lunes, 30 de diciembre de 2013

Un saludo cordobés encantador...

2014 :: POR UN AÑO DE LUZ
Es el deseo del equipo de trabajo del Área de Gestión Cultural y la FotoGalería FCE - UNC.

Que la insolencia te valga

Julio De Vido: "En vez de cambiar la hora, Macri debería trabajar más horas"

Así se refirió ante la propuesta de cambio de huso horario para aliviar el consumo energético; negó que existan problemas de generación de energía.


sábado, 28 de diciembre de 2013

La gran fractura


Por Daniel Link para Perfil

Hay viajes que empiezan mal y terminan peor. Un congreso me llevó a la Universidad Católica de Lovaina, previo paso por Bruselas, la encantadora capital de Bélgica y principal sede administrativa de la Unión Europea.
Nos instalamos en nuestro cuarto con vistas a Grand Place (o Grote Markt en flamenco), uno de los espacios públicos más ornamentados de Europa, donde tuve un tropezón. El doctor que finalmente vino a visitarme dictaminó que no había daño óseo, explicó que el dolor era causado por el daño en los tendones y en los músculos del área, felicitó la sabiduría de la automedicación argentina (lo que pensaba recomendarme yo ya lo había hecho) y se retiró disculpándose por no haber hecho nada.
Al día siguiente tomé el tren a Louvain-la-Neuve, donde apenas si pude participar del congreso, o caminar, o comer, sin lágrimas en los ojos.
Después de ese compromiso último, me había reservado seis días para descansar en Marruecos, país desconocido, de un año particularmente agotador. Volamos a Casablanca y, de ahí, en tren, a Marrakech (que odié tanto como Elías Canetti). Llegamos a Buenos Aires, donde había paro de controladores o algo así, el 19 de diciembre.
El 20 fui a la guardia traumatológica en Buenos Aires para que me hicieran una placa radiográfica que confirmara el diagnóstico belga. Resulto que tenía fractura de peroné, milagrosamente (inexplicablemente) sin desplazamiento. Me enyesaron el pie derecho, a la antigua usanza.
Mientras espero respuesta a mi reclamo administrativo a la empresa de medicina contratada para el viaje (¿se imaginan un desplazamiento del hueso fracturado en Marrakech?), no dejan de sorprenderme las diferencias de protocolo. El médico que me atendió en Bélgica miró y acarició mi pie, me tranquilizó, me sonrió. El médico que me atendió en Buenos Aires ordenó una placa, apenas si me miró a los ojos (como suelen hacer los traumatólogos) vio mi verdad en una placa radiológica y empezó a enyesarme sin el más mínimo interés hacia mi persona. Son dos formas diferentes de la bestialidad de las que hablaré con mi traumatólogo de cabecera, cuando consiga reunirme con él.
Pero más allá de la ética profesional, lo que revela la diferencia de protocolo es una abismo ético que tiñe todos nuestros comportamientos.
Durante mi viaje, hubo sublevaciones provinciales que dejaron más de diez muertos. En la perspectiva nacional, sólo importan vistos a través de una placa que revela un plan destituyente organizado. Hubo (y hay) cortes de luz que, una vez más, sólo se dejan comprender en relación con una operación de revelado: “esa no es mi responsabilidad”, me dijo el traumatólogo porteño de guardia, cuando intenté que reflexionara en el diagnóstico previo. Estamos quebrados, pero nadie te mira a los ojos para decirte hasta qué punto. Y el que te mira a los ojos y te dice palabras bonitas, seguro que te miente y te somete a la avaricia que regula su conducta.

