sábado, 31 de octubre de 2015

Más moderno que todos los modernos


por Daniel Link para Eñe

Bajada: El próximo 2 de noviembre se cumplen cuarenta años del asesinato de Pier Paolo Pasolini, uno de los más grandes artistas e intelectuales del siglo XX. Si bien su muerte fue el efecto de un oscuro episodio sexual, nadie duda del carácter político de esa desaparición que dejó a Italia y al mundo sin una de las voces más excéntricamente lúcidas del Novecento.
Para conmemorar esa desaparición de alguien que está, sin embargo, cada vez más vivo, la romana Università degli Studi dell'Aquila propuso a la Universidad de Tres de Febrero la organización de un Coloquio Internacional sobre las relaciones de Pier Paolo Pasolini y el Tercer Mundo.



Pasolini nació en Bolonia en 1922, pero de niño vivió en varias ciudades y del norte de Italia, en particular Casarsa, localidad y comuna de la región de Friuli-Venecia, de gran influencia en su obra poética. Su padre descendía de una antigua familia noble de la Romaña, su madre provenía de una familia de campesinos friulanos y era maestra. Pasolini empezó a escribir poemas a los siete años de edad y publicó por primera vez a los 19, mientras se encontraba estudiando en la Universidad de Bolonia, donde descolló con un refinado filólogo atento a las lenguas “menores” que la unidad italiana iba sepultando bajo un manto de olvido. Fue miembro del Partido Comunista Italiano, del cual fue expulsado “por indignidad moral” en 1948. En 1957 publicó uno de sus libros más ambiciosos y más aclamados, Las cenizas de Gramsci (Premio Viarregio) y al año siguiente El ruiseñor de la Iglesia católica.


Entre el marxismo gramsciano y la antropología cristiana construye Pasolini una verdadera antrolopología revolucionaria que todavía hoy encuentra ecos en la filosofía europea. En 1960 publicó los ensayos de Passione e ideología, y en 1961 otro libro de versos, La religione del mio tempo, mientras iniciaba su extraordinaria carrera como director cinematográfico con Accatone, con la que comienza su relación personal y profesional con Franco Citti. A partir de entonces se suceden los libros de poemas, las reflexiones semiológicas, las películas, las intervenciones públicas (sus polémicas con la neovanguardia y con el estructuralismo francés, igualmente vacíos de vitalidad, en su perspectiva), las piezas de teatro y las novelas, a una velocidad de vértigo.

En 1975 estrenó la que sería su última película, Saló o los 120 días de Sodoma, que la burguesía italiana no pudo perdonarle. Su verdugo lo alcanzó el día de todos los muertos, mientras trabajaba en su novela Petrolio, un proyecto monstruoso e informe que fue publicado recién en 1992 y que obliga a una revisión retrospectiva de su obra. Abel Ferrara, en su película estrenada el año pasado (Pasolini, magistralmente protagonizada por Willem Dafoe), focaliza su atención al mismo tiempo en los últimos días de Pasolini y algunos tramos de Petrolio.

Varias veces en su vida Pasolini confesó su intención de abandonar Italia y esa misma intención parece dominar toda su obra. En una entrevista de Eugenia Wolfowicz en 1975, Pasolini reflexiona sobre la relación de su obra con la sociedad de consumo. A la pregunta “¿Usted quiere decir que la sociedad de consumo invadió, incluso, Sicilia?”, contesta:


No sólo invadió Sicilia sino que la destruyó. Si usted hubiera estado allí hace diez años y volviera ahora, no la reconocería. Todos los jóvenes han emigrado, puede ir en coche durante horas, de un pueblo a otro en Madonia sin encontrar un solo joven: sólo verá viejos y algunos chicos y pollos. ¿Dónde están los jóvenes? Se fueron a Alemania, a Francia o al norte de Italia, donde llevan un tipo de vida totalmente alienante que destruye su sistema de valores, lo reemplazan por otro que, para ellos, son locos y absurdos. Esos valores les son impuestos por los horrores de la televisión, la radio y otros medios de comunicación, la infraestructura, la moda, etcétera.

Durante años tuve que vivir con este horror. Al principio, ya se lo dije, reaccioné reafirmando los antiguos valores que iban a ser reemplazados y destruidos. Ahora que la situación no tiene remedio, a menos que me suicide o huya de Italia, de poder adaptarme a lo que llega, así como lo ven, mis películas reflejan la nueva y horrible realidad italiana.


Mientras Pasolini pueda luchar en contra de esto, recurrirá a la política del anacronismo, reafirmando valores tradicionales: la ética cristiana, el primitivismo africano, la huida hacia el Tercer Mundo (real o simbólico). Luego, el rechazo absoluto.
Toda la obra de Pasolini podría entenderse como un progresiva disidencia de Italia (ese límite nacionalitario), aunque sólo fuera porque toda la obra de Pasolini está tramada alrededor de los dialectos entendidos como lenguas menores. Si la pregunta es qué arte hacer, Pasolini responde: un arte que fusione lo íntimo y lo público. Su Edipo Re (1967) no es sólo una película que adapta el texto de Sófocles sino la historia del propio Edipo de Pasolini.
La idea de Pasolini fue volver a empezar con la poesía, la novela, el cine y la política como si la historia no hubiera sucedido, como si fuera un ser recién expulsado del Paraíso. En una de sus más importantes intervenciones teóricas, “32 puntos para un nuevo teatro” (1968), Pasolini escribe que:

El nuevo teatro no oculta (con candor de neófito) que se remite explícitamente al teatro de la democracia ateniense, saltándose completamente toda la tradición reciente del teatro de la burguesía, por no decir la entera tradición moderna del teatro renacentista y de Shakespeare.

Su arte es un arte de la más profunda y deliberada inocencia (griega).

La “actitud Pasolini”, que le permite ser “más moderno que todos los modernos”, tiene que ver con esa suspensión de los límites: películas, cartas, novelas, poemas, todo forma parte de la misma experiencia, que no puede desprenderse de un conjunto de negaciones radicales: la negación de la automía de la literatura, al mismo tiempo que se afirma un rechazo total del presente (dominado por una “mutación antropológica” cuya dirección lo horrorizaba). En ese contexto, lo que Pasolini intenta desarrollar es el rechazo a toda posible instrumentalización del arte y de la vida por parte de la cultura: sostener el arte en su negatividad más absoluta, menos estatizable.
En la “Abjuración de la trilogía de la vida”, Pasolini constató que la presentación gozosa de los cuerpos que, para él, debía constituir un gesto de ruptura, había sido asimilado por la sociedad de consumo. Y es por eso que Pasolini abjuró de El Decamerón (1971); Los cuentos de Canterbury (1972) y Las mil y una noches (1974) declarando que esas películas habían perdido toda fuerza crítica.
En todo caso (porque el régimen del arte es para Pasolini idéntico al de la carta), “lo que importa es, antes que nada, la sinceridad y la necesidad de lo que debe decirse”. Y sólo por eso Pasolini no se arrepiente de haber filmado esas películas, que forman parte de ese protocolo (ingenuo, si se quiere) de sinceridad y necesidad (es decir: de inscripción de sí en una experiencia estética). La crisis cultural y antropológica de los años ’60, tal y como Pasolini describe al período, opuso

