J. J. Abrams fue productor ejecutivo del mayor fenómeno televisivo de todos los tiempos: Lost. Ahora, es productor ejecutivo de Fringe, esa delicadísima reflexión sobre el amor y los mundos posibles.
Matthew Weiner fue productor ejecutivo y supervisor de producción de Los Soprano, esa abominación que, sin embargo, alcanzó para constituir un partido político (el de los televidentes "aristocráticos" y de "buen paladar", el del "telechic"). Ahora, es productor ejecutivo de la soporífera Mad Men, que me había negado terminantemente a ver, para desesperación de mis amigos que no cesaban de decirme "te va a gustar, te va a encantar". ¿Por qué iba a gustarme una excrecencia de la misma cabeza productora que ya me había arruinado más de una sobremesa?
Yo no soy del partido de Matthew Weiner por muchas razones, la primera de las cuales es que el realismo ("el vómito de los estereotipos") me aburre y me da náuseas. Pero las desmedidas alabanzas últimas que Rafael Spregelburd le dedicó a Mad Men me intrigó y me obligó a tomar el toro por las astas, la banda ancha por su costado más rápido y me bajé la primera temporada completa de Mad Men.
Siete veces me dormí en la mitad de un episodio u otro (¿qué es ese ritmo ruso que Weiner impone a los relatos que produce? ¿No sabe que miramos televisión como último recurso, antes del sueño? ¿No sabe que bajamos todo de Internet? ¿En qué mundo de programadores de prime-time cree vivir?). Pero persistí, con la disciplina que me caracteriza, para que no me digan que prejuzgo.
Mad Men es un teleteatro (como cualquiera de lo que produce Polka, claro que con mejor producción y con diálogos medianamente creíbles. Entre nosotros lo protagonizaría Pablo Echarri y los personajes secundarios hablarían de Illía). Pero no va más allá de ese horizonte sin esperanza y sin misterio. Y, por supuesto, como Weiner considera que no hay nada nuevo que decir, se refugia en el pasado. No un pasado remoto (Roma era encantadora, con todas sus equivocaciones históricas), sino en un pasado inmediato: 1959.
A partir de ahí, el aburrido teleteatro producido por Weiner no hace sino subrayar, subrayar y subrayar: "mirá qué ropa se usaba", "mirá los cuerpos de las mujeres", "mirá los peinados de los hombres" y, sobre todo: "¡¡¡¡¡¡¡mirá cómo fumaba la gente!!!!!!!!!".
A cuento de nada, por puro capricho demostrativo o subrayativo se nos muestra a una mujer embarazada (anticipo desde ya que no me quedaré hasta que ese embarazo llegue a término) con un whiscacho en una mano y un cigarrillo en la otra. "Ohhhh", dirá el norteamericano medio y se tapará la cara como si viera el Mal encarnado. Y todavía mucho más: la esposa del protagonista (que está un poco mal de la cabeza: la esposa, pero tal vez el protagonista también), ¡fuma mientras lava los platos con guantes de goma! (algo que ni el más consuetudinario fumador del universo ha hecho nunca, nunca, jamás).
Sea, se trata de subrayar el salto cualitativo que la historia da cada tanto: lo que ayer nomás era regular hoy es una anomalía (Fringe, dicho sea de paso, dice lo mismo, pero a partir de la hipérbole y de la contrastación de universos paralelos, lo que es muuuucho, pero muchísimo más encantador: lo que ahora, acá, es regular, ahora, en no-acá, es una anomalía; o sea, antropología cultural).
Como este único subrayado se vuelve un poco monótono (y después de ocho episodios uno casi deja de notarlo), se subrayan las "invenciones" de la sociedad de consumo: el desodorante en aerosol, los cigarrillos con filtro, las tostadoras, el sifón drago. "Oh", "Oh", "Ahhhhh". ¡Y a mí, señores, qué me importa!
Todo bien con la investigación escenográfica, pero me da exactamente lo mismo, si todo eso no está al servicio de una historia que me arrastre hacia lugares que no sabía que existían. ¿Qué me muestra Mad Men? Un universo de oligofrénicos y canallitas (el universo de la publicidad siempre fue así y siempre lo será) en el momento en el que se aprestan a arruinar el mundo para siempre.
