viernes, 5 de enero de 2024

Ingenio con pelucas, el doble estandar de Macri y los radicales ya tienen Whatsapp

por Ignacio Zuleta para Clarín

 
El desafío del Presidente por consolidar gobernabilidad. Pichetto en su rol de árbitro, Villarruel pidiendo pista y el peronismo a la captura del gabinete de Milei.


Primera misión, aferrarse al sillón

El Gobierno intentará comenzar el año con algo más que anuncios. Los primeros días de la presidencia Milei se agotan en el lanzamiento de dos exocets -el DNU y la ley ómnibus- que han rebotado en el casco del Congreso. El debate desde esta semana es filtrar las iniciativas que son necesarias para gobernar, de las que acompañan como maquillaje para honrar las consignas del cambio que se usaron durante la campaña. El primer objetivo de esta andanada es buscar gobernabilidad. Asegurarla es la principal meta de los gobiernos débiles.

Mauricio Macri, cuando hace balances de su gestión, pondera por sobre todo el haber entregado el gobierno en término después de su derrota de 2019. Cristina de Kirchner siempre creyó que el peronismo perdería las elecciones de 2023. Pero cuando le preguntaban cuál era su objetivo, confesaba: "Tenemos que llegar, porque si no llegamos, no volvemos nunca más. Si llegamos, en una de esas alguna vez volvemos".

Hay una leyenda que dice que estas marchas y contramarchas obedecen a razones programáticas. Que el peronismo limitará los impulsos reformistas de Milei, y que éste contará con el apoyo de un sector del Cambiemos macrista. Es una presunción usual en política creer que lo programático está por encima de la gobernabilidad. Los gobiernos del tipo Milei llegan por las banderas que alzan. Pero desde el momento en que se sientan en el gobierno, tienen que dedicar todos sus esfuerzos a mantenerse en gobierno, cueste lo que cueste y con el programa que sea. ¿O alguien cree que Macri quería terminar su gobierno con cepo y amarrado al mástil del FMI? Un gobierno no devalúa ni pone cepo porque quiere: se lo pone la realidad.


Todo depende del bloque bisagra

La gestión de la gobernabilidad justifica detalles de cortesía que, en otro contexto, serían fruslerías. Entre esos detalles cuenta la atención que comenzaron a prestarle desde el oficialismo al nuevo bloque de los 23 diputados que preside Miguel Pichetto. Consta, aunque sin que nadie cuente mucho más, que Mauricio Macri, Martín Menem y Guillermo Francos se ocuparon de llamarlo en las vísperas de la noche vieja para desearle las albricias del año nuevo.

El equipo que integran, entre otros, Nicolás Massot, Emilio Monzó, Maxi Ferraro (i.e. Elisa Carrió), Ricardo López Murphy, Florencio Randazzo, está en el centro del juego, porque con ese número puede hacer ganar o perder al oficialismo o a la oposición, según se vuelque para un lado o para otro.

El bloque ha adelantado que no le va a hacer la vida imposible al Gobierno, pero que pondrá todos los proyectos en una zaranda para promover la aprobación de las iniciativas de orden económico y fiscal, que son prioritarias, y diferenciarlas de frente a las de índole decorativa, como la tontería de imponerles a los jueces el uso de la toga. Esta iniciativa despierta el ingenio popular. ¿No querrá el "Peluca" -como lo llaman a Milei- que también los magistrados usen peluca?

El DNU y la ley ómnibus son una creación de ociosos talleres literarios de una universidad privada amiga del macrismo y del mileísmo, y de un grupo de estudios de abogados pagados por empresarios también amigos. Cuando se cuente esta trama se conocerá cómo el despotismo ilustrado heredado del sistema virreinal y borbónico sigue tan vivo como cuando Cristina de Kirchner se inspiraba en los mastiquines que le aportaban politólogos de la otra universidad privada.


