viernes, 28 de febrero de 2014
Roma vs. Atenas
por Daniel Link para Soy
Ya lo sabemos, American Idol (la opinión pública norteamericana) tolera mal el disenso. Entre las últimas novedades del show (que ha sido rediseñado totalmente en su 13a. temporada) se cuentan la presencia de una pareja de “consejeros espirituales” (Mr. Y Mrs. Flanders).
Y como sobre el comienzo el ciclo había tropezado con la causa gay (locas ha habido siempre, pero cantantes de la causa, ninguno), lo que había generado una ola de repudio en Internet, la solución vino por el costado lésbico.
Sentada frente al jurado, una chica (lo sabremos más tarde, y no por la imagen) escucha las razones por las cuales se la ha elegido para integrar el lote de privilegiados: cantar, no cantás muy bien, pero hay algo en vos que te hace particular. No sos la típica concursante de American idol. Ella contesta: “Y, no... I'm obviously gay”.
Y pasa como finalista. Y llega a estar entre las diez mejores del agotador proceso de selección. Y le dicen, cuando llega a esa meseta de celebridad: “Ya no tenés que preguntarte si pertenecés o no a este show”.
Y Jennifer Lopez, y Keith Urban (ya tan loca perdida que no se entiende cómo el botox le aguanta en la cara) dicen, orgullosos del papel que les toca en la Historia: “The world is changing”.
Bueno, no: el mundo ya cambió, y hace rato, señores miembros del jurado, y ahora les toca a ustedes hacerse cargo de esos cambios, y dejarse de joder con moralizaciones extemporáneas.
Tanto cambió el mundo que uno debería preguntar a la producción (los jurados son títeres del guion que le ponen delante) por qué les pareció mejor negocio sacarse de encima a Keith London, el porta-estandarte de lo queer, e incluir, en cambio, a MK Nobilette (antes conocida en Instagram como Emkay Brazil, pero la cuenta, donde estaban las fotos de su novia, Casey Ellis, ya no existe).
Tal vez se trate del valor agregado de las dos madres “obviously gay” que son el mascarón de proa de la hinchada de MK. Finalmente, todo queda en familia.
O que, para un negocio dominado por el imaginario misógino heterosexista, finalmente una chica desviada no es tan perturbador como el chongo que se agacha.
O que, para un negocio dominado por el imaginario misógino heterosexista, finalmente una chica desviada no es tan perturbador como el chongo que se agacha.
O, historizando un poco la dirección de los cambios en el seno del Imperio, tal vez se trata de una expresión de deseos: vayamos por el camino del matriarcado romano y no por la vía de la precisa e inocente sexualidad griega, donde no hay consejo espiritual que valga.
jueves, 27 de febrero de 2014
El tango peronista
Cohen repasa también el surgimiento del peronismo, una "filosofía
política propia, mezcla extraña de nacionalismo, romanticismo, fascismo,
socialismo, pasado, futuro, militarismo, erotismo, fantasía, lloriqueo,
irresponsabilidad y represión".
miércoles, 26 de febrero de 2014
Nueva especie: la loca refugiada (o: la mafia rusa es capaz de todo)
Dos hombres rusos se casaron en la Argentina y pedirán ser refugiados
Alexander (47) y Dimitri (35), dos gays de nacionalidad rusa, contrajeron matrimonio hoy; apuntan a conseguir asilo político porque en su país se los persigue como criminales
Alexander (47) y Dimitri (35), dos gays de nacionalidad rusa, contrajeron matrimonio hoy; apuntan a conseguir asilo político porque en su país se los persigue como criminales
martes, 25 de febrero de 2014
Poneme un gancho
Aparece acta que vincularía a Boudou con las negociaciones por Ciccone
Fue presentada por la hija del fallecido fundador y relata la reunión de este con el entonces Ministro.
Fue presentada por la hija del fallecido fundador y relata la reunión de este con el entonces Ministro.
domingo, 23 de febrero de 2014
sábado, 22 de febrero de 2014
Otros palacios plebeyos
Por Daniel Link para Perfil
Edgardo Cozarinsky llamó palacios
plebeyos a las grandes salas cinematográficas (Gran Rex, Opera,
calle Lavalle) construídas durante la época de oro de cine sonoro:
monumentales, ofrecían a quienes los visitaban una ilusión de
grandeza que se compadecía bien con los ideales de progreso de una
época. Lo mismo podría decirse de los edificios escolares, de los
cuales el Colegio Mariano Moreno (1910) y el Instituto Bernasconi
(1929) son un ejemplo cabal, porque en ellos el ascenso al cielo de
las artes liberales se volvía materia palpable: mármol, arcos de
medio punto, escaleras, majestad.
En una de sus primeras composiciones,
Rubén Darío daría el tono definitivo de una ambición americana
hoy perdida para siempre: “Cuando
por los guerreros se agitan palmas,/ y hay una Patria grande para las
almas;/ cuando los luchadores bravos y fieles/ adoran la frescura de
los laureles;/ y cuando las espadas y bayonetas/ escuchan las
canciones de los poetas;/ entonces, de los altos espíritus en pos,/
es cuando baja y truena la voluntad de Dios” ( “A
la Unión Centroamericana”, 1883). ¿Quién puede escribir así, en
nuestras tristes épocas donde la educación se acomoda en “espacios modulares” apenas funcionales a la lógica capitalista, que
necesita escuelas que sólo separen a los niños que se le
encomiendan de la animalidad (y, a veces, ni siquiera eso)?
Los grandes colegios e institutos de la
Argentina del Centenario fueron los primeros palacios plebeyos, que
todavía están ahí como el testimonio de generaciones que querían,
necesitaban y podían imaginar un futuro (si se quiere, discutible)
henchido de grandeza.
Cuando ya nadie escucha “las
canciones de los poetas”, cuando la educación se instala en
contenedores modificados, cuando las imágenes vagan huérfanas, sin
palacios que las contengan, cuando el Estado patrocina “soluciones
habitacionales”, lo único que queda claro es que ya no hay “una
Patria grande para las almas”.
viernes, 21 de febrero de 2014
Si fuera un chabón...
por Daniel Link para Soy
Tenía que suceder durante una emisión
de la 13a. temporada de American Idol, el show que contiene a
la opinión pública norteamericana entera.
En el capítulo 8 que se emitió el
miércoles 5 de febrero, Keith London (21 años) cantó durante una
ronda eliminatoria suplementaria, antes de las eliminaciones
grupales, el tema de Beyoncé “If I Were a Boy” (2008).
La cámara no tardó de pasar de la cara (ambigua) de Keith a las caras (escandalizadas) de dos de los jurados, Jennifer López y Harry Connick Jr., quienes censuraron la (“inusual” y “distractiva”) elección, por bizarra (Jennifer) y extraña (“weird”, Harry), y le pidieron al joven una explicación, interrumpiendo su canto. “Para mí tiene un sentido especial”. “¿Cuál?”. “Es como un mensaje general para todos no juzgar a alguien, porque nadie sabe de dónde uno partió”. Epa.
La cámara no tardó de pasar de la cara (ambigua) de Keith a las caras (escandalizadas) de dos de los jurados, Jennifer López y Harry Connick Jr., quienes censuraron la (“inusual” y “distractiva”) elección, por bizarra (Jennifer) y extraña (“weird”, Harry), y le pidieron al joven una explicación, interrumpiendo su canto. “Para mí tiene un sentido especial”. “¿Cuál?”. “Es como un mensaje general para todos no juzgar a alguien, porque nadie sabe de dónde uno partió”. Epa.
