lunes, 23 de marzo de 2020

Diario de la peste, día 7

(anterior)

En estos días terminó el neoliberalismo, tal como lo conocíamos, y no nos dieron tiempo de cantar en su entierro. 
La afirmación debe entenderse en toda su magnitud: Europa suspendió (dicen que temporariamente, pero esperemos que sea para siempre) el llamado Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Es la primera vez que esa "cláusula de escape general" es aplicada desde la existencia de la Constitución Europea.
En USA, Trump ha prometido liberar una cantidad todavía indefinida de millones de dólares para paliar los efectos de la pandemia y el G20 autoriza a hacer "lo que haga falta".
Lo que debería terminar es un régimen insensato de acumulación indefinida que no sólo ha creado inmensas cantidades de desigualdad sino que ha puesto al planeta al borde mismo del colapso.
Mi amiga A.C. no cesa de mandarme imágenes de animales que recuperan espacios que habían perdido: los ciervos de Junín de los Andes, los elefantes borrachos de China, los jabalíes en las calles de Francia, los delfines en los puertos italianos y, por supuesto, los cisnes en la laguna de Venecia. Dicen que los niveles de CO2 han disminuido drásticamente y que la curva del calentamiento global ha dejado de crecer.
Los italianos recuperaron el viejo proyecto de una "Constitución (política) de la Tierra" y fundaron la Scuola “Costituente Terra” en la Biblioteca Vallicelliana a Roma (piazza della Chiesa Nuova 18). Una línea para investigar (nos acusarán de líricos, pero esperemos que no de frívolos).
Entre nosotres, el crujir y el crepitar de las formas actuales del capitalismo fue recibido con una algarabía vaga, que carece de toda hipótesis de futuro. Yo pienso al menos, que podremos librarnos de la protesta frívola contra el "neoliberalismo" de aquellos y aquellas que consideraron que esa propuesta era todo lo que podía hacerse para mejorar la cualidad de las condiciones de existencia comunes.
El gobierno decidió correctamente aceitar la maquinita de imprimir y darle a lo bicho a la distribución de moneda mientras algunos empezaban a pronosticar el regreso de los patacones. Mucho más gravemente decidió, hoy 24 de marzo, día de la conmemoración del trauma político más intenso que los argentinos hayamos vivido, para sacar el ejército a la calle:




La razón puede ser noble pero una vez despejada ésta del horizonte, ¿qué nos impediría recurrir a las FFAA para que repriman futuras "irregularidades" (digamos: los "estallidos" en el conurbano)?
Uno de mis colaboradores más cercanos, cuyo proceso de deterioro intelectual me alarma, me contesta, cuando le reprocho su aquiescencia a la militarización de la sociedad ("Lo que digo es que aca sin cierto ordenamiento del estado vamos muertos. Y no por el virus. Yo no tengo problema con tal de que sea un tiempo.") me contesta: "Por eso hace rato que me vendí a la frivolidad". 
A estupideces así es imposible contestar nada. Como tampoco es posible contestar nada a quienes siguen comentando el "derrape" de Agamben sin haber entendido una sola línea de sus libros (o, llegado el caso, de los de Esposito o de Franco Berardi).
Que el liberalismo haya tocado su límite no implica que inmediatamente lo haya tocado la forma política con él asociada, la democracia republicana.
Podemos objetar el formalismo burgués, naturalmente, pero no para dejar el gobierno de nuestras vidas en manos de una alianza impensada de camporistas y generales.
Mientras Alberto Fernández, el que no se cansó de recordar al Cristo del "Nunca más", se vuelve cada vez más incomprensible, los otros toman por asalto el antiguo trono de Rosas.


Me voy a colgar un pañuelo blanco del portón.

(continúa)



1 comentario: