Batallas perdidas

Por Daniel Link para Perfil

Rafael Spregelburd, que supo colaborar durante años con esta página, escribió una obra teatral fascinante hace un tiempo. Se llamaba Spam e introducía una hipótesis en la que se podía triunfar ante un dispositivo enajenante: el correo no deseado.

En mi caso personal, debo considerarme totalmente derrotado en esa contienda. La primera hora de mis mañanas se me va en borrar los correos basura que se han acumulado durante la noche. Pero ahora ya ni siquiera eso funciona.

Hay dos clases de spam. Cuando se visita una página quedamos suscriptas, deliberadamente o no, a notificaciones periódicas. En mi caso son páginas de ofertas de viajes, noticias, editoriales, sitios de arte. Pero siempre se cuelan correos de ofertas desencaminadas (gimnasios en Los Ángeles, dildos en Holanda) que más temprano que tarde denunciaré como correo no deseado. Al hacerlo, el programa de correo me ofrecerá dos opciones: “denunciar como spam” o “cancelar la suscripción”. Como aunque cancele la suscripción los correos seguirán llegando, directamente denuncio como spam al atrevido remitente.

Al hacerlo, contribuyo al extractivismo digital (suministro información gratis a la gran corporación que administra el sitio de mi correo). Lo que sucederá es que el remitente, llegado el momento, deberá pagar a la corporación para que me envíe los correos no deseados que yo he bloqueado, ahora como “correos patrocinados”. Esa clase de spam es la más insidiosa porque uno no puede evitarla (no hay botón de escape). Ya no denuncio más el spam para no sumarme a una cadena de acumulación insensata de la cual estoy excluido.

 

miércoles, 18 de diciembre de 2024

martes, 17 de diciembre de 2024

Claroscuros

Por Daniel Link para Perfil

Una apoteosis involucra un proceso de transformación de la naturaleza humana en divina. La muerte de Beatriz Sarlo nos enfrenta a la potencia de su ausencia. Nosotras, quienes crecimos bajo su influjo, elegimos seguir preguntándole cosas, como se hace con las divinidades tutelares.

¿Qué agregar sobre Beatriz y su conocimiento inmenso de la cultura argentina (desde la gauchesca hasta las marchas de piqueteros durante el gobierno de Alberto Fernández)?

Yo quisiera empezar por acá: el lugar donde Beatriz brilló con más entusiasmo personal y con mayor irradiación de efectos fue la Facultad de Filosofía y Letras, que la maltrató sistemáticamente. Allí dio sus cursos, dirigió tesis, formó docentes e investigadores y despertó la antipatía mezquina de la institución.

Beatriz era muy enfática en sus juicios y tenía gustos (para mí) extravagantes. De sus muchos análisis (por razones incomprensibles, sus colegas le negaban ese talento) yo recuerdo particularmente el del cuento de Cortázar “La noche boca arriba”, que nunca hubiera podido leer desde esa perspectiva por mi mismo (no lo reproduzco: está en Literatura / Sociedad, búsquenlo). Con una beca que le dio no sé quién ensayó algo inédito: leer un corpus enorme de literatura sentimental como se leen los monumentos literarios (porque esas ficciones habían cumplido un papel decisivo en la formación de públicos y de hábitos). No sólo se trataba de correrse del lugar de “mandarinato” para examinar los bordes mismos de lo canónico sino también de proponer un análisis “cuantitativo” que no tenía antecedentes ni herramientas, por entonces. Eso se lee en El imperio de los sentimientos, que es también un homenaje a Roland Barthes, a quien admiraba tanto como cualquier otra profesora argentina.

Beatriz militaba en muchas causas perdidas, sobre todo porque detestaba el sentido común que, cada vez más, domina el mundo intelectual y periodístico (“sentido común” en el sentido de enunciados sin potencia y casi sin significado que se pronuncian por mera pulsión repetitiva, y que integran la nube hedionda de “boludeces” con las que estamos condenados a vivir). Hace muchos, muchos años, me confesó que ella siempre se había equivocado políticamente. Era una constatación dolorosa porque para ella la política era una capa esencial de su vida: no sólo un interés, sino algo que organizaba su experiencia.