A pedido del jurado, después de
demostrar su entereza con “Same Love” (2012), que promueve los
derechos LGTB (“If I was gay...”), el chico pasó a la siguiente
ronda, pero el asunto estalló en Twitter. Los jueces fueron severamente criticados por su miserabilidad y Keith explicó su punto
de vista en todos los sitios de los que participa y aclaró las dudas
de la audiencia: ¿él es gay o trans? “Soy un
hombre. Siempre he sido un hombre. Siempre voy a ser un hombre. Estoy
muy cómodo siéndolo. Y me gustan otros hombres”, explicó.
El guion que le
pusieron en los labios a Jennifer y a Harry había empezado mucho
antes, el 14 de noviembre de 2013, en el show Glee,
cuando el personaje trans Unique (desempeñado por un cantante varón)
canta el mismo tema encerrada en el baño de mujeres (luego de haber
sido hostilizado en ambos). Keith dice haber sacado de esa
performance la inspiración para cantar el tema en American
Idol.
Si me detengo en
este episodio tan trash
(que no debería considerarse como una “espontaneidad” en el seno
de la más calculada industria del espectáculo) es porque enfrenta
dos pesadillas: la homofobia de la que se acusa a las personas trans,
y la transfobia de la que se acusa a los homosexuales (dejo de lado
el punto de vista heterosexista, porque no hay ninguna tensión
política en relación con él, sólo asco).
Al interpretar como
propia una canción “feminista” (en un sentido conservador) de
Beyoncé, Unique sacó la letra del campo de batalla de los géneros
y la puso en el escenario de la desgarradura de la propia conciencia.
Al retomarla de ese escenario, Keith London definió un espacio de
vacilación en el que no hay géneros ni identidades contínuas, como
quien dijera: no hay que ser ni mujer ni trans para poder (querer)
desear “ser un chabón”, porque ésa es una imagen cultural vacía
a la que cualquiera puede aspirar con total independencia de los
laberintos del género y la sexualidad. Lo que se llama queer.
Antes de prender la
Internet, volví a ver el segmento para tratar de decidir si el chico
era trans o qué (ni las manos ni la nuez de Adán me dieron pruebas
suficientes), pero de inmediato me di cuenta de la incorrección del
interrogante (no política, porque me importa nada el asunto en ese
punto, sino ética), así que me dejé llevar de la mano de la
encantadora inocencia del intérprete hasta sus más íntimos
rincones de Tumblr e Instagram.
Es muy curioso que
la misma sociedad que produjo Stonewall
en los sesenta y las políticas de Afirmative
Action en los ochenta hoy se desespere
ante la imposibilidad del nombre de lo queer
(que cualquier chabón de 21 años puede sostener). El jueves, un día
después del juicio atroz del jurado, Keith London fue expulsado del
concurso sin que se viera la performance
destituyente.
No importa, ha dejado su
marca de suave protesta en la historia particular de la infamia.
jueves, 20 de febrero de 2014
Y finalmente...
... Looking rediseñó. El rediseño era necesario en una serie con demasiados antecedentes como para naufragar en la medianía del ni-ni. Mientras nos reconciliamos con Patrick, los demás personajes estarán viviendo en un torbellino del que saldrán igualmente renovados (se espera).
El capítulo cinco (extraordinario por su calidad, y por lo que representa en términos de transformación de la serie) es un close-up de media hora sobre la relación del protagonista, Patrick Murray, con su novio latino.
Hace semanas, se nos dice, que Patrick y Richie duermen juntos. Charlan (incluso hablan de la compulsión de Patrick por charlar) incansablemente durante toda la duración de la serie, entre polvo y polvo.
El diálogo es fluido, creíble (compárese con el diálogo de apertura de la espantosa versión argentina de lo mismo, Solo, para tener una idea de lo que distancia un buen diálogo de uno insostenible).
Esperamos impacientes por más. Esperamos por todo.
El capítulo cinco (extraordinario por su calidad, y por lo que representa en términos de transformación de la serie) es un close-up de media hora sobre la relación del protagonista, Patrick Murray, con su novio latino.
Hace semanas, se nos dice, que Patrick y Richie duermen juntos. Charlan (incluso hablan de la compulsión de Patrick por charlar) incansablemente durante toda la duración de la serie, entre polvo y polvo.
El diálogo es fluido, creíble (compárese con el diálogo de apertura de la espantosa versión argentina de lo mismo, Solo, para tener una idea de lo que distancia un buen diálogo de uno insostenible).
Esperamos impacientes por más. Esperamos por todo.
miércoles, 19 de febrero de 2014
Total Recall
España estrenará el colectivo sin chofer de Europa
La Unión Europea probará un sistema de transporte público automatizado en 7 ciudades, llamado CityMobil2
La Unión Europea probará un sistema de transporte público automatizado en 7 ciudades, llamado CityMobil2
lunes, 17 de febrero de 2014
domingo, 16 de febrero de 2014
Correspondencia
PREMIO
INDIO RICO 2013- ESTACIÓN PRINGLES
Dictamen
En
Buenos Aires, a los 14 días del mes de febrero de 2014, los Jurados
del Premio Indio Rico que firman el presente dictamen se reúnen para
emitir el fallo de acuerdo con las Bases del Premio elaboradas por
Estación Pringles para la edición 2013 en el género poesía,
objeto de la convocatoria. Luego de haber leído con atención los
originales recibidos oportunamente, los jurados deciden declarar
finalistas a las siguientes obras, presentadas con los seudónimos
que se aclaran entre paréntesis:
Madre
soltera (María
Va),
Visión
de la ciudades (Solicitante)
Benshi
(Ueda
Hoteiken)
Discutidas
las obras de referencia el jurado decide por unanimidad otorgar el
Primer Premio al libro de poemas
Madre
soltera
(María Va)
El
extenso poema Madre
soltera
trajo al jurado la memoria de aquel deseo de Antonin Artaud: “Hay
que volver a fabricar a todos los niños, constantemente, mediante un
sexo canalizado e infinito, un sexo que obligue al mundo a volver a
su antigua formación sexuada.”
El
poema transmite la pasión del engendramiento (real pero también
ficcional) en una especie de autobiografía de joven mamá con sus
emociones y conflictos, placeres y contradicciones. Y además, un
elaborado juego textual (artificioso y sencillo a la vez) cercano a
las expectativas clásicas del embarazo y parto, aplicadas a las
laberínticas razones del mundo actual. La autora de
Madre soltera
se empeña
en hacernos conocer, como lo quiso Artaud, cómo se esperan y cómo
se “fabrican” los niños —texto
que se
acopla a las recientes investigaciones poéticas de los autores
contemporáneos.
Una
poesía que recuerda la poesía. Una poesía que nos sacude con su
anhelo violento y tierno a la vez. Una poesía que celebra como lo
quiso tal vez Safo: la alegría fiel de la vida.
Una
vez abiertos los sobres y verificados los datos, se declara ganadora
del Premio Indio Rico 2013 a:
Marina
Yuszczuk por
su obra Madre
soltera.
Las
dos menciones especiales y recomendación de publicación
corresponden a:
Gerardo
Jorge por
su obra Visión
de las ciudades
Alberto
Rodríguez Maiztegui
por su obra Benshi.
Visión
de las ciudades,
de Gerardo
Jorge, plantea
una revisión lírica de las metrópolis actuales en imágenes de la
naturaleza y la ciudad, siempre contrastadas, la adolescencia y el
eros de la lejanía entre el espacio soñado y el real. Maestría de
alguien que organiza su ensoñación como un libro y el libro como
una escrutadora ensoñación.
Otra
mención especial mereció Benshi,
de Alberto
Rodriguez Maiztegui.
Un poema organizado en 3 extensos fragmentos que aluden siempre al
“narrador del cine mudo” en Oriente. Una red de poemas que hurgan
en el murmullo casi filosófico del benshi, un amenizador de
películas mudas (Japón,1896-1932) y que alcanza niveles
extraordinarios en la búsqueda estética, simple pero minuciosa,
para desembocar finalmente en la narración del nacimiento de un niño
real en la eternidad de un habla filmada.
