domingo, 31 de marzo de 2019

El poder lingüístico no es más que el emergente de un poder económico-político

Entrevista a Daniel Link por Ariane Díaz para La Izquierda Diario

Daniel Link es ensayista, escritor y docente, y dirige el Diccionario Latinoamericano de la Lengua Española que publica el Observatorio de Glotopolíticas y del Programa Latinoamericano de Estudios Contemporáneos y Comparados de la UNTREF, donde son los usuarios los que definen y discuten las incorporaciones. Estuvo entre los promotores del “I Congreso Internacional: derechos lingüísticos como Derechos Humanos” realizado en Córdoba en paralelo al congreso organizado por las Academias de Lengua de España y América Latina.

IdZ: En todo este año en el ámbito donde se habla español, pero también en todo el mundo –en el francés, inglés, etc.–, se viene discutiendo un sesgo machista y binario expresado en distintas formas o niveles de esas lenguas. Las reacciones que hay en contra, ¿se deben a un conservadurismo respecto a la lengua en particular, o se hacen por el sector que lo promueve en este caso, el movimiento de mujeres, como parte del backlash? ¿O ambas?
Dejo de lado las discusiones en otras lenguas que no sean el castellano, porque no las conozco. Hablo del ámbito del castellano y no del español, porque ésa es una designación relativamente nueva, para una lengua que no coincide con un territorio (la península ibérica) ni con un Estado Nacional (España). En España se hablan otras lenguas que no son la lengua de Castilla y el castellano, por otra parte, se usa en territorios muy alejados de la Península Ibérica, como resultado de la expansión colonialista (el “viaje cristiano-capitalista”).
Las reacciones paranoicas en relación con el señalamiento de los sustratos discriminadores del lenguaje, por ejemplo en lo que al género se refiere (pero no solamente), dicen una sola cosa: que el poder no está dispuesto a ceder un ápice en lo que se refiere a la explotación de la lengua. Por la vía del Instituto Cervantes, la Real Academia Española y los grandes grupos mediáticos de España, se pretende imponer una norma excluyente (para hablantes nativos, pero también para usuarios extranjeros). Todo eso supone una gran empresa económica, que les españoles pretenden monopolizar. De modo que el poder lingüístico no es más que el emergente de un poder económico-político que todis debemos discutir. No es el caso: “yo tengo petróleo y vos no, así que ese negocio lo manejo yo”. Cualquiera tiene lenguaje. Cualquiera es en el lenguaje.
IdZ: ¿Por qué sería importante una lengua inclusiva, más allá de las propuestas concretas que hay dando vueltas? ¿Cambiaría algo socialmente porque cambie la lengua? Porque hay quienes responden que la lengua refleja lo que existe socialmente, y que usar arroba, x o e no se afecta al ordenamiento heteropatriarcal de nuestras sociedades.
¿Cómo saberlo? Puede que nada cambie, o que cambie mucho, pero mejor es intentarlo. ¿Cambian algo las marchas de mujeres que reclaman el cese de los femicidios y el acceso democrático al aborto? Pero quién negaría que hay que marchar... Una lengua inclusiva, o incluso mejor: un uso inclusivo del lenguaje, significa tomar conciencia de la discriminación implícita en lo que se ha impuesto como “norma” de la lengua castellana. El ejemplo más obvio es: “Día del niño”. ¿Qué deben pensar las niñas y les niñes de esa denominación? ¿No es más simpático decir “Día du niñe”?
Lo que está en discusión no es si usamos la e, la i o cualquier otro artificio. Después de todo, no podemos contestar a una norma abstracta con otra norma abstracta. Lo que está en juego son los fundamentos mismos de la discriminación y de la estigmatización (de la desigualdad). Que alguien sostenga que el masculino plural no está marcado genéricamente y que no es, por lo tanto, discriminador, es un disparate insostenible. Pensemos cómo resolver eso.
Lo que existe socialmente, hasta donde yo sé, no es previo al lenguaje. El lenguaje no es sólo formador de ideología, de identificaciones, sino también de mundos. Ser es ser nombrable, de modo que los nombres que usemos (para nosotres y para los otres) tienen un efecto. Por algo en una conferencia muy sensible a estos asuntos se lee: “la lengua es fascista”.
IdZ: ¿Sabés cómo se vienen procesando estos cambios en el nivel educativo? Porque llegan noticias como las de despidos por plantear el tema de la lengua inclusiva pero, por otro lado, de que en las aulas nunca hubo tanto interés por temas que habitualmente no "conmueven" a las mayorías estudiantiles.
Hay dos espacios diferentes: el institucional y el extitucional. Los espacios institucionales son mucho más refractarios a cualquier desvío de las normas (de cualquier norma, incluso la lingüística). Los espacios extitucionales, no tanto. Habrá colegios donde te echen si usás un plural inclusivo, como habrá colegios donde te echen si cuestionás la existencia de un Dios como el cristiano. Cuando yo era chico, no se podía llevar el pelo largo al colegio. Hoy sí. De lo que se trata, en todo caso, repito, no es de imponer un “contra-lenguaje” (ni en la institución ni fuera de ella) sino de tomar conciencia de un problema. Ya se verá cómo se resuelve.
Creo que las instituciones tienen, finalmente, capacidad de reaccionar a las demandas extitucionales. Que les chiquis hayan abrazado con tanto entusiasmo la causa del lenguaje inclusivo es un dato: ¿o no fueron siempre los que más experimentaron con los lenguajes, con la creación de nombres, el uso de frases que les adultis no entendemos del todo?
IdZ: Hubo también escritores que, en nombre de la libertad literaria de hacer con el lenguaje, su “material de trabajo”, lo que quieran, se opusieron a la idea de una lengua inclusiva como una imposición. ¿Cómo lo ves, vos que también sos escritor además de docente?
No puede haber imposiciones, ni de un tipo ni de otro, ni en una dirección ni en otra. Yo pienso que el problema debe ser discutido. La RAE no quiere discutirlo, porque saben que discutir eso es discutir la norma lingüística entera y se les arruina el negocio. Pues bien, lo discutiré en otros espacios. Cuando yo era chico la conjugación verbal que nos enseñaban tachaba el uso argentino de los pronombres: tú y vosotros estaban; vos y ustedes, no. No sé si eso sigue pasando en las escuelas, pero es un disparate. Imaginate incluso en el caso uruguayo, que tiene una torsión todavía mayor.
De hecho, creo que quienes vivimos en el Río de la Plata somos más sensibles a esta discusión porque usamos el castellano de una manera muy particular, que no se usa en ningún otro lugar del mundo.
La literatura que quiera experimentar con el asunto, que lo haga. La literatura que no quiera, no. A mí me va a servir más el primer tipo de literatura: puedo decir, “mirá qué bien esta solución” o “esto no me convence”. Lo que no me interesa es que alguien me diga: esto no se puede discutir.
IdZ: Aunque entre las mesas del “I Congreso Internacional: derechos linguísticos como DDHH” hay varias dedicadas a la lengua y el género, en el Manifiesto con el que lo convocaron no se menciona ese debate sobre la lengua inclusiva explícitamente, que es una de las discusiones principales de la comunidad de hablantes del español actual. ¿Por qué?
Porque creo que lo que está detrás, como te digo, no es el problema del lenguaje inclusivo, sino más en general, el problema de la norma con la que se hacen los negocios y el problema de la discriminación. El castellano (en este caso, el “español” como mercancía) supone un gran negocio del cual la mayoría de les usuarius de la lengua estamos excluidos. A mí la RAE no me convoca a sus congresos, la Academia Argentina de Letras tampoco, el Cervantes no me contrataría. No es grave. Lo grave es que no inviten a una de las más grandes lingüistas que tiene Argentina, Elvira Arnoux.
O sea: se nos niega el derecho humano al uso libre del lenguaje y se ignora lo que tienen para decir las voces más reconocidas del campo. De eso se trata. 
Vos fijate que en países como los Estados Unidos o Brasil en algún momento hubo reformas ortográficas y hoy las escrituras en esos países son diferentes (en algunas palabras) de las que se usan en Gran Bretaña o Portugal. A nosotres ni eso nos dejaron hacer, o no tuvimos fuerza para hacerlo (pese a los esfuerzos de Sarmiento o Bello durante el siglo XIX).
IdZ: En el marco de los debates abiertos por el CILE que se realiza acá este año, dijiste en una columna que “La Madre de la lengua castellana dejó morir a su hija por codicia”. ¿Por dónde le rinde monetariamente a la RAE esta política actualmente? Porque hay quienes ven detrás de estas disputas solo cuestiones identitarias, culturales, de defensa o no de la tradición, de cosmovisiones sobre la lengua, en fin, de todo pero no negocios en juego. ¿Cuáles son, más concretamente?
Ya lo dije, pero puedo repetirlo: el diccionario de la RAE (que Rayuela llama cementerio) es un gran negocio. Lo mismo el Instituto Cervantes. Vos fijate que hace unos años el Cervantes promovía un certificado de hablantes nativos. O sea: yo podía pagar para rendir un examen y que el Cervantes certificara que yo era un hablante nativo calificado de la lengua castellana: ¿no es un disparate? ¿No es humillante?
IdZ: Es notorio en los temas que proponen los distintos CILE tanto la voluntad de imposición de un “imperialismo linguístico” por parte de España -y la ironía del teatro San Martín para recibir a los reyes de España- pero también, como señalan en el Manifiesto, los negocios. ¿Pero no están también en esa parte de la validación, títulos, mercados editoriales, etc., metidas las universidades de varios países latinoamericanos, academias, etc.? ¿No hay intereses en juego también para las instituciones locales?
Rubén Darío dijo que la unidad lingüística con España era ya imposible porque (cito de memoria) los sablazos de San Martín habían desencuadernado un poco el lenguaje. Sí, es una paradoja, una triste paradoja. 
En cuanto a negocios, el negocio editorial es canallesco. Las traducciones madrileñas que tenemos que sufrir son ofensivas. ¿A cuántos hablantes representan? En todo caso, que se las queden para ellis, pero que no nos las manden a nosotres. Y luego, retomando lo de los escritores: si vos aspirás a ganar el Premio Mondongo, otorgado en España, no vas a usar un lenguaje que niegue la norma peninsular y de la RAE. O sea: intereses, intereses, intereses. El puro cálculo. Pero nosotres no calculamos... Pedimos la suspensión del cálculo en pos de una reflexión ética. Nada más que eso.
IdZ: Al margen de los intereses y criterios políticos conservadores de la RAE en particular, ¿sirve para algo a los hablantes de una lengua instituciones “normativas” aún con criterios más abiertos? No todas las lenguas las tienen, al menos con ese peso.
En efecto, y eso sucede porque casi ninguna lengua tiene la situación del castellano, que es una lengua (la segunda o tercera) más hablada del mundo, pero que no tiene un solo territorio ni una sola tradición normativa. La paranoia de los poderosos dice siempre lo mismo: que hay resistencia. No a una norma, porque si queremos que haya enseñanza, alguna norma hay que enseñar. Pero sí resistencia a las normas abstractas. Discutamos una norma, tratemos de que sea más inclusiva. No se trata de obligar a nadie a que hable o escriba como no quiera, se trata de crear una conciencia de que los problemas no pueden ocultarse porque uno no tiene ganas de pensar en una solución, o porque esa solución va a contrariar negocios muy bien establecidos, que nos excluyen.
En América Latina hubo proyectos importantísimos para describir la norma culta hispanoamericana. Lamentablemente, las circunstancias políticas (dictaduras, por ejemplo, para no ahondar en el contexto político) impidieron continuar con ese proyecto. 
El resultado es que hoy, en Brasil estudian según la norma del Instituto Cervantes, que tiene sedes ahí. Es decir, personas que usan el “você” no son inducidas a aprender lo que más intuitivamente les resultaría, el “vos”, que está normalizado (pero no según la norma abstracta imperial).
Como se comprende, eso es una política lingüística, y esa política lingüística es correlativa de las demás políticas. No creo que hayas personas que sostengan convicciones de izquierda y, al mismo tiempo, adhieran a las normas abstractas de la RAE.

