¿Puede pensarse la ansiedad como una falla, o un síntoma de una falla, en ese sistema de producción subjetiva (de producción subjetiva en tanto los sujetos son en ella)?
Sí, su impresión es precisa: se trata del síntoma de una falla. Sobre todo teniendo en cuenta que la lógica de la falla no es la de la catástrofe sino la de la grieta. A través de la grieta algo se filtra: se desmoronan los sedimentos o se desordenan las clasificaciones. La ansiedad es la pantalla de ese desorden y los ansiolíticos recetados la avanzadilla bélica del anestesiamiento cultural.
¿Cómo puede hacerse un escritor de un cyborg, o acaso la del escritor como artista está condenada?
También en este punto habrá que pensar en formas nuevas de concebir la escritura (por ejemplo: no tanto por su capacidad para representar fielmente la realidad, sino como una experiencia de transformación). Hoy asistimos a una conversión masiva de los ciudadanos en escritores (anunciada por algunos teóricos a principios del siglo XX, pero recién hoy una realidad): la blogosfera. Lo sepa o no, quien escribe en la red (todos y cualquiera) está haciendo literatura: jugando con las resistencias del lenguaje, inscribiéndose en un determinado imaginario, expresando terrores y anhelos que no son necesariamente individuales sino de la época misma.
La lectura online: ¿cuáles son sus restricciones y propensiones específicas? ¿Cómo ha venido variando la experiencia de lectura, los efectos subjetivos de leer?
La lectura online tiene sus limitaciones: la disponibilidad tecnológica, en principio (electricidad, conexión a internet, cosas que no hay ni tiene por qué haber en la playa o en un bote, aunque sí en todas las escuelas), pero también la vulnerabilidad de los soportes (los discos rígidos son mucho más frágiles que los libros). Más allá de eso está la amabilidad insuperable de lo impreso por sobre la pantalla (leer en pantalla cansa mucho más la vista) y cierta metafísica de la lectura que me permite volverme uno con el libro y desentenderme del afuera.
En un desprendimiento lógico, ¿cómo afectan las condiciones de lectura online a la tarea de escritura? ¿Qué se espera de un lector online? ¿Cómo construye el acto de escritura online sus figuras de interlocutores?
No lo sé con certeza. La interlocución en internet (al menos es mi experiencia) es un poco demasiado salvaje (o interactiva, si se prefiere). Lo que es seguro es que establece un standard: yo no podría hoy publicar en ningún medio nada que no considere que esté "a la altura" de mi blog (de lo que yo imagino que se espera leer en mi blog: entiendo siempre estas cuestiones como completamente imaginarias).
¿El establecimiento de ese standard es intrínseco a publicación web o es algo que le sucede a usted? Si es algo que "viene con internet", ¿a la larga tendría un efecto cualificativo en la comunicación escrita en general? Sería al menos una compensación por el afamado "emporbrecimiento del lenguaje en los chats", ¿no?
Sí, bueno, es algo que me pasa a mí, como todo de lo que he venido hablando. Habría que realizar investigaciones sólidas para poder arribar a conclusiones más firmes. Esa intervención inmediata (y, como dije antes, a veces un poco salvaje) de los lectores respecto de lo que leyeron obliga a una gran prudencia. El cacareado "empobrecimiento del lenguaje" en los chats es otra de las tantas burradas que se dicen sin demasiado fundamento. Vuelvo a insistir: allí la gente está escribiendo. ¿Cuándo hubo una conversión tan masiva hacia la escritura? Desde los tiempos de la alfabetización obligatoria, en el siglo XIX, no asistíamos a un espectáculo semejante.
Dada esa conformación, ¿qué tipo de movimientos posibilitan acciones propias, contingentes y constitutivas, no redundantes al funcionamiento de la red?
Todo lo que se haga hoy en relación con la red es meramente experimental, en el sentido de un acto cuya salida se desconoce. Habitualmente se me enrola entre los ciber-optimistas, pero no sé si mi optimismo es tal. Pienso que hay que ser muy cuidadosos con las acciones que realizamos con tecnologías que no conocemos bien. Pero la batalla contra el copyright, por ejemplo, no me parece redundante? Quiero decir: no me parece que haya allí mera reproducción de condiciones de producción previas, sino que se trata (supuesto que se imponga el copyleft y no el copyright) del umbral de una cultura nueva: ¡Viva la libre distribución de los bienes culturales (lo que los paranoicos de las corporaciones llaman piratería)!
¿Pero puede imponerse la socialización de productos culturales? Su estrategia parece más la de la proliferación (que con los nics y chats de usuarios adquiere color de secta) que la de la expansión hegemonizante (alias toma del poder). El copyletf lucha por no ser prohibido o suprimido, ¿no? Es decir, por poder compartir y no porque esté prohibido no hacerlo. ¿Acaso un proceso político puede consistir en habitar dimensiones marginales (en algún sentido) a los polos de la red capitalista, conviviendo con ella?