Jurando: Diana
Bellessi Arturo Carrera Francisco Garamona
sábado, 15 de febrero de 2014
El tiempo recobrado
Por Daniel Link para Perfil
Después de varios
días en estasis perceptivo (dado que la lluvia, con toda su redoblar
de tambores y sus temblores líquidos, nos sume, sin embargo, en la
grisura de los mundos interiores) ponemos Rush
(2013) a correr en la pantalla. Sin ganas porque, aunque soy un
piloto expertísimo y cultivo la velocidad, nunca me gustaron las
carreras de coches (de chico, prefería el tren Märklin a la pista
Scalextric).
Al principio, los excesos sexuales de
James Hunt me dejan indiferente (el actor, además, no me gusta tanto
como su hermano) y Daniel Brühl me parece simpático pero no llega a
borrar de mi memoria el nítido recuerdo de la cara de Niki Lauda
(antes y después del accidente).
Pero de pronto, mi corazón se acelera
y me río. ¿De dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte?
Diez veces tengo que volver a preguntármelo sin dar con la clave…
Hasta que, de pronto, el recuerdo surge a partir del peinado de la
actriz que representa a la esposa de Hunt, con una distinción para
mí inseparable de la belleza. Mientras la película sigue su curso
inevitable hacia el desastre, murmuro “Mimicha”. Me acuerdo del
nombre de la mujer de Reutemann, de Jackie Stewart, de Jody Scheckter
ganando en 1977 en el autódromo, ante mis ojos atónitos, y de la
cara de felicidad de mi papá, que amaba las carreras y que me había
llevado a ver una, por lo menos una.
Y entonces, además de la risa, que no
me abandona, una gota se atormenta en mi lagrimal y empieza a rodar
por mi mejilla porque veo a mi papá, que había cumplido años tres
días antes de la carrera, vivo, joven, hermoso y feliz (como casi
nunca puedo recordarlo) y a mí a su lado, viviendo los peores años
de mi vida, mis estudios de Economía, la noche negra de la
Dictadura, la desaparición de mi primo Fernando, una tristeza de la
que no puedo olvidarme, porque viví (hasta 1980) sin esperanza. Todo
eso, y más, me viene de una imagen inesperada.
viernes, 14 de febrero de 2014
Por una teoría del poder destituyente
por Giorgio Agamben
(...)
Pensar un poder destituyente puro no es tarea fácil. Benjamin escribió en algún momento que nada es mas anárquico que el orden burgués. En este mismo sentido, Pasolini en su ultima película hace que uno de los cuatros amos de Saló le diga a sus esclavos: “la verdadera anarquía es la anarquía del poder”. Es justamente porque el poder se constituye a sí mismo a través de la inclusión y la captura de la anarquía y la anomia, que se dificulta el acceso inmediato a estas instancias. Es imposible pensar una verdadera anarquía o una verdadera anomia. Creo que la praxis que exitosamente haría visible la captura de la anarquía y la anomia en las tecnologías de seguridad de gobierno, actuaría a través de un poder destituyente*. Una nueva dimensión política deviene posible sólo en la medida en que podemos identificar y deponer la anarquía y la anomia del poder. Pero ésta no es meramente una tarea teórica: implica, antes que nada, el redescubrimiento de una forma-de-vida, el acceso a una nueva figura de esa vida política cuya memoria el Estado de Seguridad trata de eliminar a toda costa.
Ponencia leída por el filósofo Giorgio Agamben en el Instituto Nicos Poulantzas/ Juventud SYRIZA, Atenas, Grecia, noviembre de 2013.
El texto completo en castellano puede leerse acá.
*tal vez hubiera convenido utilizar, en este caso, "potencia".
(...)
Pensar un poder destituyente puro no es tarea fácil. Benjamin escribió en algún momento que nada es mas anárquico que el orden burgués. En este mismo sentido, Pasolini en su ultima película hace que uno de los cuatros amos de Saló le diga a sus esclavos: “la verdadera anarquía es la anarquía del poder”. Es justamente porque el poder se constituye a sí mismo a través de la inclusión y la captura de la anarquía y la anomia, que se dificulta el acceso inmediato a estas instancias. Es imposible pensar una verdadera anarquía o una verdadera anomia. Creo que la praxis que exitosamente haría visible la captura de la anarquía y la anomia en las tecnologías de seguridad de gobierno, actuaría a través de un poder destituyente*. Una nueva dimensión política deviene posible sólo en la medida en que podemos identificar y deponer la anarquía y la anomia del poder. Pero ésta no es meramente una tarea teórica: implica, antes que nada, el redescubrimiento de una forma-de-vida, el acceso a una nueva figura de esa vida política cuya memoria el Estado de Seguridad trata de eliminar a toda costa.
Ponencia leída por el filósofo Giorgio Agamben en el Instituto Nicos Poulantzas/ Juventud SYRIZA, Atenas, Grecia, noviembre de 2013.
El texto completo en castellano puede leerse acá.
*tal vez hubiera convenido utilizar, en este caso, "potencia".
jueves, 13 de febrero de 2014
El cisne de engañoso plumaje
por Daniel Link para RadarLibros (20 de julio de 2002)
Blas Matamoro nació en Buenos Aires en 1942 y desde 1976 vive en Madrid, donde dirige la revista Cuadernos Hispanoamericanos. Entre sus obras figuran los ensayos La ciudad del tango, Saber y literatura, Por el camino de Proust, Genio y figura de Victoria Ocampo, Lecturas americanas y Lecturas españolas, además de las narraciones Nieblas, Las tres carabelas y Viaje prohibido. Hace dos meses, Espasa publicó en la colección “Vidas de escritores” su Rubén Darío, una biografía correctísima y elegantemente escrita del más grande de los poetas finiseculares (aun si se lo compara con sus pares franceses, Baudelaire o Verlaine, Darío sale ganando).
Consciente de los riesgos que implica la crítica biográfica (después de todo, Matamoro es una autoridad en Proust y puede citar de memoria el Contra Saint-Beuve), el crítico argentino no se privó, sin embargo, de “iluminar” las zonas oscuras de la vida de Rubén Darío a partir de sus textos, tarea no sólo lícita sino necesaria, si de lo que se trata es de comprender una vida agobiada por el alcoholismo, las penurias económicas y el vacío existencial. No es una aventura menor: después de todo, se trata del poeta que más amaron las maestras de primaria y del poeta cuyos versos (memorizados a la fuerza por millones de escolares: “La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?”) constituyen el mayor tesoro de América: nuestra memoria literaria colectiva. Hay, al menos allí, una contradicción que pide a gritos un poco de sentido.
En el final del capítulo que reproducimos en esta edición, Matamoro lee en clave ciertas citas de Darío: “La más picante y gruesa es, precisamente, la del armario: en el fondo de Rubén había una mujer que no terminaba de reconocerse como tal y que tenía fobia a las mujeres a la vez que se sentía atraída fuertemente por ellas para identificarse con el género femenino. Sin ir tan lejos, puede decirse de nuestro poeta lo mismo que de cualquiera: que todos tenemos un fondo femenino porque hemos sido mujer en el cuerpo de nuestra madre y hasta feto de mujer los primeros cuatro meses de embarazo”.
