lunes, 30 de abril de 2007

Serendipity

por Kiwi Sainz

SERENo marchó DIPI hacia la próxima juventud. PITY! ¡pucha! Joróbense todos los que no llegaron a conocerlo, que era igual a disfrutarlo. Bastaba un mínimo de humor y/o una pizca de curiosidad para atravesar un primer lejos tal vez demasiado idiosincrático, que los distraídos poco elegantes podrían confundir con un too much clochard. De todos modos él tenía tanto humor que si veía que valía la pena hacer dúo con vos te regalaba un poco del que le sobraba (porque lo prodigaba) y te invitaba a hacer de la amistad un "numerito” permanente de clowns. Y su inteligencia era tan generosa que hasta creías por un instante que la gracia era tuya.
Escritor de fábula, clown de las pampas, hechicero movedizo de Tandilia.
Él mismo era pura serendipity: descubrimiento (y descubridor de extrañezas: verdadero cool y head hunter), científico (el mundo era su laboratorio: con un físico tandilense tuvieron un show de tv que era un Cosmos de Carl Sagan pero de espíritu más etílico), afortunado (millonario en amigos y AMIGAS MUJERES), inesperado (un grado de imprevisibilidad que ponía a prueba en nosotros su fe en él una y otra vez) y accidental (hacía del accidente su esencia cómica y como verdadero trapecista del instante caía siempre bien parado).
Cómo se iba morir Dipi si siempre vivió recontra hecho pomada, y epur si muovia; si aun en versión termoserrana era de la raza highlander. Se enferman y mueren los saludables, no los achacosos. En la contratapa de su primer libro, La virginidad es un tigre de papel de 1974, el periodista Enrique Raab ya catalogaba algunas de sus nanas -que lo antecedían como fama: "fémur desenchufado, clavícula derrengada"... Pura coquetería.
Más que la enfermedad como dolencia (nunca se quejaba de lo realmente doloroso) era la enfermedad como posibilidad de relato y excusa para conocer gente, ¿chicas?
Nuestra primera vez fue un cruce en el kiosko Buena Estrella de la plaza de Tandil: él rengueando con ese tempo y elegancia tan teatral (se desplazaba por el mundo en estado escénico), levantó su manito en gesto gag mínimo tan suyo (como diciendo no es para tanto pero saludame que me gusta y te va a hacer bien). Era un político del slapstick (Fue candipidato a intendente de Tandil). Yo venía de mucha tuberculosis. ¡Genial! El encuentro fue perfecto.
Coreografiamos nuestras historias clínicas un rato y luego nos olvidamos para disfrutarnos "de chiripa" en muchísimos encuentros fortuitos y gustosos: el boxeo, la cumbia pre snob, hasta un día me sorprendió llamando como legítimo escuchador al programa de Víctor Hugo en Continental en el que yo participaba como columnista. ¡Aluciné!
Pero, ¿quién soy yo? Me alcanzaría con ser reconocida como amiga del Dipi (una categoría sublime). Me encantaría decir que soy uno de sus inventos, que me inventé a partir de haberlo conocido a él y a las personas que me regaló. Para decirlo fácil y precisa: le debo la felicidad. He vivido "Bajo el signo de Dipi", como si fuese mi cielo protector. Me regaló un marido divino que ahora es mi nieto. Y adivino que no fui la única que recibió tanto de él. Así como hay chicas Divito habrá chicas DipiTo (sin excluir lo sexual, que aunque parezca increíble siempre estuvo presente en su relación con las mujeres y que muchos hombres jamás comprenderán: ¿qué le ven!). ¿Será porque siempre fue joven? "La Fiera de Tandil", dice Bizzio en su maravilloso texto. Siempre rodeado de mujeres hermosas, intensas y divinas y no sólo para los dipi-ojos de él sino para otros más convencionales también. Y lo más genial era que el hecho de que las mujeres estupendas gustaran de él al Dipi le parecía natural. ¡Un Kpo!
Era tan moderno que los libros de marketing viral debieran nombrar la Ley de Dipi, The Diping Point, por jugar con un título al azar pero pertinente (The Tipping Point de Malcom Gladwell). El Dipi fue eso en muchos de nosotros: momento clave, punto de inflexión. Escojo frases al azar de este libro de moda de marketing viral cuando se refiere a esas personas claves: los Conectores, aquellos agentes valiosísimos capaces de comunicar y cruzar mundos, que cuando algo pasa por él adquiere otra dimensión y se vuelve contagioso, epidémico porque sabe expandirlo y mejorarlo : "La importancia de lo no verbal", "la persuasión como conversación" y "la conversación como una danza", "utilizar la narración como una forma de organizar el mundo", ¿no están hablando acaso del Dipi? Ay, qué problema es ser tan moderno en el lugar equivocado: las empresas pagan fortunas por conocer gente así. Ay, Dipi, casi hubieras sido millonario.
Mago como era (su última muestra fueron sus varitas mágicas) puedo decir que por arte de Dipi aprendí a saltar a tiempo de una infancia a otra, aprendí a volver visible lo que era visible pero que todavía no estaba para mí, aprendí a leerlo en otros escritores (tal vez porque la primera crítica que leí de Minga fue de Aira en la revista Los Libros en el 88, pero para mí Aira sería impensable sin que existiera el estilo Dipi y eso me hace feliz).
No pude lograr a aprender de Dipi a vivir como aristócrata. Su estilo era inimitable y yo me obstinaba infructuosa en plagiarlo.

Hace unos días, llegué al hospital de Tandil. Estaba rodeado y cuidado por un colchón de amigos y amigas. Tropezándome (típico) entré en puntitas de pie y le hice unos pasecitos mágicos con la varita de tamarindo que había diseñado para mí . Lo mismo que hubiera hecho él. Sólo que en el viaje largo la varita se me quebró. Creí curarla con una curita (estaba en un hospital, ¿no?). No alcanzó. Vimos Lost (le gustaba la tele) y luego sin perderse se escapó hacia su nueva juventud.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario