El Partido Pirata de Argentina ya lo dijo todo, pero conviene subrayar lo que de mezquino hay en una política cultural: los así llamados "contenidos digitales abiertos" no pueden bajarse y, ahora, tampoco pueden verse online, ni en otros países ni en el propio país que, con el dinero de sus contribuyentes, ha financiado esas producciones erráticas: convengamos en que 23 pares está muy bien, pero también señalemos que Babylon (de Gastón Portal) es una abominación, ya desde el título.
Si yo quiero saber en qué ha gastado el Estado (por la vía del Consejo Interuniversitario Nacional y el Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios) mis impuestos, no puedo hacerlo sin someterme, además, a las odiosas tandas publicitarias de los canales de aire.
La pretendida "cultura nac&pop" queda así, desnudada de sus ropajes ideológicos y se revela como lo que es: un mecanismo (estatal) para promover el consumo.
"¡El consumo, el consumo!", esa obsesión tan boudoudista que no deja de aparecer en cada cadena nacional.
Y, todavía más, la cultura se revela como el mecanismo para sostener al sector más odioso de nuestros tiempos: las agencias de publicidad, que no son sino shifters para la transferencia de recursos del sector público al privado.
El Estado pretende que yo, porque tengo interés en ver 23 pares, financie (porque al sintonizarlo "aumento el rating" de canal 9) los delirios de los gerentes de esa canaleta.
Pero ellos no han asumido riesgo alguno: 23 pares y las demás producciones fueron financiadas, insisto, con dineros públicos.
Como siempre, los que pierden son "los sectores populares". Yo puedo ver 23 pares en casa de la realizadora, pero de todos modos me subleva la mezquindad de esta gentuza, y el retroceso cultural y político que enarbolan como bandera*.
*Actualización tardía: O sencillamente la inepcia. Desde la página principal, pruebo a seguir el vínculo:
CDA ya se encuentra disponible en las siguientes plataformas Web (www.cda.gob.ar)
Smart TV y Blu Ray LG a través de su plataforma NetCast
Tablets y teléfonos móviles con IOS (iPhone, iPad, iPod) y con Android.
Mi Montserrat está "fuera del Territorio Argentino" (ante esas mayúsculas amedrentadoras, mejor callarse).
miércoles, 31 de octubre de 2012
martes, 30 de octubre de 2012
lunes, 29 de octubre de 2012
Trash televisivo
Ya está en línea el capítulo más trash (porque lo trash televisivo es, no tanto su destino cuanto su contenido y su fascinación) de 23 pares (una pena que, financiado el proyecto como está con dineros públicos, la página no permita la descarga directa).
Halloween-ween
El próximo miércoles 31 de octubre, de 17:30 a 21:30 hs
Compilado |Es el programa freestyle de mirrorball.fm, donde selectores provenientes de diferentes aéreas del arte, comparten sus preferencias musicales, siempre bien recibidos por nuestro anfitrión Dj Dr Trincado
Diálogo musical entre DJ Linkillo Y Dr. Trincado en Compilado, celebrando Halloween:
Compilado |Es el programa freestyle de mirrorball.fm, donde selectores provenientes de diferentes aéreas del arte, comparten sus preferencias musicales, siempre bien recibidos por nuestro anfitrión Dj Dr Trincado
Dr Trincado | Dj Anfitrión
Dr Trincado es la voz más precisa del house en Argentina, inspirador de nuevas generaciones y con una historia que ha servido para posicionar a lugares como Cocoliche (Bs As) como el centro del underground y la calidad musical.
Comenzó a pinchar por la mitad de los anios 80's, por lo que transitó el paso de la música remixada a los primeros del house americano, ya en los 90's fue residente de lugares antológicos como Age of Comunnication, Morocco y Ave Porco, lugares que sentaron las bases de la escena electronica en Argentina, paralelamente formaría la Dj Unión junto a Carla Tintore y Diego Roca, primera asociación de djs en pro de la diversión y el movimiento.
En los 2000, cuando la escena se comenzó a poner obvia, buscó su forma de expresión en la pintura y en las letras, en el 2006 trabajó en el biodrama Disc Jockey de la directora de vanguardia Vivi Tellas.
Ha pinchado en los países limítrofes y en New York, Los Angeles, Barcelona y París.
Fue colaborador de las bandas Babasónicos, Coco, Los Natas, Victoria Mil, Travesti, y es consultado para generar nuevas mezclas, marcos musicales o lo que se necesite para enriquecer contenidos musicales.
Como músico actualmente se encuentra trabajando con Fok Electrochongo y Transilvania en lo que será un nuevo disco homenaje a la mujer.
En 2010 armo la radio online www.mirrorball.fm, nació y vive en Buenos Aires.
Dr Trincado es la voz más precisa del house en Argentina, inspirador de nuevas generaciones y con una historia que ha servido para posicionar a lugares como Cocoliche (Bs As) como el centro del underground y la calidad musical.
