por Daniel Link para Perfil
Excelentísima Presidente de la Nación
Argentina, Señora Cristina Fernández: Sé que urgentes y graves
asuntos concitan su atención en estos días de “bronca e
impotencia” (¿será realmente posible que uno de sus desastrados
ministros haya provocado un accidente ferroviario para minar el poder
creciente de otro de sus ministros?), pero me atrevo a dirigirme a
Ud. para plantearle problemas personales de movilidad. No me refiero
al 82 % móvil de haber jubilatorio garantizado por la Constitución
Nacional y que el inmiscericorde ANSES se niega a cumplir, condenando
a muchos jubilados (incluida mi madre) a una vida de privaciones,
sino al simple derecho a moverme por el mundo para atender
compromisos académicos internacionales.
La semana pasada viajé invitado a dar
una conferencia en la Universidad Federal de Santa Catarina (tengo
ante mí el certificado) y la AFIP me autorizó a comprar algunos
reales para atender mis gastos personales. Imprimí la autorización
obtenida, pensando que con eso bastaba para cambiar 2245,70 pesos
argentinos por 907,76 reales. Sin embargo, en el Banco Nación de
Ezeiza me exigieron “el itinerario” que había cargado en la
página de la AFIP para justificar mi pedido (y que no sale impreso
junto con la autorización).
Me costó conseguir el tal “itinerario”
porque me negaron la posibilidad de usar una máquina en el único
locutorio del aeropuerto (del monopolio TELECOM), con la excusa de
que no tenían vuelto para darme y, como yo me atreví a sugerir que
un negocio tiene que tener siempre vuelto, sobre todo en un
aeropuerto, las tres empleadas que custodiaban férreamente el
servicio comenzaron a gritarme (con una dignidad peronista que
convendría reservar para mejores causas) “Yo no soy su sirvienta”
y “Esto no es una casa de cambio” (como si yo hubiera estado
pidiendo que me cambiarar rublos por yenes). Le ahorro los detalles:
mandaron a buscar a la policía aeroportuaria y amenazaron con
arrestarme (aparentemente decirle “pelotuda” a una empleada que
se comporta como tal vulnera la seguridad aeronáutica).
Cuando el incidente quedó resuelto y
corrí al Banco Nación me encontré con que “el sistema se había
caído” y no habría de restablecerse antes de los próximos
cuarenta minutos (mi embarco estaba previsto para los quince minutos
siguientes al tropiezo informático), de modo que tuve que viajar con
estos pesos que nadie en el mundo quiere: en el aeródromo
catarinense obtuve por 2.400 pesos argentinos poco más de 500 reales
(lo que es reconocer, una vez más, que “la única verdad es la
realidad”). Por fortuna, me acordé de cancelar el pedido de compra
de divisas a la AFIP, para que de ese modo no quedara registrada una
adquisición de moneda extranjera que afectara mi “cupo” en
futuros viajes.
En octubre próximo tengo que asistir a
un Encuentro Interdisciplinario de Estudios de Memoria organizado en
Sacramento (USA) por un grupo de trabajo internacional que integro
desde hace seis años (y dos encuentros ya realizados).
Como Ud. seguramente sabe, las
universidades argentinas sólo pueden comprar pasajes emitidos por
Aerolíneas Argentinas (lo que constituye un subsidio indirecto al
funcionamiento de esa compañía fantasmal). Pero el único destino
directo de Aerolíneas Argentinas a USA es Miami (tampoco vuela a
México DF, sino a Cancún), y sus compañías asociadas (Delta) no
vuelan directamente desde Miami a San Francisco o Sacramento, de modo
que yo debería viajar, si acaso se me otorgara el subsidio al que
tengo derecho, más tiempo que el que dura el Encuentro.
He decidido no pedir el subsidio, no
usar Aerolíneas Argentinas (y sus compañías asociadas), porque no
tengo tanto tiempo, y porque prefiero que mi plaza sea utilizada por
algún turista rapaz para los que la empresa parece establecer sus
destinos.
Nada de esto es demasiado grave, pero
apelo a Usted, porque conozco su sincera preocupación por la Ciencia
y el Arte argentinos y peronistas, para que se nos facilite, a
quienes debemos cumplir con compromisos internacionales, la
posibilidad de atenderlos con dignidad, con dólares comprados
legalmente sin absurdos requisitos (que los beneficiarios del
blanqueo no padecen) y pudiendo comprar los pasajes más adecuados a
nuestros traslados laborales.
La saludo atentamente.