Las obras que hemos encarado en Mea Requiem (nuestra casa de campo) para fabricarnos un bunker en caso de conflicto nuclear (o, incluso, en caso de amenaza chavista) determinaron que hubiera que modificar la ubicación de la antena parabólica de recepción satelital.
Para el delicado traslado convocamos a personal de la firma proveedora (¡Clarín miente!). El técnico especializado decidió colocar la antena "ahí", mirando hacia "allá" y, como algunas ramas del roble centenario que da sombra a la casa durante el verano pudieran interferir con la señal, sugirió que cortáramos las más bajas ("fíjense si el viento las pone delante de la antena, si se pixela la imagen, en fin..."). Le dijimos a todo que sí, pero sin ninguna intención de privilegiar el "paquete de contenidos" decidido por un monopolio comunicativo antes que la integridad de nuestro roble. Después de todo, si hay tormenta, la imagen se pixela (o la señal desaparece), con total independencia de los árboles.
Un conflicto en el que tenemos posiciones claras (al menos).
No le cortemos los brazos a los árboles para ver TV, que ya bastante los matamos para hacer libros.
ResponderBorrarMe parece que vos pensás que el grupo Clarín sigue siendo accionista de DirecTV, pero eso no es más así desde hace tiempo. La participación que tenía la vendió.
ResponderBorrarLuli, Lulú, Lulita: la cuestión me tiene por completo sin cuidado (no participo de las obsesiones estatales al respecto). Era, apenas, un chascarrillo...
ResponderBorrarhe visto árboles mutilados porque "obstruían el panorama desde la ventana de la habitación"
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