Aníbal Ibarra: "No mandé a funcionarios de menor rango a dar la cara, hablé yo".
martes, 30 de diciembre de 2014
lunes, 29 de diciembre de 2014
Pop latino
Hoy cumple años mi marido, Sebastián Freire. Le regalo un viaje a Puelto Lico, en el próximo mes de mayo y, para entusiasmarlo, le adjunto esta foto que me mandó Federico Carugo, de cuya veracidad dudo, pero a quién le importa (lo que yo digo, a quién le importa lo que yo hago).
El testaferro
Por Daniel Link para eñe
Se me pide que mencione algún libro
del 2014 sobre el que quiera escribir unas palabras. Elijo En
ausencia de guerra de Edgardo Cozarinsky porque me consta la poca
atención que la novela ha recibido en los medios de Buenos Aires. No
sé por qué no se ha reseñado esa novela, pero yo personalmente la
encuentro mucho más fría que cualquiera de las anteriores, en las
que Cozarinsky había conseguido un delicadísimo equilibrio entre lo
personal y lo apersonal, entre la memoria que puede atribuirse a un
personaje literario (la propia memoria) y la memoria pública.
Leo con
atención las sutiles variaciones literarias que Cozarinsky ensaya en
cada una de sus novelas. En la penúltima, Dinero para fantasmas,
me había impresionado el alargamiento inesperado del fraseo de su
prosa, mediante la inclusión de inhabituales subordinadas y
parentéticas, lo que confirmó la extraordinaria vitalidad de su
literatura, que no se conforma con ensayar una receta sino que se
pone en riesgo con cada una de sus entregas.
En ausencia de guerra también
experimenta, pero esta vez ensayando un tipo de correlación
entre universos (argentino-argelino: la lucha armada de los años
setenta en nuestro país, la guerra civil argelina posterior a su
independencia, etc.) donde lo que no tiene lugar es precisamente el
espacio que habitualmente Cozarinsky se reservaba para si o sus
dobles novelescos: el que une mundos distantes o el que se sostiene
en el abismo que separa mundos. Sin el personaje y narrador de En
ausencia de guerra, en cambio, esa correlación se sostendría de
todos modos.
Lo primero que aparece es una carta
encontrada en un libro en una librería de usados cualquiera.
Casualmente, la amiga que firmó esa carta le legará al narrador una
historia que pone entre signos de interrogación la epicidad de los
grupos guerrilleros de los años setenta y una confesión terrible de
alguien que, cuando fue parte de esos grupos, mató a dos de sus
compañeros “para mostrarme fuerte y valiente”, y que luego
fingió un secuestro para hacerse de una pequeña fortuna.
Paralelamente,
la tibia fantasía heterosexual en la que el narrador se ve envuelto
lo conduce a una historia de venganzas cruzadas al estilo de Extraños
en un tren (la novela de Patricia Highsmith en la que dos
desconocidos entablan un pacto siniestro para matar y quedar
impunes): la partenaire sexual del narrador cree haber matado
a Henry Kissinger, cuando en realidad la víctima accidental fue un
artista de variedades de la televisión.
Si, como quiere Cozarinsky, "Los
cuentos no se inventan, se heredan", tal vez lo que se guarda en
esa caja de seguridad suiza no sea propiamente un testimonio de un
pasado como herencia maldita, sino un principio de composición
novelesca que, por primera vez, Cozarinsky pone en escena: al
tacharse a si mismo del relato, éste se vuelve apenas el rastro
helado de una ausencia y la historia pasa de la tragedia a un
vaudeville que,
como nuestro presente absoluto,
incluye héroes falsos, testaferros y secretos suizos. domingo, 28 de diciembre de 2014
El fin del arte
El arte, ¿es algo más que un producto de lujo?
El papel cada vez mayor que juegan en el arte contemporáneo los grandes grupos financieros ligados a la industria del lujo suscita menos debate que el jugado por las tiranías petroleras. En contraste con la inclinación tradicional del mundo del arte hacia las posturas “radicales” y los discursos contestatarios, artistas, intelectuales y críticos de arte parecieran hoy paralizados por el miedo a una fuga de capitales; como si expresar el mínimo disentimiento los pudiera exponer a represalias que afectarían sus bolsillos. En este medio, en general vocinglero —y que ha sabido a veces ser contestatario— reina la omertà en cuanto de financiación se trata. Al manifestar sospechas sobre el altruismo de tal o cual patrón (en el sentido de “mecenas”), la respuesta general suele ser que no hay auto-engaño, pero tampoco alternativa: la famosa TINA (There Is No Alternative1). De este modo, el desentendimiento del Estado, empobrecido por una crisis en la que los mismos grandes grupos financieros han jugado un rol importante, habría condenado al mundo del arte y la cultura a mendigarle a los ricos.
No nos erigimos en modelos de virtud. En el mundo de la cultura, ¿quién no ha participado de una u otra forma en las manifestaciones de una fundación privada? Pero cuando las fortunas más importantes de Francia rivalizan para intervenir de forma masiva en la producción artística, los argumentos clásicos a favor de este tipo de financiación nos parecen débiles e hipócritas.
Durante las manifestaciones artísticas “patrocinadas” de esta forma, se insiste siempre en la separación impermeable entre la actividad comercial del sponsor y la actividad cultural de la fundación que lleva su nombre. De hecho, hubo un tiempo en el que los grandes mecenas apoyaban a las artes sin tener protagonismo. Se contentaban con una mención en tipografía de cuerpo 8 al calce de una segunda de forros, con una placa dorada en la esquina de un edificio, con unas palabras de agradecimiento como preámbulo. Pero nuestra época es una de anuncios estrepitosos, de fiestas faraónicas y publicidad gigante. Ya no se le da carte blanche a un artista para quedar en la sombra: se le comisiona la decoración de una boutique en los Champs-Élysées o la puesta en escena de la inauguración de una sucursal en Tokio. La tienda de bolsos de mano está separada de la galería por un delgado muro, las obras se mezclan con los accesorios que a su vez son presentados en pedestales y acompañadas de una cédula. A partir de ahora, las boutiques de lujo, se pretenden como prototipo de un mundo en el que la mercancía sería arte porque el arte es mercancía. En este mundo todo sería arte porque todo es mercancía. Montándoles pasarelas de oro, los nuevos dueños del mercado del arte han sabido corromper a los expertos y curadores más reputados, contribuyendo así al empobrecimiento intelectual de nuestras instituciones públicas. Esto no les proporciona de ninguna manera los medios para favorecer una idea del arte como tal, puesto que el patrón interviene sin cesar en las transacciones en las que tienen gran interés.
Tampoco hay impermeabilidad entre los negocios y las cosas del arte, no hay, de hecho, ni inocencia, ni altruismo en las ayudas que dichas personas dispensan. Sus empleados tienen siempre el cuidado de recordarnos que el mecenazgo es una antigua y noble tradición. Sin remontar hasta Romain Mécène –delicado amigo de los poetas— citan a Laurent de Médicis, Jacques Doucet o Peggy Guggenheim, de los que los señores Pinault y Arnault serían dignos sucesores. Aún si se tratará de esos gentiles amateurs ilustrados que nos pintan las secciones culturales de los diarios y no de los negociantes sin escrúpulos que nos revela la sección económica, la contabilidad habla por sí misma.
La esencia del verdadero mecenazgo es la dádiva, el gasto ineficiente o, para hablar como Georges Bataille, “improductivo”. Los verdaderos mecenas pierden dinero, es solo por ello que merecen un reconocimiento colectivo. Ni el señor Pinault ni el señor Arnault pierden un céntimo en las artes. No solo desgravan una parte de las ganancias que no se encuentran ya en algún paraíso fiscal y adquieren para sí mismos —con mayor ganancia— salas de subastas, sino que desvían fondos públicos (como en la reciente exposición, tan apropiadamente llamada À double tour, en la Conciergerie2) para eventos que solo aspiran a elevar la cotización de los artistas en los que — temporalmente— han decidido apostar. Destiemplan el mercado apropiándose de todos los eslabones de su cadena, buscando hacer y deshacer glorias. En una palabra: especulan con la colaboración activa de grandes instituciones públicas que intercambian favores por tesorería. Poseedores ya de las fortunas más importantes de Francia, se enriquecen aún más por medio del arte. Los que se presentan ante nosotros como nobles mecenas son en realidad especuladores. ¿Quién no lo sabe? Pero ¿quién lo dice?
Un argumento aún más frágil a favor de este modo de financiación para el arte llama al respeto del espíritu empresarial y a la consideración de los intereses industriales de Francia. ¿No debemos reconocimiento a estas joyas de la corona CAC 403 por la ayuda que aportan a la creación? Basta sin embargo una ojeada a la historia de grupos financieros como los de los hermanos enemigos Kering-Pinault y LVHM-Arnault para entender que ya no se trata, y esto desde hace tiempo, de grupos industriales. Su política es clara y estrictamente financiera y solo la lógica del lucro determina qué empresas adquieren o abandonan. Esto lo han aprendido a la mala más de mil mujeres despedidas recientemente después de haber consagrado su vida profesional a La Redoute4. Hoy, la gran empresa ha perdido su fábrica contra el Just-in-Time5 ; ha extraviado su producción industrial en la jungla asiática. A su política de caja registradora y de evasión fiscal los intereses nacionales le importan poco, como lo prueba el reciente ardid del señor Arnault en Bélgica6. Es la política en sí misma —obsesionada con los dividendos y ganancias a corto plazo— la que ha provocado la mayor crisis económica de los últimos cincuenta años, la que ha puesto de rodillas a naciones enteras y ha arrojado a la miseria y a la desesperación a millones de nuestros vecinos europeos.