Con la excepción del protagonista y su encantadora esposa medio pirada, todos los demás personajes son desagradables hasta el vómito. ¿Por qué habría yo de preocuparme por sus destinos? Ya quise que el executive-junior se matara cuando lo echan, ya quise que el protagonista matara a su hermano cuando lo encuentra, yo quise que el jefe del protagonista se muriera de infarto. Pero no: el realismo (y su pedagogía) no tolera esos excesos. Todo es más normal (y aburrido) que la década del cincuenta, esa añoranza norteamericana que a mí me deja frío (¡si yo no existía, el mundo tampoco!).
Y luego, los estereotipos corporales y kinéticos: la mujer separada usa pantalones, el psiquiatra no pronuncia palabra (mejor así: la psiquiatría norteamericana y el conductismo psicológico sostuvieron siempre discursos abominables), los hombres poderosos les dicen a sus amantes (todas las esposas son cornudas): armá tu valija, nos vamos esta noche a París (faltó que agregara: en tren), etc...
No quiero demostrar que Mad Men es un teleteatro estúpido y malo (lo que, de tan evidente, no requeriría siquiera demostración). Quiero, sencillamente, demostrar que así como nunca pude participar del partido de Los Soprano, ahora tampoco puedo participar del partido de Mad Men, y que así como antes viví en el universo de Lost con la felicidad de un niño que se hace preguntas, ahora vivo en el universo de Fringe con la angustia de un adolescente que no sabe a qué mundo salvará el amor.
Cada cual sabrá qué partido toma (qué partido sigue) y por qué, pero yo quisiera que los partidarios del realismo, del aburrimiento, de la tristeza y del detalle insignificante respetaran un poco más nuestras creencias: no nos manden, amigos míos, a ver Mad Men. Nos hace odiar el mundo y nosotros somos partidarios del amor, de su multiplicación, de su reinado.
Yo daría las mismas razones para decir por qué Lost me hartó profundamente. El irrealismo exagerado al que llegó en un momento le quitaba encanto, el "todo vale" en el universo que construyeron hacía que pudieran salir con cualquier misterio nuevo en cada episodio. Así lo hicieron, efectivamente: te atrapaban con algo más asombroso e intrigante en cada entrega. Durante temporadas apilaron estos misterios uno arriba de otro gratuitamente, con vagas explicaciones que redundaban en nuevas preguntas. Pero a medida que se acumularon las preguntas y las vagas pseudo-explicaciones en ese universo sin leyes, podrían haber mostrado ya cualquier cosa --es más, necesitaban mostrar cualquier gansada cósmica para dar cuenta de hechos tan estrambóticos. La noción de "explicación" de los misterios se disolvió inevitablemente; en un universo así uno tiene que tragarse cualquier huevada que le digan porque no hay una lógica cuidada detrás. Para colmo, esas explicaciones insatisfactorias eran sazonadas en Lost con referencias pseudo-cultas o mítico/religiosas que parecían sacadas de Internet la madrugada anterior. En eso se revelaba cierta incultura de sus guionistas, cierto gusto por el efectismo fácil, por lo grandilocuente que se revela simplón tras una segunda mirada. Ese no-realismo celebrado en el post es justamente el mayor vicio de Lost, en el cual se echaron a perder varias buenas actuaciones y personajes.
ResponderBorrarExacto, Juan Manuel. De todo eso ya se ha hablado pero, sobre todo: de los dos partidos (coca-pepsi, river-boca). No hay comunicación posible. Vivimos en mundos separados.
ResponderBorrarRealmente creés que Hombres Locos es realista? Mad Men es tan realista como Antonioni.
ResponderBorrarEse exceso de realismo que le atribuís a la serie, se aplica perfectamente a La Noche o a El Eclipse.
Por cierto, la cantidad de referencias (más o menos veladas)a Michelangelo en Mad Men, abundan.
Si alguien me apurara tendría que decir que no estoy del todo de acuerdo. No tanto en la descripición de "los dos partidos" sino en la hipótesis de su inconmensurabilidad.
ResponderBorrar(También podría detenerme en la caracterización del Realismo, que no estoy tan seguro de que pueda ser sólo eso. Pero no importa)
Yo quiero hacerte una pregunta:
filmografías como las de Wes Anderson o Jim Jarmusch, ¿no dan cuenta de vasos conductores posibles entre esos dos partidos, infiltraciones que no son ni uno ni otro sino otra cosa, más feliz?