Comenzó a pinchar por la mitad de los anios 80's, por lo que transitó el paso de la música remixada a los primeros del house americano, ya en los 90's fue residente de lugares antológicos como Age of Comunnication, Morocco y Ave Porco, lugares que sentaron las bases de la escena electronica en Argentina, paralelamente formaría la Dj Unión junto a Carla Tintore y Diego Roca, primera asociación de djs en pro de la diversión y el movimiento.
En los 2000, cuando la escena se comenzó a poner obvia, buscó su forma de expresión en la pintura y en las letras, en el 2006 trabajó en el biodrama Disc Jockey de la directora de vanguardia Vivi Tellas.
Ha pinchado en los países limítrofes y en New York, Los Angeles, Barcelona y París.
Fue colaborador de las bandas Babasónicos, Coco, Los Natas, Victoria Mil, Travesti, y es consultado para generar nuevas mezclas, marcos musicales o lo que se necesite para enriquecer contenidos musicales.
Como músico actualmente se encuentra trabajando con Fok Electrochongo y Transilvania en lo que será un nuevo disco homenaje a la mujer.
En 2010 armo la radio online www.mirrorball.fm, nació y vive en Buenos Aires.
domingo, 28 de octubre de 2012
sábado, 27 de octubre de 2012
Trabajar con amigos
Circunstancias laborales me han
llevado, en las últimas semanas, a reflexionar sobre las ventajas de
“trabajar con amigos”.
Siendo, como es, la más imaginaria de
las relaciones, la amistad supone la reversibilidad de los roles, que
funcionan en un plano de absoluta igualdad o equivalencia. El
trabajo, por el contrario, supone relaciones jerárquicas e
irreversibles (por la estructura misma de la relación laboral y no
por la mera voluntad de sus participantes).
Habría allí, por lo tanto, una
colusión imposible de resolver entre lógicas distintas.
¿Por qué, sin embargo, preferimos
trabajar con amigos? Alguien podría responder: “¡Quién querría
trabajar con enemigos!”, porque no se puede sostener un deseo
semejante.
Pero además de “amigos” y
“enemigos”, deberíamos ser capaces de pensar también en
términos de “no amigos” y “no enemigos”, que constituyen la
mayoría del universo social (y, por lo tanto, laboral). De hecho,
conviene despojar al mundo de la mayor cantidad de hostilidad posible
(los políticos y los medios deberían intentarlo).
Un caso simétrico e inverso al que me
preocupa: “¡Quién querría trabajar con parientes!” (porque
las relaciones de parentesco están regladas, también ellas,
jerárquicamente, y su carácter dista mucho del vínculo imaginario
propio de la amistad –supone una historia de traumas y fantasmas
compartidos, de prohibiciones universales y mandatos culturales).
Si preferimos trabajar con “amigos”
es, por un lado, porque es más descansado trabajar con quienes uno
sostiene un vínculo de confianza irrevocable que trabajar con “no
amigos”, respecto de los cuales esa confianza es básicamente una
incertidumbre. Pero, además, porque esperamos que la lógica de la
amistad, en algún sentido, nos redima de la lógica laboral. Es
decir, preferimos actuar laboralmente como si la redención fuera
posible, como si la miseria del mundo no pudiera alcanzarnos o como
si, al alcanzarnos, nos encontrara invulnerables a sus efectos
devastadores.
Trabajar con amigos, por último,
supone también poner a prueba el estatuto mismo de la comunidad, su
resistencia a la violencia del mundo.
viernes, 26 de octubre de 2012
De terror
666 Park Avenue tiene como protagonista al último resto de Lost: Locke (Terry O'Quinn). El actor, ahora lo sabemos, tiene la cara exacta para representar al siniestro Gavin Doran, dueño del edificio neoyorquino sito en 999 Park Avenue, y con grandes proyectos inmobiliarios.
En ese edificio plagado de misterios y secretos (una niña vidente, un depósito clausurado en el sótano, indicios de símbolos masónicos o, incluso, de brujería) sucederá de todo, ante las atónitas conciencias de los nuevos responsables de su mantenimiento, una encantadora arquitecta y su marido, de una ética inquebrantable que colusionará más temprano que tarde con sus ambiciones políticas.
La serie va planteando casos en lo que parece ser un esquema de sucesivos pactos demoníacos: los inquilinos de cada unidad habitacional quieren algo y se convertirán, de la mano de Doran (que tiene, aparentemente, vínculos con lo peor del más allá) en víctimas de sus propios deseos.
La serie es una sombra de algo ya muy visto (el pacto fáustico, el edificio endemoniado, la fatalidad de elegir la vía rápida para triunfar en la vida) pero se deja ver sin sobresaltos, lo que tal vez sea su mayor defecto.
American Horror Story: Asylum, por el contrario, comenzó su segunda temporada muy arriba, presentando unos personajes extremadamente desquiciados y unas situaciones de infinita repulsión. Si bien hay flashforwards al presente, la serie se desarrolla en 1964, cuando un antiguo hospital para tuberculosos ha sido transformado en sanatorio para dementes a cargo de la iglesia. O sea: esta vez el terror no será de fantasmas, sino de las figuras asociadas con el catolicismo (que tanto fascinan a los norteamericanos, desde Kennedy, y que tan mal las entienden).