sábado, 30 de marzo de 2019

Elcano y Virrey Avilés

Por Daniel Link para Perfil


No sé por qué dijo Elcano el Sr. Macri. Es zona plagada de virreyes: Avilés, Arredondo, Olaguer y Feliú, Loreto. En todo caso, lo felicito por haber evitado caracterizar al “Descubrimiento de América”, ese punto de partida de un genocidio, como una “gesta”. Aunque si lo que quería era comparar alguna aventura pretérita con la situación actual de Argentina (esa otra “gesta”), no habría sido faltar a la verdad: somos víctimas de un meditado proceso de exterminio.

Los Borbones vinieron a cuidar sus negocios idiomáticos. El Sr. Macri les ofreció todavía más: vuelvan con sus empresas españolas a fundir lo que no fundieron antes. Ya antes le había otorgado al rey Felipe el Collar de la Orden del Libertador San Martín (un gesto de genuflexión sin antecedentes en la de por sí genuflexa historia argentina).

Yo partí raudo a Córdoba, invitado por mis amigues, a defender la autonomía lingüística de los americanos. Recordé que en octubre de 1899, Rubén Darío publicó en La Nación un artículo en que puede leerse una declaración contundente sobre la separ-acción respecto de la monarquía española en el siglo XIX: “Los glóbulos de sangre que llevamos, la lengua, los vínculos que nos unen a los españoles, no pueden realizar la fusión. Somos otros. Aun en lo intelectual, aun en la especialidad de la literatura, el sablazo de San Martín desencuadernó un poco el diccionario, rompió un poco la gramática”.

La idea de una lengua desencuadernada se repite en Cortázar, desde siempre movido por el deseo (utópico) de construir una lengua que no sea una de las “momias de vendaje hispánico”, sino que “lleve algún día a un estilo nacido de una lenta y ardua meditación de nuestra realidad y nuestra palabra”.