Tituló No entender a la autobiografía que alcanzó terminar justo antes de su último suspiro. Yo le alabé ese título porque me parecía (más allá de su justeza, que habría que poner en entredicho) que es la mejor manera de evaluar la propia vida: no como un camino recto hacia la propia consagración, no como una serie de pasos que prefiguran los grandes movimientos por las que se recordará a alguien, sino por los pasos mal dados, por el tiempo perdido, por las hipótesis desencaminadas y las confusiones.

En los últimos años se había convertido en un personaje público al que le preguntaban su opinión sobre cualquier cosa. Como los trabajos son los trabajos, Beatriz no se negaba a esas requisitorias y las transformaba en episodios de rigor intelectual.

Las cacatúas universitarias negaban con la cabeza, porque les parecía que con esas intervenciones se “rebajaba” a niveles que no se correspondían con la autoridad que da el magisterio. Los mayores ataques los recibió cuando escribió para la revista Viva, adoptando un registro que, cuando publicó esas columnas dominicales como libro, algunos empezaron a entender como el gesto vanguardista que había representado.

No se puede resumir todo el trabajo de Beatriz y el conjunto de saberes que manejaba (algunos de los cuales puso en crisis) en cuatro palabras. Tampoco tiene mucho sentido llorarla y nada más. Ahora hay que establecer su archivo, examinar las marcas en los libros de su biblioteca, reconstruir la marcha de un pensamiento que fue siempre un estímulo para nosotras, estuviéramos o no de acuerdo con ella.

Le gustaba firmar los correos que me mandaba como Tante. En una ocasión, en las vísperas de un viaje suyo a Viena, le pedí que participara virtualmente de un coloquio. “Nunca hice nada por zoom. Es la total pérdida del aura. Con la poca aura que se tiene, es quedar a oscuras y ya es bastante la propia oscuridad”.

Como se ve, más allá del título de su autobiografía, Beatriz algo entiende, todavía.

  

por Daniel Link para Radio Nacional:

 

Las veinte verdades sarlistas

1

¿Cuánto le importa la corrupción a la sociedad?

A las capas medias, le importó poco durante varios años del menemismo. La corrupción kirchnerista tampoco dejó a nadie sin dormir mientras las cosas anduvieron bien. Por otra parte, la corrupción no es simplemente un tema moral, sino que se combina con las condiciones de vida. El treinta por ciento de pobres, seguramente perjudicados por un Estado donde hay corruptos, no piensa su situación en términos morales, sino como verdadera injusticia. Evadir impuestos es una de las formas más estables de la corrupción, y no la practican sólo los políticos.

2

¿Por qué decidió no irse del país en tiempos de Dictadura?

No podía pensar mi vida fuera de Buenos Aires. Además, me gusta tomar algunos riesgos.

3

¿Qué objetos la rodean en este momento?

En un estante de la biblioteca, una botella de Coca Cola, dentro de la que coloqué la pluma que me dio la Academia Nacional de Periodismo. Su unión inesperada me gusta mucho. Sobre ese mismo estante, un programa de la Sala Lugones con una foto de un filme de Ozu. Un poco más abajo, la Historia de San Martín, de Bartolomé Mitre, primera edición, que fue de mi padre, y me gusta pensar que es la misma que seguramente estaba en la casa paterna de Borges. En la pared opuesta, un cuadrado de madera blanca, que colgué como imitación casera de Blanco sobre blanco de Malevich. En ángulo, una foto de Facundo de Zuviría, un dibujo de Juan Pablo Renzi, otro de Eduardo Stupía y tres grabados que fueron tapa de la revista Punto de Vista.

4

¿Dónde está Dios?

Dios reside en esta pregunta y en todas las que se interrogan sobre su existencia.

5

¿Por qué aceptó la invitación al programa 678?

El gobierno kirchnerista solo recibía al periodismo que lo apoyaba. Me pareció que quienes lo criticábamos debíamos hacer lo contrario y enfrentar posiciones diferentes.

6

¿Por qué no aceptó la invitación que le ha hecho la producción de Mirtha Legrand para sentarse a su mesa?

No me sentiría muy cómoda escuchando una buena parte de las conversaciones que se mantienen alrededor de esa mesa. “Cada gato por su pared” es una buena definición de pluralismo en ciertas circunstancias. Soy un animal medio solitario, que trata de elegir las paredes sobre las que hace equilibrio.

7

¿Cuándo algo de la vida cotidiana pasa a ser su objeto de estudio?