Por qué ya no soy puto


Por Daniel Link para Soy

A los 18 años, decepcionado de mi ateísmo, tomé mi primera comunión en una ceremonia navideña para la que me vestí de blanco y durante la cual el coro de la parroquia cantó mejor que nunca. Aunque más adelante me di cuenta de que me dejo llevar por raptos de fe o de humor a lugares remotos (respecto del punto de mi partida), eso no me alcanzó dejar de actuar como tabula rasa ciclotímica y, cada tanto, me veo transformado radicalmente, como un trompo que cae siempre con la cara que dice “toma todo” para arriba.
Durante un retiro espiritual en San Miguel, que se correspondía con mis nuevas obligaciones eclesiásticas, abracé la causa del amor que no osa decir su nombre en el momento en que, en las duchas comunitarias, empomé a un joven catequista que, antes, me la había sobado en la cucheta de arriba, donde yo dormía.
Colgué, como se dice, los hábitos, porque de mí se podrá decir cualquier cosa menos que soy hipócrita, y el cura había dicho (yo le había oído decir) que el pecado nefando no es compatible con la fe católica.
Durante años, me empeñé en los placeres propios de la perversión sexual, pensando que había allí algo de destino, de sagrado y de protesta anticapitalista.
El entusiasmo de unas tortas amigas me llevó al registro civil: no con ellas, sino con otro hombre. Mis amigos putos dejaron de hablarme.
Pocos años después, cuando había ya cumplido mis cuarenta, mi marido (un magnate de la fotografía, diez años menor que yo) empezó a notar el paso de su reloj biológico y, queriendo a toda costa tener un vástago al que legarle su fortuna, empezó a relacionarse con parejas de lesbianas que quisieran engendrar con él.
Bien pronto nos convencimos de que en vez de esa especie temible que más vale mirar desde la distancia correspondiente a un parque temático, le convenía más bien asociarse con mujeres del común que quisieran compartir la aventura mapaterna con él, ya que yo, por mi condición, le resultaba estéril a sus fines.
Lo más inmediato para él fue, naturalmente, recurrir a su catálogo de modelitos (fotógrafo de renombre y playboy juvenil, había despertado a la sexualidad y a la fama fotografiando los rostros de placer de las mujeres que se garchaba en el momento exacto del orgasmo), y bien pronto empecé a encontrar en mi casa y en mi cama bombachitas abandonadas por unas modelos cada vez más trolas, a las que había que pagarles la cocaína para que se dejaran llenar, como se dice, la cocina de humo. Y después convencerlas de que no abortaran, seguidoras como eran del credo diabólico y liberal del cuerpo.
Mientras se sucedían las sesiones de fertilización sin éxito aparente, yo ahogaba mis angustias en plegarias psicoanalíticas, con un doctor freudiano y tartamudo que se reía de mis desdichas.
Una noche, volviendo exhausto de mis llantos, encontré a mi marido practicándoles unos impiadosos cunninlingus a unas modelitos drogadas. Le reproché semejante entusiasmo, a todas luces poco reproductivo, y él me invitó a comer, a su lado, de los mismos manjares. Yo al principio le grité que cómo me iba a servir de tales platos distantes esas cosas pero después, como él insistía, me abalancé a yantar de estas mesas así, en que se prueba amor ajeno en vez del propio amor, y descollé (como siempre me había sucedido) en la manducación y el chupeteo.
A partir de entonces, aunque nadie dijo nada, nos convertimos en un grupo de asalto y de combate, en unos velocirraptores que cazaban en pareja conchitas tiernas con la excusa de la reproducción, para ablandarlas a lengüetazos y, a dúo, y en el mismo instante, suministrarles la semilla híbrida que habría de prosperar en esos campos arados con herramientas cada vez más entusiastas, cada vez más alejados de la dimensión sagrada del sexo, cada vez más olvidados de nosotros mismos, cada vez más familiarizados, cada vez menos propensos a la aventura y al disenso (es decir, al goce per angostam viam).
Nos volvimos normales como efecto de la presión normalizadora del Estado. Aunque nos hicimos sendas vasectomías, porque nos alarmaba la hipótesis de mezclar nuestro material genético con esas trolas descerebradas que venían a tragársela toda con la esperanza de un retrato.
Y los retratos se multiplicaron, y con ellos el dinero y las obligaciones fiscales. Nos volvimos viejos antes de tiempo (nada te envejece más que una mujer ávida) y yo volví a ir a misa (aunque no cuento nada de todo esto, para no alarmar a las jóvenes del coro cuyas tetitas miro con delectación mientras rezo, las manos en el regazo, para ocultar el bulto).