En modo alguno podría imponerse la libertad, claro. Pero cualquier cercenamiento de las libertades abstractas, más tarde o más temprano, termina eliminando derechos concretos. El copyleft supone la libre circulación de la información (programas de trabajo, textos, imágenes) y, lo que es más importante, el libre uso de la información. Hay que recordar que las batallas por el patentamiento no sólo afectan a la dimensión cultural de la sociedad sino también a la dimensión económica y, aún, biológica (patentamiento de material genético, como sucede ya con ciertas variedades de alimentos, vacunas y medicamentos). Lo que está en juego es de capital importancia. En cuanto a la segunda parte de la pregunta, sí, creo que el gran desafío es hoy diseñar procesos políticos no tanto contra el capitalismo sino más allá de él (a través de sus agujeros, etc.).
La literatura -la prosa de ficción y la de crítica-, ¿tiene capacidad de intervención política, capacidad de alteración; tiene, digamos, poder? En caso afirmativo, ¿cómo opera?
Yo diría que sí, aún cuando no se trate de intervenciones masivas. Se escribe y se publica un libro. Ese libro puede tener, en el mejor de los casos, 500 lectores (pienso en el mercado argentino, que es el que mejor conozco). De entre esos 500 lectores, algunos llevarán lo que leyeron más lejos, por otras vías. Y así sucesivamente, según una lógica de cascada que, en última instancia, fue siempre la lógica de las intervenciones. ¿Cuántos lectores tuvieron, en principio, Nietzsche o Benjamin, dos escritores que cambiaron la forma de pensar de varias generaciones?
Y, ¿cómo condicionan a esa operatoria política los distintos medios de comunicación, véase la academia, la prensa, el blog, el mercado editorial? Usted, en función de lo que pretende de su labor, ¿qué puede y qué no puede en cada una de esas situaciones comunicativas? La academia y la prensa, salvo contadas excepciones, han funcionado siempre de acuerdo con la lógica de las relaciones laborales. Los condicionamientos no funcionan allí tanto por el lado de las restricciones sino por el lado de las obligaciones: uno está obligado a tocar ciertos temas y a hacerlo de cierto modo. En cuanto al caso del blog, allí todo es más libre, pero eso no significa que sea más fácil: la libertad como condena. En los medios masivos no se puede analizar (es decir, desmontar minuciosamente) el sentido común de masas; en la academia no se puede intervenir en relación con el presente fuera de los protocolos académicos (contenidos mínimos, sistemas de evaluación, informes de avance de las investigaciones, bibliografía consultada, etc.). El blog no admite desarrollos (ficcionales o argumentativos) largos o con aparato crítico. El libro sigue siendo el momento de síntesis más alto, me parece, donde la libertad, las restricciones y las obligaciones, cuando uno tiene, además, suerte, se equilibran entre sí. Naturalmente, el mercado opera selectivamente en relación con todo lo que se publica, pero si uno revisa todo lo que se publica tampoco puede quejarse de que el mercado sea demasiado selectivo sino todo lo contrario.
¿En qué sentido usted se ha referido a una cierta homogeneización cualitativa de la escritura de ficción y la ensayística? ¿Hay algún logos siempre más o menos idéntico, o continuo, que no es alterado por el medio en que se expresa? En la variedad de géneros que ud. aborda y formatos de producción que usa, ¿hay un proyecto central?
No sé si se trata de una homogeneización cualitativa. En todo caso, el ensayo (de hecho y de derecho) forma parte de la literatura. Aún la crítica más protocolar sirve para trazar mapas en el mundo de las letras y, naturalmente, en la cultura. Para mí, escribir forma parte de un proceso de ascesis y de transformación. Escribo para ver en qué puedo llegar a convertirme y en el proceso de escritura me transformo (no necesariamente en lo que tenía previsto porque se trata de experimentar sabiendo que los experimentos implican salidas que se desconocen). No sé si eso alcanza para denominar a lo que uno hace un "proyecto" (como quien habla de proyecto sartreano). En todo caso, tengo con la escritura esa relación existencial. Escribo poemas, diálogos, ensayos, novelas, lo que sea. Hago público los resultados de esos momentos de felicidad o angustia. Hago públicos momentos de mi vida privada, porque sé que no hay oposición que valga la pena sostener entre lo público y lo privado... Oh, ahora que me doy cuenta, eso sí se parece a un "proyecto".
"Presenciamos una masificación de la escritura" (entrevista de Agustín Valle), debate. Revista semanal de opinión, 4: 158 (Buenos Aires: jueves 23 de marzo de 2006)