Nicaragua puso el grito en el cielo. Ni lerdos ni perezosos, la Academia Nicaragüense de la Lengua y el Banco Central de Nicaragua (!) organizaron en la Biblioteca Roberto Incer Barquero un panel para discutir “la más reciente diatriba contra Rubén Darío”, el libro de Blas Matamoro. Con la coordinación del director de la Academia, Jorge Eduardo Arellano (“autor de casi un centenar de libros”), expusieron sus descargos, el pasado 9 de julio, Pablo Kraudy (Premio Nacional Rubén Darío 2001) y Ramiro Argüello Hurtado (crítico y psiquiatra). Bajo el ominoso título de “Rubén Darío, ¿homosexual?”, los expositores analizaron el ensayo biográfico de Matamoro, “abogado del movimiento gay del Uruguay en los años sesenta y radicado en España desde los setenta”. Consultado por las causas de tan singular convivio, Arellano señaló que “además de negar la trascendencia literaria de Darío, Matamoro realiza una interpretación homófila del poeta”, según el académico entiende en la cita reproducida más arriba. Nicaragua, dijo Arellano, como si de un mérito (y no un déficit) se tratara, “no ha producido ningún intelectual homosexual”. Arellano aseguró que Matamoro, como “defensor de los derechos de gays y lesbianas”, “reduce a Darío y su obra”. Para Arellano, el Rubén Darío de Matamoro “carece de fundamento”, es “inconsistente y procaz” y “está manchando el nombre de Rubén Darío”.
Por su parte, el Dr. Argüello Hurtado señaló que “De Rubén Darío, nuestra gloria, ya hemos aceptado su alcoholismo, porque el etilismo es el vicio nacional, pero con el acuerdo tácito de que no surja otro borrón infame en su conducta y estilo de vida. No tengo claro si Rubén es tan nicaragüense o los nicaragüenses somos tan rubenianos, pero tengo por cierto que ninguno de nosotros, incluso radicado en el extranjero, pudiera haber acumulado la osadía y la impertinencia para escribir y dar a la imprenta una biografía como la del bonaerense”.
Por su parte, el joven poeta Héctor Avellán (premio Alma Mater 96 en el Festival Artístico Interuniversitario y ganador de los Primeros Juegos Florales Centroamericanos del 2000) se mostró impresionado por la rapidez y furia con que respondió la élite de intelectuales del país ante las páginas de Matamoro. “Parecían miembros de la Inquisición los que hablaban, dispuestos a quemar a todo aquel que aceptara ser gay”, declaró luego de la alarma estatal que expresó el Panel convocado por Arellano. De acuerdo con una encuesta publicada por El nuevo diario de Managua el lunes pasado, la sociedad (acorralada por el FMI y presenciando con estupor un turbio proceso de concesiones petroleras) rechazaron de plano la posibilidad de que Darío haya ejercido el amor que no osa decir su nombre, pero por otro lado dejaron en claro que nada eso importa en relación con el juicio sobre su obra.
Blas Matamoro nació en Buenos Aires en 1942 y desde 1976 vive en Madrid, donde dirige la revista Cuadernos Hispanoamericanos. Entre sus obras figuran los ensayos La ciudad del tango, Saber y literatura, Por el camino de Proust, Genio y figura de Victoria Ocampo, Lecturas americanas y Lecturas españolas, además de las narraciones Nieblas, Las tres carabelas y Viaje prohibido. Hace dos meses, Espasa publicó en la colección “Vidas de escritores” su Rubén Darío, una biografía correctísima y elegantemente escrita del más grande de los poetas finiseculares (aun si se lo compara con sus pares franceses, Baudelaire o Verlaine, Darío sale ganando).
Consciente de los riesgos que implica la crítica biográfica (después de todo, Matamoro es una autoridad en Proust y puede citar de memoria el Contra Saint-Beuve), el crítico argentino no se privó, sin embargo, de “iluminar” las zonas oscuras de la vida de Rubén Darío a partir de sus textos, tarea no sólo lícita sino necesaria, si de lo que se trata es de comprender una vida agobiada por el alcoholismo, las penurias económicas y el vacío existencial. No es una aventura menor: después de todo, se trata del poeta que más amaron las maestras de primaria y del poeta cuyos versos (memorizados a la fuerza por millones de escolares: “La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?”) constituyen el mayor tesoro de América: nuestra memoria literaria colectiva. Hay, al menos allí, una contradicción que pide a gritos un poco de sentido.
En el final del capítulo que reproducimos en esta edición, Matamoro lee en clave ciertas citas de Darío: “La más picante y gruesa es, precisamente, la del armario: en el fondo de Rubén había una mujer que no terminaba de reconocerse como tal y que tenía fobia a las mujeres a la vez que se sentía atraída fuertemente por ellas para identificarse con el género femenino. Sin ir tan lejos, puede decirse de nuestro poeta lo mismo que de cualquiera: que todos tenemos un fondo femenino porque hemos sido mujer en el cuerpo de nuestra madre y hasta feto de mujer los primeros cuatro meses de embarazo”.
Nicaragua puso el grito en el cielo. Ni lerdos ni perezosos, la Academia Nicaragüense de la Lengua y el Banco Central de Nicaragua (!) organizaron en la Biblioteca Roberto Incer Barquero un panel para discutir “la más reciente diatriba contra Rubén Darío”, el libro de Blas Matamoro. Con la coordinación del director de la Academia, Jorge Eduardo Arellano (“autor de casi un centenar de libros”), expusieron sus descargos, el pasado 9 de julio, Pablo Kraudy (Premio Nacional Rubén Darío 2001) y Ramiro Argüello Hurtado (crítico y psiquiatra). Bajo el ominoso título de “Rubén Darío, ¿homosexual?”, los expositores analizaron el ensayo biográfico de Matamoro, “abogado del movimiento gay del Uruguay en los años sesenta y radicado en España desde los setenta”. Consultado por las causas de tan singular convivio, Arellano señaló que “además de negar la trascendencia literaria de Darío, Matamoro realiza una interpretación homófila del poeta”, según el académico entiende en la cita reproducida más arriba. Nicaragua, dijo Arellano, como si de un mérito (y no un déficit) se tratara, “no ha producido ningún intelectual homosexual”. Arellano aseguró que Matamoro, como “defensor de los derechos de gays y lesbianas”, “reduce a Darío y su obra”. Para Arellano, el Rubén Darío de Matamoro “carece de fundamento”, es “inconsistente y procaz” y “está manchando el nombre de Rubén Darío”.
Por su parte, el Dr. Argüello Hurtado señaló que “De Rubén Darío, nuestra gloria, ya hemos aceptado su alcoholismo, porque el etilismo es el vicio nacional, pero con el acuerdo tácito de que no surja otro borrón infame en su conducta y estilo de vida. No tengo claro si Rubén es tan nicaragüense o los nicaragüenses somos tan rubenianos, pero tengo por cierto que ninguno de nosotros, incluso radicado en el extranjero, pudiera haber acumulado la osadía y la impertinencia para escribir y dar a la imprenta una biografía como la del bonaerense”.
Por su parte, el joven poeta Héctor Avellán (premio Alma Mater 96 en el Festival Artístico Interuniversitario y ganador de los Primeros Juegos Florales Centroamericanos del 2000) se mostró impresionado por la rapidez y furia con que respondió la élite de intelectuales del país ante las páginas de Matamoro. “Parecían miembros de la Inquisición los que hablaban, dispuestos a quemar a todo aquel que aceptara ser gay”, declaró luego de la alarma estatal que expresó el Panel convocado por Arellano. De acuerdo con una encuesta publicada por El nuevo diario de Managua el lunes pasado, la sociedad (acorralada por el FMI y presenciando con estupor un turbio proceso de concesiones petroleras) rechazaron de plano la posibilidad de que Darío haya ejercido el amor que no osa decir su nombre, pero por otro lado dejaron en claro que nada eso importa en relación con el juicio sobre su obra.
miércoles, 12 de febrero de 2014
Al dios Dionisio (un poema de Giorgio Agamben)
Encontramos en la revista Nuovi Argomenti (dirigida por Alberto Moravia,
Pier Paolo Pasolini y, más tarde, por Leonardo Sciascia), varios poemas
de Giorgio Agamben. En esa revista-faro de los años sesenta, el joven
Agamben comenzó a publicar sus ensayos filosófico-literarios (sobre
Kafka, Benjamin, Musil, etc.) y, en los números 11 (julio-septiembre de
1968), 20 (octubre-diciembre de 1970) y 23-24 (julio-diciembre de 1971),
tres breves conjuntos de poemas que reescriben a Rimbaud, Nietzsche,
Mandelstam, San Juan de la Cruz: “Ricerca della pietra e dell’ombra”,
“Il Dio Nuovo” y “Tre poesie. Entre el alma y lo esposo”. Ofrecemos la traducción de uno de esos poemas, jamás
publicados antes en castellano.