El doble estándar de Macri

Esta bancada se diferencia expresamente del seguidismo que le pide Macri al PRO. Entiende que el futuro de él y de su partido dependen de que a Milei no le vaya mal. Tampoco le gusta a Macri la gravitación que ha tomado ese bloque de 23 con Massot y Monzó, hoy lejos de sus afectos.

Macri dice en público lo mismo que dice en privado, pero la nueva realidad de Milei lo fuerza al doble estándar. En público, alza la voz diciendo que éste no es su gobierno y que su tarea con Milei ya se agotó en el apoyo para el balotaje. Pero no lo suelta, en el afán de acercarle elencos y, discretamente, vuelve a hablar con el nuevo presidente. Este doble juego debilita más el interés que pudo tener Milei de acercarse al macrismo, cuando el peronismo le ofrece sus números en el Congreso. La relación se disuelve como un terrón de azúcar a medida que Milei acelera su acercamiento al peronismo que le captura, día a día, más cargos en el gabinete.


El poder está en el Congreso

Pichetto en este rol es uno de los árbitros que le ha salido al Gobierno, que querría descartar el debate con políticos. Juega un papel equivalente al de Juan Carlos Romero en el Senado. El ex auditor apeló al término "desdramatizar" para apaciguar el debate sobre el DNU y la ley ómnibus. Ese vocablo lo inauguró durante la transición española el entonces premier Adolfo Suárez para quitarle morbo a la legalización del Partido Comunista de España.

El bloque de las 23 estrellas le presentará al Gobierno el pliego de lo que van a aprobar, cómo y cuándo. Es una respuesta paciente a la agresividad que ha mostrado Milei ante el Congreso, al que insulta para que se le encuadre. El poder está del lado de los legisladores, que toman estos embates de Milei como gestos de debilidad buscando construir el poder que no tiene, para una gestión que todavía no comienza.

Esta semana se sentará en el cargo Omar de Marchi, el secretario de enlace entre el Ejecutivo y el Congreso. El ex diputado del PRO arma una agenda con jefes de bloque para atenderlos y escuchar los términos de una negociación sobre estos dos misiles que, en palabras de Pichetto, parecen querer derrumbar un edifico para construir una prefabricada.


Los radicales ya tienen Whatsapp

Los expertos de la Fundación Alem, cuya autoridad política ejerce el exministro Jesús Rodríguez, hacen el mismo trabajo de zaranda de proyectos para inspirar a senadores y diputados radicales. El año radical cerró el viernes con una reunión por zoom de la cúpula del partido -Martín Lousteau, Luis Naidenoff, Inés Brizuela- con los jefes de bloques -Rodrigo de Loredo y Eduardo Vischi- y cuatro de los cinco gobernadores del partido -Carlos Sadir (Jujuy), Alfredo Cornejo (Mendoza), Maximiliano Pullaro (Santa Fe) y Leandro Zdero (Chaco)-. Gustavo Valdés (Corrientes) estaba en otra cosa.

Esa mesa discutió sobre qué aprobarle y qué no al Gobierno. Resolvieron una metodología básica: desacoplar el juego legislativo -a cargo de los jefes de bloque- del juego de los gobernadores. Tienen intereses, fuerzas y objetivos de distinta naturaleza. Admitieron la dificultad de unificar las posiciones, para que el partido no pierda identidad ante el público.

Se esforzarán para lograrlo y el método mágico fue abrir una cuenta de whatsapp para concentrar en ese chat las inquietudes que tienen en común. Nada puede arrancar en este mundo sin antes crear un grupo de whatsapp. Contrario sensu, todo muere cuando el grupo se cierra o languidece. El radicalismo digiere el trauma de pasar de ser el eje de la oposición entre 2019 y 2023 en Diputados, a sincerarse como lo que es: una confederación de partidos provinciales que en el Congreso conforma una tercera minoría.


La fácil: sacar Boleta Única

El Gobierno le pidió al bloque de los 39 senadores que se integró para controlar la Cámara, que el próximo 11 de enero sesione para aprobar la reforma electoral que impone el uso de la Boleta Única. En Diputados el proyecto logró 132 votos, apenas 3 por encima del número necesario (mayoría especial de la mitad más uno de la cámara).