(¡Que la inocencia les valga!)

martes, 24 de diciembre de 2013

Literatura argentina y modos de reproducción Sobre el vitalismo de Ricardo Rojas

por Daniel Link para exlibris

Ricardo Rojas (como los grandes teóricos de la literatura) se inclina más bien por una comprensión de la literatura como fuerza (o si se prefiere: potencia). Esa fuerza o potencia opera aquí y allá según una lógica que no es exclusivamente ni la de la lengua, ni la de la época, ni la de la región. Es una fuerza o potencia de desclasificación y, al mismo tiempo, de agenciamiento. Las Humanidades, dice Rojas en la Restauración nacionalista, “requieren en cada comarca una elaboración especial, de acuerdo con circunstancias de ambiente y necesidades políticas, que varían en las diversas naciones” (pág. 66-67). Escuchen esta demanda, todavía no cumplida:


Si nosotros fundásemos escuelas análogas á esta [se refiere a la Ecole d'hautes etudes], y á la [Escuela] de Cartas, en la medida de nuestra posición histórica y de nuestras necesidades, las asignaturas aquí subrayadas —Lenguas célticas y dialectologíade la Galia Romana— tendrían que equivaler al quichua y el guaraní de nuestros orígenes americanos. (pág. 196)

La necesidad (política) de la enseñanza de esas lenguas (el guaraní como celta) no se justifica en un resplandor estético sino en una demanda ética que toma a lo viviente como potencia. Este desplazamiento de la forma a la potencia, de las equivalencias lingüísticas a las distancias culturales es uno de los núcleos fuertes de la investigación comparatista propuesta por Rojas, para quien no hay hipótesis de investigación literaria desgajada de lo cultural.
Saltemos hacia donde Rojas nos señala: todo presente actual no es más que el pasado entero en su estado más contraído: el pasado, por eso, no pasa, sino que persiste, insiste, consiste, es el fundamento último del paso. Si lo propio del presente es la existencia actual bajo la forma de una sucesión de diversos instantes (antes y después), el pasado puro, fundamento y profundidad del Tiempo, en cambio, se caracteriza por la "coexistencia virtual" de sus diversos niveles con el presente. Dicho de otro modo: “La materia de la Literatura es la vida, y su procedimiento, como ya lo sabemos todos, el concretar en fórmulas finitas las relaciones humanas de reiteración indefinida".

El texo completo, puede bajarse de acá.  


lunes, 23 de diciembre de 2013

Filología de la Weltliteratur

El papa Juan que escucha a Auerbach
 

En Estambul Auerbach estaba en exilio,
el ir a escucharlo era un acto político.
Ahora entiendo el sello
de la ocurrencia del abuelo-hijo:
el sello, esto es, de quien sabe incluso el saber.
Ser doblemente lejanos de la vida
para verla toda, y acercar las dos distancias.
Sólo sumando al creyente el erudito se hace el santo
(¡que no quiere ser santo!). Los años de Estambul
son sin color, libres de toda agitación,
exentos de dulce vitalidad: no quedan sino los actos
del alma y los de la mente. Doblemente
por encima del vivir, el mundo es un mapa
del caos, y el orden es una mirada sonriente.


Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 1922-Ostia, 1975) "Poesie marxiste, 1964-1965", Tutte le poesie, Mondadori, Milán, 2003
Versión: Jorge Aulicino


Papa Giovanni che ascolta Auerbach

A Istanbul Auerbach era in esilio,
l'andare ad escoltarlo era un atto politico.
Adesso capisco el timbro
del motto di spirito del nonno-figlio:
il timbro, cioè, di chi sa anche il sapere.
Essere doppiamente lontani dalla vita
per vederla tutta, e avvicinari le due distanze.
Solo aggiungendo al credente l'erudito si fal il santo
(che non vuole esser santo!). Gli anni di Istanbul
sono senza colore, liberi di ogni brulichio,
esenti da dolce vitalità: non restano che gli atti
dell'anima e quelli della mente. Doppiamente
al di sopra del vivere, il mondo è una carta geografica
del caos, e l'ordine è un sguardo sorridente.