Pero qué importa la inmoralidad del capitalismo encarnado en estos nuevos príncipes, nos dicen. Las manifestaciones artísticas no tienen ninguna consecuencia para ellos, que se mueven en otra escala. Este argumento cínico choca contra la evidencia de la orquestación mediática, puesto que la nueva cultura empresarial cree en “El Evento” como en un nuevo Dios. Las finanzas y la comunicación han remplazado a la instalación industrial y al equipo de ventas. Y es que el arte, bueno o malo, favorece el acontecimiento: “El Evento”, a menudo para su desgracia, algunas veces a su pesar. El arte fluctúa como el dinero y este movimiento puede incluso devenir en valor bursátil. Para una sociedad que se sueña rápida, adaptada a los flujos, el arte se ajusta al perfil de objeto del deseo y ofrece así a los nuevos consorcios financieros una vitrina ideal. Pueden esgrimirlo como su proyecto existencial. Y para que esta simbiosis neoliberal sea viable, basta con que el arte se deje absorber, que los artistas renuncien a toda autonomía. No es entonces sorprendente que el academicismo de hoy sea de diseño: chic y plano, de shock y fotogénico, se embala fácilmente en el white cube del museo, se desembala igual de fácil en las profundas mazmorras de los castillos de naipes del mundo de las finanzas. Los museos privados de nuestros multimillonarios son los palacios industriales de hoy.
¿Podemos seguir creyendo que la apropiación de nuestro trabajo y el aval de nuestra presencia son solamente un elemento omisible en sus estrategias? Algunos de entre nosotros se dicen no solo de izquierda, sino marxistas, incluso revolucionarios. ¿Se quedan satisfechos ante tal evasión? ¿El poder aplastante del enemigo hace de él un amigo? En estos tiempos de desempleo masivo, de pauperización de las profesiones intelectuales, de desmantelamiento de los sistemas de protección social y de cobardía gubernamental, los artistas, escritores, filósofos, curadores y críticos: ¿no tenemos nada mejor que hacer que ayudar a estos colosos financieros a recuperar la reputación pérdida? ¿Que contribuir, por poco que sea, a la imagen de su marca? En todo caso, nos parece urgente —en el momento justo en que para la inauguración de una fundación riquísima, su arquitecto (Frank Gehry) es celebrado en el Centre Georges Pompidou7— exigir que las instituciones públicas dejen de servir a los intereses de los grandes grupos privados acomodándose a sus elecciones artísticas. No pretendemos dar lecciones de moral. Queremos simplemente abrir un debate que ya no puede esperar y explicar por qué no vemos ningún motivo de celebración en la inauguración de la Fundación Louis Vuitton para el arte contemporáneo.
Pierre Alferi, escritor.
Giorgio Agamben, filósofo.
Madeleine Aktypi, escritor.
Jean-Christophe Bailly, escritor.
Jérôme Bel, coreógrafo.
Christian Bernard, director del Museo de arte moderno y contemporáneo (Mamco) de Ginebra.
Robert Cahen, artista.
Fanny de Chaillé, coreógrafa.
Jean-Paul Curnier, filósofo.
Pauline Curnier-Jardin, artista.
Sylvain Courtoux, escritor.
François Cusset, escritor.
Frédéric Danos, artista.
Georges Didi-Huberman, historiador de arte.
Suzanne Doppelt, escritor.
Stéphanie Éligert, escritor.
Dominique Figarella, artista.
Alexander García Düttmann, filósofo.
Christophe Hanna, escritor.
Lina Hentgen, artista.
Gaëlle Hippolyte, artista.
Manuel Joseph, escritor.
Jacques Julien, artista.
Suzanne Lafont, artista.
Xavier LeRoy, coreógrafo.
Philippe Mangeot, miembro de la redacción de Vacarme.
Christian Milovanoff, artista.
Marie José Mondzain, filósofo.
Jean-Luc Nancy, filósofo.
Catherine Perret, filósofo.
Olivier Peyricot, diseñador.
Paul Pouvreau, artista.
Paul Sztulman, crítico.
Antoine Thirion, crítico.
Jean-Luc Verna, artista.
Christophe Wavelet, crítico.
Carta publicada el 20 de octubre del 2014 en la revista informativa Mediapart.
Notas de la traductora
(1) «No hay alternativa»: eslogan, atribuido a Margaret Thatcher, utilizado en los años 80 para significar la necesidad y beneficios del libre mercado empresarial, el capitalismo y la mundialización y el inevitable fracaso de cualquier otra orientación.
(2) Referencia a la exposición de obras de la colección privada de François Pinault en la Conciergerie, edificio histórico de París.
(3) Índice bursátil basado en las 40 empresas de capitalización de valores más significativas de Francia.
(4) Empresa perteneciente al hijo de Pinault que recientemente suprimió 1178 puestos de trabajo.
(5) Método japonés de organización para las fábricas que pretende aumentar la productividad y “eliminar el desperdicio”.
(6) Quien solicitó la nacionalidad belga en 2012, arrepintiéndose al poco tiempo ante la presión de la opinión pública(las cargas fiscales belgas son mucho más ligeras que las francesas).
(7) La inauguración de la fundación privada de Arnault coincide con una retrospectiva a su arquitecto en un museo público.
El papel cada vez mayor que juegan en el arte contemporáneo los grandes grupos financieros ligados a la industria del lujo suscita menos debate que el jugado por las tiranías petroleras. En contraste con la inclinación tradicional del mundo del arte hacia las posturas “radicales” y los discursos contestatarios, artistas, intelectuales y críticos de arte parecieran hoy paralizados por el miedo a una fuga de capitales; como si expresar el mínimo disentimiento los pudiera exponer a represalias que afectarían sus bolsillos. En este medio, en general vocinglero —y que ha sabido a veces ser contestatario— reina la omertà en cuanto de financiación se trata. Al manifestar sospechas sobre el altruismo de tal o cual patrón (en el sentido de “mecenas”), la respuesta general suele ser que no hay auto-engaño, pero tampoco alternativa: la famosa TINA (There Is No Alternative1). De este modo, el desentendimiento del Estado, empobrecido por una crisis en la que los mismos grandes grupos financieros han jugado un rol importante, habría condenado al mundo del arte y la cultura a mendigarle a los ricos.
No nos erigimos en modelos de virtud. En el mundo de la cultura, ¿quién no ha participado de una u otra forma en las manifestaciones de una fundación privada? Pero cuando las fortunas más importantes de Francia rivalizan para intervenir de forma masiva en la producción artística, los argumentos clásicos a favor de este tipo de financiación nos parecen débiles e hipócritas.
Durante las manifestaciones artísticas “patrocinadas” de esta forma, se insiste siempre en la separación impermeable entre la actividad comercial del sponsor y la actividad cultural de la fundación que lleva su nombre. De hecho, hubo un tiempo en el que los grandes mecenas apoyaban a las artes sin tener protagonismo. Se contentaban con una mención en tipografía de cuerpo 8 al calce de una segunda de forros, con una placa dorada en la esquina de un edificio, con unas palabras de agradecimiento como preámbulo. Pero nuestra época es una de anuncios estrepitosos, de fiestas faraónicas y publicidad gigante. Ya no se le da carte blanche a un artista para quedar en la sombra: se le comisiona la decoración de una boutique en los Champs-Élysées o la puesta en escena de la inauguración de una sucursal en Tokio. La tienda de bolsos de mano está separada de la galería por un delgado muro, las obras se mezclan con los accesorios que a su vez son presentados en pedestales y acompañadas de una cédula. A partir de ahora, las boutiques de lujo, se pretenden como prototipo de un mundo en el que la mercancía sería arte porque el arte es mercancía. En este mundo todo sería arte porque todo es mercancía. Montándoles pasarelas de oro, los nuevos dueños del mercado del arte han sabido corromper a los expertos y curadores más reputados, contribuyendo así al empobrecimiento intelectual de nuestras instituciones públicas. Esto no les proporciona de ninguna manera los medios para favorecer una idea del arte como tal, puesto que el patrón interviene sin cesar en las transacciones en las que tienen gran interés.
Tampoco hay impermeabilidad entre los negocios y las cosas del arte, no hay, de hecho, ni inocencia, ni altruismo en las ayudas que dichas personas dispensan. Sus empleados tienen siempre el cuidado de recordarnos que el mecenazgo es una antigua y noble tradición. Sin remontar hasta Romain Mécène –delicado amigo de los poetas— citan a Laurent de Médicis, Jacques Doucet o Peggy Guggenheim, de los que los señores Pinault y Arnault serían dignos sucesores. Aún si se tratará de esos gentiles amateurs ilustrados que nos pintan las secciones culturales de los diarios y no de los negociantes sin escrúpulos que nos revela la sección económica, la contabilidad habla por sí misma.
La esencia del verdadero mecenazgo es la dádiva, el gasto ineficiente o, para hablar como Georges Bataille, “improductivo”. Los verdaderos mecenas pierden dinero, es solo por ello que merecen un reconocimiento colectivo. Ni el señor Pinault ni el señor Arnault pierden un céntimo en las artes. No solo desgravan una parte de las ganancias que no se encuentran ya en algún paraíso fiscal y adquieren para sí mismos —con mayor ganancia— salas de subastas, sino que desvían fondos públicos (como en la reciente exposición, tan apropiadamente llamada À double tour, en la Conciergerie2) para eventos que solo aspiran a elevar la cotización de los artistas en los que — temporalmente— han decidido apostar. Destiemplan el mercado apropiándose de todos los eslabones de su cadena, buscando hacer y deshacer glorias. En una palabra: especulan con la colaboración activa de grandes instituciones públicas que intercambian favores por tesorería. Poseedores ya de las fortunas más importantes de Francia, se enriquecen aún más por medio del arte. Los que se presentan ante nosotros como nobles mecenas son en realidad especuladores. ¿Quién no lo sabe? Pero ¿quién lo dice?
Un argumento aún más frágil a favor de este modo de financiación para el arte llama al respeto del espíritu empresarial y a la consideración de los intereses industriales de Francia. ¿No debemos reconocimiento a estas joyas de la corona CAC 403 por la ayuda que aportan a la creación? Basta sin embargo una ojeada a la historia de grupos financieros como los de los hermanos enemigos Kering-Pinault y LVHM-Arnault para entender que ya no se trata, y esto desde hace tiempo, de grupos industriales. Su política es clara y estrictamente financiera y solo la lógica del lucro determina qué empresas adquieren o abandonan. Esto lo han aprendido a la mala más de mil mujeres despedidas recientemente después de haber consagrado su vida profesional a La Redoute4. Hoy, la gran empresa ha perdido su fábrica contra el Just-in-Time5 ; ha extraviado su producción industrial en la jungla asiática. A su política de caja registradora y de evasión fiscal los intereses nacionales le importan poco, como lo prueba el reciente ardid del señor Arnault en Bélgica6. Es la política en sí misma —obsesionada con los dividendos y ganancias a corto plazo— la que ha provocado la mayor crisis económica de los últimos cincuenta años, la que ha puesto de rodillas a naciones enteras y ha arrojado a la miseria y a la desesperación a millones de nuestros vecinos europeos.
