domingo, 30 de agosto de 2020
sábado, 29 de agosto de 2020
La fiesta kirchnerista
Por Daniel Link para Perfil
El
jueves 28 de agosto de 2014 festejé mi cumpleaños número 60 en el
Bar Belmonte de Copacabana. Cuando comuniqué la invitación a mis
amigos y parientes, muchos de ellos manifestaron su sorpresa por lo
extemporáneo del convite y lo excéntrico de la locación.
Sucedía
que yo iba a estar Río de Janeiro, acompañado por seis personas
más, en el marco de un evento académico binacional. Mi hija se
pidió una semana de vacaciones y compró un ticket con unas millas
que teníamos guardadas. Mi hijo no pudo faltar al trabajo, pero nos
acompañó a través de whatsapp.
Sumados
los amigos y amigas cariocas, la fiesta alcanzó su exacto punto de
coagulación. Nos entregábamos a una opulencia imaginaria y a una
frivolidad liminar: cumplir años es tomar conciencia de lo que ya no
más.
Este
año, las fichas cayeron dramáticamente. Ya no más Brasil, no más
pasajes comprados con millas, no más subsidios de universidades
extranjeras.
Este
año, brindé en soledad mirando las pocas estrellas que titilaban a
través de las nubes del cielo y después me acosté a mirar de
corrido los seis episodios de la miniserie The
Capture,
una ficción paranoica sobre agencias de espionaje, vigilancia total
a través de cámaras de seguridad y falsificación de la verdad.
Antes
de dormir supe que no quería eso para nuestro futuro, pero tampoco
aquello. Ni un mundo totalmente bajo control, ni un mundo entregado
al hedonismo consumista.
Haber
anticipado aquel cumpleaños me sirvió como un umbral para poder
dejar atrás, paulatinamente, mi propia huella de carbono en el mundo
(aunque siempre me jacté de no haber tomado nunca un avión sino por
razones de trabajo, lo cierto es que muchas veces acepté encomiendas
laborales sólo por la posibilidad de acumular millas de viajero
frecuente).
El
“ya no más” viene acompañado de una certeza: antes que
prohibirnos tal o cual cosa es mejor dejarnos aprender qué hay que
resignar para el bien común.
jueves, 27 de agosto de 2020
martes, 25 de agosto de 2020
sábado, 22 de agosto de 2020
Parto prematuro
Por Daniel Link para Perfil
¡Justo ahora que Juanita Viale y Dalma
Maradona se trenzaron en una explosiva discusión sobre la educación
pública Adriana Puigróss renuncio a su cargo de viceministra de
Educación!
A menos de nueve meses de haber
aceptado habitar el Palacio Pizzurno con el Sr. Trotta (impuesto por
el Sr. Santamaría), Adriana Puigróss se hartó de una convivencia
completamente insostenible y que había paralizado la gestión.
Cuando
más se necesitaban acciones enérgicas y soluciones inmediatas en
una situación de emergencia sanitaria, cultural y educativa, se
subejecutaron las partidas correspondientes al 50% del presupuesto
para "Infraestructura y equipamiento", al 53% para
"formación tecnológica" y el 67% del "Plan Nacional
de Educación Digital".
La
consecuencia fue que miles de niños y niñas, aquellos que están en
mayor situación de vulnerabilidad y desamparo educativo, fueron
abandonados a su propia suerte y a la buena voluntad (esa sí, a
prueba de miserias ministeriales) de docentes que tuvieron que
empezar a armar colectas para poder comprar un modem que hiciera
funcionar un aula virtual acá o allá, porque en el Ministerio de
las Luces Pedagógicas, nadie se daba cuenta de todo lo que el abismo
se estaba tragando.
Adriana
Puiggrós, sobre cuyas cualidades académicas y éticas no pueden
caber dudas, tenía su renuncia redactada desde hace dos semanas, y
no la había presentado a la espera de que alguien pudiera torcer la
atonía y la parálisis del Sr. Ministro. No hubo caso. Sigue el
corso.
Es
muy fácil echarle culpas a la gestión previa (bajo el nefasto
liderazgo del Sr. Bullrich), pero mucho más horrible es haber dejado
pasar casi nueve meses sin haber podido responder a ninguna de las
necesidades educativas de los barrios más carenciados, donde no es
que falte “conectividad”, sino sencillamente el flujo eléctrico,
durante días y semanas. Explotan los transformadores mientras en la
“usina de la transformación”, el Palacio de las Luces
Pedagógicas, debaten las pruebas de evaluación estandarizadas y
mientras personas como Nora Cortiñas donan parte de sus ingresos a
cooperativas educativas.