En Rayuela, Horacio Oliveira “fue a buscar el diccionario de la Real Academia Española, en cuya tapa la palabra Real había sido encarnizadamente destruida a golpes de gillete”. Joder —dijo admirativamente Oliveira. (…) «Es realmente la necrópolis», pensó. «No entiendo cómo a esta porquería le dura la encuadernación.»

Rayuela también reproduce una página de la revista Renovigo, publicación mexicana que abogaba por una reforma ortográfica racional. La “lengua ispamerikana” se escribe así: “no teníamos notisia de ke se ayara en kama”. Renovigo, en la década del 40. Hoy nuestros jóvenes, en los celulares. ¿No sería hora de tomarse en serio esos ejercicios y salir a espantar virreyes?



viernes, 29 de marzo de 2019

El útero como espacio filosófico

por Daniel Link para Soy

La reciente traducción de Crítica de la razón reproductiva de la filósofa feminista Penélope Deutscher no es una discusión sobre el aborto sino una meditada presentación de los contextos filosóficos en los cuales la interrupción del embarazo y el cuerpo de la mujer pueden ser pensados.

La traducción, la historia. ¿Por qué traducir este libro, que podría entenderse como una intervención experta, sólo para unos pocos? Probablemente Crítica de la razón reproductiva encuentre, en el contexto latinoamericano, proyecciones no previstas en su contexto lingüístico original. Hago un poco de memoria para señalar algunos episodios que verifican algunos argumentos de Deutscher.
En 2018 se discutió en el Parlamento argentino el proyecto de Ley de interrupción voluntaria del embarazo. El resultado de ese debate es por todes conocido. Este año, un nuevo proyecto será presentado al Congreso Nacional.
En las sesiones en las que se invitó a personalidades a que “informaran” u “opinaran” sobre el tema Interrupción Voluntaria del Embarazo hubo varias exposiciones notables. A mí me había llamado la atención la de una médica “pro-vida” que aseguró que la despenalización del aborto y la igualación legal de las disidencias sexuales respecto de la heteronormatividad (matrimonio universal, Ley de Identidad de Género, triple filiación, etc...) constituían piezas claves de la política exterior norteamericana para regular las poblaciones en aquellos países (es decir: todos) que atentaban contra su Seguridad Nacional.
Invocaba, como fuente, un así llamado Informe Kissinger de 1974 que yo no conocía. Están disponible en Internet un Memorandum titulado “Implicaciones del Crecimiento Poblacional para los intereses de seguridad y de ultramar de los Estados Unidos” (1974), y un Memorandum firmado por Robert S. Ingersoll que resumía las recomendaciones del Memo 200 (del mismo año). Los dos documentos se desclasificaron en 1989 y en 2008, respectivamente.
Nada podría decir sobre la verosimilitud de esos documentos, ni siquiera si llegaron a ser leídos y si constituyeron en efecto el fundamento de una política. Pero eran, en todo caso, un lugar argumentativo que ataba, de un solo golpe, a propósito del aborto, “sustentabilidad ambiental”, “soberanía”, “control poblacional”, “derechos reproductivos” e “imperialismo”. La vida (o la muerte) de la especie, por un lado, la vida (o la muerte) de las comunidades, por el otro.

Esterilización masiva. Mencionar otro caso es necesario para aumentar la confusión. Entre 1996 y el 2000, en el marco del Programa Nacional de Salud Reproductiva y Planificación Familiar 1990-2000 que el gobierno de Fujimori implementó se realizaron alrededor de 270 mil ligaduras de trompas y 30 mil vasectomías compulsivas. En el primer caso se trató de una intervención masiva respecto de mujeres menores de 25 años, analfabetas y hablantes de quechua, de las cuales al menos 18 murieron durante las intervenciones. Si faltaba un tema foucaultiano para agregar a esta apretada síntesis histórica, ahí está: el racismo asociado con la gubernamentabilidad. Eso es una biopolítica completa y acabada, que determina qué vida es deseable y cuál no.
Todo esto pasó y se puede interpretar histórica y culturalmente, pero queda un problema: ¿en qué marco pensar las categorías y las figuras que esos acontecimientos involucran: la posibilidad de elección reproductiva, la soberanía, el imperialismo, los recursos naturales, las tasas de nacimiento, el control poblacional, el aborto y la esterilización inducida? Eso es lo que hace, con admirable rigor y perspicacia Deutscher en Crítica de la razón reproductiva. Dice: ¿Cómo entender las relaciones entre las naciones, entre el Estado y los derechos individuales, los diferenciales de la ciudadanía biopolítica, los aspectos progresivamente variables de los derechos reproductivos, los controles y las tecnologías, el papel del Estado como portador del interés soberano y biopolítico en esta cuestión y un número de políticas y modos de poder adicionales en las distinciones geopolíticas entre países que reconocerán estos arreglos de aquellos que no lo harán?

Un resumen. En su introducción a Crítica de la razón reproductiva, Alejandra Uslenghi señala que Deutscher no nos propone un libro sobre el aborto, o historias sobre la conquista de los derechos reproductivos (aunque ambos temas están ampliamente desarrollados en su estudio), sino un profundo análisis sobre la procreación, los hijos/as, como preocupación biopolítica, las formas de inversión e interés particular de los regímenes de poder contemporáneos en la procreación. La biopolítica es una forma de manifestación de poder que Foucault presentó en el primer tomo de su Historia de la sexualidad y en los últimos cursos que dictó. Desde su perspectiva, la soberanía clásica supone una relación entre el soberano y el súbdito que se caracteriza por la capacidad del primero de dar muerte al segundo. Ese modelo fue absorbida por un nuevo régimen de gubernamentabilidad, que ahora se caracteriza por la determinación de las condiciones para la producción de lo viviente. Del cuerpo individual se pasa al cuerpo colectivo (la población). La relación biopolítica determina qué vida es “buena”, y cuáles los mecanismos de regulación de los que el Estado se hace cargo para producir lo viviente. Una herramienta clave de esa relación es el cuerpo de la mujer, entendido como espacio que tanto puede dar la vida como la muerte. Por eso se la criminaliza y se la instala en un lugar de pura excepción.

Los gemelos. Crítica de la razón reproductiva no es un libro sobre el aborto (no discute su pertinencia, su necesidad, su regulación, su legalidad, su excepcionalidad, su financiamiento) sino un libro de filosofía que trata de decirnos en qué contextos filosóficos el aborto y el cuerpo de la mujer pueden ser pensados. El aborto como gemelo de lo queer se recorta sobre un horizonte antisocial. El sujeto queer ha estado ligado a la negatividad, a la no producción, a la ininteligibilidad, a la tumba: en lugar de luchar contra esta caracterización gemela, el sujeto del aborto podría asumir esa negatividad que le asignan los ideólogos pro-vida.
El punto de partida de Deutscher es La voluntad de saber de Foucault: allí la política queer y la formación de los derechos reproductivos se conectan de manera extraña. “Esta intersección fue uno de los aspectos más curiosos y opacos de una obra con un estatus ambiguo en el surgimiento de la teoría queer: la Historia de la sexualidad, volumen I”, señala Deutscher. Allí nace, además, la biopolítica, un dispositivo de poder diferente de la soberanía (capaz de producir la muerte), cuya especificidad es que produce y regula la vida.

