Ayer llegó Mario Bellatin a Buenos Aires y anoche mismo (noche de jueves) embarcó rumbo a Pringles. Tuvo la generosidad de dedicarnos la tarde (se hizo fotos con Cartulina), ya que a su regreso a la Reina del Plata nosotros ya no estaremos aquí. Nos perderemos su intervención en el FILBA (No sé por qué, me dá por llamarlo "Milva", como la cantante italiana que hacía repertorio Brecht-Weill), el estreno de la obra de teatro en el Rojas basada en El gran vidrio, su conferencia en NYU, la presentación de su nuevo libro en Entropía y todas las fiestas que su presencia desencadenará en la ciudad. Pero así es la vida de los espías de las potencias extranjeras. S. presenta su película Rainbow en un Festival de Cortos Experimentales en Bolzano (Italia), o al menos ésa es la coartada que utilizaremos esta vez.
Hoy, en la presentación (¡espero que sea la última!) de Rainbow en Buenos Aires, vimos a Edgardo Cozarinsky, que acaba de volver de Viena, donde visitó, como es su costumbre, la Cripta de los Capuchinos. Nos hizo un encargo que involucra un desvío de nuestros planes a Medio Oriente sobre el que, por el momento, prefiero guardar silencio. Volveré sobre esta extraña vernissage, la primera a la que concurro de la era "Facebook", tecnología en la que S. está haciendo sus primeros pasos.
También estaba Roberto Jacoby, a quien le exigí que me dijera para qué lo estaba buscando a Bellatin. "Para enrolarlo en la CIA", me dijo. "Ah, entonces me quedo tranquilo", le contesté. Fernando Noy llevó de regalo unas Santarritas arrancadas y Gaby Bex llegó tarde, ya con marcas de sol en su piel de princesa.
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