Sombría, con una habilidad para explotar lo desagradable que hace mucho tiempo no veíamos en la televisión, AHS tiene, además, un elenco de primer orden: Jessica Lange hace una monja con pasado prostibulario; Zachary Quinto interpreta a un psiquiatra moderno, Chloë Sevigny es una ninfómana desatada, el fantasma rubio de la primera temporada es ahora Kit Walker, acusado de desollar mujeres (pero él se defiende diciendo que fueron los extraterrestres)....
Si 666 Park Avenue es un thriller módico con toques sobrenaturales, AHS es una (nueva) exploración de las relaciones entre el terror y la sexualidad (¿no son, acaso, lo mismo?). Sarah Paulson desempeña a una lesbiana curiosa. Quiero decir: una periodista lesbiana cuya curiosidad (sumada a la debilidad de su pareja) la condenan a vivir en ese infierno regido por la siniestra Hermana Jude (Lange) y el médico que realiza experimentos, todavía no revelados, con los pacientes. La inclusión de Joseph Fiennes como el Monseñor de quien Jessica Lange está prendada no es un acierto: sabido es que el actor es Jettatore y hace naufragar a todos los proyectos de los que participa (Camelot, Flashforward). Pero bueno, son esos momentos en los que la producción se deja arrastrar por el mismo tema que trabaja.
Hay un demonio suelto en el asilo, que salió del cuerpo de un adolescente que se masturbaba compulsivamente y ahora ocupa otro. No diré más, por el momento, pero corresponde susurrar: Dios dirá...
En ese edificio plagado de misterios y secretos (una niña vidente, un depósito clausurado en el sótano, indicios de símbolos masónicos o, incluso, de brujería) sucederá de todo, ante las atónitas conciencias de los nuevos responsables de su mantenimiento, una encantadora arquitecta y su marido, de una ética inquebrantable que colusionará más temprano que tarde con sus ambiciones políticas.
La serie va planteando casos en lo que parece ser un esquema de sucesivos pactos demoníacos: los inquilinos de cada unidad habitacional quieren algo y se convertirán, de la mano de Doran (que tiene, aparentemente, vínculos con lo peor del más allá) en víctimas de sus propios deseos.
La serie es una sombra de algo ya muy visto (el pacto fáustico, el edificio endemoniado, la fatalidad de elegir la vía rápida para triunfar en la vida) pero se deja ver sin sobresaltos, lo que tal vez sea su mayor defecto.
American Horror Story: Asylum, por el contrario, comenzó su segunda temporada muy arriba, presentando unos personajes extremadamente desquiciados y unas situaciones de infinita repulsión. Si bien hay flashforwards al presente, la serie se desarrolla en 1964, cuando un antiguo hospital para tuberculosos ha sido transformado en sanatorio para dementes a cargo de la iglesia. O sea: esta vez el terror no será de fantasmas, sino de las figuras asociadas con el catolicismo (que tanto fascinan a los norteamericanos, desde Kennedy, y que tan mal las entienden).
Sombría, con una habilidad para explotar lo desagradable que hace mucho tiempo no veíamos en la televisión, AHS tiene, además, un elenco de primer orden: Jessica Lange hace una monja con pasado prostibulario; Zachary Quinto interpreta a un psiquiatra moderno, Chloë Sevigny es una ninfómana desatada, el fantasma rubio de la primera temporada es ahora Kit Walker, acusado de desollar mujeres (pero él se defiende diciendo que fueron los extraterrestres)....
Si 666 Park Avenue es un thriller módico con toques sobrenaturales, AHS es una (nueva) exploración de las relaciones entre el terror y la sexualidad (¿no son, acaso, lo mismo?). Sarah Paulson desempeña a una lesbiana curiosa. Quiero decir: una periodista lesbiana cuya curiosidad (sumada a la debilidad de su pareja) la condenan a vivir en ese infierno regido por la siniestra Hermana Jude (Lange) y el médico que realiza experimentos, todavía no revelados, con los pacientes. La inclusión de Joseph Fiennes como el Monseñor de quien Jessica Lange está prendada no es un acierto: sabido es que el actor es Jettatore y hace naufragar a todos los proyectos de los que participa (Camelot, Flashforward). Pero bueno, son esos momentos en los que la producción se deja arrastrar por el mismo tema que trabaja.
Hay un demonio suelto en el asilo, que salió del cuerpo de un adolescente que se masturbaba compulsivamente y ahora ocupa otro. No diré más, por el momento, pero corresponde susurrar: Dios dirá...
jueves, 25 de octubre de 2012
Accidente de trabajo legislativo
La ley corta
por Mario Weinfeld para Página/12
Un doble disuasivo para acudir ante la Justicia añade la ley, cuestionable a los ojos del cronista. El primero es la supresión de la llamada “doble vía”, esto es, la posibilidad de hacerse de la indemnización administrativa e ir a los Tribunales por un mayor valor. El segundo es establecer la competencia civil para el laburante que opte por jugarse a todo o nada. La existencia de los Tribunales de Trabajo es un punto cardinal del justicialismo: fueron creados por Juan Domingo Perón antes de ser tres veces presidente, cuando conducía la Secretaría de Trabajo y Previsión. Esos tribunales, sin ser un dechado de perfección, se caracterizan por un sesgo y una concepción “pro operario”, ajenos a otras competencias. No se trata de inequidad, sino de un recurso democrático para compensar la desigualdad de poder inherente a la relación laboral. En los juzgados civiles, por concepción e ideología de la mayoría de sus jueces, los trabajadores jugarán de visitante. Tamaño añadido a la restricción de la doble vía llueve sobre mojado: resiente las perspectivas de un pleito justo para quien se arriesgue a plantearlo.