La vida potencial y el feto. En la interrupción del embarazo resuenan los problemas éticos de la responsabilidad y el consentimiento, que Penny analiza con cuidado, pero también el de “la vida potencial” y, más en general el de la vida y la muerte, pero especificadas: “qué vida” y “qué muerte”. ¿Quién es dador de muerte? La capacidad asesina de la biopolítica es tácticamente diferente de la capacidad asesina del poder soberano. Pero tales formas de la muerte pueden operar en conjunto. Y aclara que, desde la ideología pro-vida (que no hay que confundir con ninguna forma de vitalismo), se atribuye a las mujeres una capacidad seudo-soberana de dañar a los embriones, a los niños y al futuro (de la nación y de la especie).
Por eso la mujer es condenada a un nuevo estado de excepción: hay que vigilarla, para que no desbarate los objetivos biopolíticos y su cálculo optimizador de lo viviente.
Al ejercen la elección reproductiva, las mujeres también se convierten en umbrales reproductivos de la salud de las naciones, las poblaciones, los pueblos y los futuros en varias formas asociadas con las normas de conducta responsable. 
Esa responsabilización funciona como coartada del poder para atar el cuerpo de la mujer a un futurismo reproductivo cuyo objetivo es la producción a gran escala de esclavos. 
El futurismo reproductivo involucra: a) un “nosotros” fantasmático (a lo que uno puede responder: “nosotros” nunca hemos sido “nosotros”); b) la invocación de un Niño imaginario que extiende la continuidad de ese “nosotros”; c) la invocación de figuras “antisociales” que se considera que obstruyen los intereses del Niño imaginario y “nuestro” futuro; así como d) una división entre las formas imaginarias de reproducción, también entendidas para servir u obstruir ese futuro; y e) una caracterización del cuerpo fantasmático de la mujer embarazada en términos del futurismo reproductivo para el que se la toma con el fin de ser útil a ese futurismo u obstruirlo.

La Madre imaginaria. Por supuesto, la Madre imaginaria es el complemento del Niño imaginario. Independientemente de la facilidad con que las mujeres pueden, como resultado, acceder al aborto (y lo cierto es que en muy pocos países ese acceso está garantizado y es democráticamente accesible). La ley marca ese acceso como condicional y la mujer está, por lo tanto, siempre al borde de la criminalidad. El útero es el espacio biopolítico paradigmático. No en el sentido de que sea un espacio (como un anti-abortista podría querer argumentar) en el que los “derechos fetales” no cuentan como tales, sino, como insiste Deutscher, porque el útero se vuelve el espacio de máximo interés político-administrativo para “cuidar la vida” (sea ésta lo que fuere).

En la medida en que se conviertan en figuras de impedimentos, umbrales de daño o responsabilidad por daños en la población y en la procreación, las mujeres son presentadas como responsables de la exposición colectiva al daño y la muerte. La razón reproductiva biopolitizada y calculadora tiene como resultado la producción de vidas precarias: lo que se precariza es, en primera instancia, el cuerpo de la mujer. Como el interés de la razón reproductiva se calcula, la pregunta ética que debe enfrentársele es: ¿Podemos calcular?

El salto ontológico. Hacia el final de su libro, Deutscher introduce un concepto (a partir del tacto ginecológico), el “Tacto ontológico”, intervención a la que se someten tanto madres que quieren interrumpir su embarazo como parejas (homo o heterosexuales) que realizan trámites para obtener una paternidad subrogada. Que se trata de un problema ético queda claro en la apelación al consentimiento y a la responsabilidad de esas intervenciones táctiles sobre el ser.
En el organigrama administrativo de la biopolítica ya es muy evidente que las mujeres se han rebelado al rol de garantía de la reproducción y cría que se les asignaba.
La ética que interroga la posibilidad del cálculo biopolítico no prescinde de la responsabilidad y del consentimiento y admite que, incluso, puede haber errores, porque “Yo no he elegido las condiciones en las que debo elegir”. Pero en lugar del tacto, esa ética se aferra al salto ontológico. Eso es lo que implicaría, en todo caso, pensar hoy la interrupción voluntaria del embarazo en el contexto de una ética que saque a la mujer de un espacio concentracionario (un espacio de excepción) y la permita pensarse como sujeto pleno y de pleno derecho.


sábado, 23 de marzo de 2019

Piernas inquietas

Por Daniel Link para Perfil

Apenas escuché que su madre decía que Florencia Kirchner no podía estar sentada ni acostada durante lapsos prolongados de tiempo, tuve una premonición que se cumplió la semana pasada, cuando se insinuó que la enfermedad que padece Florencia sería “linfedema”. Mi mamá me escribió: “Es exacto, exacto, lo que tengo yo”.
Después, por teléfono, me lo confirmó y me anunció que iniciaba una vasta ronda de consultas médicas (incluyendo al oncólogo que la operó hace cuarenta años) para verificar su hipótesis. Su excitación no podía ser mayor.
Antes de este giro, ella había sostenido durante años que padecía de “síndrome de piernas inquietas”, una rara enfermedad que le impedía estar acostada o sentada durante más de media hora. Un suplicio que los miles de estudios a los que se sometió jamás apaciguaron. Sus padecimientos terminaron diluyéndose en un desencanto creciente y paralelo al del deterioro físico propio de la ancianidad.
Ahora, en cambio, con energías renovadas, se apresta a demostrarnos que ella no es vieja, sino que está enferma. Duda, naturalmente, de la artrosis que padece hace diez años. Seguramente eso fue un mal diagnóstico, porque claro, carecía de especificidad política.
Su sistema de identificaciones existenciales le permite, al mismo tiempo, descubrir su mal y sentirse todavía más cerca de la lideresa de sus sueños.
Como yo nunca fui Cuba, espero con ansias el momento en que me diga que tenemos que irnos para allá. No sé de dónde sacaremos la plata, pero no es un mal proyecto.


viernes, 22 de marzo de 2019

"Si hemos cambiado la lengua una vez, por qué no podríamos cambiarla nuevamente"

En Diálogo con Tiempo, el profesor universitario y escritor Daniel Link se refiere al congreso paralelo al CILE que se hará también en Córdoba y del que él forma parte, a las diferentes concepciones del español y al lenguaje inclusivo. 

