sábado, 18 de noviembre de 2023

Infancia y pensamiento

Por Daniel Link para Perfil

Nos convocan a una reunión universitaria en la que se discutirán políticas de investigación y mecanismos para estimular y fortalecer el desarrollo de proyectos. No se entiende muy bien por qué estamos en un salón con mesas modulares y sillas de colores, como de kindergarten, hasta que nos dividen en grupos de cuatro personas y nos hacen mover los módulos para crear células autónomas de razonamiento. Nos someten a una serie de preguntas estrambóticas que curiosamente, en mi equipo respondemos todos con la misma respuesta: necesitamos dinero, infraestructura, espacios (físicos y virtuales).

Cuando llega el momento de la puesta en común, el “consultor externo” contratado para la ocasión queda pasmado: en todos los grupos la respuesta ha sido la misma, para todas las preguntas. Le explicamos que los proyectos de investigación financiados por la universidad otorgan un subsidio que, al cambio de hoy, equivale a 30 (en el peor de los casos) o 90 (en el mejor) dólares anuales para todo el equipo que integra el proyecto (la inscripción a un solo congreso baratito ronda los 30 dólares).

Le contamos que en algunos centros ya nadie se presenta a esos proyectos por lo insustancial del subsidio y porque luego hay que enfrentarse con una burocracia que exige la devolución de algunas sumas porque un comprobante se perdió o estaba mal hecho.

Un geógrafo cuenta el caso de una geóloga (ah, la canción de la tierra) que, estando en el medio de una excavación, recibió un llamado pidiéndole cuentas por unos tres mil pesos (3 dólares) que no había rendido correctamente.

¿Se puede investigar sin inversión? Se nos preguntó cómo se puede aumentar la capacidad de captura de fondos. Lo sabemos perfectamente: presentándonos a convocatorias internacionales. Pero para eso también hacen falta recursos, porque cada una de esas presentaciones, que podrían traer cientos de miles de dólares o millones de euros a la universidad requieren de tiempo, precisión, talento. Agregamos a la lista de lo que hace falta: plata, espacios (físicos y virtuales), infraestructura, nombramientos.

Nos retiramos con la satisfacción de que las autoridades transmitirán al futuro gobierno nuestras necesidades, que serán escuchadas y resueltas.


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