El texto completo, acá.
por Mario Weinfeld para Página/12
Un doble disuasivo para acudir ante la Justicia añade la ley, cuestionable a los ojos del cronista. El primero es la supresión de la llamada “doble vía”, esto es, la posibilidad de hacerse de la indemnización administrativa e ir a los Tribunales por un mayor valor. El segundo es establecer la competencia civil para el laburante que opte por jugarse a todo o nada. La existencia de los Tribunales de Trabajo es un punto cardinal del justicialismo: fueron creados por Juan Domingo Perón antes de ser tres veces presidente, cuando conducía la Secretaría de Trabajo y Previsión. Esos tribunales, sin ser un dechado de perfección, se caracterizan por un sesgo y una concepción “pro operario”, ajenos a otras competencias. No se trata de inequidad, sino de un recurso democrático para compensar la desigualdad de poder inherente a la relación laboral. En los juzgados civiles, por concepción e ideología de la mayoría de sus jueces, los trabajadores jugarán de visitante. Tamaño añadido a la restricción de la doble vía llueve sobre mojado: resiente las perspectivas de un pleito justo para quien se arriesgue a plantearlo.
El texto completo, acá.
martes, 23 de octubre de 2012
sábado, 20 de octubre de 2012
Votos para todos y todas
por Daniel Link para Perfil
Los argumentos del senador Daniel
Filmus en favor del proyecto de ley para la ampliación de la
ciudadanía (a partir de los 16 años) oscilaron, de acuerdo con sus declaraciones, entre el humor sombrío, la precisión histórica y el
disparate perceptivo. A propósito de lo primero, evocó una fecha
cuya celebración el poder regente había relegado en el personaje
más antipático de sus filas, el Sr. Boudou: "es interesante
que la votación se realice el 17 de octubre ya que coincide con una
fecha muy significativa: ese día hubo una ampliación de la
participación popular en la defensa de los intereses y la soberanía
del pueblo", dijo.
En relación con lo segundo, señaló
con solvencia que "hace poco más de 100 años se aprobó el
derecho de voto a partir de los 18 años, cuando la mayoría de edad
era a los 22 años", y correlacionó ese dato con porcentajes de
escolarización (pudo haberse referido también a la expectativa de
vida, pero no lo hizo).
Por último sostuvo que "si hay un
sector que, en general, se rebela contra el orden establecido es la
juventud, que siempre se caracterizó por demandar tener más
derechos", como si el proyecto hubiera sido la solución estatal
a una masiva rebelión adolescente y no una ocurrencia cuyos
insípidos resultados nos arrojarán a los adultos (entre 18 y 70
años) a la rebelión cívica.
Partidario como soy de toda ampliación
de derechos, sé que todo derecho es universal, o es un mero
privilegio. La nueva concepción electoral nos pondrá a los adultos
(entre 18 y 70 años) en situación de vulnerabilidd y
discriminación: como a los adolescentes, que no nos penalicen por no
votar, si no tenemos ganas de hacerlo o las opciones políticas no
nos satisfacen.
viernes, 19 de octubre de 2012
Telegay
El factor anormal
La
rentrée televisiva después del verano septentrional trae
varias novedades donde la “familiaridad gay” constituye su
temática excluyente.
--> por
Daniel Link para Soy
La
temporada televisiva del norte volvió con todo y muchos, sino todos,
los lanzamientos de septiembre y octubre pronto ocuparán la grilla
del cable.
En el
universo televisivo norteamericano, como se sabe, lo "gay"
es totalmente autónomo de cualquier otra cultura y los pormenores de
las vidas de las locas no se cruzan con ninguna otra aventura que las
de su propia identidad. Cuando Lost introdujo lacónicamente,
entre tantas otras experiencias, la de que uno de los secuaces de Ben
cultivara el sexo entre varones, cruzó una línea que nadie más se
atrevió a franquear. Lo gay televisivo sólo se cruza con el
romanticismo y los debates cívicos, nunca con la aventura, la
criminología o la especulación científica.
Este
año, dos comedias vuelven sobre el asunto "gay" en la
misma clave que Will and
Grace hace
algunos años: lo “gay” sin sexo y sin afuera, como un mero
repertorio de estereotipos culturales. Afortunadamente,
los personajes son, esta vez, menos desagradables.