(gracias, Diego)


domingo, 22 de diciembre de 2013

Un sueño alemán


por Daniel Link para Perfil Cultura

Walter Benjamin (1892-1940) quería ser "el más grande crítico alemán" y, a la luz de las repercusiones de su obra, sin duda lo fue.
Sus amigos y compañeros nunca estuvieron demasiado de acuerdo con su método de lectura (para los académicos alemanes era sencillamente judío, para Adorno, descuidaba las mediaciones entre las singularidad que analizaba; para Scholem, entendía mal las enseñanzas de la tradición judía, para Brecht...). Pero nadie pudo nunca negar la cualidad de sus escritos, que siguen sorprendiendo no tanto por la verdad que encierran sino por la intensidad con que nos alcanzan.
Es que Benjamin era, además de un lector inteligente, un escritor de singular sensibilidad: prueba de ello son, además de sus artículos sobre Proust, su propia traducción de En busca del tiempo perdido, novela de la que aprendió (como Roland Barthes, muchos años después, por otra vía) que la narración es un híbrido que puede aparecer en cualquier parte.
Bien leída, la obra de Benjamin es, además de obra filosófica y obra crítica, obra literaria (¿acaso no sucede siempre eso con la crítica?) y prueba de ello son algunas de las tesis de la filosofía de la historia, especialmente aquella tan misteriosa, tan glosada y tan mal entendida que toma como punto de partida un cuadro de Klee para contar el cuento del ángel de la historia o los fragmentos de Infancia en Berlín o de Calle de una sola mano que encuentran, por pleno derecho, un lugar de privilegio en el contexto de las letras alemanas del siglo XX.
Enamorado de los juguetes, de las miniaturas y de las colecciones, Benjamin supo que bastaba con reunir algunos fragmentos para que algunos lectores, muy pocos lectores, pudieran comprender el vínculo novelesco que los relacionaba. Del mismo modo, su monumental proyecto El libro de los pasajes pretendía ser una reconstrucción fragmentaria de un período y un lugar incomparables de la conciencia del mundo (París, siglo XIX) y hoy se deja leer, incluso incompleto, como uno de los más deslumbrantes fragmentos de literatura alemana, como los Philosophische Lehrjahre de Friedrich Schlegel y el Zaratustra de Nietzsche: "un libro para todos y para nadie", que entiende que no hace falta explicitar las articulaciones porque eso, precisamente, murió con el positivismo decimonónico y porque la "constelación" benjaminiana necesita ser leída con la habilidad del arúspide que lee los restos del animal sacrificado.


sábado, 21 de diciembre de 2013

En el barrio me llaman "trípode"

O: los misterios de la medicina cuyos diagnósticos se contradicen entre sí y que arrojan al paciente a un mar de zozobras y desdichas que terminan en noches fatales sin sueño y sin posible solución...



Burroughs en Marruecos

por Daniel Link para Perfil

“¿De qué va esa mierda de la cultura árabe?”, se preguntaba William Burroughs.
Se recomienda a los visitantes de Marrakech caminar detrás de los jóvenes que se ofrecen a indicar una dirección porque de ese modo disimulan estar trabajando clandestinamente de guías turísticos, algo que la ley les prohibe. Si alguien es capaz de eludir los rigores de la ley es cualquier joven marroquí (incluidos los apenas púberes que ofrecen sexo y hachís en cada esquina), de modo que el subrayado es estúpido (destinado a turistas europeos, incapaces de entender el mundo más allá de sus estrechos sistemas de categorización). La explicación es más sencilla: al caminar delante de uno, los jóvenes obligan al desprevenido a seguirlos como perros durante las cuadras que ellos consideren necesarias para ganarse una recompensa por su falsa amabilidad (la mayoría de las veces, ni siquiera requerida).
Caminando rumbo a unos jardines recomendados por las guías, un joven de una belleza sobrecogedora (evito suspicacias: tenía más de veinte) me preguntó a dónde iba, me dijo que el parque estaba cerrado (lo que era mentira, como luego comprobamos), me dijo que era bereber, que estudiaba lenguas en la Universidad, que su padre trabajaba en el barrio judío, y comenzó a caminar sin mirar hacia atrás por un laberinto de callejas. Cada tanto agregaba un comentario idiota y se palmeaba la pierna para indicarnos que nos corriéramos del centro de la callejuela porque venía una bicicleta. Como quien le habla a su perro.
De pronto, estábamos subiendo una escalera y hablando con su “padre” (en fin, el dueño de la herboristería para quien trabaja a comisión). Un yerbero como el de Jane Bowles, pensé (e imaginé la voz de Mario Bellatin, diciéndome que no tomara nada).
El “hijo del herborista” desapareció de nuestra vista y terminé comprando aceite de árnica, para mi tobillo adolorido, y unos granos negros para no roncar, que venden a precio de oro, más caros que el azafrán, porque aparentemente duran para siempre. Pagamos, por supuesto, la décima parte de lo que nos pedían, porque acompañado por un gallego avaro es imposible que me curren. Hasam (o como se escriba), hermano, Allahu Akbar y Assalamu ‘Alaikum (“Dios es grande” y “La Paz Sea Contigo”): si te seguimos fue porque nos habías prometido dejarnos hacerte una foto y habríamos pagado por ella más que por la pacotilla medieval y pseudonaturista que compramos.