De todos modos, como comencé diciendo, no coincido a nivel conceptual pero(Ay, debilidad estética) como ficción crítica es tan encantadora la taxonomía y la división, tan potente esa antítesis sin dialéctica, que quiero creerte. No puedo pero quiero.
Aguante Mad Men Y Lost.
O literariamente:
Aguante Cheever Y Aira.
Fringe: Aira.
ResponderBorrarMad Men: Del Massetto
viste Californication?
ResponderBorrarBruno: razón de más para odiarla. La cinefilia es un vicio del espíritu que debería estar al lado de la gula y la envidia. Casuisticus: exacto. Marina: ni a palos.
ResponderBorrarYo Lost la vi con devoción por segunda vez terminándola hace unas semanas. Y Mad Men no la vería simplemente porque la recomiendan mis colegas publicistas.
ResponderBorrarAbrazo.
dentro de esa categorización digamos que estoy del lado de Lost.
ResponderBorrarPero realmente la serie que más me cautivó y me hizo ABSOLUTAMENTE TODO de otra manera es The Wire. La viste?
gran Blog
ah, pero cómo me reí leyendo esta entrada. y me reí, sobre todo, porque como un boludo me vi la primera y segunda temporada haciendo fuerza para convencerme de que mad men (los hombres de madison avenue, de paso) era genial y que verla entera me permitiría zafar de tener que verme los soprano, que nunca vi. ¡qué satisfacción leer estas líneas! si pusiera una estampita de olivia dunham en el respaldo de la cama le rezaría todas las noches. gracias. un gran abrazo.
ResponderBorrarmira que lindo (culis) dañe <3 http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=U--BqRxSDLw
ResponderBorrarDaniel, de todas las miles de series que pululan y que miramos antes de ir a dormir la que más me hace cagar de la risa es Community. Está muy buena. Altamente recomendable. Y coincido con vos en que nunca me enganchó ni Sopranos ni Mad Men...
ResponderBorrarFringe Aira y Mad men D. Massetto?...Dos partidos?...Dos partidos de qué?...Me encanto Lost, Soprano, Mad Men y más The Wire. Acuerdo con Linquillo en su coda final respecto al cine, pero discrepo sumariamente con su análisis de Mad Men, más aún con los Soprano, y no diré nada de su devota Fringe porque solo he visto el primer capítulo. Si el querido Linquillo vió en Mad Men solo una mostración de época se quedo a mitad de camino. Nos dice que es un "teleteatro" aflorando un tono despectivo, cuando todas las series se soportan a partir de su tono melodramático. Lo fantástico no es sine qua non el género por excelencia, es solo uno, y por lo demás muy en boga en esta época. Todas (quizá con la excepción de The Wire), pero todas las series construyen su andamiaje a partir de esas relaciones de "teleteatro", ergo melodrama puro. Mad Men está ambientada en los `50 y `60, pero sirve como soporte de esa trama para mostrar como se relacionan esos personajes en el fin de un tiempo y el nacimiento de otro en la América decadente, en el centro del capitalismo, en su capital por excelencia. Si Mad Men tiene un tono literario ese es el de Cheever. Lamento esa necesidad bipolar que te acerca a una mirada "freak", esa con buenos y malos, ese falso populismo ornamentado con referencias al "amor"???...Dejas en claro que el realismo de una serie es de por sí nefasto (que como bien dijeron es una palabra nebulosa) ya que todo género debe amoldarse a su propio realismo con sus signos de verosimilitud y adscripción. No está mal analizar Fringe o cualquier serie a partir de placeres estomacales, lo malo es la diatriba gratuita que lleva el escrito de Linquillo para darnos a pensar, casi, que Lost y Fringe son buenas series, porque Mad Men y Soprano son malas. Y eso que el comentario comienza con una descrpción del mismo productor en ambas series. Esperaba un análisis más atinado, en realidad esperaba al menos un fundamento. Saludos.
ResponderBorrar¿Y qué problema hay con los pecados? ¿Qué problema habría con ejercer el pecado de la cinefilia? ¡¡¡Asombrosa declaración del cardenal Linkillo!!!
ResponderBorrarRaro que Mad Men no le interese a un deleuziano: una serie sobre las potencias de lo falso.
Todo tu comentario sobre Mad Men defrauda muchísimo. Deberías volver a intentarlo, y después retractarte.