En
Partners
dos amigos de infancia (uno es puto y el otro es hétero), ambos
arquitectos, son socios y amigos que comparten sus vicisitudes con
sus respectivas parejas. El personaje desmpeñado por Michael Urie
derrocha una energía verbal (como el Jack de Will
and Grace) que en cualquier
otro universo se orientaría hacia el desafuero sexual. Aquí, en
cambio, Louis (en pareja con una “musculoca” descerebrada)
funciona como el tercero en la pareja de su amigo y su novia. El
secreto argumento de la serie es que las mujeres necesitan de los
heterosexuales para satisfacer sus urgencias sexuales y reproducirse
y sólo eso. Para todo lo demás, hacen falta las locas.
Un poco
más políticamente incorrecta es The
New Normal, donde hay... a
ver, una pareja de locas ultrasofisticadas que quieren tener un hijo
(también quieren casarse, pero ay, allá no se puede) y que, para
conseguirlo, contratan el vientre de una chica de Ohio que tiene una
hija nerd
(de la misma estirpe de Little Miss Sunshine) y una abuela
insoportablemente conservadora de cuya boca salen los más suculentos
bocados de sentido común (sin ese personaje, la serie se
desmoronaría fatalmente). En este estirpe de mujeres solas todas han
sido madres quinceañeras, por lo que el personaje de la bisabuela
(desempeñada por Ellen Barkin) puede todavía aspirar al orgasmo
propio. En The New Normal,
como su título lo indica, se defiende una idea de “nueva
normalidad” e, incluso, de “nueva disfuncionalidad familiar”
(las tres mujeres y las dos locas constituyen, ya desde el principio,
una manada). No sé si conviene ostentar “la normalidad” como
bandera (finalmente, es un sistema de opresión tanto o más eficaz
que cualquier otro), pero si tuviera que elegir una aventura
concentracionaria, me quedo con la segunda.
En la
versión inglesa de Sherlock
(actualización de los caracteres de Conan Doyle, pero no de sus
casos, que tiene ya dos cortas temporadas), el investigador aparece
como una loca petulante y Watson como un atolondrado hétero que no
consigue sacarse de encima la sospecha de todo el mundo de que es su
novio.
Los
norteamericanos replicaron ahora con Elementary,
pero como "la cosa" no puede ser asunto de ninguna trama,
Sherlock es aquí un (carcajada) "rehabilitado" (de "las
drogas") (sabido es que el personaje de Conan Doyle extraía su
sabiduría, entre otras fuentes, de los paraísos artificiales a los
que se entregaba) y su compañera, Jane Watson (una traumatizada
ex-cirujana que ha sido contratada como su acompañante terapéutica,
eficazmente desempeñada por Lucy Liu).
O sea:
lo trans,
en fin, sea. Así como las iglesias lo aceptan –véanse los
artículos de “restauración sexual” incluidos en la página
placerperfectos.com.ar: “debemos airarnos por el pecado, pero hay
que hacerlo con amor” vs. “Debemos aprender a relacionarnos
positivamente con las personas transgénero (travestis, transexuales,
intersexuales) para presentarles a Cristo. Ellas, al igual que el
resto de la humanidad, son objeto del amor de Dios y necesitan ser
evangelizadas”–, también la televisión.
Pero "lo
otro", lo que está al alcance del apetito de cualquier
estudiante secundario, mejor tacharlo. Cualquiera hará un mejor
Sherlock que Robert Downey Jr, y es el caso de Jonny Lee Miller, el
recordado bonitillo de Trainspotting,
pero sigue siendo mejor Benedict Cumberbatch en Sherlock.
Por
cierto, nuestra televisión (digo: la argentina) acaba de lanzar 23
pares, la serie dirigida
por Albertina Carri y guionada por Marta Dillon (con la
colaboración de Alejandro Ocón y Pina di Toto), donde el
lesbianismo es una marea inquietante desde el comienzo pero que no
constituye el centro de las aventuras en las que los personajes
principales se embarcan. En la perspectiva de 23
pares, una bióloga
molecular y una forense de la policía pueden entablar una relación
erótica, pero cuando tienen que descubrir que un cadáver ha sido
reemplazado por otro para engañar a la justicia en una demanda
sucesoria, la tensión sexual pasa a segundo plano.
En todo
caso, la “nueva normalidad” de las sexualidades disidentes no
pasaría (ya) por la mera visibilidad (carecterológicamente
subrayada) sino por la aceptación de que cualquiera (no importa su
sexualidad o su género) puede desempeñar cualquier papel social y
ésa es una de las muchas virtudes de 23 pares, más emparentada con la televisión inglesa que con la
norteamericana que, producto
de una cultura que alguna vez sostuvo los estandartes de la “acción
afirmativa”, parece haber olvidado por completo el sentido de la
inscripción de la sexualidad respecto de los universales sociales:
el trabajo, el espacio y el tiempo.
jueves, 18 de octubre de 2012
miércoles, 17 de octubre de 2012
Justicia para todos y todas
por Irina Hauser y Nicolás Lantos para Página/12
[Los Jueces de la Suprema Corte] no ocultan su descontento con la actuación del gobierno nacional respecto de algunos aspectos de la política judicial. Según hicieron trascender, la Corte le envió tres oficios a la presidenta Cristina Kirchner manifestando esta situación: están alarmados porque hay un record de vacantes cercana al 30 por ciento en el Poder Judicial. En la última notificación llegan a hablar incluso de “denegación por justicia”.