martes, 17 de diciembre de 2013

Cada cual, cada cual, atiende su juego

Y de pronto, la Ville se llenó de mineiros....


Por supuesto, como estas señoras, nosotros tomamos partido por el equipo local


Por razones más que obvias:



¡Nos vamos ya a la cancha!

domingo, 15 de diciembre de 2013

Dicen que...

Una crìtica posible

Por Mateo Niro para El Litoral.com


“Lecturas de siglo XX. Viaje, límite, umbral”. Laura Isola (ed.). Buenos Aires, ediciones Cabiria, 2013.

Este libro de crítica puede ser leído en dos claves: con una serie de ocho ensayos de académicos de la Universidad de Buenos Aires (incluido un texto introductorio de Daniel Link) sobre libros y autores universales y canónicos del siglo XX; o como un sólido catálogo de modos de abordar críticamente la literatura. Al leer Lecturas de siglo XX, el referente puede ser considerado América de Kafka, los cuentos de Faulkner y Flannery O’Connor, Fuga sin fin de Roth, la poesía de Paul Celan, Bajo el volcán de Lowry o Matadero Cinco de Vonnegut; o, mejor, la crítica como género capaz de producir, cada vez, nuevos significados. Esta compilación evidencia los procesos de producción textual constitutivos del género, desde la selección del corpus en el inmenso mar de obras literarias célebres y laterales, la justificación del recorte, el abordaje eminentemente discursivo, su inscripción (o el trazado) en tradiciones más o menos forjadas, y la puesta en relación con otras obras del mismo de autor y de otros autores literarios y teóricos.

Tradicionalmente, quienes se enfrentan al desafío de la reflexión crítica académica encuentran modelos textuales inscriptos en dos polos extremadamente lejanos: los clásicos estudios de prestigiosos críticos (en Argentina, por ejemplo, por citar a los más contemporáneos, Sarlo, Ludmer, Piglia y el propio Link, entre otros) que pueden hallarse en anaqueles de grandes cadenas de librerías y en las bibliotecas universitarias, por un lado; y los trabajos leves de estudiantes que se derraman en páginas de Internet y que conforman esbozos o simples aproximaciones. Basta, para la ejemplificación de esto, colocar en el buscador cualquier nombre propio de escritor y/o libro. Para ambos casos, la elaboración rigurosa de un texto crítico medido queda lejana: uno por mucho, otro por poco. Este trabajo estos ensayos- viene a salvar esa carencia. Se trata de abordajes críticos de 15 ó 20 páginas ni 200 ni 4- que recorren con suficiencia una obra. Se reconoce solvente pero, a su vez, se muestra alcanzable.