Hagamos
nuestro el reclamo de Nacho Levy (La Poderosa): “Ni sueñen que
tibia o mansamente nos pongamos a trabajar en sus propias tareas,
como si no fueran parte del problema. Pues los expondremos tantas
veces como haga falta, hasta que dejen de exponernos, porque falta
voluntad, o falta capacidad. Y si no, ¡háganse cargo! Activen.
Respondan. Embárrense. O debatan, pero nunca más intenten borrarnos
del mapa, como si no tuviéramos derechos, como si fueran superiores
por los cargos que nuestro pueblo les dio (…), mientras la
comunidad inventa y reinventa por su cuenta todas las respuestas que
no supieron dar: cuéntenla como quieran, ¡pero pónganse a
laburar!”
Nueve
meses para llegar a esto...
jueves, 20 de agosto de 2020
domingo, 16 de agosto de 2020
Un regalo de Día du Niñe
Fogwill: Bien de archivo
por Daniel Link para LALT
Fogwill siempre estuvo ahí. Muy íntimamente ligado con mi vida. Sigue estando ahí, un poco porque mi memoria sigue herida por su ausencia y otro poco porque su voz, su conciencia y su gesto me llegan cuando reviso algunos papeles, algunos correos electrónicos y, por supuesto, sus libros (novelas y poemas).
(...)
por Daniel Link para LALT
Fogwill siempre estuvo ahí. Muy íntimamente ligado con mi vida. Sigue estando ahí, un poco porque mi memoria sigue herida por su ausencia y otro poco porque su voz, su conciencia y su gesto me llegan cuando reviso algunos papeles, algunos correos electrónicos y, por supuesto, sus libros (novelas y poemas).
(...)
sábado, 15 de agosto de 2020
Ficciones argentinas
Por Daniel Link para Perfil
La epidemia como política
(Adriana Hidalgo) reúne las extraordinarias reflexiones de Giorgio
Agamben a lo largo de los últimos meses. Como se sabe, Agamben fue
muy crítico con el manejo de la pandemia, la forma de manipular lo
viviente en un contexto de terror generalizado y la imposición de un
estado de excepción que suspende la vigencia de la Ley y, mucho más
gravemente, destruye el lazo social y comunitario.
La posición de Agamben, que se
asentaba en algunos principios muy sólidamente desarrollados en sus
libros, fue impugnada entre nosotros con una violencia desconocida.
Cuando se volvió evidente que no había forma de salir de la
encerrona, muchos y muchas convinieron en que Agamben (que no es, y
nunca fue, un liberal) no había estado tan equivocado.
Por supuesto, es que nuestra propia
realidad nos tiene tan entretenids que se nos vuelve difícil
detenernos en principios filosóficos sobre la vida en común, sobre
el tejido social, sobre las condiciones en que se desenvuelve lo
viviente, asomado a un abismo inconmensurable como hace mucho tiempo
no sucedía.
Aquí bailamos la contradanza caduca de
civilización y barbarie, unitarios y federales, populistas y
liberales. Ninguna idea nueva sale de las galeras o las alpargatas de
quienes bailan mecánicamente la musiquita tarada del siglo XIX.
Alguien se ilusionó, por ejemplo, con el Ingreso Universal Ciudadano
(ya descartado). Alguien pensó que podría impulsarse una
reformulación progresiva del sistema impositivo o un conjunto de
leyes de reorganización territorial, pero hubo otras urgencias
incomprensibles: toquetear los tribunales para beneficio de no se
sabe quién, pero seguramente no de quienes más sufren la
prepotencia de la Ley (ninguna referencia a la tutela judicial
efectiva, ninguna herramienta que promueva las acciones judiciales
colectivas, ninguna democratización verdadera del acceso a la
justicia).