[Los Jueces de la Suprema Corte] no ocultan su descontento con la actuación del gobierno nacional respecto de algunos aspectos de la política judicial. Según hicieron trascender, la Corte le envió tres oficios a la presidenta Cristina Kirchner manifestando esta situación: están alarmados porque hay un record de vacantes cercana al 30 por ciento en el Poder Judicial. En la última notificación llegan a hablar incluso de “denegación por justicia”.
martes, 16 de octubre de 2012
lunes, 15 de octubre de 2012
TV Guía
Ya está online el tercer capítulo de 23 pares, con una soberbia performance de Romina Paula, y la introducción de la cada vez mejor Sofía Gala.
Clásicos de clásicos
9 SESIONES: LOS JUEVES DE OCTUBRE, NOVIEMBRE Y DICIEMBRE A LAS 19HS
Una propuesta de Marcelo Expósito para el Centro de Investigaciones ArtísticasCIA tiene el placer de presentarles durante el último trimestre del año el programa de la FILMOTECA CIA 2012 SEGUNDA TEMPORADA.
La Filmoteca del CIA
es una actividad intermedia entre seminario de estudio, proyecciones
públicas y lugar de encuentro semanal que recupera la sociabilidad de la
conversación y el pensamiento en torno a las imágenes.
Los esperamos los días jueves de octubre, noviembre y diciembre, 19hs en el Auditorio CIA.
PROGRAMACIÓN POR SESIONES:
PROGRAMA 1: JUEVES 18 DE OCTUBRE
Dziga Vertov: "Entusiasmo" (1930, 65 min)
Como introducción, se aconseja leer el ensayo de Devin Fore: "Arbeit sans phrase"
PROGRAMA 2: JUEVES 25 DE OCTUBRE
Jean-Luc Godard: "De l'origine du XXIe siècle" (2000, 16 min)
"Scénario du film Passion" (1982, 54 min)
Como introducción, se aconseja leer la reseña de Miguel Gil
PROGRAMA 3: JUEVES 8 DE NOVIEMBRE
Dziga Vertov: "Una sexta parte del mundo" (1926, 73 min)
Con acompañamiento musical en directo de Orquesta Roja
Como introducción, se aconseja leer el ensayo de Hito Steyerl: "El lenguaje de las cosas"
PROGRAMA 4: JUEVES 15 DE NOVIEMBRE
Néstor Frenkel: "Buscando a Reynols" (2004, 73 min), con presencia del director
Como introducción, se aconseja leer la crítica de la película
PROGRAMA 5: JUEVES 22 DE NOVIEMBRE
Dan Graham: "Rock My Religion" (1982-1984, 55 min)
Como introducción, se aconseja leer la reseña de Celeste Araujo
PROGRAMA 6: JUEVES 29 DE NOVIEMBRE
Jean-Luc Godard: "Número deux" (1975, 83 min)
Como introducción, se aconseja leer el ensayo de Kaja Silverman: "El sueño del siglo XIX"
PROGRAMA 7: JUEVES 6 DE DICIEMBRE
Monográfico de Hito Steyerl. Posibles títulos:
"The Empty Center", "November", "Lovely Andrea"
Sesión presentada y dinamizada por el Colectivo Manada
Como introducción, se aconseja leer el artículo de José Manuel Sande
PROGRAMA 8: JUEVES 13 DE DICIEMBRE
Monográfico de Ursula Biemann. Posibles títulos:
"Performing the Border", "Sahara Chronicles", "Europlex".
Sesión presentada y dinamizada por el Colectivo Manada
Como introducción, se aconseja visitar el web de la artista
PROGRAMA 9: JUEVES 20 DE DICIEMBRE
Carolee Schneemann: "Fuses" (1965)
Hermine Freed: "Two Faces" (1972)
Lynda Benglis: "Now" (1973)
Ulrike Rosenbach: "Tanz für eine Frau" (1974)
Martha Rosler: "Semiotics of the Kitchen" (1975)
Dara Birnbaum: "Rough Edits Series" (1977-1980)
Sadie Benning: "It Wasn't Love" (1992)
Estíbaliz Sádaba: "Kill Yr Idols" (1996)
María Ruido: "La voz humana" (1997)
Como introducción, se aconseja leer el ensayo de Carmen Navarrete:
"Mujeres y práctica artística. Algunas notas sobre nuevas y viejas
estrategias de representación y resistencia"
Leer más sobre la FILMOTECA CIA
- Entrada con bono contribución
CIA Centro de Investigaciones Artísticas
Auditorio CIA: Tucumán 3754 - CABA
011-4861-7838
cursos@ciacentro.org
WEB CIA
La rentrée
La temporada televisiva volvió con todo y más, pero hasta el 17, cuando vuelva American Horror Story, será difícil expedirse sobre sus bondades.