Las ciudades fueron siempre espacios de atracción magnética. Soy vagabunda. Los medios, por otra parte, son inevitables. Allí no busco, sino que los temas se me aparecen, como si estuvieran iluminados por un foco.

8

¿Qué opina de las frases hechas?

Tienen la fuerza de la costumbre; la facilidad de lo conocido; la persistencia de los juicios sencillos y, a veces, exactos; la amabilidad niveladora del lugar donde todos tienen la ilusión de entenderse.

9

¿Cómo piensa su voto?

La política es una parte importante e intensa de mi vida. He sido militante de la izquierda, y, muy joven, en el peronismo. He estado muy cerca de algunos dirigentes; hablo con muchos de ellos. Mal o bien, escribo sobre política en los diarios. Por lo tanto, conozco y evalúo las cambiantes alternativas muchos meses antes de las elecciones. Antes del domingo electoral, acostumbro hacer pública mi opción, por escrito, en alguna nota. El voto secreto es una protección para los ciudadanos que puedan ser presionados o sometidos a represalias. Pero, en países democráticos, los intelectuales estamos en condiciones de dar a conocer la opción electoral, en lugar de obligar a la gente, que eventualmente nos lea, a hacer conjeturas.

10

¿Cuál es el mayor riesgo al que se exponen hoy los periodistas?

El estrellato mediático. También la tendencia a convertir la noticia en crónica (esto sucede especialmente con las policiales y de vida cotidiana). De otro riesgo somos responsables quienes escribimos notas de opinión, cuya relevancia es hoy mucho mayor que hace tres décadas, y encierran el peligro de la repetición y el autocentramiento. Por supuesto, estos riesgos tienen como escenario una esfera pública democrática. Quienes viven en Venezuela, Cuba o Nicaragua corren peligros que no tienen que ver con los géneros periodísticos sino con las posiciones políticas.

11

¿Piedra, papel o tijera?

Son las circunstancias las que definen los instrumentos. En una manifestación masiva, revolear una piedra no es un sacrilegio contra la paz social. Cortar, con un tijeretazo, la lectura de un discurso político insustancial o reiterativo, sintetizarlo críticamente, es ejercer el derecho al juicio de calidad. El papel, de todas maneras, resulta casi siempre más saludable y, a veces, intelectualmente más productivo.

12

¿A qué le teme?

A mi forma de hablar. A la ironía, que es la nota más fuerte de casi todo lo que digo. A la agresión, cuando la ironía se me vuelve ingobernable.

13

¿Le hubiese gustado recibir la muñeca que regalaba la Fundación Eva Perón para Reyes?

Recibí la muñeca que regalaba la Fundación para Reyes. Era 1952. Internada en el hospital Pirovano, fui beneficiaria de un incesante desfile de entretenimientos y regalos para las fiestas de fin de año. Mi familia, gorila sin vacilaciones, desaprobaba esos regalos a los que venía adosada una estampilla con la imagen de Eva. Yo, en cambio, la pasé extraordinariamente bien.

14

¿La política los prefiere “héteros”?

La política prefiere sujetos “normalizados”. El votante también. Las convicciones tienden a ser arcaicas. La cuestión no es qué prefieren las eventuales mayorías, sino abrir un espacio liberado de prejuicios para los nuevos sujetos políticos.

15

¿Para qué “sirve” un intelectual?

¿Para qué sirvió Sarmiento antes de ser presidente, cuando escribió el Facundo? ¿Para que sirvió Alberdi? ¿Para qué sirvió Sartre? ¿Para qué sirvieron Martínez Estrada, Victoria Ocampo o Sebreli? ¿Para qué sirvió José Aricó cuando, en el exilio, continuó su obra de editor y organizador de ideas? Deberíamos jubilar la pregunta, porque la historia de los intelectuales ofrece decenas de respuestas.

16

¿Cuál es su golpe favorito de tenis?

El revés a una mano de Justine Henin, Sampras y Federer; el revés a dos manos de Djokovic y Nalbandian. El drive de Kuerten, de Nadal y Del Potro. La volea de Tim Henman y los drops de Coria. Demás está decir que todos esos golpes admirados siempre fueron completamente imposibles para mí.

17

De los cigarrillos del día, ¿cuál es “el especial”?

El primero, después de tomar mate, caminando por la calle hasta la entrada del subterráneo.

18

¿Después del feminismo, ¿qué?