los cuerpos inocentes con la arcaica violencia vital de sus órganos sexuales (entendidos, estos cuerpos, como el último baluarte de la realidad), a la irrealidad de la subcultura de los medios masivos de comunicación.
En ese combate, piensa Pasolini, perdió “la realidad”. La protesta de Pasolini contra el mundo es una protesta contra la irrealidad de una ideología y de un aparato cultural (al mismo tiempo, una protesta contra la irrealidad de lo imaginario y una protesta contra la noción de compromiso sartreano). ¿Bajo qué forma Pasolini entiende la realidad? Varias palabras se repiten constantemente a lo largo de su obra; la violencia y la inocencia (al mismo tiempo), lo arcaico y lo vital, la fuerza (sagrada) del sexo, núcleos tanto de su poesía como de sus ficciones (películas y novelas).
Para Pasolini la realidad es eso que debe permanecer encantado y el arte, aquello que contribuya a sostener el “encantamiento del mundo”. Frente a una modernidad donde lo que se verifica es la progresiva pérdida de valores o la progresiva reificación de las personas y de las relaciones personales, Pasolini afirma un mundo de valores puros, indeterminados. La estética adecuada en relación con una realidad así pensada podría ser descripta, en términos de representación, como una suerte de “realismo figural” al estilo del realismo de la edad media (Pasolini elige siempre modelos “arcaicos”, es decir: fuera de la lógica del “progreso”). Sobre todo de la pintura de Giotto, que inspira profundamente las composiciones de cuadros de las películas de Pasolini, tensionados entre la crudeza y el simbolismo.
Lo que reconocemos como la obra de Pasolini funde sus raíces en el rito y en la palabra como manera de oponerse al academicismo burgués y al vanguardismo antiburgués. Dicho de otro modo, las palabras de Pasolini se cargan de sentido en un ritual. Ese ritual es la poesía y la poesía funciona, para Pasolini, como matriz de todas las artes (en Empirismo eretico, Pasolini desarrolló la oposición entre cine de prosa y cine de poesía).
Naturalmente, el reencantamiento supone el riesgo de la reterritorialización: no se trata de reencantar el mundo en la magia (eso es Harry Potter) o en la tradición de la Iglesia de Roma (el humanismo cristiano).
Para nosotros lo sagrado (en cualquiera de sus formas: Dios, el sexo, el amor, la vida, la amistad, la naturaleza o la Razón) no juega ya ningún papel porque repugna a las relaciones de intercambio. Nos hemos convertido en meros epifenómenos de las clases constituidas por el mercado (o por los mercados, como está hoy de moda decir: así como hay un mercado de la vida y de la muerte, hay también un mercado de Dios y del deseo).
Para Pasolini, esa pérdida de lo sagrado era el fin. Y si murió como una víctima sacrificial fue justo que así fuera: no de otra cosa hablaba Petróleo, ese monumental informe que nos legó como el mejor regalo que un conjurado puede legar a quienes lo sobreviven y que nunca, nunca alcanzarán a entender su radical modernidad.
En Poesía en forma de rosa (1964), iba ya “por la Tuscolana como un loco,/ como un perro sin dueño por la Apia/ (...) más moderno que todos los modernos, buscando hermanos que no existen más”.



Recuadro:

Coloquio Internacional “Pasolini y el Tercer Mundo” organizado por la Universidad Nacional de Tres de Febrero y la Università degli Studi dell'Aquila con el patrocinio del Instituto Italiano de Cultura.
Bajo la coordinación general de de Diego Bentivegna, participan Ana Amado, Lucia Faienza, Massimo Fusillo, Eduardo Grüner, Davi Pessoa, Miguel Rosetti, Gianluigi Simonetti y Luca Zenobi. En UNTREF, sede Rectorado (Juncal 1319, piso 3), lunes 2 de noviembre de 2015, de 13.30 a 21.00. Con traducción simultánea.

Una plegaria


Por Daniel Link para Perfil



Ayúdeme señor, para elegir un presidente que no anteponga su ambición personal al bienestar de la ciudadanía, que no gobierne con mentiras ni estimule los resentimientos de la sociedad civil para mejor reinar e imponer su voluntad.

Ayúdeme señor, para elegir un presidente que no funde su política económica en el consumismo desenfrenado, que proteja los bosques y las selvas, que prohiba las aventuras mineras y petroleras que contaminan el paisaje y destruyen la vida, que expulse de la patria a los patentadores de material genético, que ponga en el centro de su programa de gobierno la salud, la educación y el transporte.

Ayúdeme señor, para elegir un presidente que no lucre con la miseria sino que la elimine para siempre de nuestro horizonte, que no persiga a balazos “a los pibes del conurbano” (me hago eco de la plegaria de mi hijo Tomás), que no saquee los bolsillos de la clase media y las cajas de jubilación para subsidiar la compra de valijas y juguetes en Miami.

Ayúdeme señor, para elegir un presidente que escuche las demandas ciudadanas, que atienda las necesidades de los más pobres, que no estetice la “cultura villera” sino que transforme las villas de emergencia en barrios y que estimule la solidaridad entre nosotros.

Ayúdeme señor, para elegir un presidente que no se llene la boca de palabras (ya ni siquiera hermosas por lo mucho que han sido bastardeadas) y que demuestre con sus políticas públicas su compromiso con el crecimiento, la justicia, la libertad, los derechos humanos y la igualdad de oportunidades.

Ayúdeme señor, para elegir un presidente que proteja a los ancianos, que estimule la creación de fuentes de trabajo, que sostenga la infancia como espacio de imaginación y no de mendicidad creciente.

Ayúdeme señor, para elegir un presidente que castigue a los corruptos, que premie la honestidad y el mérito, que sancione el nepotismo y la plutocracia, que elimine el servilismo político y que fomente el federalismo hasta sus últimas consecuencias (la educación, sin embargo, que sea política nacional).

Ayúdeme señor, para elegir un presidente que pueda gobernar y que su gobierno sea en favor de todos y cualquiera, que elimine con un sólo gesto la violencia de género, la violencia social y la violencia política.

Ayúdeme señor, para elegir un presidente que nos permita recuperar lo mejor de Argentina y olvidar para siempre, para siempre, las peores pesadillas.

Y si alguna de estas cosas no estuvieran a su alcance, señor, no importa. Después de todo, la democracia garantiza períodos cortos al término de los cuales la ciudadanía puede evaluar, con su sabiduría. la gestión de gobierno.