Por lo pronto, Dexter avanza hacia su final. Como se recordar, Debra descubrió el secreto de su hermanito y, como no es tarada, ahora se las ve en figurillas para saber cómo actuar, mientras Dexter trata de ahogar su impulso criminal. Nada de lo que a él le suceda nos interesa, porque hace rato que su hermana lo ha desplazado del centro de la escena.
Fringe, qué decir de Fringe... Volvió, como volvió Lost en su última temporada, después de que todo hubiera terminado. O sea: todos esos eventos y las rajaduras espaciotemporales que contaminaban universos eran responsabilidad del Sr. Spock/ William Bell, quien pretendía, por esa vía, destruir dos universos para instalar en el espacio vacante un universo alternativo, poblado de especies rarísimas, producto de todas las manipulaciones de lo viviente.
A Olivia le habían pegado un tiro en la cabeza pero como ella, víctima del cortexiphan, nos es indispensable, la bala salió de ese cerebro empujada por un lápiz, ella sanó como si fuera Wolverine y volvió a la vida (sin la cual, la nuestra carecería de sentido). En todo caso, aquello había sido el final del relato. Ma però....
Esta temporada encuentra a la disfuncional familia Bishop en un futuro no muy remoto (¿21 o 23 años?), donde la cuestión de los universos paralelos y las líneas temporales (que tantos dolores de cabeza como soluciones fáciles dan a los guionistas) han desaparecido por completo. Los dos Bishop, Olivia y Astrid fueron "desambarizados" (el método de autopreservación que había elegido Walter) por una nueva agente de Fringe que no es sino... la hija de Olivia y Peter, lo que es evidente desde el principio porque la chica es casi exoftálmica como el padre y va a la misma peluquería que la madre (de quien ha heredado su pelo y la aficción a cepillárselo incansablemente pero no su complejidad: son tiempos de guerra.
Guerra contra "los invasores" que son aquellos pelados con sombrero que funcionaban como agentes de control temporal y que, ahora, de pronto, son malísimos y quieren aniquilar la especie humana. Las instrucciones para derrotarlos fueron grabadas por Walter en unos videocasettes (sí, vcr) que el grupo debe recuperar, ocasión que servirá para encontrarse con simpáticas nuevas formas de vida.
No sé, es como si se tratara de otra serie con los mismos actores o, si se prefiere, como A través del espejo y lo que Alicia encontró allí después de Alicia en el país de las maravillas.
Once Upon a Time, que no me gustó en su primera temporada, parece haber abandonado sus anteriores (y fallidos) experimentos argumentales para proponer ahora otra cosa. De todos modos, la reducción del universo Grimm al universo Disneylandia me sigue pareciendo insultante, aunque celebro la desaparición de Blanca Nieves y su hija (insoportables ambas), que fueron enviadas a través de un rabbit hole (el sombrero del sombrerero loco) un "universo paralelo", el "bosque encantado". En fin, como Olivia y sus amigos también andan por los bosques, por ahí se cruzan, lo que me daría un poco más de alegría que su encuentro con Mulán.
Doctor Who también volvió. Y por suerte abandonaron la línea argumental melodramática (familiera). De todos modos, extrañamos las viejas temporadas, las especies raras, ahora hay mucha guerra todo el tiempo.
La segunda temporada de Boss ya empezó y, creo, también terminó (es muy corta). Cada vez más "romana", la política de Boss reclama urgentemente esa radical transformación que alguna vez se asoció con la irrupción de las palabras sagradas y que, hoy, no se sabe bien quién habrá de pronunciar.
Por lo pronto, Dexter avanza hacia su final. Como se recordar, Debra descubrió el secreto de su hermanito y, como no es tarada, ahora se las ve en figurillas para saber cómo actuar, mientras Dexter trata de ahogar su impulso criminal. Nada de lo que a él le suceda nos interesa, porque hace rato que su hermana lo ha desplazado del centro de la escena.
Fringe, qué decir de Fringe... Volvió, como volvió Lost en su última temporada, después de que todo hubiera terminado. O sea: todos esos eventos y las rajaduras espaciotemporales que contaminaban universos eran responsabilidad del Sr. Spock/ William Bell, quien pretendía, por esa vía, destruir dos universos para instalar en el espacio vacante un universo alternativo, poblado de especies rarísimas, producto de todas las manipulaciones de lo viviente.
A Olivia le habían pegado un tiro en la cabeza pero como ella, víctima del cortexiphan, nos es indispensable, la bala salió de ese cerebro empujada por un lápiz, ella sanó como si fuera Wolverine y volvió a la vida (sin la cual, la nuestra carecería de sentido). En todo caso, aquello había sido el final del relato. Ma però....
Esta temporada encuentra a la disfuncional familia Bishop en un futuro no muy remoto (¿21 o 23 años?), donde la cuestión de los universos paralelos y las líneas temporales (que tantos dolores de cabeza como soluciones fáciles dan a los guionistas) han desaparecido por completo. Los dos Bishop, Olivia y Astrid fueron "desambarizados" (el método de autopreservación que había elegido Walter) por una nueva agente de Fringe que no es sino... la hija de Olivia y Peter, lo que es evidente desde el principio porque la chica es casi exoftálmica como el padre y va a la misma peluquería que la madre (de quien ha heredado su pelo y la aficción a cepillárselo incansablemente pero no su complejidad: son tiempos de guerra.