No hay después del feminismo. Sería como preguntarse: después de la igualdad de derechos, ¿qué? O después de la igualdad racial, ¿qué? Se abrirán nuevas exigencias y habrá que fundamentarlas y defenderlas. La costumbre de encontrar un “post” a todo me suena a necesidad de la historia académica o a la búsqueda de un titular.

19

¿Un deseo?

Volver a Berlín, siempre. Subir otra vez el Champaquí o caminar por la puna jujeña desde Rinconada a San Juan de Oros.

20

¿Qué ve cuando mira?

Depende de lo que mire. No miro del mismo modo una película que un objeto, un edificio que una pintura. La mirada se educa. Me pasé décadas tratando de entrenar miradas diferentes. No hay espontaneidad sino trabajo.

Fuente:  Clarín

 

 

domingo, 15 de diciembre de 2024

Los recortes del día

 

¿Cuál es la ventaja de extender la adolescencia hasta los 19 años?  ¿Y cómo se lleva esto con los proyectos de baja de la edad de imputabilidad?

sábado, 14 de diciembre de 2024

La nueva universidad

Por Daniel Link para Perfil

En una asamblea universitaria (a la que creo que fui convocado como “sobreviviente”) se lanzan premoniciones agoreras sobre el futuro de la universidad. La culpa de todo es de Milei, se dice.

Alguien, sentado en un silloncito de los que yo no pude disfrutar porque llegué tarde, se siente en “la primera línea de combate”.

Harto de la unánime melancolía, pido la palabra y retomo lo que alguien dijo casi al comienzo y que pasó inadvertido: el alumnado actual constituye un nuevo sujeto pedagógico.

Digo que, en efecto, habría que pensar a partir de ahí y, sobre todo, a partir de los procesos que arrojan como resultado un sujeto ya constituido, es decir, pensar la universidad como espacio constituyente de subjetividades y de relaciones intersubjetivas.

Digo que la Universidad (en todas partes) recibió dos golpes fatales (porque el cartero llama dos veces). El primero fue el ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio) instaurado durante la pandemia, que destruyó lo más esencial, lo más formador del universo universitario: la reunión, el pensamiento común, la discusión y precisamente, esto que estamos haciendo, una asamblea.

El tan fatigado cuerpo a cuerpo de la antigua pedagogía murió de golpe y en su lugar se impuso la “creación de contenidos” y la clase virtual. Como todos saben, esas experiencias deceptivas sobrevivieron a la pandemia y ahora se identifica la “presencialidad” pedagógica con la “sincronicidad”: basta que dos personas simulen estar conectadas al mismo servidor a la misma hora para que eso se considere una clase. Una clase muerta, habría que decir, porque la divisa que yo sostuve durante toda mi carrera universitaria (“la clase es el lugar de todos los intercambios”) no se sostiene en esas experiencias vicarias. El segundo golpe (ahora mortal) que recibió la Universidad (en todas partes) fue la masificación de las Inteligencias Artificiales Generales (el General Intellect marxiano). Independientemente de la valoración que yo haga de esas inteligencias (cuyo modelo de pensamiento, de razonamiento y de juicio me resultan, por lo general, despreciables) constituyen herramientas que interfieren y compiten con los procesos de aprendizaje tal y como los concebíamos hasta hace apenas tres años.

¿Qué enseñar, y para qué? Para quién, ya lo sabemos: es un nuevo sujeto que, como sujeto político, se constituye alrededor de las interpelaciones mileinaristas. Y como sujeto pedagógico, hereda del ASPO expectativas y resquemores que encuentran en la IA su justo destino.

Entonces, me pregunté en alta voz (mi intervención fue más tartamuda y más corta, claro), ¿estamos dispuestas a pensar nuestra propia subjetividad en este contexto en el que, en cinco años y con tres golpes netos, la Universidad perdió sus anteriores condiciones de existencia (pero no su prestigio)?

Es cierto que las nuevas derechas (en Alemania, en Argentina, etc.) recortan presupuestos en cultura. En nuestra patria, incluso, presupuestos en investigación que hasta los países más admirados por el actual ejecutivo han respetado. Ya que tanto roban de The West Wing, recuerden que allí se impugnan los fondos del NEA, National Endowement for the Arts, pero no los del NEH, National Endowement for the Humanities. No es que esté bien discutir algunos presupuestos y otros no. Es que hay espacios que nadie se atreve a impugnar, ni siquiera con la coartada de que los fondos públicos no alcanzan para todo. Incluso teniendo en cuenta esa situación (bastante falsa), las humanidades públicas reciben generoso financiamiento porque se supone que allí se analizan precisamente los cambios y las tensiones en las relaciones intersubjetivas.