Ayúdeme señor, para que dentro de cuatro años no tenga que recurrir a este recurso extremo (rogarle a un espacio vacío) y pueda votar, en segunda vuelta, al Frente de Izquierda.


viernes, 30 de octubre de 2015

Desmonte

para Gabriela Massuh


Quisiera comenzar esta celebración de Desmonte, la última novela de Gabriela Massuh, con un agradecimiento y una jactancia personal.
El agradecimiento es para Adriana Hidalgo, que nos regaló el placer, inusitado en estos tiempos, de una novela que nos da qué pensar (y no quisiera liberar a esta clásula de toda la ambigüedad que encierra).
En cuanto a la jactancia personal, Gabriela una vez me dijo (y lo repitió en una entrevista para Página/12, si no recuerdo mal), lo mucho que debía a mis libros, que la autorizaron a publicar los suyos. Yo, que no suelo caer en las trampas de la autocomplacencia, entendí a la perfección lo que eso quería decir: si vos publicás “esto” (agréguense cuantas comillas se quiera) bien puede cualquiera publicar lo que le venga en gana. De modo que de pronto mis novelitas, de escaso mérito salvo para mí, adquirían una propiedad fija, un valor (podría decirse) inconmovible: habían desencadenado las novelas de Gabriela Massuh.
¿Cómo no iba yo a ser feliz cuando leí La intemperie que es (al menos para mí) la mejor novela de la crisis argentina y una de las mejores de lo que va del siglo? ¿O cuando leí La omisión, la segunda novela de Gabriela? Digan lo que quieran de mis libros, pero sepan que son, por lo menos, una de las condiciones de posibilidad de Gabriela.
Ahora tenemos entre nosotros Desmonte, una novela que aparece en el momento justo (al final de una era desquiciada), y que recupera el proyecto de Gabriela Massuh: volver a contar, abrirse al mundo e incluso amar desesperadamente el mundo y el presente, porque, nos había advertido Gabriela cuando apareció La omisión, “necesito que lo que escribo se abra al mundo y se ventile”.
Desmonte es una novela cuya estructura está sostenida, como en un cuarteto de cámara, en cuatro cuerdas (que aluden además a cuatro tiempos): la cuerda propiamente literaria, donde se discute con Borges, Carlos Argentino Daneri y con César Aira una cierta concepción de la literatura, una idea de “campo literario” podría decirse; la cuerda regionalista, que relaciona la novela con una de las grandes corrientes de la narrativa latinoamericana, sepultada por la tecnificación narrativa de los años sesenta y sus ideologías metropolitanas, pero que sobrevivió todavía en algunas novelas del boom; la cuerda intimista, que examina hasta sus últimas consecuencias una conciencia atormentada, la de la protagonista; y la cuerda comunitaria, que trata de encontrar respuesta a la aniquilación total de las comunidades, no sólo las comunidades rurales, cuya agonía se deja oir en la segunda cuerda, sino la comunidad familiar, la comunidad amorosa y, en particular, de manera obsesiva, la comunidad de los ausentes. Ésa es la cuerda más sombría de toda la novela; la del regionalismo, con su lamento fúnebre por la destrucción de los paisajes (los paisajes que Gabriela y yo amamos con la misma intensidad) es la más grave; la cuerda intimista es la más aguda: chirría y está todo el tiempo a punto de quebrarse, y la cuerda literaria es la más brillante, la que va escandiendo los contratiempos de las otras.
El resultado es una textura contaminada, como le gusta a Gabriela, cuyos bordes precarios se difuminan, como se difuminan lo testimonial y lo ficcional, lo propio y lo ajeno, la ficción y la vida. No hay cortes nítidos, sino umbrales de indiferenciación: el final es abierto, porque así es la vida, y muchos de sus pormenores son previsibles, porque, después de todo, la vida es también así y de lo que se trata es de sostener lo viviente en un instante de peligro que nunca fue tan grave como ahora.
La intemperie ya había cruzado con gran delicadeza los hilos de lo íntimo y de lo público, trenzando en un mismo proceso el desmoronamiento del Estado, del arte y de una conciencia. Más distanciada (porque está narrada en tercera persona), Desmonte agrega planos, ensancha el mundo, describe, sostiene diálogos, desarrolla todo el aparato novelístico que los demás escritores, por pereza o por incapacidad, decretamos caduco, denuncia la destrucción de la tierra y de la yunga con la complicidad de los caciques provinciales (recuerden que en las últimas décadas, Argentina perdió el 20 % de sus reservas forestales a un ritmo que coloca al país a la cabeza de los procesos de desmonte), el arrebatamiento de lo vivo y la producción en masa de miseria, canta la canción de la tierra y lo hace desde el corazón mismo de un campo literario que parece haber renunciado a su capacidad para intervenir en los asuntos de este mundo: novela de la tierra, novela de conciencia, novela de comunidad, novela realista.
Todo eso y mucho más es Desmonte porque, ahora que me doy cuenta, he entrado en esa majestuosa novela por una puerta que estaba abierta sólo para mí.
Ahora, voy a cerrarla.


jueves, 29 de octubre de 2015

Vuelve la política

Por la defensa de la educación pública y el desarrollo de la ciencia

Hacemos nuestra esta declaración de lxs compañerxs de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Convocamos a todos los sectores de la Facultad, y a la comunidad universitaria en su conjunto a sumar adhesiones.De cara al ballotage del próximo 22 de noviembre, y ante el riesgo de un avance de programas privatistas en el escenario político nacional, autoridades, organizaciones docentes, organizaciones estudiantiles, egresados y no docentes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires manifestamos que, frente a cualquier eventualidad regresiva que pretendiera desmantelar los avances en educación, ciencia y técnica producidos en los últimos años por la democracia argentina, los trabajadores y estudiantes de la Universidad Pública vamos a defender las conquistas académicas, científicas, culturales, laborales y salariales alcanzadas con la recuperación del Estado, tras su desguace neoliberal en los años 90.
Asimismo, convocamos a garantizar la continuidad y profundización de la obra educativa, científica y tecnológica iniciada entonces: recomposición del presupuesto educativo; construcción de escuelas y universidades; desarrollo de la ciencia; puesta en marcha de programas de inclusión que permitieron a miles de niños/as y jóvenes argentinos/as ejercer su derecho a la educación; impulso a la educación popular, técnica y rural; multiplicación de la extensión universitaria; apertura de las instituciones educativas al trabajo en territorios; repatriación de científicos e investigadores; defensa de la calidad y la autonomía, entre otras.
En este escenario, llamamos a los miembros del sistema científico y de la comunidad educativa en todos sus niveles a proteger estas conquistas, a expandirlas, a reivindicar la calidad académica y a no relegar la autonomía de esa calidad ante la educación mercantilizada y mediocre que buscan imponer en América Latina empresas trasnacionales que la conciben no como un derecho sino como una oportunidad de hacer negocios.

https://docs.google.com/forms/d/1xFxZjy1qGpVPkhe7TJuMgDmPXWwuYlnGe3eOOmSv-ts/viewform?usp=send_form

miércoles, 28 de octubre de 2015

Montaneros vs. Montoneros

El sciolismo estalló contra Carta Abierta: "Distraen con huevadas"

El presidente del Banco Provincia y asesor del candidato oficialista salió al cruce de las críticas de Horacio González. 

La derrota tampoco fue magia

 por Nicolás Lucca para Relato del Presente

(...) Sólo a gente sin nada para ofrecer se le puede ocurrir hacer campaña con el pasado victorioso cuando el país se está hundiendo en pobreza, problemas estructurales y deuda pública interna y externa para tirar un mes más. Encararon ese plan y les salió como el ojete. Por si fuera poco, Cristina decidió mostrar su nivel de estadista al elegir ella las fórmulas. Perdió. Sí, perdió Cristina. Y también lo saben todos dentro del kirchnerismo. La prueba se puede notar en averiguar dónde estuvo La Cámpora ayer: con Aníbal. Sí, también son unos genios a la hora de elegir, pero al menos conservaron las banderas que rezan “No fue magia”. Claro que no fue magia, si se cagaron en todo y hasta nos quitaron la única chance de paz que nos quedaba en medio de una campaña invasiva y agotadora, al reventarnos a cadenas nacionales de a tres por semana para inaugurar hasta las tinturas de L’Oreál.
Después se verá qué pasará en el ballotage. Y recién ahí, también se verá que pasará más adelante. En la provincia, el tipo más compadrito perdió contra Laura Ingalls. ¿Cómo superan eso? Les ganó la vicejefa de la Ciudad que no media en nivel de conocimiento por buena parte del electorado y con justa razón, porque el tipo del interior de la provincia no tiene por qué saber quién es la presidente de la legislatura porteña. O sea, la gente prefirió votar a la desconocida que al conocido. Mirá si no nos vamos a cagar de risa.
Por otro lado, todavía no hay nada definido y falta el ballotage. Pero a los que se preocupan por la gobernabilidad, les cuento que el manejo de la calle de Buenos Aires (la que sale en los medios y se replica en todo el mundo) se define en la provincia, en los sindicatos y, puntualmente, en el conurbano bonaerense. Ahí perdieron también en algunos distritos imposibles y la provincia quedó en manos del macrismo. ¿Los sindicatos? Se adaptan al que les de bola.
Mientras tanto, lo único que queda es pensar que, si Cristina no buscó este resultado, es para cagarse de risa de acá hasta nuevo aviso. ¿El futuro? Mañana vemos.


domingo, 25 de octubre de 2015

Preguntan si....