Lost: Víctor Sueiro (sobre todo la tercera temporada)
Mad Men: Balzac
Maduren; vean Jersey Shore.
ResponderBorrarDaniel: viste Six Feet Under?... qué te pareció?
ResponderBorrarQuiero hacerme socio del club de fans de los funerarios, pero no encuentro ninguno.
Acaso Lost no peca también de cinefilia?
ResponderBorrarNo jodan con Mad Men (literalmente Hombres Locos, para los aleccionadores de blog).
PD: Lost=Tinelli-Pepsi.
Mad Men=Letterman-Coca.
1. Todos amamos la pop culture y amamos que nos cuenten un cuentito antes de ir a dormir.
ResponderBorrar2. Algunos cuentitos por mas que insistamos no nos gustan (Mad Men, Heroes, Sopranos, ...) tal vez porque estan saturados de demasiada yanquidad... (es mi hipótesis)
3. Fringe es para mi una doble disociación espacio-temporal, por la cuestión de los universos paralelos y porque hace varios años ando viviendo en Vancouver, lugar donde la filman, y sobre todo en mi universidad (UBC) y ver las escenas filmadas en la biblioteca o en otro edificio es algo surrealista-hiperrealista que me gusta mucho (Dicho sea de paso es en el mismo lugar donde filmaron X-Files que tanto le gusta a JJ Abrams)
Six Feet Under estaba bien, pero el hermano hétero era muy desagradable.
ResponderBorrarwarrai (qué anagrama): sí, puede ser eso, exceso de nacionalismo, lo que molesta. Fringe es como la versión mejorada de X Files, ¿no? La verdad es que yo no la seguí, en su momento.
ResponderBorrarvos porque no me conocés a mí. yo soy la señora que fuma con los guantes de goma rosas mientras friego con cif con lavandina el lavatorio de mi baño.
ResponderBorrarA mi me aburrió Mad Men, pero me divirtió Sopranos. Me gustan Lost y Fringe, pero fallan: Lost falla en una incoherencia (síndrome de Chris Carter) y Fringe falla por que genera un ambiente muy simple, que ni de cerca posee los grises de X-files.
ResponderBorrarA pesar de que estoy del lado de los fantasiosos, los buenos relatos realistas en series existen (Dexter? House?).
Yo creo que dentro de la representación realista, lo único verdaderamente vomitivo es el realismo social miserabilista(que en el cine argentino abunda), el que te alecciona y te cuenta,como si fuera una novedad, que los pobres la pasan mal y se conforma con mostrarte didácticamente su cotidianidad. Sin embargo, no me parece que toda la representación realista se pueda condenar de la misma manera, sobre todo, no cuando el peso de una obra está puesto en la complejidad de la trama o en la sutileza de sus diálogos (en el caso de una peli como La Ciénaga, ponele, que alguna vez alabaste), porque me parece que justamente el trabajo en esa dirección es lo que revela la artificialidad o fragilidad de todo realismo (por otra parte, en la mayoría de las series que se mencionan acá, como en The Sopranos o the Wire hay funcionando una idea de "destino" que le da fuerza a la estructura narrativa, a la vez que le quita peso a ese pretendido realismo duro, y eso, y su complejo sistema de causalidades es lo que las vuelve interesantes y no el hecho de que hablen de esos mundos como si fueran verdaderos). De todos modos, el post me parece muy bueno y necesario porque creo que hay muy poca reflexión en torno a la representación realista, sobre todo, insisto, en el cine nacional, en donde es hegemónico hasta el hartazgo y en donde cineastas mediocres y anodinos como Trapero o Campanella ocupan un lugar central inmerecido. También apoyo la diatriba contra Mad Men. Saludos, Lorena
ResponderBorrarseñor link,
ResponderBorrardéjese de tonterías y vea bored to death que es una belleza.
que graciosa la nota, me encanto!
Daniel, te re adoro, sos re copado y re capo. Pero hablás de series
ResponderBorrarcomo si hablaras de Gran Hermano y Mad Men fuese Cristian U.
No nos des lecciones de frivolidad. No todo lo que te aburre es catastrófico.
besooooo!
Arbitrio
ResponderBorrarA mi me gusta A.
Me desagrada B
C es pésimo
Quienes gustan de D son imbèciles
E es muchísmo mejor que F
G es me atrapa
No entiendo como H dice que la gusta I