Yo creo que la clave fue dada por el
ministro de seguridad de Buenos Aires en uno de sus habituales
Bernissages: en su cuenta de Instragram publicó un videito autopromocional con montaje y música de película de acción clase
B. Hacia el final un letrero dice: “Gestión basada en
hechos reales”, lo que significa que vivimos en una ficción que
adapta sin rigor algunas realidades. De la verdad (esa obsesión
filosófica), nada. De la justicia, tampoco. Del rigor de la
representación, ni nos hablen. Cada uno apuntala su propia sombra. Y
nada más.
miércoles, 12 de agosto de 2020
sábado, 8 de agosto de 2020
Ante la ley
Por Daniel Link para Perfil
Mi experiencia judicial es casi nula. Me divorcié sin abogado y una sola vez en mi vida declaré como testigo en un juicio laboral que habían entablado dos amigas mías, luego enfrentadas por la justicia laboral.
Eso sí, soy ducho en causas de la seguridad social, porque desde hace años he tenido que lidiar con los abogados de mi madre, que enjuició al ANSES en el marco de los fallos Badaro y Eliff.
Confirmados por la Corte, esos fallos serían de aplicación obligatoria para todos quienes estén en las mismas condiciones. Sin embargo, no es así: el ANSES no cumple las sentencias de la Corte y obliga a ls jubilads y pensionads a litigar eternamente hasta llegar, en el mejor de los casos, a un embargo primero de las cuentas de ANSES que, sin embargo, no resuelve el asunto sino que sencillamente abre la puerta a un segundo litigio, y así sucesivamente.
Ls abogads, por supuesto, disfrutan del mecanismo mucho más que el guardián de la parábola kafkiana “Ante la ley”: gozan como el director de la prisión de “En la colonia penitenciaria”.
Habría, pues, que ser muy tarado para no darse cuenta de que el sistema judicial argentino es perverso y sólo alimenta la máquina abstracta legal, más allá de toda noción de justicia.
Como se sabe, nuevos juicios aparecerán en el horizonte de ls jubilads y la máquina seguira ronroneando mientras ls jubilads mueren sin justicia y cada vez más pobres. ¿Estará contemplado eso en la reforma judicial? La vida de mi madre es tan importante como la de cualquier funcionaria.
Mi experiencia judicial es casi nula. Me divorcié sin abogado y una sola vez en mi vida declaré como testigo en un juicio laboral que habían entablado dos amigas mías, luego enfrentadas por la justicia laboral.
Eso sí, soy ducho en causas de la seguridad social, porque desde hace años he tenido que lidiar con los abogados de mi madre, que enjuició al ANSES en el marco de los fallos Badaro y Eliff.
Confirmados por la Corte, esos fallos serían de aplicación obligatoria para todos quienes estén en las mismas condiciones. Sin embargo, no es así: el ANSES no cumple las sentencias de la Corte y obliga a ls jubilads y pensionads a litigar eternamente hasta llegar, en el mejor de los casos, a un embargo primero de las cuentas de ANSES que, sin embargo, no resuelve el asunto sino que sencillamente abre la puerta a un segundo litigio, y así sucesivamente.
Ls abogads, por supuesto, disfrutan del mecanismo mucho más que el guardián de la parábola kafkiana “Ante la ley”: gozan como el director de la prisión de “En la colonia penitenciaria”.
Habría, pues, que ser muy tarado para no darse cuenta de que el sistema judicial argentino es perverso y sólo alimenta la máquina abstracta legal, más allá de toda noción de justicia.
Como se sabe, nuevos juicios aparecerán en el horizonte de ls jubilads y la máquina seguira ronroneando mientras ls jubilads mueren sin justicia y cada vez más pobres. ¿Estará contemplado eso en la reforma judicial? La vida de mi madre es tan importante como la de cualquier funcionaria.
miércoles, 5 de agosto de 2020
Lo que la cuarentena se llevó
Yo había adelgazado, lo juro, para poder sacar del archivo de
Siglo XX mis mejores trapos, los más pedidos por los memoriosos. Había
alcanzado mi peso juvenil.
Después me entregué a la cocina casera y al sedentarismo.
De modo que finalmente (y bajo amenaza doméstica), tuve que donar el contenido de ese arcón de los recuerdos a la Casa del Teatro.
De allí lo rescató la One. Lo que había nacido en una feria americana, murió en otra. El top con flecos blancos, eso sí, me lo guardé.
Después me entregué a la cocina casera y al sedentarismo.
De modo que finalmente (y bajo amenaza doméstica), tuve que donar el contenido de ese arcón de los recuerdos a la Casa del Teatro.