"Me gusta pensar que el presente tiene una puerta abierta sólo para mí"

Entrevista de Walter Lezcano para Tiempo Argentino/Cultura


-¿Siendo un escritor que se mete con todo el arco literario, cómo encarás la escritura de un ensayo de estas características? ¿Qué parte del escritor de ficciones se filtra cuando escribís esta clase de textos? 
-Yo diría que no se puede separar los gestos de escritura. El ensayo de este tipo a mí me cansa por su compromiso con la verdad. En la ficción, precisamente por sus propias reglas, uno puede decir cualquier cosa sin preocuparse por la verdad de los enunciados y, sobre todo, de los presupuestos. Pero en los géneros argumentativos, los enunciados y los presupuestos tienen un peso enorme y hay que estar lidiando con ellos todo el tiempo.
-Suturas es un ensayo que es móvil, dinámico, que va de los ultraacadémico hacia lo popular y la cultura de masas. ¿Por qué te gusta hacer esos desplazamientos y cómo es tu forma de trabajo para incluir estos dos mundos que en tu libro conviven bien?
-No es que algo me guste o no me guste hacer, sino que no sé o no puedo hacerlo de otro modo. Por un lado, no puedo concebir el tiempo linealmente, ni los niveles culturales rígidamente organizados y separados unos de otros. Por otro lado, los mismos argumentos (en el sentido narrativo y argumentativo) se proyectan tanto hacia lo popular y la cultura de masas como a lo más elitista. 

-¿Qué tipo de lectores imaginás para Suturas? ¿Es algo que te preocupa o interesa?
-Una vez más, no desarrollo una estrategia de seducción de masas lectoras. Probablemente piense en un lector (uno solo) cuyas características me serían difíciles de precisar pero que seguramente, si lo hiciera, terminaría siendo yo mismo. No es casual que las personas que trabajan conmigo y mis amigos sean mis primeros lectores: compartimos gustos, formas de vida, expectativas, argumentos, lecturas, posiciones ante el presente. No sé... Escribo para lectores al mismo tiempo curiosos y críticos.

-¿Cómo crees que va a tratar el tiempo a una obra que como Suturas intenta entender el hoy?
-¿Como una novela a la que le faltó un impulso decisivo? ¿Como los trazos de una vocación (un llamado)? ¿Como un libro marcado por las contradicciones de su tiempo? No lo sé... Si alguien recuerda alguna frase mía, ya eso me haría bastante feliz.


sábado, 24 de octubre de 2015

Aún soltera


Por Daniel Link para Perfil



Es el final de una era, le digo a mi hija. Hoy almorzamos por su cumpleaños, que fue el miércoles pasado y a partir de diciembre todo cambiará para ella (bah, para todos). Es tu último cumpleaños antes del cambio que se avecina (un cambio anunciado, preparado, deseado, pero no por eso menos dramático).

¿Te parece que será el fin de una era?, me pregunta. ¿O será más de lo mismo?

Le digo que no, que no va a ser más de lo mismo, porque aunque a ella le parezca que se trata de cambios formales, las más imperceptibles modificaciones suelen tener consecuencias imprevistas.

Ella asiente, entre contenta y fatigada por los nervios de las últimas semanas y las decisiones tomadas contra reloj. Me pregunta si yo estoy contento con el cambio que se nos viene encima y le digo que sí, que hay que experimentar, que no está bien eternizarse en un mismo estado. Nada es para siempre. Y hay momentos en los cuales nos asomamos al abismo infinito de lo que se mueve sin cesar. Ni siquiera el eterno retorno garantiza la vuelta de lo mismo, porque todo lo que sucede, sucede en el tiempo.

¿Cómo no esperar que todo cambie en diciembre? Hemos apostado desde hace mucho a ese día glorioso y que esperamos perfecto. Hemos comprado sombreros y muchas otras cosas que no vale la pena revelar por el momento.

¿Y yo qué voy a decir, llegado ese día de diciembre?, me pregunta. No lo sé todavía. He empezado a borronear algunas palabras pero (le digo, con picardía) todavía no me han contado cómo va a ser la liturgia. Se ríe. Me dice que ella va a estrenar zapatos nuevos y un vestido precioso que se trajo de Miami, en su último viaje de trabajo.

Nos abrazamos y nos sacamos una autofoto, para recordar este momento, este último cumpleaños antes de la nueva era.

Mañana se decide algo importante para Argentina, además, y por eso no podemos quedarnos todos a dormir en la quinta. Hay que volver a Buenos Aires, para instalarse desde el mediodía frente al televisor: ¿ganará o perderá Argentina?

Habitualmente, me da lo mismo, porque apuesto a los procesos a largo plazo y no a los resultados inmediatos. Pero esta vez sé que me voy a pegar al televisor para ver si se decide todo o todavía tendremos que sufrir otro fin de semana. Mañana se juega la semifinal del mundial de rugby y a lo mejor Los Pumas pasan a la final.

En diciembre se casa mi hija y este año fue su último cumpleaños como soltera. Nos queda poco.


Obediencia debida

Horacio González: "En Carta Abierta vamos a votar a Scioli, pero desgarrados"


El referente de la agrupación intelectual kirchnerista admitió que optará por el candidato del FPV "con cara larga"; dijo que en la agrupación "hay disconformidades" con parte del gabinete anunciado

martes, 20 de octubre de 2015

Dicen que...

“Suturas. Imágenes, escritura, vida”, de Daniel Link

por Diego De Angelis para Los Inrocks

“Último envío de un libro que no ha cesado de escribirse con el tiempo”, anuncia Daniel Link al comienzo de Suturas. Imágenes, escritura, vida, un excepcional –casi monstruoso– ensayo con el cual concluye –y concluir aquí no deja de ser una mera suposición– la trilogía inaugurada en Clases. Literatura y disidencia (2005) y continuada luego en Fantasmas. Imaginación y sociedad (2009). Un anuncio que encierra los fundamentos de un proyecto crítico notable. Porque hay desde luego una continuidad, pero que no se reduce a un conjunto de libros, sino a un régimen de escritura que se presenta maníacamente seriada y, por lo tanto, infinita.
Es posible apreciar en Link, en su escritura, una obsesión por sostener, a través del tiempo, y “en medio de una marea implacable y confusa de sentido”, un discurso, un continuo de ideas, hasta las últimas consecuencias. Una escritura que obedece a una lógica que él caracterizará como paranoica, pues persistirá reactualizándose en su búsqueda por interrogar para definir un presente –el nuestro– amenazado por una profunda crisis constitutiva, puesta en escena a partir de un urgente proceso de transformación –que Link no tardará en homologar, por su radicalidad, con los cambios ocurridos en la posguerra y en la década del sesenta, provocado principalmente por la emergencia de las nuevas tecnologías. Nos encontramos frente a una nueva era: “Nuestras sociedades han dejado de ser hoy sociedades políticas: son algo completamente nuevo, para lo que carecemos de una terminología apropiada y que por lo tanto nos obliga a inventar un pensamiento nuevo y una nueva estrategia”.