Entre el 27 y el 30 de marzo se llevará a cabo en Córdoba el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE). Casi en paralelo, promovido por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, entre el 26 y el 29, tendrá lugar en la misma provincia el I Encuentro Internacional: Derechos Lingüísticos como Derechos Humanos en Latinoamérica, que también se ha llamado en los medios “contra congreso”, ya que cuestiona los criterios lingüísticos de las instituciones organizadoras del CILE como la Real Academia de la Lengua Española, el Instituto Cervantes y las diversas Academias de la Lengua en colaboración con diferentes gobiernos de Hispanoamérica
“En la actualidad –dice su manifiesto- puede reconocerse una clara política lingüística por parte de la Corona Española, la Real Academia Española y el Instituto Cervantes que, junto a empresas multinacionales de capitales españoles (Banco Santander, Telefónica, Iberia, BBVA Repsol, RTV, Agencia EFE, CNN en español) promueven la ampliación del capital simbólico del español académico e intentan imponer un orden no exento de violencia en la vida lingüística del mundo hispanohablante.”
Uno de los participantes de este congreso paralelo es Daniel Link, profesor universitario y escritor. Es titular de la cátedra de Literatura del Siglo XX de la Facultad de Filosofía de la UBA y está a cargo de la Maestría en Estudios y políticas de género y la Maestría en Estudios Lingüísticos Latinoamericanos. Aunque no suela consignarse en los datos de un curriculum, es importante decir que sus clases inolvidables, ya que es capaz de ser riguroso sin almidón académico.
En diálogo con Tiempo Argentino se refirió a la visión imperialista de la lengua que tienen las instituciones que organizan el CILE e hizo hincapié en la no aceptación del lenguaje inclusivo. 

-¿El II Encuentro Internacional de Derechos Lingüísticos como Derechos Humanos en Latinoamérica es un contra congreso?

-No está presentado como un contra congreso, pero me parece sumamente oportuno que se realice al mismo tiempo que el Congreso de la Lengua porque el postulado básico del encuentro tiene que ver con los Derechos Lingüísticos como Derechos Humanos que creo que es algo que el Congreso de la Lengua tiende a ocultar deliberadamente porque lo que plantea es que la lengua es un recurso explotable y que quienes tienen derecho a explotar ese recurso son los españoles a través de la Real Academia Española, de los grandes grupos mediáticos como Prisa, del Instituto Cervantes, es decir, a través de los organismos que se han atribuido el derecho de decidir cuál es el lenguaje castellano que se enseña a los nativos y también a los extranjeros. Eso supone una relación imperialista con el lenguaje, pero sobre todo una relación de explotación que nos pone a los latinoamericanos como meros observadores de un proceso del que solo participamos marginalmente. El encuentro del que voy a participar lo que hace es subrayar que el uso diferencial del lenguaje que es nuestro lenguaje nativo es un derecho humano. Es decir, que tenemos tantos derechos como aquellos que se atribuyen ser los dueños de ese lenguaje no solo a utilizarlo, sino también a explotarlo.

-¿Qué significa exactamente “explotarlo”?

-Obtener una rentabilidad económica a partir de establecer una norma lingüística peninsular que no se aplica sino en un porcentaje ínfimo entre los hablantes de español que hay en el mundo. 

-En los países latinoamericanos hay academias de la lengua que se relacionan con la española. ¿Crees que esas academias no toman en cuenta los diferentes españoles que hay en América Latina?

-Las toman en cuenta como localismos, como variantes de una lengua universal que con muy mala conciencia llaman español, pero que no es español, sino castellano, porque España tiene varias lenguas, como el catalán o el vasco, el castellano, el gallego. Cuando nosotros íbamos a la escuela, se hablaba del castellano. Decirle español a esa lengua tiende a marcar quiénes tienen el derecho a enseñar una norma lingüística a los extranjeros y cobrarles por ello, porque de lo que se trata es de hacer un gigantesco negocio en relación con esto. Que vengan los reyes de España al VIII Congreso de la Lengua significa que esto tiene importancia estatal. Seguramente la princesa Leticia no tiene la menor idea de lo que se trata, pero viene a afirmar una soberanía no democrática sino regia sobre la lengua castellana. Siendo ellos Borbones, pertenecen a una casa real que viene de Francia, por lo que hasta eso podría discutirse. Pero no vamos a discutir eso con la realeza. Lo que sí vamos a discutir es si la lengua es patrimonio de un estado o de todos y de cualquiera. 

-En este momento está en foco el tema del lenguaje inclusivo. Se le reprocha a la Real Academia que no lo reconozca con el argumento de que no es algo difundido y que, por lo tanto, no lo incluya en su diccionario. ¿Cuál es tu posición?

-Si es difundido o no creo que es una discusión posterior. Lo que creemos es que hay que volver pensar la relación entre lenguaje y género y que el masculino no es neutro. Los miembros de la Real Academia Española y los que están en contra de los principios del lenguaje para designar a colectivos que no se corresponden necesariamente con el género masculino afirman que ese masculino es un masculino neutro. Pero eso es falso y el ejemplo que te puedo dar es muy evidente es el del Día del Niño. Festejar el Día del Niño para las niñas es un poco raro. Ahí se ve con claridad que el masculino está marcado genéricamente, que es discriminatorio y que debería ser reemplazado por alguna otra forma. ¿Cuáles serían esas formas? No lo sé. Nosotros no afirmamos que hay que usar la “e”, la “i” o la “u”. Lo que decimos es: sometamos esto a un proceso de juego, de renovación de pensamiento, pensemos el asunto para ver qué solución podemos encontrar.  Me parece que en este punto no hay que ser dogmático y probar, porque a un dogma no se puede responder con otro dogma. 

-¿Pero se puede modificar la lengua a partir de la decisión de un grupo? Y eso vale también para la Real Academia, porque ella puede decir qué es correcto y que no, pero los hablantes no consultan el diccionario para ver cómo tienen que hablar, lo hacen como les de la gana. 

-Yo no estoy afirmando dogmáticamente nada. No digo que tengamos que usar la “e” o cualquier otra letra. 

-Lo que está en cuestión, me parece, no es si usamos la “e” u otra letra, sino si los cambios lingüísticos pueden darse por decisión de un colectivo, de una institución.

-Me parece que hay que entender que aquí nadie está decidiendo nada. No me pongo en el lugar de quien decide cosas sobre la lengua, muy por el contrario. Yo no lo puedo decidir, pero ellos tampoco. Cuando iba a la escuela y estudiaba los verbos decía yo amo, tú amas, él ama, nosotros amamos, vosotros amáis, ellos aman. Pero el “vosotros amáis” nunca lo escuché en mi vida, nunca utilicé el tú. Pero en el paradigma que me enseñaron no estaba el “ustedes” ni el “vos”.  Los uruguayos dicen “tú tenés”. Ahí se ve claramente que las comunidades pueden decidir sobre el lenguaje que usan. Esto sucede en comunidades del Río de la Plata que se han apartado de la norma peninsular. Si hemos cambiado la lengua una vez, por qué no podríamos cambiarla nuevamente. Es la comunidad la que va a terminar decidiendo. Si decide que hay que cambiar los usos discriminatorios del lenguaje, así será. Y si no, seguiremos pensando el problema. 

-No puedo dejar de sentir que el lenguaje inclusivo viene en un “combo” que a veces resulta autoritario. Por ejemplo, la propuesta de que se quite del diccionario la palabra “puta” o que se modifique una de las acepciones de “fácil” cuando se refiere a la mujer porque es ofensiva.  Es ofensiva, pero existe y, por lo tanto, no puede suprimirse del diccionario, que no es el que la crea, sino el que la consigna. 

-Nunca escuché a nadie pedir eso. 