Diego Bentivegna (selección y traducción)
Al dios Dionisio
En tu cuarto las muñecas envueltas en gasa se envenenan
la hermana espía en un rincón sus
transfiguraciones
la casa tiene grandes corredores y ventales de vidrio sobre el mar.
Cómo estás enfermo de partidas, cómo tus
malvadas ganas
me poseen. Dices: toda la noche caminaré
en tu sangre, hasta que tu respiración se
transforme en piedra.
Duermo mal, ídolo de miel.
¿O tendré que llevarte la luz de los venenos?
el blanco huevo de reptil
de tu sexo
experto de narcosis.
Tienes la frente alunada, caminas en cuatro
patas como Anubis,
morir por ti significa criar un pequeño
monstruo.
estás caliente de sangre y hueles a mar.
¿Cómo podrás darme el olor de los
monstruos?
Ilumina mis manos.
Toda cosa que tocas se hace hiedra negra y
esperanza.
Originalmente publicado en Radarlibros, domingo 17 de marzo de 2002
Diego Bentivegna (selección y traducción)
Al dios Dionisio
En tu cuarto las muñecas envueltas en gasa se envenenan
la hermana espía en un rincón sus
transfiguraciones
la casa tiene grandes corredores y ventales de vidrio sobre el mar.
Cómo estás enfermo de partidas, cómo tus
malvadas ganas
me poseen. Dices: toda la noche caminaré
en tu sangre, hasta que tu respiración se
transforme en piedra.
Duermo mal, ídolo de miel.
¿O tendré que llevarte la luz de los venenos?
el blanco huevo de reptil
de tu sexo
experto de narcosis.
Tienes la frente alunada, caminas en cuatro
patas como Anubis,
morir por ti significa criar un pequeño
monstruo.
estás caliente de sangre y hueles a mar.
¿Cómo podrás darme el olor de los
monstruos?
Ilumina mis manos.
Toda cosa que tocas se hace hiedra negra y
esperanza.
Originalmente publicado en Radarlibros, domingo 17 de marzo de 2002
martes, 11 de febrero de 2014
lunes, 10 de febrero de 2014
Paren las rotativas
10/02/2014 - Mundo - Folha de S.Paulo
Stuart Hall obituary
Influential cultural theorist, campaigner and founding editor of the New Left Review
When the writer and academic Richard Hoggart founded the Centre
for Contemporary Cultural Studies at Birmingham University in 1964, he
invited Stuart Hall,
who has died aged 82, to join him as its first research fellow. Four
years later Hall became acting director and, in 1972, director. Cultural
studies was then a minority pursuit: half a century on it is
everywhere, generating a wealth of significant work even if, in its
institutionalised form, it can include intellectual positions that Hall
could never endorse.
The foundations of cultural studies lay in an insistence on taking popular, low-status cultural forms seriously and tracing the interweaving threads of culture, power and politics. Its interdisciplinary perspectives drew on literary theory, linguistics and cultural anthropology in order to analyse subjects as diverse as youth sub-cultures, popular media and gendered and ethnic identities – thus creating something of a model, for example, for the Guardian's own G2 section.
Hall was always among the first to identify key questions of the age, and routinely sceptical about easy answers. A spellbinding orator and a teacher of enormous influence, he never indulged in academic point-scoring. Hall's political imagination combined vitality and subtlety; in the field of ideas he was tough, ready to combat positions he believed to be politically dangerous. Yet he was unfailingly courteous, generous towards students, activists, artists and visitors from across the globe, many of whom came to love him. Hall won accolades from universities worldwide, despite never thinking of himself as a scholar. Universities offered him a base from which he could teach – a source of great pleasure for him – and collaborate with others in public debate.
He was born in Kingston, into an aspiring Jamaican family. His father, Herman, was the first non-white person to hold a senior position – chief accountant – with United Fruit in Jamaica. Jessie, his formidable mother, had white forebears and identified with the ethos of an imaginary, distant Britain. Hall received a classical English education at Jamaica College in Kingston – while allying himself with the struggle for independence from colonial rule.
But he found the country's racial and colonial restrictions intolerable and an escape presented itself when he won a Rhodes scholarship to study at Oxford University. He arrived in Britain in 1951, part of the large-scale Caribbean migration that had begun symbolically with the arrival of the Empire Windrush three years earlier. Hall recalled that when he took the train from Bristol to Paddington station in London, he saw a landscape familiar to him from the novels of Thomas Hardy.
However, if Britain was a culture he knew from the inside, it was also one he never entirely felt part of, always imagining himself a "familiar stranger". At Merton College, studying English, he experienced this sense of displacement, his enthusiasms – for a new politics, for bebop, for a world alive to the values of human difference – incomprehensible to the cavalry-twilled former public schoolboys who surrounded him.
As his time in Britain lengthened, so his identifications with blackness deepened. Ambivalent about his relation both to his place of departure and to his place of arrival, he sought to survive the medieval gloom of Oxford by making common cause with the city's displaced migrant minority. Out of these new attachments, and out of the political cataclysm of 1956 – marked by the Anglo-French-Israeli invasion of Egypt and by the Soviet suppression of the Hungarian revolution – emerged the new left, in which Hall was an influential figure: it provided him with a political home. At this point he found himself "dragged backwards into Marxism, against the tanks in Budapest" – and, if his Marxism came "without guarantees", it was nonetheless a vital part of him to the end.
In 1957 these issues became the catalyst for the launching of the Universities and Left Review, in which Hall was an active presence, and which subsequently merged with the New Reasoner to form the New Left Review, of which Hall was the founding editor. Abandoning his thesis on Henry James, he moved to London. By day he worked as a supply teacher in Brixton and, late into the night, on the Soho-based NLR. In 1961, he became a lecturer in film and media at Chelsea College, London University. Brixton and Soho had proved congenial to him where Oxford had not, and he began his work on popular culture. The Popular Arts (1964), co-authored with Paddy Whannel, opened a field of inquiry he was to develop at Birmingham.
On the 1964 Campaign for Nuclear Disarmament march from Aldermaston to London, Hall met Catherine Barrett, and they married later that year. With his appointment to the CCCS they moved to Birmingham where their two children, Becky and Jess, were born, and where they lived until 1979. During these years Catherine became an acclaimed historian, and the marriage proved to be a source of great mutual love and support. Their homes, in Birmingham and then in London, were welcoming places, drawing in their many friends.
In Birmingham, under Hall's charismatic leadership – and on a shoestring budget – cultural studies took off. But as Hoggart remarked, Hall rarely used the first person singular, preferring to speak of the collaborative aspects of the work. His energy was prodigious and he shifted the terms of debate on the media, deviancy, race, politics, Marxism and critical theory.
While there are no single-authored, scholarly monographs to his name, Hall produced an astonishing array of collectively written and edited volumes, essays and journalism – translated into many languages – as well as countless political speeches, and radio and television talks.
In 1979 he became professor of sociology at the Open University, attracted by the possibility of reaching out to those who had fallen through the conventional educational system. He remained there until 1998 – later becoming emeritus professor – launching a series of courses in communications and sociology. Increasingly, he focused on questions of race and postcolonialism, and on theorising the migrant view of Britain that he had always cherished.