Porque la situación de lo viviente es, sin lugar a dudas para quien escribe con una voracidad compulsiva, el principal y casi único objeto del que debe ocuparse, en última instancia, la crítica. Hacia allí se dirige su práctica de la escritura: hacia la interrogación de los puntos de sutura –zona ardiente de la crisis– entre la antigua cultura letrada y las llamadas ciberculturas.

En primer lugar, Link establecerá aquello que el proceso de transformación supone e involucra necesariamente: un nuevo paradigma crítico. Nuevas formas de leer que denominará posfilología y diagramatología. Esto es, un nuevo orden de lectura que prescinda de una concepción del tiempo homogéneo y lineal y que Link sospechará –porque de eso se trata, de sospechar modos alternativos de análisis– en un corpus descomunal de textos que son, esencialmente, “fragmentos de experiencias”. Y la experiencia por antonomasia que le permitirá inaugurar –y en el mismo gesto, fundamentar estructuralmente– su recorrido será, por supuesto, Borges, el objeto “natural” de la crítica y la cultura argentina. La pregunta por uno de los procedimientos que rigen su escritura y que motivará el desafío que justifica su atención pasa por la posibilidad de entrever en sus relatos siempre otra cosa, un resto imposible de definir que traducirá, allí donde el sentido pareciera haberse escapado, una inscripción del futuro. Link identificará también en Borges otra operación textual que reflejará especularmente su propia propuesta. La repetición y la serialización como principios de composición. La multiplicación de textos sería una de las posibilidades del arte. El ensayo de Link –dividido en cuatro partes: “Umbral”, “Imágenes”, “Nombres”, “Escrituras”– se presentará bajo la estela de ese mismo procedimiento, a partir del cual buscará indagar alternativamente las fuerzas constitutivas que sustentan distintas textualidades –sobre todo, las que han quedado “al borde del camino”– para reconocer, mediante nuevas hipótesis de lectura, lo viviente.
Link se detendrá, por ejemplo, en la obra de Ricardo Rojas, insoslayable organizador de los estudios literarios argentinos, para subrayar su comprensión de la literatura como potencia –y no como forma– de desclasificación. Comprensión que manifiesta un a priori de la producción ensayística linkiana: la materia de la literatura es la vida y, por lo tanto, la preocupación más importante del crítico reside en saber interrogar –saber leer– el modo en que es posible articular la vida con la escritura. En “Imágenes”, a partir de algunos videos de YouTube, Link interroga la potencialidad del dispositivo que ha modificado profundamente las condiciones de vida del ser humano. A causa de su ubicuidad, YouTube se ha convertido en el gran museo de lo vivo y de lo muerto, en un reservorio ilimitado de imágenes que complejizan el vínculo entre la memoria y el olvido, que pone en crisis las nociones de obra y autor. En “Nombres”, enfocará su atención en la producción artística –literaria o cinematográfica– de ciertos autores que, por la calidad de su escritura y el alcance de su perspectiva, lo han interpelado. Establecerá, por ejemplo, un contraste entre los ángeles de un film de Wenders –Las alas del deseo–, que deciden abandonar su lugar en el cielo para integrarse al mundo, y los fantasmas de una novela de Aira, ángeles tercermundistas que resuelven, ante un mundo que consideran ofensivamente vulgar, desaparecer. Perspectivas que encarnarían alegóricamente soluciones –políticas– contrarias respecto a la posición del escritor –y de la literatura– frente a la realidad que observan. Y por último, en “Escrituras”, Link estudiará a aquellos escritores que revelan una voluntad por experimentar con el lenguaje para formular un pensamiento que reniegue de cualquier pretensión de normalidad o transparencia discursiva y que logre expresar una realidad desconocida. Así, se ocupará de registrar en Jean Genet una escritura cuyo carácter anacrónico promovería paradójicamente la posibilidad de leer lo que no espera ser leído. A su vez, reivindicará la prosa ensayística de Eduardo Grüner, quien mediante el uso frecuente del entrecomillado y la cursiva pretende forzar el lenguaje a fin de configurar un saber que descubra el misterio del futuro.


La materia de la literatura es la vida y, por lo tanto, la preocupación más importante del crítico reside en saber interrogar –saber leer– el modo en que es posible articular la vida con la escritura.

La tarea que Link se propuso antes y se propone ahora desarrollar no cesa, no evidencia límites. Más bien acontece, se inscribe cada vez, en el tiempo. Precisamente porque la crisis –ese “ruido ensordecedor”– aún no ha cesado, ni siquiera se ha establecido. En ese contexto de interrogación, en esa compleja y paradójica trama de mutaciones desbocadas, Link intentará vislumbrar lo que todavía vive. Porque la situación de lo viviente es, sin lugar a dudas para quien escribe con una voracidad compulsiva, el principal y casi único objeto del que debe ocuparse, en última instancia, la crítica. Hacia allí se dirige su práctica de la escritura: hacia la interrogación de los puntos de sutura –zona ardiente de la crisis– entre la antigua cultura letrada y las llamadas ciberculturas. Es justo ahí donde podrá descifrarse lo que está por-venir. La cicatriz que en secreto esconde la marca de lo nuevo.

La fórmula ganadora del domingo

Juan Manuel Leguizamón - Juan Martín Hernández

 





Se me lesionó Juan Martín, entra Juan Imhoff (haceme splash, haceme splash, ahhhhhh):


Volver al futuro

Encontré un editor de textos en línea que me retrotrae al comienzo de la computación, y creo que me gusta:


Acá.