-Yo sí, no de instituciones académicas, pero sí de ciertos colectivos. No encuentro diferencia entre eso y prohibir, como hizo la llamada Revolución Libertadora, nombrar a Perón, a quien se mencionaba como “el tirano prófugo”. Encuentro que a veces hay un planteo muy voluntarista. 

-Totalmente de acuerdo, pero creo que no hay que confundir posiciones que tienden a ampliar, con posiciones que tienden a restringir. Sacar una palabra del diccionario tiende a restringir. No me alineo con ese tipo de posiciones. Lo que digo es: busquemos formas de incorporar más al lenguaje, no de sacar. No digo que esto tenga que ser así o de otra manera, solo digo que este problema debe ser pensado. Si no lo quieren pensar las instituciones que conciben la lengua en términos de explotación económica y no en términos de cómo la lengua define la relación entre las personas y de las personas con su medio, etcétera. Hace dos años el Instituto Cervantes propuso hace dos años un examen para que los hablantes de español tuvieran un certificado de hablantes nativos. Para sacar ese certificado de habilitación para hablar el español “correcto” había que pagar. Eso no sólo es autoritario, es paranoico. Si, en cambio, concebimos la lengua como un derecho humano, todos tenemos derecho a buscar usos no discriminatorios. Vos decís que la gente usa la lengua como quiere, sin consultar el diccionario. Sí, es así, pero, al mismo tiempo, es consciente de que existe una norma lingüística culta. Un inmigrante paraguayo o una inmigrante paraguaya que trabaja en Buenos Aires y no maneja bien el castellano, sabe que su lugar es estigmatizante. Todo lo que estamos proponiendo es que no haya lugares estigmatizantes, que se pueda ampliar el espectro de lo decible. Esto es lo que yo pienso. Entiendo que hay posiciones mucho más radicales, pero también entiendo que hay momentos en que se impone no tanto una perspectiva crítica, sino una perspectiva militante. En un congreso no se decide nada, pero los que se reúnen en el Congreso de la Lengua se otorgan a sí mismos un poder de decisión con toda la pompa de los reyes, de la Real Academia, del Instituto Cervantes.  Nosotros, en cambio, no decimos que vamos a definir el futuro del castellano, sino que vamos a pensar ciertas cuestiones como la relación entre la lengua y el género. 


sábado, 16 de marzo de 2019

Identificaciones narcisistas

por Daniel Link para Perfil


Hemos llegado a un punto en el cual ya no podemos engañarnos más: no tiene sentido hablar de “grieta” si antes no se analizan los procesos de identificación narcisista entre la masa (una u otra) con tal o cual líder político y no se comprende que esa identificación ya no reposa en la representación sino en una identificación en toto.
La identidad del gobernante y el gobernado es el espejo en el que el rebaño se vuelve pastor colectivo y en el que el pastor se disuelve en su rebaño, en el que la libertad coincide con la obediencia, la población con el soberano, la ley con su víctima. La reabsorción del gobernante y el gobernado uno en otro es el gobierno en su estado puro, ahora sin forma ni límite.
Lo que en el fondo se pretende cuando se habla de democracia es la identidad entre gobernantes y gobernados, sin importar cuáles sean los medios por los que se obtiene esta identidad (ni, por cierto, para qué se ejerce el poder). Por eso hay “grieta”, porque no hay representación sino identificación. 
De allí las extrañas relaciones entre el abominable mundo del fútbol y el execrable mundo de la política: ser de Boca, o San Lorenzo. Se trata de una identidad continua, de una adherencia, más irrenunciable que el género o el nombre propio. Y ese ser es idéntico para gobernantes (jueces, diputados, espías, presidentes) y gobernados, es la gobernanza automática y reversible (los amos se adornan con atributos del esclavo y los esclavos se creen los amos).¿Cómo es posible que se siga ignorando que ya no importa nada el poder de Estado, sino el gobierno en cuanto forma de poder específica y diluida (todos somos responsables). ¿Para qué votar? Ahórrennos el mal trago.
La “pesada herencia” no fue nunca de orden económico sino estratégico: era un manual para gobernar, con instrucciones ininteligibles. La “grieta” es el resultado de operaciones complejas de subjetivación que nos vuelven meros repetidores (como se habla de “estaciones repetidoras”) de enunciados de valor más o menos equivalentes, siempre abstractos y vacíos (¿quién conoce un programa de gobierno?).
Para no irritar a los trolls, tomemos el ejemplo del “neoliberalismo”, la era de la desterritorialización ilimitada de Thatcher y Reagan. Hoy vivimos la reterritorialización racista, nacionalista, sexista y xenófoba de Trump, que ya se ha hecho cargo de todos los fascismos nuevos. El sueño americano se ha convertido en la pesadilla de un planeta insomne. Pensar que la primera ola neoliberal y la segunda son idénticas es ignorar la forma del mundo. Pensar que no puede haber liberalismo populista es ignorar las trampas de la retórica.
Bien mirada, la “grieta” es una guerra civil de baja intensidad que no enfrenta ni comunidades ni clases ni proyectos, sino meramente identidades continuas: queremos ser gobierno.Por eso, ¿dónde encontrar la política, que no sería sino un impulso radicalmente destituyente, y que hoy está completamente fuera de todo espacio partidario electoral? Naturalmente en el universo de la mujeres, que no operan por identificación imaginaria (“somos todas iguales”) sino por colocación estratégica y por cálculo táctico. 
La huelga general de las mujeres parte en dos a la sociedad y no importan tanto las razones de la causa (digo mal: sí importan, pero su efecto es más importante), sino la escisión y el terror que provocan, la hipocresía a la que obligan a los Tinellis y a los Patos.
Hoy son las mujeres las que disponen de los saberes técnicos estratégicos que posibiliten “bloquearlo todo” (empezando por el microfascismo de la razón reproductiva) para liberar la pasión de experimentar una vida otra.
El movimiento obrero fue vencido (y la figura “Obrero” aniquilada en su potencia) cuando perdió no su conciencia de explotado, que no le era específica, sino su dominio técnico de un modo de producción particular.
Hoy sólo el nombre “mujer” es capaz de una gestión técnica de si (y por lo tanto de todos) verdaderamente transformadora.
Estas líneas completan algunos razonamientos de A nuestros amigos del Comité Invisible y “À nos ennemis” de Éric Alliez y Maurizio Lazzarato. 

lunes, 11 de marzo de 2019

Jugar con la lengua: contra las normas de la Real Academia

por Demian Orosz para La voz del interior

El Primer Encuentro Internacional: Derechos Lingüísticos como Derechos Humanos se realizará en simultáneo y con posiciones críticas al Congreso de la Lengua. El escritor y ensayista Daniel Link es uno de los participantes.