Pero qué importa la inmoralidad del capitalismo encarnado en estos nuevos príncipes, nos dicen. Las manifestaciones artísticas no tienen ninguna consecuencia para ellos, que se mueven en otra escala. Este argumento cínico choca contra la evidencia de la orquestación mediática, puesto que la nueva cultura empresarial cree en “El Evento” como en un nuevo Dios. Las finanzas y la comunicación han remplazado a la instalación industrial y al equipo de ventas. Y es que el arte, bueno o malo, favorece el acontecimiento: “El Evento”, a menudo para su desgracia, algunas veces a su pesar. El arte fluctúa como el dinero y este movimiento puede incluso devenir en valor bursátil. Para una sociedad que se sueña rápida, adaptada a los flujos, el arte se ajusta al perfil de objeto del deseo y ofrece así a los nuevos consorcios financieros una vitrina ideal. Pueden esgrimirlo como su proyecto existencial. Y para que esta simbiosis neoliberal sea viable, basta con que el arte se deje absorber, que los artistas renuncien a toda autonomía. No es entonces sorprendente que el academicismo de hoy sea de diseño: chic y plano, de shock y fotogénico, se embala fácilmente en el white cube del museo, se desembala igual de fácil en las profundas mazmorras de los castillos de naipes del mundo de las finanzas. Los museos privados de nuestros multimillonarios son los palacios industriales de hoy.
¿Podemos seguir creyendo que la apropiación de nuestro trabajo y el aval de nuestra presencia son solamente un elemento omisible en sus estrategias? Algunos de entre nosotros se dicen no solo de izquierda, sino marxistas, incluso revolucionarios. ¿Se quedan satisfechos ante tal evasión? ¿El poder aplastante del enemigo hace de él un amigo? En estos tiempos de desempleo masivo, de pauperización de las profesiones intelectuales, de desmantelamiento de los sistemas de protección social y de cobardía gubernamental, los artistas, escritores, filósofos, curadores y críticos: ¿no tenemos nada mejor que hacer que ayudar a estos colosos financieros a recuperar la reputación pérdida? ¿Que contribuir, por poco que sea, a la imagen de su marca? En todo caso, nos parece urgente —en el momento justo en que para la inauguración de una fundación riquísima, su arquitecto (Frank Gehry) es celebrado en el Centre Georges Pompidou7— exigir que las instituciones públicas dejen de servir a los intereses de los grandes grupos privados acomodándose a sus elecciones artísticas. No pretendemos dar lecciones de moral. Queremos simplemente abrir un debate que ya no puede esperar y explicar por qué no vemos ningún motivo de celebración en la inauguración de la Fundación Louis Vuitton para el arte contemporáneo.
Pierre Alferi, escritor.
Giorgio Agamben, filósofo.
Madeleine Aktypi, escritor.
Jean-Christophe Bailly, escritor.
Jérôme Bel, coreógrafo.
Christian Bernard, director del Museo de arte moderno y contemporáneo (Mamco) de Ginebra.
Robert Cahen, artista.
Fanny de Chaillé, coreógrafa.
Jean-Paul Curnier, filósofo.
Pauline Curnier-Jardin, artista.
Sylvain Courtoux, escritor.
François Cusset, escritor.
Frédéric Danos, artista.
Georges Didi-Huberman, historiador de arte.
Suzanne Doppelt, escritor.
Stéphanie Éligert, escritor.
Dominique Figarella, artista.
Alexander García Düttmann, filósofo.
Christophe Hanna, escritor.
Lina Hentgen, artista.
Gaëlle Hippolyte, artista.
Manuel Joseph, escritor.
Jacques Julien, artista.
Suzanne Lafont, artista.
Xavier LeRoy, coreógrafo.
Philippe Mangeot, miembro de la redacción de Vacarme.
Christian Milovanoff, artista.
Marie José Mondzain, filósofo.
Jean-Luc Nancy, filósofo.
Catherine Perret, filósofo.
Olivier Peyricot, diseñador.
Paul Pouvreau, artista.
Paul Sztulman, crítico.
Antoine Thirion, crítico.
Jean-Luc Verna, artista.
Christophe Wavelet, crítico.
Carta publicada el 20 de octubre del 2014 en la revista informativa Mediapart.
Notas de la traductora
(1) «No hay alternativa»: eslogan, atribuido a Margaret Thatcher, utilizado en los años 80 para significar la necesidad y beneficios del libre mercado empresarial, el capitalismo y la mundialización y el inevitable fracaso de cualquier otra orientación.
(2) Referencia a la exposición de obras de la colección privada de François Pinault en la Conciergerie, edificio histórico de París.
(3) Índice bursátil basado en las 40 empresas de capitalización de valores más significativas de Francia.
(4) Empresa perteneciente al hijo de Pinault que recientemente suprimió 1178 puestos de trabajo.
(5) Método japonés de organización para las fábricas que pretende aumentar la productividad y “eliminar el desperdicio”.
(6) Quien solicitó la nacionalidad belga en 2012, arrepintiéndose al poco tiempo ante la presión de la opinión pública(las cargas fiscales belgas son mucho más ligeras que las francesas).
(7) La inauguración de la fundación privada de Arnault coincide con una retrospectiva a su arquitecto en un museo público.
sábado, 27 de diciembre de 2014
Trenes vigilados
Por Daniel Link para Perfil
Me enojé un poco con Flor. No mucho,
pero lo suficiente como para que piense un poco en lo que está
haciendo. No se puede jugar a dos puntas: uno tiene sus sentimientos
y no es justo quedar como idiota. Las promesas son las promesas.
Yo esperaba con ansias la inauguración
de la estación de tren Aeroparque, anunciada para este fin de año.
La de Ciudad Universitaria también, pero sobre todo la de Aeroparque
(en cambio, la estación Panamericana, cerca de Pilar, me importa más
bien poco, aunque conozco muchas personas que van a obtener un gran
beneficio con ella). Flor sabe que, para mí, Ciudad Universitaria
debe integrarse al sistema de subterráneos de Buenos Aires (una
línea nueva, bajo Federico Lacroze, con combinaciones a los dos
ramales de trenes de la línea C, el subte D, el subte B y los trenes
de Chacarita; y después, hasta el Cid Campeador). Pero bueno,
tampoco está mal su plan, y es más barato que el mío. Lo de
Aeroparque era el regalo que me había prometido y yo hasta me había
comprado zapatos nuevos para el primer viaje.
Pero no voy a ir a ninguna
inauguración. No sé quién le llenó la cabeza con ideas raras,
pero para el caso es lo mismo, me da bronca y punto. Yo no me opongo
al tren a Mar del Plata, y hasta me hace ilusión usarlo alguna vez.
Pero ver a Flor ahí sonriendo, feliz con una idea que no fue mía...
Sí, soy celoso. Y no soy de los que se suben a cualquier tren.
Entiendo el impacto popular, veraniego y electoral del asunto. Pero
los sentimientos son los sentimientos y las promesas hay que
cumplirlas.
viernes, 26 de diciembre de 2014
Hasta la victoria, woof!
por Daniel Link para Soy
Se fue el 2014, como un suspiro. El
2015 será mejor, porque es impar, pero tampoco es que éste haya
estado tan mal. Si tuviera que que caracterizarlo, diría que fue un
año de migración para los espíritus sensibles: teniendo en cuenta
los gigantescos progresos que la sociedad civil LGTBI realizó en los
últimos años, arrancándole a un Estado histérico (deseoso de
agradar a toda costa) leyes fundamentales para nosotrxs, era cantado
que todo se volvería Q (de queer: “rara, como encendida”).
Lo raro vino de la mano de una masiva
agitación en favor de los derechos de los animales. Yo mismo he
firmado durante este año decenas de peticiones para que cancelen las
riñas de gallos en tal provincia, las carreras de galgos en tal otra
y para que cierren zoológicos y circos con animales. Este mismo
suplemento desplazó sus reportajes fotográficos de lo puramente
estilístico a la convivencia con animales entendiendo que toda
biopolítica comienza por casa y que no hay casa sin mascota.
Algunos pensarán que la defensa de la
integridad de la vida animal es un acto frívolo. Yo no estoy tan
seguro y miro con distraída simpatía la causa animal, sobre todo
porque es la más rara, la menos exclusiva (no se choca con ninguna
otra, ni siquiera la revolución), la que puede arrastrar a todos y a
cualquiera.
Una vez que se universalizaron ciertos
derechos de las personas (sin que esto implique que hayan
desaparecido el heterosexismo, la transfobia, el pánico homosexual y
demás desviaciones de pensamiento que ninguna ley conseguirá nunca
modificar), nos volcamos a defender a aquellos a los que miramos con
la intriga de quien se mira al espejo para adivinar quién es. Un
animal maltratado, pareciera, abre la puerta para el maltrato a las
personas, para la discriminación y las fantasías de exterminio,
porque es precisamente en ese punto de articulación entre lo humano
y lo animal donde se juega la suerte de cualquier forma de vida
entendida como una singularidad en riesgo (Hitler decía que había
que había que matar a los judíos como piojos).
sábado, 20 de diciembre de 2014
Cómo se cuenta
Por Daniel Link para Perfil
Acabo de terminar con un atracón de
How I Met Your Mother (2005-2014), la sitcom que, durante
nueve temporadas, superó por todo lo alto a su antecedente Friends
(1994–2004) y puede competir por el primer lugar en su género con
Seinfeld (1989–1998). Yo nunca la había visto antes, y
las maratones de Sony me hicieron darme cuenta del tamaño de mi
ignorancia. Bajé todas las temporadas y las fui mirando
completamente cautivado no tanto por el universo amistoso-sentimental
de la pandilla de cinco amigos blancos sino por la audacia narrativa
con la que los guionistas enfrentaron cada uno de los episodios.
