martes, 8 de marzo de 2005

Grandes Ilusiones

Tita Merello, nuestra gata, no perdió su vivacidad después de que la mandamos a castrar. Sigue haciendo cosas de gata y no se convirtió, como era mi temor, en un bibelot decorativo. Se pasó todo el verano cazando moscas y cualquier insecto que cayera dentro de su radio de actividad. Y si se ponen fuera de su alcance (por esa tendencia de las moscas a dormir en los techos) nos llama para que la ayudemos. Somos una manada bien entrenada en cacerías grupales. Sólo una vez sus manías nos resultaron asquerosas y fue cuando apareció, una mañana, con algo en la boca que depositó, orgullosa, sobre la cama. Quería, ella, compartir su presa, una cucaracha que no sé de dónde sacó porque en casa no las hay. S. dice que seguramente era una cucaracha voladora que entró por la ventana.
Esta mañana, mientras S. dormía (porque se había quedado gran parte de la noche arreglando unas fotos que tenía que entregar hoy), yo me puse a mirar los diarios por Internet (aparte reproduciré algunos titulares que me causaron inquietud). De pronto, escuché un estrépito de cosas rotas que sonaba dentro de la casa. Lo que pensé, mientras corría a ver qué había pasado, es que en sus cacerías matutinas, la gatita había tirado las sillas que, desde el domingo, habíamos dejado en el balcón esperando inútilmente que se secaran. Para mi sorpresa, no fue así. Nos encontramos, S. (que se despertó con los ruidos) y yo, con tres palomas blancas que revoloteaban en un ataque de pánico entre los muebles. O mejor dicho, dos, porque la tercera ya había sido cazada por Tita Merello, que le había clavado los colmillos en el cuello y nos miraba como pidiéndonos que nos hiciéramos cargo de la presa así ella podía seguir persiguiendo a las otras, cosa que en modo alguno estábamos dispuestos a hacer. Conseguimos, después de un rato, atrapar las dos palomas que quedaban vivas y las pusimos en una caja de cartón. Ofendida, Tita se llevó el cadáver que seguramente pensaba compartir con nosotros al estudio de S., donde suele acumular las cosas que caza (moscas o bolsas de plástico, hasta ahora) detrás del fondo blanco que usa S. en sus sesiones.
Lo siguiente fue averigüar qué había pasado y cómo cuernos esas palomitas (pequeñísimas) fueron a parar a nuestra casa. Bastó asomarnos al balcón. La cuadra era un revuelo, y una vez más el Bar Mágico sacaba al barrio de su atonía y sus rutinas. Como empieza la temporada, mañana 9 (a las 19.30) hay una clase demostrativa gratuita para quienes quieran inscribirse en los cursos regulares de magia e ilusionismo y hoy habían traído las palomas que usarían los magos instructores. Todo eso nos explicó Ben, el encargado, cuando bajamos a devolverle las palomas, lamentando la suerte de una de ellas. El hombre se hizo mucha malasangre porque, nos dijo, una caja para aparición y desaparición de palomas cuesta $ 130 y se le habían roto 2 en el percance. Además, son aves especialmente alimentadas para que puedan entrar en los bolsillos especiales que tienen los magos en sus trajes, lo que las vuelve particularmente caras. Nos quedamos charlando un rato, porque nos fascina el mundo de la magia (además el encargado intentaba a toda costa hacernos sentir culpables para que le pagáramos la paloma muerta). Así nos enteramos de los precios de otros artículos para magos que venden en la tienda, muchos de los cuales tienen nombres completamente herméticos, como "El gran Joquini. Nueva versión del rey encarcelado" o "El zapatito de Copperfield", por razones obvias. La comunidad de magos e ilusionistas es muy celosa de su fuente de trabajo y es por eso que desde fuera parece una logia secreta o una mafia. En las páginas de Internet, incluso, suelen tener un "área secreta" a la que se accede mediante claves que sólo conocen personas iniciadas en el oficio y que pueden contestar preguntas como "¿Cuál es el nombre del fabricante más conocido mundialmente del artículo FP?".
Nos enteramos, además, de que durante marzo presenta su show "Los juegos de la mente" el "reconocidísimo mago argentino" Michel. Aparentemente, Argentina, como en tantos otros rubros, descolla en el campo del ilusionismo: además del pionero Fantasio, brillan en los escenarios del mundo Carlos Barragán (campeón mundial de Grandes Ilusiones), Adrián Guerra (campeón mundial en Cartomagia y, a la sazón, propietario del Bar Mágico) y Henry Evans (campeón de la FISM). Volviendo a las palomas, también es argentino el conferencista internacional Ray Francas y varios compatriotras trajeron trofeos del último Flasoma (que es como una olimpíada de magos). "En este momento la magia en Argentina está muy fuerte", nos dijo Ben. Yo le pregunté si conocía la novela El mago de César Aira, pero me dijo que no e inmediatamente me arrepentí de mi torpeza porque la charla perdió el impulso y el señor volvió a quejarse de la "catástrofe" de las palomas. Le pregunté si le acercábamos el cadáver de la que había caído bajo las garras de Tita Merello (y otra vez estuve torpe porque se me escapó el nombre completo de la gata, y el hombre debe de haber pensado que lo estaba cargando) pero me dijo que no, que a él no le servía para nada. ¡Como si nosotros pudiéramos encontrarle alguna utilidad!
Sombrío, el regente del Bar-Escuela nos saludó diciéndonos que "están pasando cosas muy raras", lo que me alarmó y me obligó a preguntarle a qué se refería. "No sé, no sé", dijo. "Desde hace algunas semanas hay una energía rara... Todo sale mal o pasan cosas que nunca debieron suceder". Como yo mismo atravieso un período esotérico y me dejo llevar por cualquier brote paranoico, el hermetismo y el tono amargo de esa despedida me quedaron clavados en la garganta. No sé muy bien a qué se deberá, pero yo también siento un clima opresivo últimamente.
En definitiva, nos volvimos a casa, después de haber hecho dos reservas para la clase demostrativa de mañana y de haber dado a entender que, seguramente, íbamos a hacernos asiduos a los shows de marzo. Hay que resolver qué hacemos con el cadáver de paloma, porque de ningún modo podemos dejárselo a la gata para que juegue.

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