La “lección inaugural”, de Daniel Link, deja huellas de todo esto pero, de alguna manera, morigera las consideraciones. Dice que Lecturas de siglo XX se trata de “un manual de enseñanza no presencial que también puede entenderse como un manojo de cartas de amor”. Pero no es sólo eso: se trata, además, de un manual de manuales de enseñanza, de un secretario de cartas de amor.


sábado, 14 de diciembre de 2013

Pompas y circunstancias

por Daniel Link para Perfil

El martes pasado me tropecé en Bruselas y creí que me había quebrado el tobillo. Tuve que llamar al médico del servicio de emergencias que había contratado: diagnosticó un desplazamiento que no requería de otro tratamiento que una venda elástica, analgésicos y una pomada desinflamatoria. Mientras reposaba y juntaba comprobantes para el reintegro, seguía las burbujas que llegaban desde Buenos Aires.
En una pompa de jabón, la Sra. Fernández se refería a los saqueos como un complot y un sabotaje a los festejos de la democracia; en otra pompa, los cantantes subsidiados por el Estado Nacional (y que por si mismos son incapaces de vender ni un disco) festejaban a voz en cuello sus honorarios; en otra pompa, mi mamá me informaba que hace dos días que estaba sin suministro eléctrico; en otra, unos vecinos de una de las provincias donde la policía estaba acuartelada, habían tomado las armas para defenderse y, en otra, los trabajadores de la salud también reclamaban aumentos.
La más desagradable fue una pompa blindada que me reventó en la cara para que yo comprendiera que el Sr. Cristóbal López habia sido beneficiado por una condonación de deuda de miles de millones de pesos. El 35 % adicional que me cuestan mis medicamentos en Europa irán a cubrir el desequilibrio fiscal producido por esa condonación (y la exención a futuro) que graciosamente se le otorga a un empresario del juego, para que pueda comprar canales de televisión que celebren al más cinico gobierno en treinta años de democracia. 



sábado, 7 de diciembre de 2013

Momento de peligro


Por Daniel Link para Perfil



Leo, en alguna parte, que la historia es histérica, lo que significa que para poder entenderla, hay que poder verla, y para verla, hay que estar fuera de ella, en relación de exterioridad (la histeria es lo que nos deja fuera del asunto).

He aquí una historia: Determinada fracción política accede al gobierno con un programa que pone el acento en la redistribución de la riqueza. Ese programa encuentra obstáculos en los sectores más conservadores de la sociedad, que fragua denuncias en su contra. El gobierno lucha para llevar adelante su programa con todos las armas a su alcance (los medios de comunicación, la Justicia, las cámaras parlamentarias, el Banco Central, el Instituto de Estadísticas y Censos, sus aliados locales e internacionales). Gana algunas batallas y pierde otras.

He aquí otra historia: Determinada facción política accede al gobierno con un plan de revancha política y enriquecimiento personal. Ese plan encuentra obstáculos en los sectores más intransigentes de la sociedad, que lo denuncia. El gobierno lucha para llevar adelante su plan con todas las armas a su alcance (los medios de comunicación …, sus cómplices locales e internacionales). Gana algunas batallas y pierde otras.

Entre esas dos historias hay una relación diagramática que asegura su identidad: es la misma historia, porque es el mismo dibujo, la misma secuencia de acontecimientos. Resulta, entonces, que el sentido de un texto (de la Historia) no reside en tal o cual de sus “interpretaciones”, sino en el conjunto diagramático de sus lecturas.

La diferencia entre una historia y otra reside en un acto posicional o de creencia. En la primera historia, la corrupción es un dato residual, necesario para sostener la cohesión del frente de combate. En la segunda historia, el programa de redistribución de la riqueza es un dato residual, necesario para sostener la libertad de acción política (mediante sucesivos triunfos electorales) que garantice la impunidad de la facción gobernante.

¿Qué habrá que creer? ¿Y cómo se fabricará la Historia de los últimos quince años? Naturalmente, habrá una sucesiva acumulación de evidencias documentales (estadísticas, cuadros comparativos, documentos reservados, declaraciones juradas, sentencias judiciales, etc...) que respaldarán una u otra versión.

De modo que la verosimilitud de tal o cual historia (no digo “su verdad”, sino su capacidad persuasiva) dependerá antes de los archivos, de los archivistas y de los analistas de archivo (lo que, tal vez, coincida con el rol más o menos clásico de los historiadores).

Mientras tanto, vivimos, con la pasión del caso, una historia que a veces se muestra con un semblante, y a veces con otro.