A las patadas

Por María Moreno para Radar

Un día de 1972, dos jóvenes sociólogos combativos, Horacio González y Roberto Carri, se dirigen al despacho del decano de la Universidad con algún agrio reclamo que ensayan y al que, por lo menos uno de los dos, planea de impactante contundencia. De pronto, ya ante la puerta, eludidos los golpecitos rituales, Carri le aplica una sonora patada que precede a la visión del decano con un saquito de té suspendido sobre una taza de diseño austero. Lo cuenta Horacio González en el prefacio de Isidro Velázquez, formas prerrevolucionarias de la violencia de Roberto Carri, en la nueva edición de Colihue. Luego aclara: “El procedimiento vibrátil de la pierna chocando de pleno es un acto notoriamente ilegítimo que todo reglamento futbolístico condenaría como planchazo”. La anécdota ejemplar le permite afirmar que Roberto Carri pasó por la vida intelectual argentina precisamente como eso: un planchazo.Más de cuarenta años después de esa patada paterna, Albertina Carri exhibe su instalación Operación Fracaso y el sonido recobrado en el Parque de la memoria (sala PAyS). A través de cuatro espacios llamados Investigación del cuatrerismo, Punto impropio, Alegro, A piacere y Cine Puro. Tal vez el más conmovedor sea Punto impropio en donde ella lee las cartas que la madre le hacía llegar clandestinamente desde su cautiverio. En la muestra, Albertina continua explorando las formas de representación de la memoria de una manera siempre “épatante”, provocadora y hasta pendenciera y tienta pensar si tal vez, luego del shock que desencadenó a las estéticas de la memoria política, su película Los rubios, en donde el secuestro de los padres era representado por muñequitos Playmobil animados y como en otros avatares de su obra ella reflexiona entre otras cosas sobre los legados y los desvíos de los legados, no heredó de su padre esa estética de la patada. Lo parece cuando afirma a través de la voz de Alicia Carricajo que la encarna en primera persona en Investigación sobre el cuatrerismo: “Si siempre dije que Isidro era una película de hombres, que a mí no me vengan con películas de tiros y motivaciones homosexuales encubiertas como dar la vida por el mejor amigo”. O sobre un festival de cine en Cuba: “El tufillo latinoamericanista del festival me enerva, las personas que en la puerta del hotel me ofrecen sexo, compañía o langostas me deprimen muchísimo, me la paso adentro de los cines viendo lo que sea y tomando mojito afuera –la comida es espeluznante o contrabandeada– las adolescentes que pasan mirando mis zapatos con deseos, vestidas ellas con uniformes marrones, el color más feo del mundo, directamente me nublan la vista”. O cuando luego de Los rubios califica de cabezas parlantes al recurso del testimonio en cine. Habría entonces que preguntarse si no queda en la hija algo de la “juvenilia de ruptura”, antisistémica, gestual, que Horacio González atribuye a su padre a la “hora de los efebos de la sociología de trinchera”.
Investigación de cuatrerismo es el relato hipnótico de una película perdida, la que el director Pablo Szir realizó y dejó sin editar antes de su desaparición forzada, de los proyectos frustrados de Carri por filmar su propio Isidro y su decisión de abandonarlo (planchazo al legado del padre), relatos que resuenan sobre cinco pantallas en donde se proyectan fósiles cinematográficos, fragmentos blanco y negro de películas años 40 casi veladas, lluviosos noticieros de los setenta con esos locutores de atuendo simil policías de civil que cuentan las operaciones de la guerrilla incluido el robo a una casa de pelucas. Como siempre Albertina mantiene su divisa de no reconstruir, impedir armar a Roberto y Ana María. Lejos de la intención de que los fragmentos den cuenta de un todo incompleto, elige subrayar lo inexorable de la ausencia. Es a esa ausencia a la que no está dispuesta a concederle ninguna “resignificación”, ninguna relatividad. En el lugar del Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado ella esculpe con ruinas audiovisuales: máquinas sin rollo que giran en el vacío o que se accionan con la cercanía del visitante, cintas como serpentinas góticas en donde el moho ha superpuesto sobre alguna escena realista perdida, garabatos de un abstracto viscoso, el nombre de la madre a flor de tierra. Es como si Albertina dijera con diferentes lenguajes formales que “no hay película, y no quiero que se hagan la película de quiénes fueron Roberto y Ana María”, entonces la película es crasamente material, despojada de toda imagen, o como si la a imagen hubiera sido destruida, secuestrada.
El título de la muestra parece estar dividido por géneros.
Operación Fracaso –título del nombre de una operación policial de 800 efectivos que no logró detener a ese Robin Hood selvático que fue –dice el mito– el bandido chaqueño Isidro Velázquez, estaría del lado del padre que le dedicó un libro. El tiempo recobrado, de la madre que habla en presente en Punto impropio.

LEGADOS Y NOMINADOS

Daniel Link, en una suerte de unción laica sobre Operación Fracaso que vertió en ese Cielo Apóstata que es FB, tiene una epifanía crítica: “Punto impropio filma con microscopio el trazo materno sobre el papel y lo proyecta en una luna flanqueada por los nombres de la madre (que son, también, los nombres de la Concepción)”. Y es cierto, en ese mandala materno, luminoso sobre el suelo cuya fuerza afectiva se contiene bajo el instructivo “videoinstalación multicanal de proyecciones color en loop. Formato de captura HD digital sobre cartas escritas por Ana María Caruso desde el cautiverio” el “Ana” de un lado y el “María” del otro nombra la primer sucesión femenina, esa que Leonardo da Vinci representa en su cuadro de culto. Punto Impropio es también la “primera concepción” de la muestra en donde, de diversos modos, se relatan filiaciones casi hasta la exasperación: porque Operación Fracaso es una infiltración de hijos, sobre todo en el relato de Investigación del cuatrerismo. Hay hijos sospechosos como el joven asistente de producción de Albertina en la filmación de La rabia y que afirma tener el guión de la película desaparecida sobre Isidro Velásquez porque su padre fue el músico, sólo que Lita Stantic, la productora, testimonia que la película no tenía música, entonces el joven se corrige y dice que su padre era asistente de producción. Hay hijos emblemáticos como Vicky Walsh, hija de Rodolfo de la que se dice que desgrabó el material de investigación para esa misma película. Hay hijos siniestros como el bebé enterrado en el fondo de un jardín de Resistencia cuya tumba reza “1823-1828” y que Margarita Saubidet, prima de Roberto Carri, dice que es suyo aunque supuestamente haya muerto antes de que ella naciera. Y hay hijos semejantes en la sucesión de violencia como Lucía Cedrón, hija del cineasta Jorge Cedrón, asesinado en 1980 a quien Albertina dice haber encontrado en Cuba mientras buscaba la película perdida. Como dice también que mientras montaba Los rubios conoció a otro con el plan de hacer una película sobre Isidro Velázquez. Y, por último, hay una hija en gestación en el vientre de Lita Stantic mientras hace la producción de la película desaparecida y hay un hijo esperando en la casa de Albertina mientras ella junta materiales para filmar: “Salgo a Palermo con la cabeza tan hinchada como las tetas, hace horas que mi hijo no me succiona, debo llegar rápido a casa, aunque la cantidad de sobres papel madera llenos de hojas tamaño máquina y escritas a máquina no me ayudan a la operación: rápido a casa”. Y en esa cita permanente de filiaciones, de legados trágicos, imaginarios o renegados y donde la insistencia de los nombres de Roberto Carri y Ana María Caruso rigen como las figuras para la concepción no inmaculada, la mención que Albertina hace una y otra vez de una esposa, Marta Dillon, quien escribe también en el catálogo, coautora del guión de la obra que no fue y de otras que sí fueron, quizás sobresalte el ojo de lector y deslice una constelación distinta para la idea de familia: otra vez la estética de la patada bajo la forma de un manifiesto subliminal. Tantos hijos en nominación, de diverso cuño político, pero siempre de un padre y una madre, no hacen más que señalar por contraste en su proliferación, como formando parte del PRESENTE, cartel que se agiganta en la entrada de la muestra, más allá de su sentido ritual ante la mención del nombre de los compañeros muertos y desaparecidos, el de un hoy de la familia como invención del deseo con y por fuera del estado y de la ley.