De allí lo rescató la One. Lo que había nacido en una feria americana, murió en otra. El top con flecos blancos, eso sí, me lo guardé.
martes, 4 de agosto de 2020
sábado, 1 de agosto de 2020
Pedagogía del desasosiego
por Daniel Link para Perfil
120
días después, completamos nuestro curso de “Literatura del Siglo
XX” de este año de manera remota. Nuestro gran éxito fue haber
podido sobrevivir a la hostilidad del mundo, a la excepcionalidad de
la situación, incluso a la melancolía de lo déjà
fait.
El
curso respondió a un entusiasmo pedagógico, o dos, o tres. El
primero se relaciona con un campo de tensiones que una institución
(la Facultad de Filosofía y Letras) nos encomendó que
interrogáramos: la Literatura del Siglo XX. Desde
hace años, como cátedra constituida, venimos inscribiendo con
cierto entusiasmo nuestra pedagogía y las investigaciones que con
ella asociamos en el campo de la Literatura Mundial.
Lo
segundo que, como docentes y críticos, suele arrebatarnos es la
relación de algo que ya
ha pasado (el
siglo XX y sus literaturas) con el presente. Entendemos nuestra
propia práctica como una arqueografía
de lo que somos y de lo que leemos. No proponemos textos de un canon
pretérito sino que sometemos esos textos a principios de
articulación que, creemos, sirven para interrogar el hilo de sombra
que va trazando el sol en su movimiento hacia nuestra propia noche
(que es también la promesa de una nueva mañana).
Es por eso que últimamente nos
obsesiona lo que vive todavía y la comunidad de la que participa.
Si la cátedra es el lugar de todos los intercambios lo es porque, a
su manera, se deja arrastrar por un principio de comunidad y las
tecnologías que permiten que esa comunidad se sostenga.
Hemos
definido nuestro campo de operaciones en relación con el presente y
hemos puesto a los estudios literarios que proponemos a la sombra de
una
ética.
Pero además, hemos investigado la
fuerza de una pedagogía virtual (a través de internet), que sin
desdeñar los afanes de la textualidad, funcionara a la distancia,
en la distancia, por la distancia.
El
curso que acabamos de terminar es, pues, un manual de enseñanza no
presencial que también puede entenderse como un manojo de cartas de
amor. Amor
a la letra, a la enseñanza y al trabajo en común.
La
literatura es también un viaje: el
momento en que la literatura se confunde con una experiencia, no
necesariamente de orden estético. De modo que si bien muchos de los
objetos que analizamos responden a demandas específicas
(académicas o, para ser más precisos, de mercado institucional),
hemos tratado, cada vez, que los textos respondieran
a
una experiencia (¿acaso la escritura es otra cosa?).
Si es cierta la sentencia de la
filosofía más actual y más alemana en el sentido de que el
humanismo ya no nos sirve como dispositivo para amansar a las fieras,
también es cierto que eso nos obliga a sostener, sobre todo en el
desasosiego, las viejas utopías de aquellas humanidades cuyo amparo
nunca debimos rechazar.
Precisamente
por eso es que nos pareció necesario insistir en el lugar de la
lectura, de la literatura, de los profesores y de los intelectuales
en este Brave
New World que
nos toca atravesar y en el cual (soy consciente de la paradoja) sólo
las tecnologías comunicacionales de última generación parecen
garantizar nuestra supervivencia.
Tuvimos que hacer frente a varias
imposibilidad históricas: el aislamiento, la pobreza de recursos
institucionales, la incertumbre sobre el futuro, la crisis política
y una creciente paranoia como discurso dominante.
Somos
ese sujeto a quien cada vez más las condiciones históricas le
impiden hablar. La pregunta “¿Es posible continuar” parecía
hace eco en el vacío.
Si
la voz de la época dice que no está garantizado el derecho a la
existencia del arte, ahora podemos comprender cómo la literatura ha
encontrado maneras de sortear la
piedra en el camino,
el cansancio, para proponer mundos para el día después de mañana.
Haciendo como que no oyó nada.
A
veces hay que hacerse el sordo para sobreponerse a las
imposibilidades que nos marcan los tiempos. No
estamos hablando sólo del placer (cada cual encontrará placer en
lo que quiera), sino de nuestra
responsabilidad ante la historia:
la historia y el futuro de la lectura. La historia y el futuro de la
democracia y de la vida.