En Rayuela, cuando dicen que van a jugar en el cementerio, se refieren al diccionario de la Real Academia Española (RAE). Horacio Oliveira, uno de los protagonistas de la novela de Julio Cortázar, publicada en 1963, es quien enuncia esa visión del diccionario como el lugar adonde van a morir las palabras. “Es realmente la necrópolis”, piensa el personaje en un pasaje célebre del capítulo 41. Y agrega: “No entiendo cómo a esta porquería le dura la encuadernación”.
A la hora de hablar de diccionarios hechos en España, Daniel Link piensa en línea con Cortázar, y cuenta que de ahí le viene su rechazo al volumen que guarda los términos moribundos y hacia las políticas lingüísticas de la Real Academia. “En mi adolescencia leí Rayuela, donde el diccionario de la RAE es objeto de todos los vejámenes posibles. Se lo abre sólo para jugar al Cementerio”, dice el escritor y ensayista argentino.
Link es docente de la UBA y de la Universidad Nacional Tres de Febrero, y es autor de más de 40 títulos, entre los cuales se cuentan Suturas. Imágenes, escrituras, vida, Fantasmas. Imaginación y sociedad y La poesía en la época de su reproductibilidad digital.
A fines de este mes, vendrá a Córdoba para sumarse al Primer Encuentro Internacional: Derechos Lingüísticos como Derechos Humanos, que se propone como un espacio crítico y en disidencia con el Octavo Congreso Internacional de la Lengua Española (Cile).

Organizan un "anti" Congreso de la Lengua
En sus columnas en el diario Perfil, Link viene sentando su posición de rechazo al Congreso de la Lengua, que tiene entre sus principales gestores a la Real Academia Española y al Instituto Cervantes. En agosto de 2018, en un texto titulado “Acción y reacción”, manifestó su repudio a la lógica imperialista y mezquina que él le atribuye al congreso avalado por la corona española.
Hace pocas semanas, en la columna “El arte de injuriar”, fue con los tapones de punta: definió a la RAE como “infame” y se refirió a los académicos como “viejos chotos” empeñados en legislar sobre las palabras que pueden utilizarse.
“Uno de los temas sobre los que los conquistadores pretenderán imponer autoridad es el del lenguaje inclusivo o las estrategias de inclusión en el lenguaje, ligado con políticas de género”, escribió Link sobre la postura de la RAE contraria al uso de “x”, “@” o “e” en lugar del masculino.
Valga aclarar que en el programa del Cile no habrá ninguna mesa sobre lenguaje inclusivo.
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En diálogo con Número Cero, Link señala: “Naturalmente, una de las más desagradables manías de los académicos es la condena al lenguaje inclusivo y la defensa a ultranza de los usos heredados. No sé en qué terminará todo el asunto de las desinencias inclusivas, pero me parece, hoy por hoy, un juego necesario. Alguna verdad saldrá de todo eso”.
El encuentro dedicado a los derechos lingüísticos, organizado por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC, incluye una serie de intervenciones artísticas agrupadas en el ciclo “Malas lenguas” y acciones como el “Diccionario sin coronita”. Tendrá lugar del martes 26 al viernes 29 de marzo.

Impulsan la creación de un “Diccionario sin coronita”
La presentación de Link en el encuentro será el jueves 28 desde las 18, en el Pabellón Venezuela de la Ciudad Universitaria, junto con Diego Bentivegna y Florencia Garramuño. La mesa se denomina “La lengua en la literatura latinoamericana”.
“Pienso hablar sobre la evolución lingüística, y sobre algunos autores que son un hito en la separación respecto de España y su ilusión imperial de una lengua unificada (y gobernada por ellos)”, adelanta el escritor y ensayista.
Opina que el derecho a “jugar con el lenguaje” y a no aceptar las normas lingüísticas del Estado español es una de las reivindicaciones clave del encuentro.
Pone como ejemplos de esa revitalización lúdica a Oliverio Girondo y al “gíglico”, el lenguaje inventado por Cortázar (la escena erótica del capítulo 68 de Rayuela está íntegramente escrita en ese idioma). También al poeta Rubén Darío. “Todos ellos jugaron con el lenguaje más allá de las normas académicas –sostiene–. Por eso lo mantuvieron vivo. Lo mismo sucede, fuera de la norma culta, con los usos populares. Jugar... Si una vida se juega en un discurso, ¿qué decir de lo viviente en relación con los nombres?”.
Arte y parte: "Mas lenguas"
Un conjunto de iniciativas artísticas se reúnen bajo el título de “Malas lenguas”. Muestras, lecturas, presentaciones, acciones en la vía pública, música y teatro integran el programa, diseñado a partir de la convocatoria que llevaron a cabo Malena Tatián, Ives Romero y Ciro del Barco.
“Malas lenguas” se suma al Encuentro Internacional: Derechos Lingüísticos como Derechos Humanos como “respuesta a la univocidad de sentido de las lenguas que proyectan las viejas instituciones colonialistas y sus anfitriones en nuestro país”.
“Estos poderes buscan hacer de la palabra viva un territorio funcional a sus intereses económicos y culturales, un territorio a fin de cuentas estanco y controlado”, expresan los gestores del ciclo que arrancó está semana y se extenderá hasta fines de marzo en múltiples sedes.
El viernes 15, en Séptimo Arte (avenida Roque Sáenz Peña 1423), Indira Montoya presentará Obri. El sábado 16, en el teatro La Calle (General Bustos 1000), se pondrá en escena Putito. Nunca nadie amó tanto, obra dirigida por Marcos Gabriel García.
En DocumentA/Escénicas (Lima 364) se verá Se debería llamar Elogio de amor, obra escrita por Gonzalo Marull y dirigida por Cipriano Argüello Pitt.
El viernes 22 a las 20, en Bastón del Moro (Chacabuco 483), se abrirá una muestra de Tomás Alzogaray, Soledad Sánchez Goldar y Hugo Aveta, entre otros, con curaduría de Ciro del Barco. A las 21, charla sobre el libro La Biblioteca Roja, y desde las 22, presentaciones de Elisa Gagliano y Hernán Boubie, y de Negra Marta junto con Amparo Basualdo.
Otra de las sedes de “Malas lenguas” será el Museo de Antropología (avenida Hipólito Yrigoyen 174). Allí, el lunes 25 a las 18, se presentará el Diccionario sin coronita, de la editorial Sofía Cartonera.
En el Sindicato de Luz y Fuerza (Deán Funes 672), el martes 26 a las 20.30, se realizará la primera entrega de “Desbordar la lengua”, con lecturas a cargo de Naty Menstrual, María Moreno y Cuqui; la segunda, el 27, tendrá a Claudia Rodríguez, Val Flores y Camila Sosa Villada; la tercera será el viernes 29 y se mudará a la Ciudad Universitaria, con David Aniñir, Daniela Catrileo y Washington Cucurto.
Actividades destacadas
l encuentro se desarrollará del martes 26 al viernes 29 de marzo, y tendrá como sedes a los pabellones Venezuela y Brujas en la Ciudad Universitaria, y al Sindicato de Luz y Fuerza (Deán Funes 672), donde además habrá una feria de editoriales. Las propuestas incluyen mesas de debate con producción académica local e internacional, paneles con especialistas y un evento de cierre. Todas las actividades serán con participación libre y gratuita. Entre los objetivos del encuentro está generar un espacio en el que se compartan estrategias, actividades y recursos bibliográficos, didácticos y lúdicos que promuevan la valoración y transmisión de las lenguas amenazadas.
Martes 26
11: apertura a cargo de Juan Pablo Abratte y  conferencia de Elvira Narvaja de Arnoux.
12: homenaje a Osvaldo Bayer: María Teresa Andruetto, Flavia Dezzutto y Diego Tatián.
18: presentación del libro Mapurbe, de David Aniñir.
Miércoles 27
17: mesa sobre edición, género, lengua y disidencias.
19: discusiones en torno a la norma lingüística, con José del Valle y Horacio González.
Jueves 28
12: panel sobre derechos lingüísticos y comunidades originarias, con Marisa Censabella, Ana Carolina Hetch, Mariela Tulian y Virginia Unamuno.
18: “La lengua en la literatura latinoamericana”, con Diego Bentivegna, Florencia Garramuño y Daniel Link.
19.30: “Conferencia plenaria: interculturalidad, justicia y derechos: derechos humanos y lingüísticos”. Rita del Valle Cejas, José Luis Grosso, Pablo Reyna, Agustín Rodríguez y Miguel Rodríguez Villafañe.
21: concierto de Liliana Herrero.
Viernes 29
11: “Cuando la lengua se les hace a un lado”, a cargo de Mempo Giardinelli.
12: conferencia de cierre: “La glotopolítica como política: acción intra y extradisciplinaria”, por José del Valle
14: políticas lingüísticas de la RAE, con Fernando Alfón, Daniela Lauría y Florencia Rizzo.
15.30: lenguas, género y disidencia, con Marina Mariasch, Emmanuel Theumer, Alejandro Modarelli y Patricia Supisiche.
19: festival de cierre del evento.