Habrá un forcejeo para tener por lo menos 37 votos sobre los 72 del Senado. Sería un triunfo, el primero, para mostrarle al público que algo funciona en la nueva gestión, más allá de las gacetillas y de las vocerías amigas y militantes al atardecer en los canales de cable.

Victoria Villarruel les pidió a los senadores de ese entendimiento de "Los 39” que este miércoles se le dé dictamen al proyecto. Sería una muestra de eficiencia -o no- y también de la capacidad de respuesta que puede tener el peronismo, que tiene 33 senadores y que fue desalojado de todos los cargos de conducción de la Cámara. Ni el cristinismo extremo llegó a tanto. En el período 2019-2023, el peronismo tuvo todas las Secretarías de la Cámara, pero le dejó a Cambiemos la Prosecretaría Parlamentaria que ejerció Juan Pedro Tunessi. Esta vez ni eso le han dejado al peronismo. No es gratis cerrarle los caminos al peronismo sin cederle nada a los 33.

Los 39 admiten que el entendimiento fue sólo para desalojar al peronismo de la casa -dejarlo sin cargos de conducción- pero que ese acuerdo va a tener que renegociarse ante cada proyecto.


Villarruel pide pista

Abrir el año encendiendo la luz en el Senado traslada la procedencia hacia Villarruel, que admite en concilios privadísimos que se entera de las ocurrencias de su gobierno después de que salen en los diarios –no es la única que se queja de eso. Le viene bien algún anabólico que le ayude a sumar algún poder. La elección del puntano Bartolomé Abdala como presidente provisional fue un calvario por escalas.

La tarea liminar de sacar al cristinismo de la casa -así bautizó a la operación uno de los fogoneros- fue la obra del senador por Salta, Juan Carlos Romero, del exsenador por el PRO Humberto Schiavoni y, en alguna medida, del correntino Carlos "Camau" Espínola. La prensa oficial atribuye este cierre al ingenio de la vicepresidenta, que fue beneficiaria más que gestora del acuerdo.

Hay interesados en alzar la gravitación de la vicepresidenta para ponerla en conflicto con Milei, casi por una tendencia física de posicionar a los vices contra sus presidentes. Este envión es responsabilidad de peces de aguas profundas -servicios de información- que retocan su retrato día a día para ponerla en el centro del escenario.

Corre la misma suerte de Karina Milei, a quien el periodismo tumbero construye como una figura esclarecida, potente y vigorosa, que controla todo. Sobredimensionan su importancia como comisaria del hermano presidente. Una fantasía que le va a costar ser perseguida, como en las películas de Hitchcock, por delitos que no cometió. Es el costo de estar todo el día en el escenario de una comedia ajena.


La tercera vuelta electoral

Los Estados Generales –un expediente de los monarcas del ancien régime francés- que pretende abrir Milei con el DNU y la ley ómnibus, incluyen una agenda que va desde la sastrería de los jueces, hasta la reforma electoral para liquidar a las minorías en la representación política. Busca lanzar centenares de proyectos que interpelan en forma transversal a todas las tribus políticas, de manera de que los protagonistas tengan una oportunidad de expresarse en apoyo o en rechazo de sus iniciativas y así construir las mayorías que no tiene.

Es lanzar una tercera vuelta electoral, que le permita construir un gobierno que aún no arrancó, y que refleje más el resultado del balotaje que el de la primera vuelta. Este intento de segundo balotaje le hace incurrir en alardes de rutina, cuando desafía -"Que me intenten voltear. Vamos a ver si la gente los deja"-. Se lo decía Néstor Kirchner en 2003 a los senadores peronistas que no querían avanzar en el juicio a la Corte Suprema. O salir al balcón para saludar con el puño en alto a una plaza vacía. Son reacciones instintivas de quien necesita, para gobernar, construir un poder que no tiene. Desordenar para volver a ordenar y salir hacia adelante.

 

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