianos de izquierda con los que había compartido ruta y encuentros previos a un lugar incómodo, en cuanto decidió que su teoría estaba en un más allá).
Habría que ver si Milei es un liberal de derecha o, sencillamente, un conservador. De hecho, sus últimas intervenciones en contra de la ciencia, por completo antiliberales, y su posición frente al aborto (cuya prohibición quiere plesbiscitar) son de un conservadurismo de amianto.
Si a eso se le suma además una retórica anarcoide (con todo el encanto que puede llegar a tener esa retórica para jóvenes con ansias de algún futuro), la mezcla resultante es sumamente contradictoria e, incluso, turbia.
Habría que ver si Milei es un liberal de derecha o, sencillamente, un conservador
Sus apelaciones a los patriotas de mayo resultan, miradas desde este perspectiva, meros trucos de prestidigitador que ocultan una mescolanza indigerible de dogmas y de posiciones: liberal de derecha para esto, para aquello conservador; y en el medio, anarquizante y siempre y ante todo: anticomunista.
Se equivocan, sin embargo, quienes, para tranquilizarse, tildan a Milei de fascista. El fascismo fue anticapitalista, estatalista, fanático del orden y de lo colectivo. La mezcla mileinarista es mucho más explosiva y, al mismo tiempo, de efectos desconocidos y probablemente devastadores.
Y se equivocan todavía más quienes consideran su palabra como un discurso fuera de lugar. Es la consecuencia (por supuesto, es fácil darse cuenta retrospectivamente) de un sistema político decadente que, sobre todo ante la inminencia de perderlo todo, se aferra a manías incomprensibles y simétricamente pavotas: de un lado, bloquear la privatización de una compañía de aviación; del otro, mano dura contra el crimen y las manifestaciones.
Mal que nos pese, Milei parece ser el único que ha sabido escuchar la sensibilidad de una época, el único que ha sabido recuperar palabras nobles (aunque para darles un sentido totalmente diferente).
Solo podríamos salvarnos de él si alguien entendiera que la política es ponerse al servicio del pueblo, escucharlo, llevarlo a la felicidad.
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