La voz
en off de Ted Mosby (Josh Radnor) cuenta a sus hijos adolescentes
cómo conoció a su madre. El presente de la narración es el año
2030, pero el relato se remonta hasta 2005, cuando los cinco amigos
constituyen un módulo narrativo cuyas articulaciones variarán de
temporada en temporada. La madre de los hijos de Ted ocupa tan poco
lugar en esa historia que los adolescentes (varón y mujer)
terminarán dándose cuenta de que el asunto es una excusa para decir
otra cosa.
Como
en Las mil y una noches,
la narración incluye otros relatos y éstos otros, y así hasta el
infinito. Por ejemplo: Ted Mosby cuenta un episodio particular de su
vida sentimental, a propósito del cual recuerda una cena
desencaminada entre Robin Scherbatsky (Cobie Smulders) y Marshall
Eriksen (Jason Segel), en la que el segundo le cuenta a la primera
una conversación que tuvo con Barney Stinson (Neil Patrick Harris),
que incluye la “Leyenda de la sirena”, contada por Barney y que
motiva el enojo anacrónico, hasta el final del relato, de Lily
Aldrin (Alyson Hannigan). Cada bloque del episodio trae una versión
aproximada de lo que se dijo en alguna de esas instancias y sus
efectos (sabemos que el relato no vale sólo por lo que dice sino
sobre todo por lo que hace).
La
serie hace uso de los recursos narrativos que Lost impuso
en la televisión, lo que queda claro en el homenaje de la última
temporada con la aparición de Jorge García (Hugo), quien repite los
números 4 8 15 16 23 42, cuando le piden que diga una secuencia de
números al azar.
Sin
embargo, nada hay de azaroso en How I Met Your Mother, sino
una calculada meditación de los procesos narrativos. Violentas
restrospecciones, alguna que otra prospección, sistemas de cajas
chinas, desdoblamientos de personajes (el personaje “actual”
discutiendo con una versión “previa” y una versión “posterior”)
convierten a la serie en un producto cultísimo (“J'accuse…!”,
es un latiguillo repetido por los personajes a lo largo de los 208
episodios) que interroga sistemáticamente los modos de existencia
del relato.
How
to Get Away with Murder
(2014) es otro extraordinario ejercicio narrativo protagonizado por
la abogada penalista Annalise Keating (Viola Davis), su equipo de
trabajo, su marido, su amante y cinco alumnos que compiten por su
predilección. Además de su trabajo en la corte, Annalise enseña en
una universidad de Filadelfia las artes necesarias para hacer zafar
de las acusaciones de asesinato a sus defendidos. El asunto dejará
de ser meramente académico porque habrá un asesinato verdadero que
involucrará a todos los personajes de la serie. Annalise sufre casi
todo el tiempo (especialmente cuando la actriz, soberbia, se quita el
maquillaje y la peluca para quedar desnuda ante su propia verdad en
el espejo).
La
narración usa como presente una determinada noche en la que los
estudiantes univertivos que ocupan cada uno de los capítulos, cada
uno de los cuales desarrolla la perspectiva de uno de los personajes,
lo que modifica lo que sabíamos previamente.
El
modelo narrativo de How
to Get Away with Murder
es un poco más vanguardista que el de How
I Met Your Mother, pero
los dos son igualmente complejos: entre Las
mil y una sitarios encienden una fogata. Todo el cuento vendrá,
pues, en flashes retrospecnoches
y La
piedra lunar
de Wilkie Collins o El
cuarteto de Alejandría
de Lawrence Durrell se juega el destino de la narración y de la
experiencia que asociamos con ese ritual que vuelve a nosotros desde
el fondo de los tiempos, contar el cuento. No nos importa tanto la
verdad del asunto sino el goce de su retroceso infinito a través del
laberinto narrativo.
viernes, 19 de diciembre de 2014
Orfebrería dérmica
por Daniel Link para Soy
Hace un tiempo, mientras realizaba mis rutinas en un gimnasio de la calle Pasco, me asaltó una pregunta que no tenía que ver, en este caso particular, con los debates sobre las llagas de Cristo, el universalismo paulino, la circuncisión de los judíos o las marcas biopolíticas (la de los apestados o los locos), aunque involucre todas esas dimensiones de interrogación. La pregunta que me hice ante el espejo del gimnasio fue: ¿qué es un cuerpo marcado? Estuve años meditando en el asunto, porque a las marcas propias del trabajo muscular, que se imponen como una epidermis o un traje artificial sobre el cuerpo dado, se superponían a veces otras marcas, las de los tatuajes, no tanto la inscripción del mundo sobre el cuerpo, sino una ex-cripción: una episteme entera impresa que sale del cuerpo como un hálito, o un cuerpo, como quiere Jean-Luc Nancy, ex-crito:
De un cuerpo no hay nada que descifrar — salvo esto, que la cifra de un cuerpo es ese mismo cuerpo, no cifrado, extenso. La visión de los cuerpos no penetra en nada invisible: es cómplice de lo visible, de la ostensión y de la extensión que lo visible es. Complicidad, consentimiento: el que ve comparece con lo que ve. Así se disciernen, según la medida infinitamente finita de una justa claridad.
Un escorpión, unas manos en posición de rezo, una tela de araña, una sirena, una serpiente, una mujer de aspecto étnico.... diseñan un escándalo barroco, un cuerpo puesto en posición de complicidad y consentimiento. Cito a Severo Sarduy (Ensayos generales sobre el Barroco, etc.), de una vez y para siempre:
La tortura y el tatuaje pertenecen a ese mismo registro del desmembramiento de la fragmentacion facticia. Con el dolor o con la tinta se delimita una parte del cuerpo, y, a fuerza de "trabajo", se la separa de la imagen del cuerpo como totalidad. El miembro cifrado o torturado, marcado por la singularidad, remite a otro: el maternal y falico del que todo el resto del cuerpo, convertido en un objeto insensible, en un cuerpo-cero, se ha expulsado, desterrado.
Sólo el fragmento cubierto por el tatuaje -iniciales, anclas y corazones vienen siempre a inscribirse, como por casualidad, sobre los bíceps, los musculos más erectiles-, realzado por la tinta minuciosa, o sometido a la torsion, al dolor, tiene acceso al endurecimiento, a la ereccion notoria, a golpear con su tension. El resto no merece mas que pudor: flaccidez y aburrimiento.
El tatuaje sirve para desmentir la ilusión antropomórfica, el engaño de un cuerpo íntegro, con organos, la ilusión de sus gestos: el acceso a la representacion. Sarduy precisa:
Orfebrería dermica, incision de un jeroglífico letal: vestigio del demembramiento nocturno, de la cerernonia sádica, la preparación del doble infernal. Presentacion o materialización -como se dice en brujería de un fetiche, en el sentido etimologico del termino: del portugués fetiço, lo hecho, el hacer que se ve.
Los tatuajes son la marca de lo hecho: el cuerpo hecho, manufacturado, como negación del cuerpo natural, pero también la apertura hacia el cuerpo "historizado" (como se dice "historizada" de una fachada muy ornamentada), hacia las sucesivas capas de Tiempo que constituyen un cuerpo y que transforman la pregunta originaria en otra: "¿Cuándo nace un cuerpo?". Para saberlo, hay que examinar sus marcas.
En todo caso, si el cuerpo fuera Deo Donante o Deo Volente, el cuerpo de factum, el fetiche, el postizo de las marcas de ex-critura, vendría a desmentir esa premisa, al estar inscripto como una marca de orfebrería epidérmica sobre un cuerpo que nació sin ella, inmaculado. ¿No es lo inmaculado de un cuerpo lo que lo arroja del mundo, hacia lo alto, su compromiso con la trascendencia y con el cielo? Herido, fetichizado, hechizado, el cuerpo tatuado dice una verdad que al mismo tiempo desmiente: es un cuerpo que, por marcado, establece consigo mismo una relación paradojal: dice lo histórico y al mismo tiempo lo niega, o dice que la historia no es sino la persistencia del Pasado, a través de unas marcas en el cuerpo, en el presente. La historia no es lo que ya pasó, sino lo que sigue sucediendo.
miércoles, 17 de diciembre de 2014
lunes, 15 de diciembre de 2014
sábado, 13 de diciembre de 2014
Agua brava
Por Daniel Link para Perfil
Pensaba debatir con Rafael Spregelburd
sus últimas consideraciones sobre el cilantro y el gusto a culo,
pero una cosa lleva a la otra y según mi calendario personal esta
semana me toca referirme a las políticas municipales o provinciales
o, en su defecto, a algún aspecto de lo que sucede en el vasto y
ajeno mundo.
Para lo segundo, podría referirme al
inminente comienzo de la obra del Canal de Nicaragua, que ya se ha
convertido en uno de los casos de corrupción más sonados de laregión.
Pero me da pereza, así que elijo
dirigirme al Sr. Scioli, quien estuvo el fin de semana pasado
almorzando (o comiendo, no lo recuerdo, porque mi mamá graba los
programas y los ve a cualquier hora) con la Sra. Legrand, haciendo
campaña para su precandidatura presidencial. Presentaba, parece
(porque no me quedé mirando el tape maternal), un libro de
fotografías.
Se me ocurrió que podríamos mandarle
al Sr. Scioli las fotos del pantano en que se ha convertido nuestro
barrio suburbano después de las penúltimas lluvias, a ver si
logramos conmoverlo y conseguimos el asfalto. O mejor todavía, el
agua corriente, porque el agua de pozo con la que nos abastecemos
está contaminada (cosa que hemos notado por los violentos cólicos y
los episodios de colitis que sufrimos cada fin de semana que nos
instalamos en nuestra casita del conurbano) y, aunque no la bebamos
desde 2009, cuando hubo denuncias por exceso de arsénico en las napas, la usamos para lavar las verduras de las ensaladas o para
hacer el café de la mañana. Al rato de la ingesta ya se nos va la
vida, y no siempre recordamos que debemos tomar las precauciones a
las que vivir en condiciones sanitarias deficientes nos obligan.