The move to the OU coincided with the election victory of Margaret Thatcher. Before the election, Hall, convinced that the emergence of this new Conservatism marked a profound cleavage in British political history, coined the term Thatcherism, in a visionary article in Marxism Today. Drawing both on his long involvement with Antonio Gramsci's theorisation of the forms of political hegemony and on the collaborative CCCS volume Policing the Crisis (1978), he emphasised the role of race in Thatcherite politics, particularly in relation to the creed of law and order which he characterised as "authoritarian populism".
In The Politics of Thatcherism (1983), he insisted that the left's traditional statism was in part responsible for creating the conditions that had allowed the Thatcherites to win ascendancy, pointing to the degree to which Thatcherism had rooted itself in authentically popular sentiment – something he believed the left had failed to do. This generated fierce controversy among those who might otherwise have been among his political allies. His conviction that Thatcherism would define the politically possible, long after Thatcher herself had departed, proved enormously prescient, providing a key to understanding the politics not only of New Labour, but also of the subsequent coalition.
Hall, a campaigner for racial justice, was invited to join many official, and unofficial, public bodies. From 1997 to 2000 he served on the Runnymede Commission on the Future of Multi-Ethnic Britain, and was shocked by the media reaction to the commission's observation that the idea of Britain itself was racially far from innocent. He knew that the persistence of race thinking ran deep among the British.
He enjoyed university life but was relieved to relinquish his full-time academic role. This presented him with another opportunity to reinvent himself, by then in alliance with young artists and film-makers, exploring the politics of black subjectivity. A new Hall emerged, evident in catalogue introductions and workshop discussions in galleries in Britain and across Europe.
Once again he collaborated with – and learned from – people considerably younger than himself, chairing Autograph (the Association of Black Photographers) and the International Institute of Visual Arts. He was proud that he helped secure funding for Rivington Place, in Hoxton, east London, a location dedicated to public education in multicultural issues, drawing from contemporary art and photography. His involvement in the movement for black arts gave him a new lease of intellectual life. This Stuart Hall was reflected in the history of his life and work produced by the film-maker John Akomfrah, in the form of a much lauded gallery installation, The Unfinished Conversation (2012), and in a widely distributed film, The Stuart Hall Project (2013), which brought Hall to the attention of a new generation.
Latterly Hall's health, always more precarious than he let on, declined; he had to face intensive dialysis and later, at an advanced age, a kidney transplant. This ate up his time and energy, gradually constraining his mobility and his ability to take part in public life. But to the end, he held court at home to an endless stream of visitors keen to discuss the politics of contemporary times.
Under New Labour he became increasingly furious that managerialism was hollowing out public life, and increasingly pessimistic about the global situation. Yet he was cheered that "someone with Hussein for a middle name" was sitting in the White House and, after the credit crunch, was mesmerised by the sight of capitalism falling apart of its own accord. Throughout, he maintained an optimism of the will, and as late as last year he and his colleagues on Soundings magazine were producing manifestos for a post-neoliberal politics.
In 2005 he was made a fellow of the British Academy. His published work includes the collaborative volumes Resistance Through Rituals (1975); Culture, Media, Language (1980); Politics and Ideology (1986); The Hard Road to Renewal (1988); New Times (1989); Critical Dialogues in Cultural Studies (1996); and Different: A Historical Context: Contemporary Photographers and Black Identity (2001). All these works testify to the breadth of Hall's intellectual engagements, and to the ways he moved through the various new times of his own life.
When he appeared on Desert Island Discs, Hall talked about his lifelong passion for Miles Davis. He said that the music represented for him "the sound of what cannot be". What was his own intellectual life but the striving, against all odds, to make "what cannot be" alive in the imagination?
He is survived by Catherine, Becky and Jess, by his grandchildren, Noah and Ishaan, and by his sister Patricia.
• Stuart McPhail Hall, teacher, cultural theorist and campaigner, born 3 February 1932; died 10 February 2014
• Listen to Laurie Taylor's interview with Stuart Hall
The foundations of cultural studies lay in an insistence on taking popular, low-status cultural forms seriously and tracing the interweaving threads of culture, power and politics. Its interdisciplinary perspectives drew on literary theory, linguistics and cultural anthropology in order to analyse subjects as diverse as youth sub-cultures, popular media and gendered and ethnic identities – thus creating something of a model, for example, for the Guardian's own G2 section.
Hall was always among the first to identify key questions of the age, and routinely sceptical about easy answers. A spellbinding orator and a teacher of enormous influence, he never indulged in academic point-scoring. Hall's political imagination combined vitality and subtlety; in the field of ideas he was tough, ready to combat positions he believed to be politically dangerous. Yet he was unfailingly courteous, generous towards students, activists, artists and visitors from across the globe, many of whom came to love him. Hall won accolades from universities worldwide, despite never thinking of himself as a scholar. Universities offered him a base from which he could teach – a source of great pleasure for him – and collaborate with others in public debate.
He was born in Kingston, into an aspiring Jamaican family. His father, Herman, was the first non-white person to hold a senior position – chief accountant – with United Fruit in Jamaica. Jessie, his formidable mother, had white forebears and identified with the ethos of an imaginary, distant Britain. Hall received a classical English education at Jamaica College in Kingston – while allying himself with the struggle for independence from colonial rule.
But he found the country's racial and colonial restrictions intolerable and an escape presented itself when he won a Rhodes scholarship to study at Oxford University. He arrived in Britain in 1951, part of the large-scale Caribbean migration that had begun symbolically with the arrival of the Empire Windrush three years earlier. Hall recalled that when he took the train from Bristol to Paddington station in London, he saw a landscape familiar to him from the novels of Thomas Hardy.
However, if Britain was a culture he knew from the inside, it was also one he never entirely felt part of, always imagining himself a "familiar stranger". At Merton College, studying English, he experienced this sense of displacement, his enthusiasms – for a new politics, for bebop, for a world alive to the values of human difference – incomprehensible to the cavalry-twilled former public schoolboys who surrounded him.
As his time in Britain lengthened, so his identifications with blackness deepened. Ambivalent about his relation both to his place of departure and to his place of arrival, he sought to survive the medieval gloom of Oxford by making common cause with the city's displaced migrant minority. Out of these new attachments, and out of the political cataclysm of 1956 – marked by the Anglo-French-Israeli invasion of Egypt and by the Soviet suppression of the Hungarian revolution – emerged the new left, in which Hall was an influential figure: it provided him with a political home. At this point he found himself "dragged backwards into Marxism, against the tanks in Budapest" – and, if his Marxism came "without guarantees", it was nonetheless a vital part of him to the end.
In 1957 these issues became the catalyst for the launching of the Universities and Left Review, in which Hall was an active presence, and which subsequently merged with the New Reasoner to form the New Left Review, of which Hall was the founding editor. Abandoning his thesis on Henry James, he moved to London. By day he worked as a supply teacher in Brixton and, late into the night, on the Soho-based NLR. In 1961, he became a lecturer in film and media at Chelsea College, London University. Brixton and Soho had proved congenial to him where Oxford had not, and he began his work on popular culture. The Popular Arts (1964), co-authored with Paddy Whannel, opened a field of inquiry he was to develop at Birmingham.
On the 1964 Campaign for Nuclear Disarmament march from Aldermaston to London, Hall met Catherine Barrett, and they married later that year. With his appointment to the CCCS they moved to Birmingham where their two children, Becky and Jess, were born, and where they lived until 1979. During these years Catherine became an acclaimed historian, and the marriage proved to be a source of great mutual love and support. Their homes, in Birmingham and then in London, were welcoming places, drawing in their many friends.