sábado, 9 de marzo de 2019

El punto ciego

Por Daniel Link para Perfil

Nuestro más sentido pésame para el Sr. Mauricio Macri, cuyo padre murió un día después de que él pronunciara el mejor discurso de su vida política. Nos queda la duda, que tal vez sea también la suya, sobre si su padre oyó ese discurso y si fue capaz de escucharlo, de experimentarlo en toda su violencia (que era simétrica de la violencia de quienes lo escuchaban como primeros destinatarios, la Asamblea Parlamentaria). Corramos un tupido velo de pudor sobre el asunto y pasemos a otro tema.
Asumamos (aún cuando todas las evidencias parecen indicar lo contrario), que el Sr. Macri definió adecuadamente su gestión y la de sus ministros: agua limpia, asfalto, puentes, aeropuertos, parques nacionales, conectividad, AUH, calidad de enseñanza, etc.). Sigue habiendo un punto ciego: la economía, cuya gestión se encomienda a un ministro que, justo es decirlo, transita entre la estupidez, la ignorancia y la mala fe, confundiendo su accionar con el del Banco Central, que es otra cosa.
Admitamos (es necesario argumentativamente, aunque las evidencias...) que la solución del Banco Central a los problemas de la inflación y el tipo de cambio son correctas. Con este panorama, ¿cuáles son las políticas económicas más adecuadas para el desarrollo o, por lo menos, para evitar el estancamiento de la producción, el trabajo y el consumo? Cri, cri. El ministro no dice nada. Lo único que él sabe es garantizar la buena relación con los acreedores. ¡Pero eso no puede sostener un ministerio! Cualquier almacenero lo sabe: para mantener a los acreedores contentos, hay que pagar. Y punto.
No se entiende, en el batibarullo de agresiones cruzadas que nadie (ni los políticos, ni la prensa, ni los sindicatos) pida la cabeza de un ministro que, a todas luces, ha demostrado su incompetencia. Raro que en un país que ha hecho de la caza de ministros de economía un saludable deporte, el “echen a Dujovne” no se oiga.


viernes, 8 de marzo de 2019

Mujeres de la bolsa

por María Moreno

El hombre de la bolsa era uno y se llevaba niños.
Las mujeres de la bolsa somos muchas y salimos de ellas para que no haya ni una menos.
Hay una historia política de la bolsa. Si la cartera era míticamente revoltijo cosmético, dejó de serlo cuando escondió armas revolucionarias, panfletos militantes, cuadernos de estudio, libros y planos; la bolsa la amplía y hace funcional.
¿Y la bolsa de basura? Sacarla implica expulsar afuera del hogar los deshechos de la vida productiva. Cuando aparecieron las bolsas de consorcio, el objeto pasaba del espacio que el feminismo llamó del llamado trabajo invisible a herramienta laboral del encargado de edificio; la utilería del asesino hoy incluye la bolsa y el container, la cloaca y el pozo ciego en donde la razón práctica devela un horror semiótico: las mujeres son basura.
Activar desde la bolsa no significa invitar a una identificación sacrificial o melancólica con las víctimas; ocupar el lugar en donde se encubrió el cadáver y romperlo para leer y hablar es evocar aquello que la muerte tiene para decir aún desde el silencio, por eso de que “el cadáver habla”, da señales de su identidad, pistas que llevan al asesino como lo demuestra la tradición política del Equipo Argentino de Antropología Forense.
Que la bolsa se transforme en el símbolo del luto popular y el compromiso porque no haya ni una menos.


¡Hagan algo!

Por Daniel Link para Perfil



Y apareció un obrero (uno) y se pudrió todo. Y el soberano tartamudeó más que nunca “el año pasado, el año pasado”, y no pudo contestar el simple reclamo: “Hagan algo”. Hubiera dicho: estamos haciendo, estoy haciendo, estoy vendiendo mi fortuna para crear un fondo de asistencia y capacitación al obrero, porque me importa más el futuro de la patria que el futuro de mis empresas. Hubiera dicho: sé que soy culpable de todo, sé que los inútiles de los que me rodeo se dicen ministros pero no son más que bufones tarambanas que mandan los partes diarios del Reino a la sede del Imperio y se quedan esperando la aprobación por sus piruetas de salón de fiesta.

O lo hubiera abrazado fuerte y, fundido en un abrazo el obrero con el soberano, la historia habría entrado en un ralentí hasta detenerse totalmente, para empezar de nuevo, ahora sí, con esperanza. Estamos juntos, vamos a hacer algo.

El obrero no exigió “¡Váyanse!”, pidió “Hagan algo”. Y el abrazo que le dio el soberano fue casi un empujón, un “tomátelas”, incluso un pésame: lo siento, lo siento tanto, te acompaño en el sentimiento, andá a enterrar tus esperanzas. Y siguió adelante con la payasada de que está gobernando y de que tiene una idea, alguna, de lo que podría hacerse por el abandonado a su suerte.

El obrero podría haber preguntado: ¿Arrastraron los reyes los bloques de piedra? ¿A dónde fueron los albañiles la noche en que fue terminada la Muralla China? Para qué, si el soberano no tiene respuestas para el simple y patético “Hagan algo”.

El obrero se dio cuenta del significado de ese abrazo de pésame y consolación hipócrita y se retiró murmurando “la concha de mi hermana”. En la legendaria Atlántida, la noche en que el mar se la tragaba, los que se hundían, gritaban llamando a sus esclavos.

Ya llamarán de nuevo, los monarcas hundidos, a sus súbditos. Se están hundiendo por el peso de plomo de las respuestas que se guardan.