Ahora bien, las nuevas ultraderechas hoy están y mañana pueden no estar. En todo caso, son también el efecto de la emergencia de nuevos sujetos.

La Universidad (cualquiera sea) tiene que establecerse como el espacio en el que se garantiza no sólo la formación de ciudadanía, sino el análisis de las nuevas subjetividades que exigen de la Universidad, sus profesores e investigadores, respuestas nuevas. No para adecuarse a una demanda, sino para mostrar los efectos de las transformaciones epistémicas, subjetivas y políticas que nos constituyen. Yo sé que muchas de nosotras estamos dispuestas a aceptar el desafío que, sin embargo, requiere de respuestas colectivas. Es decir, de más asambleas.


miércoles, 11 de diciembre de 2024

sábado, 7 de diciembre de 2024

El muelle de las brumas

Por Daniel Link para Perfil

Al principio uno ve de reojo lo que hay adentro y no quiere entrar: un montón de basura amontonada. Pero llega la exquisita Mariana López, y no queda más remedio que atravesar la puerta, porque la artista ha venido especialmente para acompañarnos en un recorrido de su muestra.

Premio Klemm en 2022, Mariana tituló irónicamente Obra completa a su monumental instalación. Una vez dentro de la sala, nos encontramos parados sobre una plataforma de madera cuyo sentido se adivina de inmediato: es un muelle. Su “obra completa” se ha transformado (mediante el procedimiento de la canibalización) en una gigantesca acumulación de desperdicios. Allí están algunas piezas que reconocemos de instalaciones previas, los restos de mecanismos que ya no funcionan, libros infantiles, camisetas y pantalones de fútbol, instrumentos musicales, baratijas que venden los senegaleses en las veredas porteñas.

Digo mal: porque en vez de recolectar esos objetos y ponerlos en su justo lugar, Mariana ha hecho sus versiones (pintadas, recortadas en papel, esculpidas o moldeadas) de esas cosas.

Lo extraordinario de su perspectiva es que su obra previa, integrada en esta Obra completa, cambia de sentido: ya no son más representaciones estilizadas de objetos sino que son “la cosa”. Lo que aspiraba a ser reconocido como arte ahora ha mutado en basura.

Si esa transformación de profundo alcance estético no fuera suficiente para conmovernos (porque contradice la vanidad del arte, la jactancia del artista, su relación con el mundo) hay todavía otra meditación en la que deberíamos detenernos. Lo que vemos son los restos de una civilización acumulados a orillas de un muelle.

Contra el arte ilusionista (que quiere hacer pasar por verdadero lo falso) y el arte de relojería (que se sostiene en la precisión del mecanismo y el lugar calculado para cada trazo y cada mancha), el arte de Obra completa se muestra indiferente a las idolatrías de la semejanza o de la exactitud. La acumulación es insensata, es lo que queda después de la destrucción.

Es ahí donde la muestra de Mariana López se vuelve una imagen justa, como llamada a pensar el día después de la extinción (del mundo, del arte, de la vida). Agradecemos a Mariana y a Klemm la mejor muestra de 2024.

 

Una explicación

Palabras del Presidente de la Nación Javier Milei, luego de recibir un reconocimiento de la Asociación de Dirigentes de Marketing, en Montevideo

Hola a todos. Muchas gracias ADM por esta distinción, por estos regalos y, hoy, voy a dar una charla ligeramente distinta, una charla a la que no están acostumbrados a escuchar de mí y la charla – básicamente - lo que va a hacer es contar cómo nos hicimos amigos con Óscar. Después, básicamente, voy a hablar de la ópera “Nabucco” y el valor que tiene para un libertario la ópera “Nabucco”. Después voy a hablar de uno de los tres seres más imponentes y maravilloso que pisaron esta tierra, que ha sido Moisés. Así es que – básicamente- ese es el formato de la charla que he diseñado para hoy y lo que esto implica, también, para las ideas de la libertad.

SIgue acá.


viernes, 6 de diciembre de 2024

lunes, 2 de diciembre de 2024