In Birmingham, under Hall's charismatic leadership – and on a shoestring budget – cultural studies took off. But as Hoggart remarked, Hall rarely used the first person singular, preferring to speak of the collaborative aspects of the work. His energy was prodigious and he shifted the terms of debate on the media, deviancy, race, politics, Marxism and critical theory.
While there are no single-authored, scholarly monographs to his name, Hall produced an astonishing array of collectively written and edited volumes, essays and journalism – translated into many languages – as well as countless political speeches, and radio and television talks.
In 1979 he became professor of sociology at the Open University, attracted by the possibility of reaching out to those who had fallen through the conventional educational system. He remained there until 1998 – later becoming emeritus professor – launching a series of courses in communications and sociology. Increasingly, he focused on questions of race and postcolonialism, and on theorising the migrant view of Britain that he had always cherished.
The move to the OU coincided with the election victory of Margaret Thatcher. Before the election, Hall, convinced that the emergence of this new Conservatism marked a profound cleavage in British political history, coined the term Thatcherism, in a visionary article in Marxism Today. Drawing both on his long involvement with Antonio Gramsci's theorisation of the forms of political hegemony and on the collaborative CCCS volume Policing the Crisis (1978), he emphasised the role of race in Thatcherite politics, particularly in relation to the creed of law and order which he characterised as "authoritarian populism".
In The Politics of Thatcherism (1983), he insisted that the left's traditional statism was in part responsible for creating the conditions that had allowed the Thatcherites to win ascendancy, pointing to the degree to which Thatcherism had rooted itself in authentically popular sentiment – something he believed the left had failed to do. This generated fierce controversy among those who might otherwise have been among his political allies. His conviction that Thatcherism would define the politically possible, long after Thatcher herself had departed, proved enormously prescient, providing a key to understanding the politics not only of New Labour, but also of the subsequent coalition.
Hall, a campaigner for racial justice, was invited to join many official, and unofficial, public bodies. From 1997 to 2000 he served on the Runnymede Commission on the Future of Multi-Ethnic Britain, and was shocked by the media reaction to the commission's observation that the idea of Britain itself was racially far from innocent. He knew that the persistence of race thinking ran deep among the British.
He enjoyed university life but was relieved to relinquish his full-time academic role. This presented him with another opportunity to reinvent himself, by then in alliance with young artists and film-makers, exploring the politics of black subjectivity. A new Hall emerged, evident in catalogue introductions and workshop discussions in galleries in Britain and across Europe.
Once again he collaborated with – and learned from – people considerably younger than himself, chairing Autograph (the Association of Black Photographers) and the International Institute of Visual Arts. He was proud that he helped secure funding for Rivington Place, in Hoxton, east London, a location dedicated to public education in multicultural issues, drawing from contemporary art and photography. His involvement in the movement for black arts gave him a new lease of intellectual life. This Stuart Hall was reflected in the history of his life and work produced by the film-maker John Akomfrah, in the form of a much lauded gallery installation, The Unfinished Conversation (2012), and in a widely distributed film, The Stuart Hall Project (2013), which brought Hall to the attention of a new generation.
Latterly Hall's health, always more precarious than he let on, declined; he had to face intensive dialysis and later, at an advanced age, a kidney transplant. This ate up his time and energy, gradually constraining his mobility and his ability to take part in public life. But to the end, he held court at home to an endless stream of visitors keen to discuss the politics of contemporary times.
Under New Labour he became increasingly furious that managerialism was hollowing out public life, and increasingly pessimistic about the global situation. Yet he was cheered that "someone with Hussein for a middle name" was sitting in the White House and, after the credit crunch, was mesmerised by the sight of capitalism falling apart of its own accord. Throughout, he maintained an optimism of the will, and as late as last year he and his colleagues on Soundings magazine were producing manifestos for a post-neoliberal politics.
In 2005 he was made a fellow of the British Academy. His published work includes the collaborative volumes Resistance Through Rituals (1975); Culture, Media, Language (1980); Politics and Ideology (1986); The Hard Road to Renewal (1988); New Times (1989); Critical Dialogues in Cultural Studies (1996); and Different: A Historical Context: Contemporary Photographers and Black Identity (2001). All these works testify to the breadth of Hall's intellectual engagements, and to the ways he moved through the various new times of his own life.
When he appeared on Desert Island Discs, Hall talked about his lifelong passion for Miles Davis. He said that the music represented for him "the sound of what cannot be". What was his own intellectual life but the striving, against all odds, to make "what cannot be" alive in the imagination?
He is survived by Catherine, Becky and Jess, by his grandchildren, Noah and Ishaan, and by his sister Patricia.
• Stuart McPhail Hall, teacher, cultural theorist and campaigner, born 3 February 1932; died 10 February 2014
• Listen to Laurie Taylor's interview with Stuart Hall
domingo, 9 de febrero de 2014
sábado, 8 de febrero de 2014
Un mundo feliz
Por Daniel Link para Perfil
No soy paciente, más bien todo lo
contrario: la espera me arroja a los brazos de lo que más temo (el
“vacío de sentido”) y me sume en un humor más munchiano que
beckettiano.
Inútil es el consejo sensato de que
aproveche la espera para hacer otra cosa (leer, corregir tesis,
escribir mensajes desesperanzados a mis contactos de whatsapp): la
espera, en mi horizonte, lo llena todo y me transforma en un átomo
de tiempo paralizado.
“Esperar, esperar: ¿acaso no estamos
siempre esperando a la muerte?”.
Aunque trato de no someterme al régimen
de la espera, a veces no me queda más remedio que aceptarlo, por
ejemplo, en la peluquería (no puedo pedir turno, por razones que
nunca me quedaron claras).
En esa situación única, no me privo
de hojear revistas que nunca leo (que nunca leería), porque me dejan
entrever mundos desconocidos y repugnantes, como si la detención del
tiempo abriera al mismo tiempo rajaduras en el espacio hacia
realidades alternativas aberrantes, habitadas por seres monstruosos,
donde el lenguaje es completamente otro (Yanina Screpante: "Soy
una mujer conservadora"). Esperar, en ese caso, se parece para
mí a un viaje vertiginoso a través de un agujero de gusano que me
deposita por un rato en un universo de pesadilla y asco.
Miro la revista Hola, con sus
páginas repletas de palacios, aristócratas, faranduleros ordenados
todos en relación familiar (si muestran tal mujer es porque espera
un hijo, si la reina abre su casa es para mostrar el ajuar de su
nieta, si aparece una pintora es porque es la hija de... ¿Tinelli?).
Leo palabras que me suenan como piedras
lanzadas por armas enemigas destinadas a destruir la poca confianza
que me tengo en situación de espera: Blaquier, José Ignacio,
Jesusita Bordeu, Andrea Casiraghi y Tatiana Santo Domingo: ¿Por qué
me atacan?
Paso a otra revista todavía peor,
gerenciada por una alcohólica septuagenaria célebre que aparece
fotografiada cada tres páginas de su revista. Pero no es ella: el
cuerpo es evidentemente de otra mujer más joven y su cara está tan
digitalizada que parece un dibujo japonés (pero además feo). En
esta revista no importa tanto la cosa familiar, y hay muchos más avisos
(todas las caras tienen el mismo efecto de careta descompuesta).
Como esta revista es más plebeya
todavía que Hola (que supone un público plebeyo, pero que
habla desde una distinción que me provoca calambres estomacales),
cada tanto se ve una teta, aparece un chongo, se dice una huevada.
En Hola, en cambio, todo es
importante, felicidad en estado puro, los fotografiados están
impecables y festejan sus cumpleaños rodeados de su familia. Nadie
se droga, nadie se emborracha, nadie mete cuernos, a nadie le parece
vulgar que Wanda Nara pase por Ikea para amueblar su nueva casa
milanesa, y nadie parece darse cuenta de que los espera la muerte.