Por ejemplo, la presencia de un inexplicablemente afortunado en la primera línea de sucesión soberana, inclinaría la balanza de la verosimilitud hacia una historia protagonizada por la Maldad. En cambio, el progresivo ocultamiento de su persona a medida que el carácter inverosímil de su fortuna queda expuesto, incluso para la Justicia, que elige, en vez de disimular la exposición, proteger a los testigos que comienzan a acumularse en su contra, permitiría poner al Bien en el rol protagónico del caso.

La modificación de leyes para beneficio (actual o futuro) de quienes detentan el poder es, naturalmente, un argumento en favor de los suspicaces y los memoriosos (Leyes de “punto final”, etc...).

Una medida (racional o desesperada) que se tome para garantizar la estabilidad económica (o un monto determinado de reservas fiscales) es más bien neutra, lo que implica que será interpretada en relación con un sistema de creencias previo.

La elección de un “delfín” sucesorio puede entenderse como el gesto cínico de quien pretende garantizar su impunidad durante algunos años más, o como la apuesta a una transformación a largo plazo de las estructuras injustas de la sociedad. La persistencia de la miseria puede bien considerarse una distorsión de unas buenas intennciones o la demostración de que eran una impostura.

La realidad es suficientemente compleja como para exigir de nosotros una atención extenuante, para exigirnos, a cada momento. decisiones que no siempre estamos en condiciones de tomar, por falta de evidencias o de las convicciones necesarias.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Poesía civil


Mi Gramsci

 Por Diego Bentivegna


¿Para qué? ¿Por qué Gramsci?
Diría, en principio: porque es un lugar en el que algunas cosas
se entrecruzan y resisten.
Diría: también, porque algo en sus textos sobrevive.
Es resistencia y es supervivencia.

Comencé a pensar el problema del lenguaje en Gramsci
hace añares, “hace mil años”, cuando Elvira, mi maestra,
que ahora está frente a nosotros para presentar el libro,
lo cual es para mí y para muchos que estamos acá objeto de alborozo,
me llevó a investigar,
en un proyecto de adscripción para su cátedra,
las relaciones entre lenguaje y nación
en el idealismo de Croce y de los estilistas
y en sus derivaciones políticas explícitas, en especial en Gramsci.

Después de muchos años, me interesa,
en este libro que ahora, gracias al otro maestro mío, a Daniel,
que confío en este proyecto para integrar
su Biblioteca de Teoría,
puedo presentar ante ustedes, pensar qué es lo que sobrevive
de Gramsci, pensar, en un trabajo que atraviesa el tiempo,
que hay un punto que en Gramsci sigue interrogándonos
y que ese punto pasa, de manera sustancial, por el lenguaje.

Es un problema el del lenguaje, que comienza a armarse
en los primeros escritos del pensador sardo:
los primeros documentos que nos llegan son los apuntes
que, como asistente, el joven Gramsci prepara para los cursos de lingüística
de su maestro, el profesor Matteo Bartoli, en la Universidad de Turín.
Gramsci, que, como el gran poeta romántico italiano,
Giacomo Leopardi, era muy enfermizo y jorobado
(medían ambos, al parecer, no más de un metro con cincuenta)
había llegado a la ciudad del Piamonte,
la ciudad de Levi, de Einaudi y de Pavese, hacía muy poco,
como en una novela del siglo XIX,
con una beca especial que el rey otorgaba
a los estudiantes sardos más aventajados,
Turín era la universidad, pero también era por entonces
la antigua capital del reino
desde donde salió la unificación de Italia,
y era, sobre todo, la sede de las grandes fábricas del nuevo reino
y uno de los centros obreros más activos de Europa.
Allí, entre los talleres mecánicos y las aulas,
madurará la convicción política de Gramsci
en quien Bartoli veía no sólo a un alumno diligente
sino más bien a un “Arcángel” en las guerras
-teóricas y políticas- por el lenguaje.
El último texto de Gramsci, su último cuaderno,
escrito cuando su salud había empeorado
de manera palpable, entre la prisión y las salas de hospital,
está dedicado de manera íntegra al lenguaje
(Gramsci llama a ese cuaderno, más puntualmente,
“Notas sobre la gramática”).

