Quienes tuvimos una dichosa infancia estructuralista (cuestión puramente generacional) sabemos que para que una estructura funcione tiene que tener movimiento.
El binarismo (la polarización) es una protoestructura precisamente porque es estática. Falta, siempre, el tercero (en cualquier semiología que se precie de tal: la de las vocales, la de los signos en Peirce, la de la subjetividad en Lacan; no quiero aburrir).
Admitamos que, en una estructura determinada (un campo literario nacional, por ejemplo), existe la posición del "escritor humanista" (es decir: el escritor formado en el ethos y los valores del humanismo tradicional) y la posición del "escritor no humanista" (es decir: el escritor no formado ni en el ethos ni en los valores de aquel humanismo; el escritor que viene de otra parte).
Eso es una proto-estructura, completamente estática: para que haya movimiento y dinamismo hay que introducir necesariamente la posición que falta (o aceptar la posición de la falta, lo que es incluso más difícil).
Sería una buena adivinanza que podríamos dejar para que la respondan las generaciones futuras de estudiantes de letras (educados vaya a saber uno en qué paradigmas, ahora que ya no doy clases): ¿qué posición hay que agregar para comprender la estructura del campo literario argentino, hoy?
Pero mejor no, porque de todos modos es obvio que hay una larga lista de escritores argentinos que no encajan en esa protoestructura (estática por binaria): ¿María Moreno? ¿Ricardo Ibarlucía? ¿Guillermo Piro? ¿Yo mismo?
La tercera posición debería ser algo así como el "escritor profesional": aquél que, formado en el ethos y los valores del humanismo tradicional, sin embargo, los subordina a la lógica de las profesiones intelectuales (el periodismo o la crítica cultural en los medios masivos de comunicación; el asesoramiento editorial o el editing para grandes grupos editoriales; la traducción; etc.).
En esos términos, lo único que hay que preguntarse es quién desempeña qué lugar en la estructura y el juego se arma solo. Pregúntenle si no es así a Claudia Acuña, la que más sabe del asunto.
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