Como el Sr. Scioli se declaró atento a
las necesidades de los bonaerenses, confío en su sensibilidad para
que nos ponga agua corriente. Los niños vecinos, que no toman agua
mineral por razones económicas, la deben pasar peor que nosotros.
viernes, 12 de diciembre de 2014
Restos de vida
Lo feo de mudarse son las partes de uno que van quedando en la vereda. De la cuarta bolsa de consorcio repleta de papeles, esto fue lo que no tuvo la aceptación de los recicladores amateurs del barrio:
sábado, 6 de diciembre de 2014
Subsidio al ser
Por Cristina Fernández Link para Perfil
¡Qué tarada soy, cómo me arrepiento
de mi pereza! Recordarán que cuando salió la Ley de Identidad de
Género (promovida por la Dra. Litarda, una activa activista que dio
la vuelta al mundo gracias al artículo de la “autopercepción”)
yo titubee en el momento de cambiar mi nombre por el de una mujer de
mucho predicamento (Irma Roy, habría elegido en otras épocas, pero
por entonces me pareció bien pasar a llamarme Cristina Fernández Link). Mis amigos y mi familia me convencieron de que el tramiterío
iba a ser abrumador y desistí de cambiar mi nombre.
Ahora, resulta que hay dos proyectos de
ley para subsidiar a las personas trans de más de cuarenta años con
un estipendio mensual de ocho mil pesos (ajustables según el precio
de la nafta). ¡Ocho mil pesos! Mucho más que la jubilación y la
pensión sumadas que cobra mi madre después de haber trabajado
durante toda su vida y de haber cuidado a su marido hasta la
muerte... La mitad de lo que yo gano como profesora regular con
dedicación exclusiva de la Universidad de Buenos Aires. ¡Casi lo
mismo que cobran las becarias doctorales del CONICET! Y yo, por
pereza, ¡me pierdo estos pingües beneficios de la afirmative
action y la discriminación positiva!
Si ahora iniciara los trámites para el
cambio de nombre, todo el mundo me acusaría, con razón, de
oportunista. No sé por qué me hace esto la Litarda, que en sus
declaraciones habla de vidas “desterritorializadas” en un sentido
completamente inadecuado a esa categoría que yo manejo prácticamente
desde la cuna (hace décadas que doy cátedra sobre
“desterritorializaciones”, he evaluado tesis sobre
“desterritorialización”). Propongo que se universalicen los
beneficios del proyecto de ley y se subsidie (o se den pensiones
graciables) a todas las víctimas de la heteronormatividad, con
independencia de la cuestión de género. ¡Quiero ocho mil pesos al
menos como víctima probada del kirchnerismo!
miércoles, 3 de diciembre de 2014
martes, 2 de diciembre de 2014
La raza maldita
Contra la cultura escénica
por Fishel Szlajen para Infobae
Seis son algunos de los más impactantes sucesos legislativos de los últimos años que consolidan la creciente cultura de la simulación en contraste con la realidad. A saber:
1) La ley de "matrimonio igualitario" atribuye a la relación amorosa y sexuada entre dos personas del mismo género la institución matrimonial, cuando históricamente ésta surgió por motivos de herencia y sucesión patrimonial, teniendo la función de estructurar la sociedad constituyendo su base raigal y de desarrollo, y en consecuencia reglada estatalmente mediante el casamiento civil, como un acto de interés nacional y público. El matrimonium siempre tuvo una base biológica refiriendo al género femenino significando matris/matreum-monium/muniens "cuidado o protección de la madre o mujer, mater-matrix (madre, matriz)", y donde la estructura elemental de parentesco madre-padre nunca fue por la orientación sexual de las personas sino por sus distinciones antropológicas. Por ello, el matrimonio no es la legalización de un vínculo sexual o amoroso, perteneciendo éste al dominio privado. En el judaísmo, el precepto de unión marital se impone como exclusiva entre hombre y mujer (Gén. 2:24, TB, San.58a), adicionando la clara y terminante prohibición de toda relación homosexual masculina (Lev. 18:22 y 20:13), detallando ambas talmúdicamente y codificadas legalmente. Éste es el revolucionario concepto de la sexualidad en el judaísmo, no como un juego de roles y poder en función de los deseos y pulsiones individuales, tal como en numerosas y pretéritas sociedades paganas, sino como una actividad reglada y relacionada al género. Así, alejándose de la sociedad de sexualidad intercambiable, la Torá comanda que la mishpajá (familia) acorde a su raíz shifjá (sierva), a partir de la relación hombre-mujer, no sólo sea la voluntad divina en cuanto a su constitución sino que la sirva dando lugar al desarrollo tribal, social, popular y nacional. No obstante hoy se atribuye el matrimonio a personas del mismo género simulando una relación y función individual y social que no se le ajusta, aparentando ser del mismo tenor.
2) Análoga simulación acontece con la ley de "identidad de género" cuando éste no es el rol sexual del individuo ni la construcción socio-cultural del estándar masculino y femenino, sino que es la propia diferencia biológica manifiesta en el ADN de cada sujeto. Ninguna intervención quirúrgica genital ni tratamiento hormonal cambia el género codificado en el ADN, permaneciendo éste inmutable. Luego, aquí no hay identidad de género sino de apariencia o externalidad genital, i.e. transgenitalidad, o bien un trasvestismo, prohibido desde el Deut. 22:5 y TB, Nazir 59a.
3) Una ficción similar acontece en la pretendida equivalencia entre discriminación y restricción, donde la primera refiere al injusto trato por motivos étnicos, religiosos, políticos, de género o ideológico, malogrando la satisfacción de los mismos derechos; mientras que la segunda es la propia condición de la ley y su fundamento, la cual por ejemplo impide contraer matrimonio a menores de edad, indocumentados o sin divorcio vincular, y no por ello discriminando a todo el que no cumpla con dichas imposiciones.
4) La petición para despenalizar el aborto a demanda nuevamente manifiesta esta cultura escénica, simulando que el ser humano en su etapa prenatal no es tal, omitiendo que el cigoto es una vida humana diferente a la de su madre desarrollándose dentro de su vientre; un ser humano dentro de otro (Gén. 9:6 y TB, San.57b), el cual si bien no es antropomórfico, de no violentarlo desde fuera necesariamente lo será sin otra posibilidad, siendo dicha necesidad lo que hace que en el judaísmo desde el momento de la concepción exista un ser humano actual y no en potencia, con independencia de su estatus jurídico de persona. Esto comprobado por la bibliografía embrionaria, biológica molecular y genética, donde desde el cigoto cuyo ADN es distinto al de sus progenitores, y hasta la ancianidad y muerte hay una continuidad de vida sin un punto de inflexión objetivo en la categoría de humano, donde el cigoto es su primer fenotipo genotípicamente igual hasta la vejez, sin que un bebe sea menos ser humano que un anciano. Pero hoy, dado que dicho ser humano transcurre por naturaleza sus primeros meses de vida dentro del cuerpo de su madre, se lo pretende considerar un mero apéndice prescindible y por ello peticionando un supuesto derecho a manipularlo arbitrariamente, cuando realmente es un ser humano vivo diferente de su madre.
5) Misma ficción es manifiesta en la ley de "muerte digna", no sólo errando en el concepto y uso de "digno", sino sobre todo simulando que sólo la acción y no la omisión conlleva responsabilidad moral, cuando sabido es que ante la relevancia para provocar, acelerar, desatender o no impedir un evento, en este caso la prematura muerte del paciente, todas son pasibles de responsabilidad y sanción. Esto es, ya desde la Torá y no sólo restringido a ella, tanto la acción como la omisión, ante el conocimiento, alternativas y medios, conllevan responsabilidad moral cuando son relevantes para la ocurrencia del suceso (Lev. 19:16 y Deut. 22:8). Caso contrario, no debería haber responsabilidad por omitir alimentar al hijo, por suprimir insulina a un diabético o por abandono de persona, cuando dichas omisiones resultan en las respectivas muertes. Dicha Ley no sólo simula la ausencia de responsabilidad moral del omitente quien consciente e intencionalmente acelera la muerte del paciente, sino que también supone al médico como funcionario y cómplice de los deseos suicidas del paciente, transgrediendo los derechos del profesional violando su juramento hipocrático; haciendo del hospital un asilo para el suicidio asistido cuando en verdad es un ámbito para el diagnóstico y tratamiento.
6) El proyecto de "despenalización de drogas" patentiza la ficción donde el abandono es libertad o derecho individual, y que una sociedad casi anómica es la de un ciudadano con conciencia cívica, enmascarando así la corrupción e ineficiencia de la función pública despenalizando lo otrora prohibido para automáticamente eximir de responsabilidad a los involucrados en las diferentes áreas de competencia simulando la solución del problema. Así, en lugar de promover y eficientizar las políticas de salud pública para asistencia y prevención de adicciones, alejando al ciudadano de drogas y alcohol, se lo abandona a su impulsos en una sociedad donde ni siquiera se aplica la ley vigente y aumenta el nivel de automovilistas alcoholizados más el delito asociado al consumo de sustancias psicoactivas. Este abandono del ciudadano a sus deseos simula hoy ser libertad, a diferencia de cuando Ds libera al pueblo judío de la esclavitud en Egipto no para abandonarlo a sus pulsiones en el desierto sino para darles la Ley rigiéndose por ella, individual y nacionalmente. Más, así como en el Deut. 21:18-21 se penaliza al "descarriado y rebelde" definido como quien roba al padre para comprar y engullir carne y vino rigiéndose por sus pulsiones, despenalizar/permitir las drogas y más aún en el actual estado de la sociedad, es promover sustancias que estimulan voluptuosidades mucho mayores a la gula, exacerbando e incitando aún más la animalidad a la cual difícilmente uno puede sobreponerse, transgrediendo y aun delinquiendo en mayor medida.