CATEDRA CARUSO

Punto Impropio es un título justo para una obra cuya propiedad no es de la madre ni de la hija o es la manera en que la hija permita que la madre tenga “obra”. Abusando de Daniel Link, vuelvo a citarlo: “la madre no pudo tener obra porque era mujer, y porque estaba casada con un intelectual prometedor y furioso: sus cartas son la no-obra, la desobra (pero nunca, ni aún en la oscuridad que constituye su circunstancia de escritura, la desesperanza)”. Sin embargo, sabemos por una mujer, Josefina Ludmer, que a partir de la lectura feminista de los géneros menores –esa zona históricamente sin no para las mujeres– que los espacios regionales que la cultura dominante ha extraído de lo cotidiano y personal y ha constituido como reinos separados (política, ciencia, filosofía) se constituyen en las mujeres a partir precisamente de lo considerado personal y son indisociables de él. No es que Ana María Caruso no tuviera obra sino que lo que transmite sería distinto a la obra de su marido. Si coincidimos con Horacio González en que Isidro Velázquez, formas prerrevolucionarias de la violencia es notoriamente desatento a los mitos literarios de la literatura argentina (Moreira, Fierro, Hormiga negra, perseguidos por una ley forajida y a quien nadie tildó de prerrevolucionarios) para reprocharle chichoneramente “una fidelidad al lenguaje sacudido y lleno de chasquidos, propio de la escena que el trotskismo compone en la lengua política”, lo que Ana María Caruso hacía era una obra literaria en emergencia que legaba simultáneamente el valor de la literatura. Por un lado, desde su cautiverio, a través de cartas y regalos ejerce una maternidad a distancia que se atiene a lo esencial: aunque no las escatime, no se demora en expresiones cariñosas. Urgida por el escaso tiempo disponible –el cotidiano que imponen las frágiles negociaciones en medio del horror, cuando la correspondencia exige ser despachada inmediatamente, el otro, más totalizador donde ella intenta preservar los lazos simbólicos con sus tres hijas– parece desgranar sus preocupaciones menos porque son imperiosas que por el deseo de hacer llegar los ademanes de una normalidad familiar. “¿Por qué Albertina ya no ve a Vanesa? ¿Cómo le fue en la fiesta del colegio con su disfraz de polilla? ¿La anotaron en natación? Paula ¿cómo te fue la despedida de 7mo? ¿qué van a hacer en las vacaciones? ¿Alber va a aprender a nadar? ¿Andre cómo fue tu cumpleaños? ¿qué hiciste? ¿por qué no hiciste fiesta?”
Pero hay en esas preguntas un exceso retórico como de quien libera la escritura de su función instrumental, y la convierte –dadas las circunstancias trágicas en que la ejerce– en un especio de libertad absoluta allí donde el poder desaparecedor no está. Si su revelación, más allá de sus destinatarias (sus hijas) podía tener una pena que iba de la censura a la muerte, son innumerables las tretas del débil que Ana María Caruso ejerce. Sin libros, da lecciones de barroco (“Si te interesa Vivaldi como habrás leído en la biografia Vivaldi es el barroco musical, un movimiento que produjo una musica excepcional (Vivaldi, Corelli, Bach.) Este movimiento barroco también se da en la literatura (Quevedo y Góngora en España) y en pintura y la arquitectura”). Despojada de todo bien reparte su herencia (“No te olvides de decirle a Tata Elisa que te dé mi collar para que lo uses, es una pena que esté guardado si vos lo podés usar. Eso sí, tené cuidado de no perderlo”) y desvía regalos suntuosos (“Con respecto al perfume francés que me mandó Bicha se los mando con papá para que lo usen Andrea y Paula porque a mí aquí adentro la colonia de baño me alcanza”. Sin esperanzas de sobrevivir lega aquello que nunca podría faltarle a las hijas cuando ella falte: la voluntad de leer.
“Ahora que vienen las vacaciones y van a tener más tiempo para leer, Andre, deciles que te compren los cuentos de Cortázar y su novela Los Premios. (...) Los cuentos son Bestiario, Final de juego, Las armas secretas y Todos los fuegos el fuego. Leelos en ese orden. En Bestiario el primer cuento se llama “Casa tomada”, algunos dicen que es una imagen de la sensación de invasión de la clase media frente al peronismo, pero yo creo que pensar eso es una idiotez. Es una sensación, que se repite en otros cuentos de Cortázar, de invasión, de algo que él no controla, de algo irracional e incontrolable que lo invade e incluso le modifica la vida. Lo mismo aparece en otros cuentos en: “Carta a una señorita en París” son conejitos; en “Cefalea” es la cefalea, el dolor de cabeza; en otro que no me acuerdo cómo se llama es el tigre, etc.”. A primera vista, la madre “despolitiza” un cuento de Cortázar pero en realidad propone una cierta autonomía de la obra literaria por sobre una crítica demasiado literal sobre las significaciones políticas. Otros textos de los desaparecidos para sus hijos suelen transmitir las justificaciones de una elección colectiva que prima por sobre el amor a sus hijos o no ocultan el deseo de la transmisión de ideales. Las palabras de Ana María Caruso en la voz de Albertina Carri arman una diada autoral, ese Punto Impropio que es tal vez también el punto máximo que convierte la totalidad de la muestra en una operación sin fracaso.



sábado, 17 de octubre de 2015

An-sciolíticos


Por Daniel Link para Perfil

Habíamos abandonado los dulces campos y vueltos a la patria, nos encontramos con una marea de violencia que lo cubre todo. Desde los más pequeños gestos en el aeropuerto, la insolencia del tráfico camionero en las autopistas, hasta los más escandalosos episodios de odio y de fantasías de exterminio. Muertos. Y sobre todo: muertas, muertas, muertas. La década ganada, pienso, en un día tan peronista. Las declaraciones de los políticos en competencia son todas vacuas, insultantes, y sólo pretenden ganar el lance del momento. Mi mamá se lamenta de que su jardinero le anticipó que si gana Macri, a quién él va a votar, dejará de cortarle el pasto. Su otro handyman, quien de tanto en tanto le arregla los desperfectos eléctricos y la plomería, en cambio, pronostica que el ballotage será entre Massa (a quien votará) y Scioli. Mi mamá, que acata con mal humor la herencia macabra que su adorada Cristina le impuso, no entiende cómo es que ellos se atreven a dar un paso hacia el abismo de tal magnitud. ¿No será, le digo, que no hay demasiada diferencia entre esos tres candidatos de derecha, que desdeñan por igual la educación como mecanismo inhibitorio a la potencia de muerte que nos domina?
No termino de articular esa pregunta y ya la policía bonaerense está reprimiendo manifestaciones de mujeres (ménades, si se quiere, en la mejor tradición mitológica) y ya están asesinando a Diana Sacayán, nuestra amiga, a quien extrañaremos. Dentro de poco, tocarán, brechtianamente, a nuestras puertas.


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Todas las voces, todas

CRÍTICA Y VERDAD

Por Andrés Tejada Gómez para RadarLibros

Bajo el título de Suturas, Daniel Link reúne una cantidad de ensayos generales y puntuales alrededor de las preocupaciones teóricas que enfrentan la literatura y otros discursos culturales entre una biopolítica que puede llegar a ser opresiva y los dilemas democráticos del mundo digital. Pero también es la conclusión de una extraordinaria trilogía crítica junto a los volúmenes Fantasmas y Clases.