El libro que presentamos vuelve, así, a un Gramsci diferente
que es, sin embargo, un Gramsci primordial que lo atraviesa todo:
Gramsci, como lingüista, o mejor, como un mancato lingüista.
como algo que en sus escritos es siempre un esbozo y, en este sentido,
permanece así, en su estado de proyecto,
en su potencia.

Gramsci, además, es como un nudo
entre dos grandes continentes de la reflexión lingüística del siglo:
Bartoli, su maestro, lo conectaba con la lingüística como ciencia histórica,
atenta a las variedades dialectales, a la selva de los lenguajes italiana.
Era la neolingüística, que más tarde, cuando Gramsci esté en la cárcel
se transformará en una lingüística areal en la que espacio y tiempo,
geografía e historia, extensión y diacronía, aparecen imbricados.
Pero Gramsci se conecta también con el futuro
en su manera de pensar el lenguaje: Piero Sraffa, un amigo
a quien confiaba a veces los cuadernos
que escribía de la cárcel, le habrá hablado
seguramente de su amigo sardo
a su otro amigo, a Ludwig Wittgenstein,
durante su exilio en Londres,
y algo del modo en que Gramsci piensa el lenguaje,
-como un montaje de lo viejo con lo nuevo,
como una ciudad con construcciones flamantes y con ruinas-
está, quizá, presente en el segundo período del filósofo de Viena,
con sus juegos, sus gestos y su economía del lenguaje.

Pasolini dijo en sus últimos años
que la literatura de Borges era para él,
sencillamente, horrible.
Y en eso, creo, hay algo de gramsciano,
pero también hay algo de tensión con el modo
en que Gramsci entiende la literatura:
Cuando el sardo, en la cárcel, lee a Dante y a Pirandello, es decir
proyecta una lectura futura, otro proyecto trunco,
sobre el fundamento de la literatura italiana, Dante,
y sobre quien sería, en la época en que Gramsci escribe,
lo más cercano seguramente a un clásico, Pirandello,
(en cierto sentido, podemos decir, su Borges)
Gramsci no emite juicios de valor sobre esas obras:
no son, en rigor, ni buenas ni malas,
sólo son obras (como enseñaba de manera
lúcida la estética de Croce), y no tiene sentido juzgar si son “muy buenas”,
si son “excelentes” o si son “maravillosas”, como suelen hacerlo
las melancólicas lecturas canónicas. Lo que hace Gramsci
es ver cómo esas obras funcionan, cómo se insertan
en procesos hegemónicos, cómo operan en el lugar en que se cruzan,
pero también se escinden, los lenguajes.
cómo están atravesadas por el poder y sus disputas.
En el libro verán también cómo Gramsci
defiende la enseñanza del latín en los liceos y cómo
le recomienda a su familia, a su hermana,
que le hablen a su sobrino en la arcaica lengua de Cerdeña,
con sus plurales en s, con sus persistencias latinas.
Verán cómo el pequeño jorobado
piensa la norma como una construcción política,
cómo el arcángel piensa, de manera proyectiva
una lengua futura, una lengua nacional-popular en condiciones
de ser habitada por la tradición literaria,
plurisecular italiana, desde Dante a Ungaretti
pero abierta también, como en la Comedia misma, a las variedades más amplias,
a los registros más intensos. Una lengua no retórica,
ni altisonante, una lengua arraigada en su condición
de objeto histórico y complejo,
variable y heterogéneo, múltiple y conflictivo.

Es a este Gramsci el que este libro, ahora, después de todo, explora.


martes, 3 de diciembre de 2013

Cambiaron los vientos

Caso Ciccone: un testigo clave declaró que existieron reuniones entre Amado Boudou y los dueños de la imprenta

Guillermo Reinwick, el yerno de Nicolás Ciccone denunció, además, que recibió amenazas del socio y amigo del vicepresidente; le otorgaron protección judicial

París no se acaba nunca

Alejandro Cesarco
Secondary Revision *


12 December - 23 February, 2014
Opening: Wednesday 11 December, 6-9pm

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Frac Île-de-France / Le Plateau
Place Hannah Arendt
Intersection of rue des Alouettes and rue Carducci
75019 Paris
www.fracidf-leplateau.com

* with works by Felix Gonzalez-Torres, Louise Lawler, and Jack Pierson.