Concluyendo, lo subyacente a esta cultura de la apariencia es la más peligrosa ficción, la de la ley como instrumento legitimador de pasiones personales a expensas del prójimo y de la sociedad y su consecuente degradación, cuando en realidad la Ley oficia de restricción habilitante reduciendo la animalidad impulsiva y desiderativa para permitir la humanidad promoviendo el mutuo bienestar, un individuo y ciudadano virtuoso más una sociedad de calidad. El judaísmo, fundado en la Ley a partir del pacto entre Ds y el pueblo de Israel, urge así al Pacto Social a que retorne a su fuente.
por Fishel Szlajen para Infobae
Seis son algunos de los más impactantes sucesos legislativos de los últimos años que consolidan la creciente cultura de la simulación en contraste con la realidad. A saber:
1) La ley de "matrimonio igualitario" atribuye a la relación amorosa y sexuada entre dos personas del mismo género la institución matrimonial, cuando históricamente ésta surgió por motivos de herencia y sucesión patrimonial, teniendo la función de estructurar la sociedad constituyendo su base raigal y de desarrollo, y en consecuencia reglada estatalmente mediante el casamiento civil, como un acto de interés nacional y público. El matrimonium siempre tuvo una base biológica refiriendo al género femenino significando matris/matreum-monium/muniens "cuidado o protección de la madre o mujer, mater-matrix (madre, matriz)", y donde la estructura elemental de parentesco madre-padre nunca fue por la orientación sexual de las personas sino por sus distinciones antropológicas. Por ello, el matrimonio no es la legalización de un vínculo sexual o amoroso, perteneciendo éste al dominio privado. En el judaísmo, el precepto de unión marital se impone como exclusiva entre hombre y mujer (Gén. 2:24, TB, San.58a), adicionando la clara y terminante prohibición de toda relación homosexual masculina (Lev. 18:22 y 20:13), detallando ambas talmúdicamente y codificadas legalmente. Éste es el revolucionario concepto de la sexualidad en el judaísmo, no como un juego de roles y poder en función de los deseos y pulsiones individuales, tal como en numerosas y pretéritas sociedades paganas, sino como una actividad reglada y relacionada al género. Así, alejándose de la sociedad de sexualidad intercambiable, la Torá comanda que la mishpajá (familia) acorde a su raíz shifjá (sierva), a partir de la relación hombre-mujer, no sólo sea la voluntad divina en cuanto a su constitución sino que la sirva dando lugar al desarrollo tribal, social, popular y nacional. No obstante hoy se atribuye el matrimonio a personas del mismo género simulando una relación y función individual y social que no se le ajusta, aparentando ser del mismo tenor.
2) Análoga simulación acontece con la ley de "identidad de género" cuando éste no es el rol sexual del individuo ni la construcción socio-cultural del estándar masculino y femenino, sino que es la propia diferencia biológica manifiesta en el ADN de cada sujeto. Ninguna intervención quirúrgica genital ni tratamiento hormonal cambia el género codificado en el ADN, permaneciendo éste inmutable. Luego, aquí no hay identidad de género sino de apariencia o externalidad genital, i.e. transgenitalidad, o bien un trasvestismo, prohibido desde el Deut. 22:5 y TB, Nazir 59a.
3) Una ficción similar acontece en la pretendida equivalencia entre discriminación y restricción, donde la primera refiere al injusto trato por motivos étnicos, religiosos, políticos, de género o ideológico, malogrando la satisfacción de los mismos derechos; mientras que la segunda es la propia condición de la ley y su fundamento, la cual por ejemplo impide contraer matrimonio a menores de edad, indocumentados o sin divorcio vincular, y no por ello discriminando a todo el que no cumpla con dichas imposiciones.
4) La petición para despenalizar el aborto a demanda nuevamente manifiesta esta cultura escénica, simulando que el ser humano en su etapa prenatal no es tal, omitiendo que el cigoto es una vida humana diferente a la de su madre desarrollándose dentro de su vientre; un ser humano dentro de otro (Gén. 9:6 y TB, San.57b), el cual si bien no es antropomórfico, de no violentarlo desde fuera necesariamente lo será sin otra posibilidad, siendo dicha necesidad lo que hace que en el judaísmo desde el momento de la concepción exista un ser humano actual y no en potencia, con independencia de su estatus jurídico de persona. Esto comprobado por la bibliografía embrionaria, biológica molecular y genética, donde desde el cigoto cuyo ADN es distinto al de sus progenitores, y hasta la ancianidad y muerte hay una continuidad de vida sin un punto de inflexión objetivo en la categoría de humano, donde el cigoto es su primer fenotipo genotípicamente igual hasta la vejez, sin que un bebe sea menos ser humano que un anciano. Pero hoy, dado que dicho ser humano transcurre por naturaleza sus primeros meses de vida dentro del cuerpo de su madre, se lo pretende considerar un mero apéndice prescindible y por ello peticionando un supuesto derecho a manipularlo arbitrariamente, cuando realmente es un ser humano vivo diferente de su madre.
5) Misma ficción es manifiesta en la ley de "muerte digna", no sólo errando en el concepto y uso de "digno", sino sobre todo simulando que sólo la acción y no la omisión conlleva responsabilidad moral, cuando sabido es que ante la relevancia para provocar, acelerar, desatender o no impedir un evento, en este caso la prematura muerte del paciente, todas son pasibles de responsabilidad y sanción. Esto es, ya desde la Torá y no sólo restringido a ella, tanto la acción como la omisión, ante el conocimiento, alternativas y medios, conllevan responsabilidad moral cuando son relevantes para la ocurrencia del suceso (Lev. 19:16 y Deut. 22:8). Caso contrario, no debería haber responsabilidad por omitir alimentar al hijo, por suprimir insulina a un diabético o por abandono de persona, cuando dichas omisiones resultan en las respectivas muertes. Dicha Ley no sólo simula la ausencia de responsabilidad moral del omitente quien consciente e intencionalmente acelera la muerte del paciente, sino que también supone al médico como funcionario y cómplice de los deseos suicidas del paciente, transgrediendo los derechos del profesional violando su juramento hipocrático; haciendo del hospital un asilo para el suicidio asistido cuando en verdad es un ámbito para el diagnóstico y tratamiento.
6) El proyecto de "despenalización de drogas" patentiza la ficción donde el abandono es libertad o derecho individual, y que una sociedad casi anómica es la de un ciudadano con conciencia cívica, enmascarando así la corrupción e ineficiencia de la función pública despenalizando lo otrora prohibido para automáticamente eximir de responsabilidad a los involucrados en las diferentes áreas de competencia simulando la solución del problema. Así, en lugar de promover y eficientizar las políticas de salud pública para asistencia y prevención de adicciones, alejando al ciudadano de drogas y alcohol, se lo abandona a su impulsos en una sociedad donde ni siquiera se aplica la ley vigente y aumenta el nivel de automovilistas alcoholizados más el delito asociado al consumo de sustancias psicoactivas. Este abandono del ciudadano a sus deseos simula hoy ser libertad, a diferencia de cuando Ds libera al pueblo judío de la esclavitud en Egipto no para abandonarlo a sus pulsiones en el desierto sino para darles la Ley rigiéndose por ella, individual y nacionalmente. Más, así como en el Deut. 21:18-21 se penaliza al "descarriado y rebelde" definido como quien roba al padre para comprar y engullir carne y vino rigiéndose por sus pulsiones, despenalizar/permitir las drogas y más aún en el actual estado de la sociedad, es promover sustancias que estimulan voluptuosidades mucho mayores a la gula, exacerbando e incitando aún más la animalidad a la cual difícilmente uno puede sobreponerse, transgrediendo y aun delinquiendo en mayor medida.
Concluyendo, lo subyacente a esta cultura de la apariencia es la más peligrosa ficción, la de la ley como instrumento legitimador de pasiones personales a expensas del prójimo y de la sociedad y su consecuente degradación, cuando en realidad la Ley oficia de restricción habilitante reduciendo la animalidad impulsiva y desiderativa para permitir la humanidad promoviendo el mutuo bienestar, un individuo y ciudadano virtuoso más una sociedad de calidad. El judaísmo, fundado en la Ley a partir del pacto entre Ds y el pueblo de Israel, urge así al Pacto Social a que retorne a su fuente.
lunes, 1 de diciembre de 2014
domingo, 30 de noviembre de 2014
sábado, 29 de noviembre de 2014
La salud de los enfermos
Por Daniel Link para Perfil
El destino del roble enfermo de la casa suburbana donde yo pensaba pasar mis últimos días (“Mea requiem”, la llamamos, y en el portón pusimos un cartel que dice “Cave Canem”, Cuidado con el Perro, que trajimos de Roma) ha mejorado con el correr de las semanas. Los fungicidas que le insertaron en la corteza según prescripción de los especialistas que lo visitaron parecen haber dado resultado y lentamente la copa vuelve a reverdecer.
Descubrimos, por otro lado, que una intervención arquitectónica muy mal pensada había provocado la podredumbre de buena parte de la base del tronco (lo que, naturalmente, explica que el gigante hubiera sido víctima de los parásitos minúsculos que lo atacaron al comienzo de la primavera) y hubo que limpiar el agujero, luego pintar el interior con sulfato de cobre y, finalmente, rellenarlo con material para evitar mayores daños.
El asunto provocó una crisis familiar de considerables proporciones porque yo me di cuenta de que si el roble se moría yo no iba a poder soportar vivir en esa casa sin su sombra majestuosa. Me dediqué a diseñar proyectos alternativos para mi retiro del mundo, asunto para el que tengo diez o quince años por delante (y como he dedicado los últimos veinte a un destino que ya creía resuelto, pensé que el tiempo no me iba a alcanzar). Ahora todo volvió a una seudo-normalidad y ya empezamos a encarar las tareas de jardinería propias del verano (la reposición de las lámparas para las luces exteriores, ténganlo en cuenta los señores del INDEC, nos costó cerca de 3.000 pesos).
Mi familia no entiendió mi posición (de “drama queen”, lo admito) y todos creyeron que exageraba o que mentía y dejaron de hablarme del “problema”. Yo le pasé las escrituras de la casa a mi hija para que, por si acaso, la pusiera a su nombre y al de su hermano y empezaran a hacerse cargo del mantenimiento. Fue una buena ocurrencia, con independencia de la salud del roble, que además me sirvió para pensar en mi propia declinación.
Me doy cuenta de que soy capaz de soportar casi todo, salvo lo irreparable, y he conectado con la suerte de ese árbol la de mi vida... dañada.
Al escribir estas palabras crueles (para conmigo mismo) me acuerdo del Adorno de Mínima Moralia y voy a ver si allí dice algo de robles (porque habla sobre todos los asuntos). El buscador encuentra la secuencia de letras, pero incorporada a la palabra “p-roble-ma”.
Para mí, como para Mínima Moralia, el roble es el corazón del problema, y de ahí mi tristeza de habitante de un país irredento, con muchos muertos que lo visitan en sus sueños, ante la imposiblidad de ver las cosas desde la perspectiva de la redención.
Como yo, a diferencia de Adorno, no pienso que “la pregunta por la realidad o irrealidad de la redencion misma resulta poco menos que indiferente”, me desespera la desesperanza: la mera posiblidad de que la redención no pueda ya estar en el horizonte de mi suburbio.