“¿Se entiende lo que digo? Hago frases con lo que pienso, lo más íntimo de mí”, confesaba Link en 2009. Y debemos admitir que sí, que se comprende lo que expresa en su nuevo libro, Suturas. Imágenes, escritura, vida debido a un imponente aparato argumentativo que conforma un diagrama de punzantes y agudas intervenciones a la sensibilidad del sentido común. Imprescindibles por motivos dispares, aunque básicamente por el apremio de generar un debate escrupuloso dentro del campo intelectual. Esa flora y fauna arcaica que fue fruto de los extraviados espejismos de la modernidad. Detrás de su atractivo impulso o pulso tenaz de escritura, que contempla las nuevas formas-de-vida amenazadas por una opresiva biopolítica de un Estado Universal Homogéneo, se asoma una respiración crítica que se extiende ante el estado de la cultura contemporánea. Amparado por un rigor perspicaz, logra desplazarse a través del centro y los márgenes de múltiples autores, manifestaciones, artistas, narrativas políticas o tópicos que no obtuvieron la atención necesaria. En su engranaje se vuelve posible especular sobre YouTube como un fascinante modelo de imágenes, que a su vez fustiga una vertiginosa mutación de la noción de archivo: ahora el soporte es digital, lo que le aporta una arista espectral. Su estela es una muestra de la capacidad para percibir los rastros perniciosos de un infausto futuro que se acepta en el presente bajo la mácula de una celebración anticipada. Una triste celebración. En cierta medida, cuando suponíamos que en el entramado cultural coetáneo no había espacio para la emancipación de esa vacua sordidez, Link nos revela un nuevo escenario ante los problemáticos vínculos de arte, vida, imágenes y escrituras, suscitando interrogantes que nos desconciertan y han de seguirnos como zombies a través de la interzona paradojal de nuestros prejuicios.
La ejecución de sus ensayos en conjunto deriva en una misiva tan comprometida como elegante en su transparente exposición. Una generosa pedagogía que no elude enseñar a zambullirnos con placer entre los pliegues y repliegues de su manía por las clasificaciones, las vertiginosas variaciones de los productos culturales y sus efectos, a partir de las transmutaciones del andamiaje de la teoría, una innovadora concepción de la memoria; las apreciaciones del museo como ámbito domesticado y la constitución de comunidades que erradiquen el microfascismo, o los campos de concentración como lógica de gobernar el caos no pueden merecer una atención perezosa. La atención de Link es vibrante y nos expone a la incertidumbre.
El atento lector podrá discutir con los conceptos de posfilología y diagramatología. Herramientas que podrían ser útiles a investigadores posteriores para implementar sus suturas a las desconocidas heridas que seguirán emanando del cuerpo social del porvenir. Sus operaciones proyectan una maquinaria hermenéutica, imponiendo un complejo arte de la lectura: atravesando sus textos se constata que late un evidente, vitalista y ferviente amor por la lectura.
“La vergüenza de ser un hombre, ¿hay acaso alguna razón mejor para escribir?”, reveló Gilles Deleuze en su artículo “La literatura y la vida”. Dando un paseo en retrospectiva al universo de los textos críticos publicados por Link es evidente percatarse que no ha cesado de imponer un cimbronazo a las convenciones, arbitrariedades y creencias cristalizadas en los campos de batalla donde se entrometió. Y que la cita de Deleuze atrapa como un espejo donde él puede observar(se) con solvencia. Un espejo que es un mandato de extraviarse a través de la escritura: ese goce envolvente por el criterio de lo indeterminable, partiendo de la premisa que la teoría tiene el compromiso ético de aspirar a la subversión.
Sus inquietantes artefactos retóricos establecen fluidas relaciones de reciprocidad con un plausible pop-análisis que intenta trazar líneas en el aire. Arriesguemos y digamos que es como si no hubiera “nada que explicar, nada que interpretar, nada que comprender. Es como si fuera una especie de conexión eléctrica”. Los ensambles de su pensamiento se forjan con la potencia de lo indefinido. Será por eso que apela a una capacidad ejemplar para establecer conexiones inesperadas, que por detrás sostiene una premisa lúdica que considera: “¿No es la filosofía precisamente el devenir niño del pensamiento?”. A su vez la ironía y el sarcasmo sobre su propio recorrido no están ausentes. “Nunca fui alumno de Viñas, pero siempre lo tuve como maestro (...) En 1994 llevé un ejemplar de mi primer libro La chancha con cadenas, que él leyó, marcó, subrayó, marcó con impacientes signos de pregunta y depositó en la Biblioteca de Instituto de Literatura Argentina, donde descansan sus restos.”
Digamos que Suturas pone el punto final a la trilogía imposible e infinita como cualquier serie que en este volumen adquiere una madurez que oscila por variopintos senderos. La estampa de sus narrativas teórica constituye un corpus que proyecta vínculos, reflexiones, ejes problemáticos, hipótesis, juicios y descripciones atinadas sobre la limitación de la función crítica, los vetustos protocolos de lectura y la imposición de la memoria como una mercancía suntuosa. Los textos que anteceden a Suturas y que señalan una conducta de compromiso crítico, son Fantasmas. Imaginación y sociedad y Clases. Literatura y disidencia. Si bien cada uno de los textos expone con solvencia sorpresas en la apelación a sus procedimientos, diagramación y renovaciones dentro del género del ensayo de la crítica literaria, un eco los acerca para eludir el empantanamiento de abarcar espacios diversos.
Martianus Capella, Ana María Barrenechea, Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Tim Burton, Eduardo Kac, Gareth Thomas, Roland Barthes, León Ferrari, Genet, Eduardo Grüner, Allen Ginsberg, Beatriz Sarlo, Proyecto Venus, Alejandra Pizarnik, Alexander Kojeve, son algunas de las figuras de autor que le sirven para expandir su mirada crítica-analítica: los hilos de su sutura.

Sólo para ludópatas

Los jugadores de Megápolis encontrarán un aire de familia (manía, manía, manía):




miércoles, 14 de octubre de 2015

¿Y las promesas que nos hiciste en Puerto Rico, quedaron en la nada?

Ricky Martin: "Estoy soltero y sin compromiso"

En su visita al país para promocionar su último disco, el cantante habló con el Negro Oscar González Oro sobre su estado civil y sus hijos


martes, 13 de octubre de 2015

Que en paz descanse

Dolor por la muerte de Diana Sacayán

 

La Comisión Interna de los trabajadores de Página/12 expresa su dolor por la muerte de nuestra compañera Amancay Diana Sacayán y manifiesta sus condolencias a su familia, a la vez que reclama el pronto esclarecimiento de un crimen que nos enluta.
En su labor cotidiana, en las calles, a través de su trabajo en el Inadi y de sus notas publicadas en el suplemento Soy o en el diario, Diana fue una luchadora por los derechos de las personas trans y una voz que se alzó en todo momento contra todo tipo de discriminación.

La ley laboral que garantiza el cupo para personas trans en la provincia de Buenos Aires, la lucha en favor de la existencia de consultorios médicos que no discriminen y la prédica por la toma de conciencia para que la prostitución no sea el único camino para ganarse el pan diario, fueron algunos de los muchos objetivos meritorios por los que luchó Diana a lo largo de su vida.

Con valentía supo afrontar las amenazas y las agresiones que sufrió por su condición sexual, pero eso no le hizo perder, en ningún momento, su alegría como militante, su coraje en la lucha contra la discriminación y su permanente solidaridad con sus compañeras y compañeros.


Ana Paoletti
Carlos Rodríguez
Diego Martínez
Tato Dondero