Casi a sopapos me sacan del horror:
“¿Lo de siempre? ¿Lo de siempre?”. "No", digo: "cortame las venas".
viernes, 7 de febrero de 2014
Tres busconas
Por Daniel Link para Soy
Looking (2014) es la nueva serie
de HBO de temática gay, promocionada como el siguiente paso
evolutivo después de Sex and the City, Queer as Folk y
Girls. Nada de eso es cierto, porque el mundo se ha vuelto
imperceptible y progresivamente cada vez más homofóbico y, por lo
tanto, Looking no es sino el resultado de un manojo de
concesiones y compromisos que terminan arruinando el efecto general
del producto.
Dicho esto, defendamos a Looking
porque en los diarios podemos leer con pena lo que pasa en las calles de la alguna vez iluminada París, en los estadios rusos, y en los tribunales norteamericanos donde el sexo sin condón es considerado
un crimen capital, y mejor es este espectáculo desabrido de gente
común y corriente con problemas sentimentales que cualquier forma de
descalificación.
Las páginas de control parental
norteamericanas subrayan que la serie explora la vida de tres amigos
gay (cierto) “con discurso franco y realismo sexual” (falso) y
que los personajes “beben socialmente, ocasionalmente fuman
marihuana y visitan sitios de citas como OkCupid y Manhunt”
(cierto).
De hecho, luego de la sorpresa inicial
por la no mención (o uso) de la página Adam4Adam, muy popular en
California, me abrí un perfil en OkCupid para ver qué onda y perdí
una tarde entera contestando 559 preguntas idiotas sobre Dios, las
mascotas, el sobrepeso, la guerra nuclear, el cepillado de dientes y
los celos. Primer compromiso: Looking establece dos patrones
de relación homosexual: el sentimental-identitario (que pasa por
OkCupid y Grindr) y el sexual-desidentitario (que pasa, como en todo
el mundo, por Manhunt) y se mueve con extrema cautela en las zonas de
intersección de esos dos arcos.
Desarrollada por Michael Lannan y
Andrew Haigh (director de la película Weekend) para HBO,
Looking (cada capítulo repite el título: “Buscando para
ahora”, “Buscando uncut”, “Mirando tu historial de internet”,
etc..) sigue la vida cotidiana de Patrick (Jonathan Groff, Glee,
Boss,
“amigovio”
de Zachary Quinto), un atribulado desarrollar de juegos de consola,
su
amigo cubano Agustín (Frankie J. Alvarez, Smash), que acaba
de mudarse con su novio,
y Dom (Murray Bartlett, Guiding Light),
ninguno de los cuales está satisfecho de su vida: Patrick, porque es
un idiota parlanchín que no consigue ni sexo ni amor, Agustín
porque es un artista fracasado, y Dom porque ya se siente viejo (es
unos diez años mayor que los otros) y no ha encontrado su lugar en
el mundo (quiere poner un restaurante, pero es camarero).
La cinematografía de la serie es
extraordinaria y las actuaciones son correctas, aunque el casting
es desangelado (en el tercer capítulo aparecerán como actores
invitadas el arrollador actor inglés Russell Tovey (Being Human)
y Scott Bakula (Murphy Brown,
Star Trek: Enterprise),
que todavía resiste un sauna.
Segundo compromiso: la sociología de
la serie aspira en demasía a la representatividad (tanto en lo
étnico como en lo caracterológico) para que se justifique la
convivencia de latinos, pelirrojos de Colorado, jóvenes y viejos,
sentimentales y cínicos, tímidos y atrevidos, como parte de la
misma pandilla. No une
a los personajes ni la
escuela, ni el gimnasio, ni el barrio... sino sólo un plot
demasiado preocupado para agradar, al mismo tiempo, a las audiencias
más alocadas y a las más mainstream
(HBO).
Pero
en su mismo carácter módicamente concesivo, Looking
tal vez sirva para algo en los países más alejados de la
racionalidad (Europa y los Estados Unidos). Último compromiso: la
serie pretende demostrar que las locas son inofensivas.
jueves, 6 de febrero de 2014
Ay, mi amor....
Pidieron la indagatoria del vicepresidente Amado Boudou por el caso Ciccone
El fiscal federal Jorge Di Lello se lo solicitó al juez Ariel Lijo en el marco de la causa por la venta de la ex Ciccone Calcográfica. También deberá declarar el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray.
El fiscal federal Jorge Di Lello se lo solicitó al juez Ariel Lijo en el marco de la causa por la venta de la ex Ciccone Calcográfica. También deberá declarar el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray.
lunes, 3 de febrero de 2014
Últimas vacantes
Profesores honorarios: Jean Bessière, Didier Eribon, Roberto Fernández Retamar.
Convenio de intercambio con la UFF (Niterói).
domingo, 2 de febrero de 2014
Deslizamiento del significante
En una de sus deliciosas columnas para Perfil, Fabián Casas interpreta el humor del presente, cuando señala que:
(anterior)
"Éste es el verdadero mensaje que no puede ni siquiera balbucear nuestro admirado Axel, que pasó de Kicilove a Kicilost en un segundo".
(anterior)
sábado, 1 de febrero de 2014
Caldo de cultivo
Por Daniel Link para Perfil
Tiene razón la Sra. de Kirchner, en
sus twitteos cubanos: “otra vez sopa”. Aunque me gustan las
sopas, soy capaz de darme cuenta de lo que la metáfora gastronómica
implica: otra vez el intríngulis bancario, el dólar impredecible,
la inflación, la merma en las reservas, el regocijo de los países
“desarrollados”, la derecha reclamando que rueden cabezas, los
obsecuentes defendiendo cada uno de los giros de la ruleta rusa que
se juega a diario, el “riesgo país”.
Ya estoy viejo para comer una vez más
(por ¿cuarta? vez) de tales platos así que espero (lo juro por la
luz que me alumbra... No, mejor lo juro por otra cosa: por el amor
que tengo hacia mis hijos) que realmente podamos zafar de ésta. Voto
de confianza a quienes no se la merecen, paños fríos en el pie
derecho (es mi pie en rehabilitación) y en la cabeza, oídos sordos
a la bicicleta financiera. No importa quién tenga razón, no quiero
caer en el desasosiego.
No repetiré los dichos insolentes de
los opinadores opositores al kirchnerismo, porque yo quisiera (aunque
no creo en ese programa de gobierno) que no naufrague, y nosotros con
él. Repito, ya estoy viejo y no sé si sería capaz de recuperarme.
Yo no sé si
puedo soportar una crisis más, pero sobre todo, no sé si puedo
soportar un desengaño más, porque, justo es decirlo: qué me
importan a mí los alemanes y sus hegelianas melancolías, los
ladridos norteamericanos, los mexicanos y su tendencia al crimen
organizado, el Orden y el Progreso, el capitalismo transnacional o el
capitalismo nacionalista que se le opone como un falso bien. El único
bien es la felicidad de todos y cualquiera.
Yo vivo acá
porque acá me siento feliz, porque tengo acá todo lo que necesito y
quiero, porque me gustan nuestro clima y nuestros regímenes
alimentarios, la forma en la que hablamos y el umbral de indefinición
que nos constituye (en el fondo sé que este país terminó hace rato
y sólo se mantiene en pie por un efecto de discurso o una ilusión
óptica que sostenemos entre todos).
Cito, de mi
película de amor favorita, las palabras de William Thacker: "Lo
que ocurre es que contigo estoy en peligro. Parece una situación
perfecta, dejando aparte tu temperamento, pero mi relativamente
inexperto corazón podría no recuperarse. Y si fuera castigado otra
vez, como estoy seguro de que sucedería, hay demasiadas, demasiadas
fotos tuyas, demasiadas películas. Te irías, y yo me quedaría
hecho polvo."