El destino del roble enfermo de la casa suburbana donde yo pensaba pasar mis últimos días (“Mea requiem”, la llamamos, y en el portón pusimos un cartel que dice “Cave Canem”, Cuidado con el Perro, que trajimos de Roma) ha mejorado con el correr de las semanas. Los fungicidas que le insertaron en la corteza según prescripción de los especialistas que lo visitaron parecen haber dado resultado y lentamente la copa vuelve a reverdecer.
Descubrimos, por otro lado, que una intervención arquitectónica muy mal pensada había provocado la podredumbre de buena parte de la base del tronco (lo que, naturalmente, explica que el gigante hubiera sido víctima de los parásitos minúsculos que lo atacaron al comienzo de la primavera) y hubo que limpiar el agujero, luego pintar el interior con sulfato de cobre y, finalmente, rellenarlo con material para evitar mayores daños.
El asunto provocó una crisis familiar de considerables proporciones porque yo me di cuenta de que si el roble se moría yo no iba a poder soportar vivir en esa casa sin su sombra majestuosa. Me dediqué a diseñar proyectos alternativos para mi retiro del mundo, asunto para el que tengo diez o quince años por delante (y como he dedicado los últimos veinte a un destino que ya creía resuelto, pensé que el tiempo no me iba a alcanzar). Ahora todo volvió a una seudo-normalidad y ya empezamos a encarar las tareas de jardinería propias del verano (la reposición de las lámparas para las luces exteriores, ténganlo en cuenta los señores del INDEC, nos costó cerca de 3.000 pesos).
Mi familia no entiendió mi posición (de “drama queen”, lo admito) y todos creyeron que exageraba o que mentía y dejaron de hablarme del “problema”. Yo le pasé las escrituras de la casa a mi hija para que, por si acaso, la pusiera a su nombre y al de su hermano y empezaran a hacerse cargo del mantenimiento. Fue una buena ocurrencia, con independencia de la salud del roble, que además me sirvió para pensar en mi propia declinación.
Me doy cuenta de que soy capaz de soportar casi todo, salvo lo irreparable, y he conectado con la suerte de ese árbol la de mi vida... dañada.
Al escribir estas palabras crueles (para conmigo mismo) me acuerdo del Adorno de Mínima Moralia y voy a ver si allí dice algo de robles (porque habla sobre todos los asuntos). El buscador encuentra la secuencia de letras, pero incorporada a la palabra “p-roble-ma”.
Para mí, como para Mínima Moralia, el roble es el corazón del problema, y de ahí mi tristeza de habitante de un país irredento, con muchos muertos que lo visitan en sus sueños, ante la imposiblidad de ver las cosas desde la perspectiva de la redención.
Como yo, a diferencia de Adorno, no pienso que “la pregunta por la realidad o irrealidad de la redencion misma resulta poco menos que indiferente”, me desespera la desesperanza: la mera posiblidad de que la redención no pueda ya estar en el horizonte de mi suburbio.
viernes, 28 de noviembre de 2014
¡Litarda, me hubieras avisado!
By the way, Emiliana: "Desterritorialización" es... "desterritorialización". Después te explico.
Juan sin tierra
por Daniel Link para Soy
El llamado telefónico me desconcierta:
una periodista de La Nación quiere saber qué pienso del
Cervantes otorgado a Juan Goytisolo (Barcelona, 1931). A esas horas
de la mañana, no sabía que Juan Goytisolo hubiera ganado el
prestigioso premio pero, todavía más: no sabía que no lo había ya
ganado en alguna edición previa, porque, justo es decirlo, Juan
Goytisolo es el novelista más importante del siglo XX español:
Señas de identidad (1966) y Reivindicación del conde don
Julián (1970), ambas publicadas en México, dado que en ese
momento Goytisolo y la España franquista sostenían una política de
cero tolerancia mutua, alcanzarían para colocarlo en ese alto
sitial, pero también están Juan sin Tierra (1975), Makbara
(1980), Paisajes después de la batalla (1982) o Las
virtudes del pájaro solitario (1988) para subrayar las
cualidades de una obra al mismo tiempo luminosa y sombría que
merecía, desde hace décadas, el Cervantes y todos los demás
premios que se quisieran otorgarle (ha ganado ya el Premio Europalia,
el Octavio Paz, el Juan Rulfo, el Premio Nacional de las Letras
Españolas, el Premio de las Artes y las Culturas, el Premio
Formentor, si es que esa nómina tiene algún sentido).
En los fundamentos del Cervantes, el
jurado ha destacado «su capacidad indagatoria en el lenguaje y
propuestas estilísticas complejas, desarrolladas en diversos géneros
literarios; por su voluntad de integrar a las dos orillas, a la
tradición heterodoxa española y por su apuesta permanente por el
dialogo intercultural».
Heterodoxia es, en efecto, una palabra
que le cuadra bien a los gestos y posiciones de Goytisolo, con los
cuales no siempre se puede estar de acuerdo (deploro personalmente su
idealización del Islam). Disidencia es otra de ellas, puesta como
denominación de sus eruditos y festivos ensayos sobre la literatura
española de los Siglos de Oro, y más allá: Disidencias
(1996).
Juan Goytisolo nació en el seno de una
familia burguesa extremadamente conservadora cuyos retoños son todos
nombres inevitables de la historia literaria española (José
Agustín, Juan y Luis):
“La fobia visceral de mi padre a los homosexuales -cuyo símbolo
execrable encarnaba su suegro- alcanzaba a veces extremos morbosos:
había referido con gran satisfacción a José Agustín -y éste
se había apresurado a repetírmelo- que Mussolini mandaba fusilar
sin contemplaciones «a todos los maricones». Aunque por aquellas
fechas yo no tenía la más remota sospecha de mi sexualidad
futura, la noticia, en vez de exaltarme, me llenó de malestar”,
se lee en sus
memorias
Coto vedado (1985).
Al principio Juan Goytisolo cultivó el
realismo social. En 1956 se instaló en París, donde trabajó para
Gallimard como lector de español y desde donde patrocinó a los
escritores del boom latinoamericano, con quienes se sentía más
hermanado que con sus compatriotas, tanto por sus preocupaciones
políticas como por sus inquietudes estéticas, dos caras de la misma
moneda. Más tarde se instaló en Marruecos y desde entonces su vida
transcurrió entre París y Marrakech, donde aprendió los rituales
de una sexualidad sin nombre (porque en el Corán podrá o no haber
camellos, pero lo que sin duda no hay son homosexuales, no importa
qué conductas que se desempeñen en la cama ni que los hombres vayan
por la vida con los dedos entrelazados) junto con las nostalgias de
alguien que no tiene patria.
Para Goytisolo el nacionalismo español
es algo así como el Mal Elemental
(“Cuando los Reyes Católicos acaban con el último reino moro de
la Península y decretan la expulsión de los judíos asistimos al
primer acto de una tragedia que, durante siglos, va a determinar, con
rigurosidad implacable, la conducta y actitud vital de los
españoles” se lee en España
y los españoles)
y, por eso, en Reivindicación
del Conde Don Julián
se coloca del lado del
gobernador de Ceuta que ayudó a los musulmanes para que entraran en
Hispania y acabaran con la hegemonía visigoda en la península:
“Tierra ingrata, entre todas espuria y mezquina, jamás volveré a
ti”.
El
heterodoxo elige, antes que la unidad y la identificación en los
mitos, los flujos migratorios, el multiculturalismo, y la extranjería
radical; disiente de las clases y las categorías, incluso las que
pretenden dar nombre a las sexualidades disidentes: “Creyendo
encontrar, inocentemente, comprensión y asistencia entre los
núcleos minoritarios que, al amparo de la actual y, digámoslo
bien claro, engañosa liberalización de nuestras costumbres,
florecen actualmente en los márgenes y zonas periféricas de la
sociedad, he entrado en contacto con diversas agrupaciones,
colectivos y unidades móviles de feministas, gayos, lesbianas,
pedófilos, S & M, fist fuckers, etc. sin obtener de ellos el
menor apoyo a mi causa. Ni los Maricas Rojos ni el Frente de
Liberación Fetichista ni los Grupos de Choque de las Tortilleras
Revolucionarias han querido aceptar y hacer suyos mis justas
reivindicaciones y agravios” (Paisajes
después de la Batalla).
No
sorprenden, pues, las declaraciones de Goytisolo al diario El
País
desde su casa de Marrakech cuando se enteró de este último
reconocimiento, el Cervantes: ““Cuando me dan un premio siempre
sospecho de mí mismo. Cuando me nombran persona non
grata
sé que tengo razón”.
Ni
exterior ni interior a las naciones, las ideologías, las identidades
y los nombres de los comportamientos sexuales, Juan Goytisolo (o
mejor dicho, su palabra, que es lo único que debe interesarnos) es
una línea de fuga respecto de lo que él mismo ha llamado el
“nacionalcatolicismo”, pero también respecto de toda mirada
autocomplaciente. Desde esa incomodidad de un lugar liminar, incivil,
de tránsito permanente, que se deja leer en toda su obra (hoy más
inclinada al poema que a la novela), Juan Goytisolo nos convoca para
resistir a todo uso fascista del lenguaje y todo uso heteronormativo
de la sexualidad. Aunque, como se lee en el final de Reivindicación
del Conde Don Julián,
“el sueño agobia tus parpados y cierras los ojos”, “lo
sabes, lo sabes: manana sera otro día, la invasion
recomenzara”.
jueves, 27 de noviembre de 2014
Negocios a medida...
por Carlos Pagni para La Nación
Es difícil determinar si las fechorías del kirchnerismo están destinadas a trascender por su baja calidad moral o por la mala praxis con que se llevan adelante. El Gobierno, que ya malogró los mercados energético, ganadero, cambiario y cerealero, amenaza ahora, con la colaboración de Lázaro Báez o Cristóbal López, con arruinar el mercado de la corrupción. Figuras tan arraigadas en la vida nacional como el testaferro, el funcionario coimero, el cambista lavador o el juez cómplice corren el riesgo de quedar inutilizadas por la torpeza con que una liga de políticos y empresarios ha hecho su tarea. Esa institucionalidad también está en peligro. Es una proeza: hasta el lado oscuro de la luna se ha eclipsado.
Es difícil determinar si las fechorías del kirchnerismo están destinadas a trascender por su baja calidad moral o por la mala praxis con que se llevan adelante. El Gobierno, que ya malogró los mercados energético, ganadero, cambiario y cerealero, amenaza ahora, con la colaboración de Lázaro Báez o Cristóbal López, con arruinar el mercado de la corrupción. Figuras tan arraigadas en la vida nacional como el testaferro, el funcionario coimero, el cambista lavador o el juez cómplice corren el riesgo de quedar inutilizadas por la torpeza con que una liga de políticos y empresarios ha hecho su tarea. Esa institucionalidad también está en peligro. Es una proeza: hasta el lado oscuro de la luna se ha eclipsado.
Colectivo nocturno
Ya sé que es noticia vieja, pero no tengo facebook. Y además, suscribo la reflexión final del candidato, tan cierta que no sirve para nada: "No tomemos decisiones con la inmediatez del corto plazo".
martes, 25 de noviembre de 2014
lunes, 24 de noviembre de 2014
Si lo dice Daiana...
Diana Conti: "Todos sabemos de la honestidad de Cristina y no vamos a permitir que le hagan daño"
La diputada del Frente para la Victoria dijo que el allanamiento a la sociedad presidencial Hotesur ordenado por el juez Bonadio "fue impertinente".
La diputada del Frente para la Victoria dijo que el allanamiento a la sociedad presidencial Hotesur ordenado por el juez Bonadio "fue impertinente".
sábado, 22 de noviembre de 2014
Salud pública
Por Daniel Link para Perfil
Muchos
periodistas se quejan de la ausencia de figuras presidenciales en las
últimas semanas (la Sra. Fernández, porque estuvo internada; el Sr.
Boudou, porque mejor es olvidarse de que existe). Yo, en cambio, viví
el silencio de radio como una vacación.
Muchas
veces, cuando viajo, obtengo el rédito adicional de no tener que
escuchar los llantos, las bravatas, la épica berreta de “somos los
primeros”, “desde hace cincuenta años”, “nunca la
Argentina...”, “récord de...”, “la recuperación de la
política”, como si este gobierno (que para mí es una gestión
más, con sus aciertos y sus errores) hubiera sucedido a una
Dictadura (semejante honor le cupo al Sr. Raúl Alfonsín, cosa que
el peronismo no termina de digerir cabalmente), o como si los
acontecimientos de 2001 no hubieran llevado la política a un umbral
de transformación que luego el regimen gobernante se encargo de
“poner en caja” por la vía de la utilización de un vocabulario
y una retórica heredada de aquellos tiempos de palabras encendidas,
puestos ahora al servicio de la gubernamentabilidad.
No
aguanto ya más esos sujetos abstractos como “el Neoliberalismo”
(cuya expresión fue, durante los años noventa, el peronismo) o “la
dignidad villera”, que es un lugar del cual hay que sacar a todo el
mundo y en el que nadie en su sano juicio querría estar.
Con
la excepción de Florencio Randazzo, que habla poco y que, por sobre
todo, ejecuta acciones de gobierno (que yo previamente he diseñado
desde esta columna), nada me importan los decires del pobre Sr.
Coqui, que no da pie con bola, o del Sr. Secretario tal, o de la Sra.
Ministra cual. Ninguno de ellos afecta mis nervios, que están
conectados, como cualquier sistema nervioso, al sistema nervioso
nacional, y es por lo tanto sensible a los humores radicales a los
que la Sra. Fernández nos somete.
Su
internación era un asunto de salud pública. Tratándose de quien
ocupa el sillón presidencial, y que además cometió la torpeza de
haber elegido a un impresentable como su natural sucesor, nadie puede
sino alegrarse de su recuperación y su regreso a la función pública
para la que fue electa. Eso sí, las dos semanas de silencio nos
sirvieron para ponernos al día con las noticias del exterior, para
hacer números y ver hasta cuándo nos alcanza la plata, para
descontracturarnos hasta que el vendaval épico regrese con toda su
fuerza para pretender hacernos creer que “nunca antes”.
viernes, 21 de noviembre de 2014
miércoles, 19 de noviembre de 2014
Ideas peregrinas
Piden que la avenida Santa Fe se llame Dr. René Favaloro*
A través de la plataforma web Change.org, enviaron una carta al jefe de gobierno porteño Mauricio Macri; sostienen que es una forma de recordar al reconocido cardiólogo.
Favaloro y Rodríguez Peña
Favaloro y Larrea
Favaloro y Armenia
Mal no queda. Ahora, en la canción, queda para la mierda:
"Un día de paseo en Favaló
No le hace mal a nadie ya lo só.
Mirando las vidrieras te encontró
Ibas despreocupada y te llamó.
De pantalones anchos y de vincha
De camisa bordada color tó"
En síntesis: me niego.
A través de la plataforma web Change.org, enviaron una carta al jefe de gobierno porteño Mauricio Macri; sostienen que es una forma de recordar al reconocido cardiólogo.
Favaloro y Rodríguez Peña
Favaloro y Larrea
Favaloro y Armenia
Mal no queda. Ahora, en la canción, queda para la mierda:
"Un día de paseo en Favaló
No le hace mal a nadie ya lo só.
Mirando las vidrieras te encontró
Ibas despreocupada y te llamó.
De pantalones anchos y de vincha
De camisa bordada color tó"
En síntesis: me niego.
martes, 18 de noviembre de 2014
lunes, 17 de noviembre de 2014
Nos hará falta
Por Beatriz Sarlo para Perfil
Ayer, 14 de noviembre, a la una de la madrugada, murió en Berkeley el más grande historiador argentino, Tulio Halperin Donghi. Hace menos de un mes, durante toda la tarde, leí su último libro, El enigma de Belgrano. Este hombre, nacido en 1926, me sorprendió una vez más con una especie de Idiota de la familia rioplatense cuyo protagonista, a diferencia del Flaubert de Sartre, fue formado por sus padres para ocupar precisamente un lugar distinguido en la historia de la Nación. La ironía, como siempre en Tulio Halperin, gobierna el despliegue de azares y contingencias. Cerré el libro con ánimo feliz, preguntándome cómo era posible que un hombre de casi noventa años hubiera escrito esa prosa tan precisa y, sobre todo, tan facetada, tan bifronte, donde la ironía encuentra su perfección formal.
El texto completo, acá.
Ayer, 14 de noviembre, a la una de la madrugada, murió en Berkeley el más grande historiador argentino, Tulio Halperin Donghi. Hace menos de un mes, durante toda la tarde, leí su último libro, El enigma de Belgrano. Este hombre, nacido en 1926, me sorprendió una vez más con una especie de Idiota de la familia rioplatense cuyo protagonista, a diferencia del Flaubert de Sartre, fue formado por sus padres para ocupar precisamente un lugar distinguido en la historia de la Nación. La ironía, como siempre en Tulio Halperin, gobierna el despliegue de azares y contingencias. Cerré el libro con ánimo feliz, preguntándome cómo era posible que un hombre de casi noventa años hubiera escrito esa prosa tan precisa y, sobre todo, tan facetada, tan bifronte, donde la ironía encuentra su perfección formal.
El texto completo, acá.
sábado, 15 de noviembre de 2014
En este valle de lágrimas
Por Daniel Link para Perfil
Martín
Kohan a veces inteviene en mis sueños, otras veces me cuelo en los
suyos. Le envío, por este medio, esta “resonancia de columna” de
la semana pasada. ¿De quién es mi cuerpo? No mío, naturalmente,
porque eso supondría adherir a una teoría del yo y de la propiedad
(haberla desarrollado, previamente) completamente liberal,
capitalista. Mi cuerpo es de aquellos a quienes amo y de quienes
supongo un amor recíproco, aún cuando me esté equivocando en esa
suposición.
Un poco por eso, cuando uno muere (mi vida no está en juego, pero la escritura nos obliga a considerar incluso esa circunstancia), su cuerpo (o los restos de él, polvo) quedan bajo la responsablidad de los deudos: lleven mis cenizas a Córdoba (Andalucía), donde fui tan feliz, o a Córdoba (Argentina), donde empezó mi historia.
Mi cuerpo es el efecto de esa com-pasión universal y de esa beatitud singular y por eso nos duele el abandono de nuestro cuerpo por parte de aquellos que amamos (La Celestina: "¿por qué te mostraste tan cruel? ¿Por qué me dejaste, cuando yo te había de dejar? ¿Por qué me dejaste penado? ¿Por qué me dejaste, triste y solo, in hac lachrimarum valle?")
Abandonado por el amor de quienes creíamos que poseían nuestro cuerpo, esos nombres, la carne se deshace, el sentido me abandona, me abismo y el puro acontecimiento de una vida se desdibuja.
Un poco por eso, cuando uno muere (mi vida no está en juego, pero la escritura nos obliga a considerar incluso esa circunstancia), su cuerpo (o los restos de él, polvo) quedan bajo la responsablidad de los deudos: lleven mis cenizas a Córdoba (Andalucía), donde fui tan feliz, o a Córdoba (Argentina), donde empezó mi historia.
Mi cuerpo es el efecto de esa com-pasión universal y de esa beatitud singular y por eso nos duele el abandono de nuestro cuerpo por parte de aquellos que amamos (La Celestina: "¿por qué te mostraste tan cruel? ¿Por qué me dejaste, cuando yo te había de dejar? ¿Por qué me dejaste penado? ¿Por qué me dejaste, triste y solo, in hac lachrimarum valle?")
Abandonado por el amor de quienes creíamos que poseían nuestro cuerpo, esos nombres, la carne se deshace, el sentido me abandona, me abismo y el puro acontecimiento de una vida se desdibuja.
Abandonado
por quienes (porque los amo) son los dueños de mi cuerpo, mi cuerpo
se vuelve mero territorio de experimentación, laboratorio, campo de
batalla, sombra, nada.
viernes, 14 de noviembre de 2014
jueves, 13 de noviembre de 2014
Nacerás y morirás villero
El diputado oficialista y líder de La Cámpora, Andrés Larroque, defendió este jueves el proyecto que proclama el 7 de octubre como el “Día Nacional de la Identidad Villera" en homenaje al sacerdote Carlos Mugica.