Guerra contra "los invasores" que son aquellos pelados con sombrero que funcionaban como agentes de control temporal y que, ahora, de pronto, son malísimos y quieren aniquilar la especie humana. Las instrucciones para derrotarlos fueron grabadas por Walter en unos videocasettes (sí, vcr) que el grupo debe recuperar, ocasión que servirá para encontrarse con simpáticas nuevas formas de vida.
No sé, es como si se tratara de otra serie con los mismos actores o, si se prefiere, como A través del espejo y lo que Alicia encontró allí después de Alicia en el país de las maravillas.
Once Upon a Time, que no me gustó en su primera temporada, parece haber abandonado sus anteriores (y fallidos) experimentos argumentales para proponer ahora otra cosa. De todos modos, la reducción del universo Grimm al universo Disneylandia me sigue pareciendo insultante, aunque celebro la desaparición de Blanca Nieves y su hija (insoportables ambas), que fueron enviadas a través de un rabbit hole (el sombrero del sombrerero loco) un "universo paralelo", el "bosque encantado". En fin, como Olivia y sus amigos también andan por los bosques, por ahí se cruzan, lo que me daría un poco más de alegría que su encuentro con Mulán.
Doctor Who también volvió. Y por suerte abandonaron la línea argumental melodramática (familiera). De todos modos, extrañamos las viejas temporadas, las especies raras, ahora hay mucha guerra todo el tiempo.
La segunda temporada de Boss ya empezó y, creo, también terminó (es muy corta). Cada vez más "romana", la política de Boss reclama urgentemente esa radical transformación que alguna vez se asoció con la irrupción de las palabras sagradas y que, hoy, no se sabe bien quién habrá de pronunciar.
domingo, 14 de octubre de 2012
Als Gregor Samsa eines Morgens aus unruhigen Träumen erwachte...
Recibo visitas con mi caparazón de polipropileno. Algunas son sencillamente visitas de condolencia; otras, reuniones de trabajo.
Más temprano que tarde me van a pedir que me saque la ropa, no por algún tipo de pulsión erótica, sino para ver el espécimen en el que me he convertido.
Una visita social pregunta, sobre mi caparacho: "¿es termomoldeado?" No lo sé, pero la visita, cuyo hijo fabrica lámparas, asegura que sí, porque supone que a idénticos materiales les corresponden los mismos procesos (me detengo en este pormenor para que se pueda imaginar la apariencia de mi exoesqueleto, que es como la de esas placas que, en las oficinas, difuminan la luz de tubo).
Todos coinciden en que con los complementos apropiados (medibacha blanca, casco, botas) daría startrooper,pero yo sé que esa referencia pop está fuera de mi alcance: el casco debe de ser carísimo o inconseguible en estos tiempos de importaciones de "línea blanca" cerrada a cal y canto, y mi peto carece de todo pormenor (y además me siento más cercano a la hosdtilidad verbal de Humpty-Dumpty que a cualquier otra forma de beligerancia).
Otros (especialmente las chicas, cuya bondad nunca será suficientemente subrayada) me sindican a la especie "superhéroe". El novio de una de esas chicas (el que vendría a ser algo así como "mi yerno"), detuvo tal proceso de mitologización y me trajo de regalo una calcomanía para pegar en mi pecho acorazado: SP. "Super-pelela", sería según él, mi identidad secreta (porque, claro, el material y la curvatura frontal de la armadura la acercan más a las bacinillas hospitalarias que a cualquier otra cosa. En ese caso, entonces, mis armas serían un papagallo (urinal) y una chata y SP, el superhéroe en el que todos los demás se cagan.
Por fortuna existen amigos que nos visitan en los peores momentos (éste) y uno de ellos descubrió que mi caparacho se parece al de Sonny, el humanizado robot de Yo robot en la versión cinematográfica.
Acepto de buen grado la equivalencia, que me pone a igual distancia de la guerra imperial, el Olimpo pop y la recolección de inmundicias. Así se me verá, pues, en las pocas apariciones públicas que me quedan en este año infausto (par y bisiesto).
Más temprano que tarde me van a pedir que me saque la ropa, no por algún tipo de pulsión erótica, sino para ver el espécimen en el que me he convertido.
Una visita social pregunta, sobre mi caparacho: "¿es termomoldeado?" No lo sé, pero la visita, cuyo hijo fabrica lámparas, asegura que sí, porque supone que a idénticos materiales les corresponden los mismos procesos (me detengo en este pormenor para que se pueda imaginar la apariencia de mi exoesqueleto, que es como la de esas placas que, en las oficinas, difuminan la luz de tubo).
Todos coinciden en que con los complementos apropiados (medibacha blanca, casco, botas) daría startrooper,pero yo sé que esa referencia pop está fuera de mi alcance: el casco debe de ser carísimo o inconseguible en estos tiempos de importaciones de "línea blanca" cerrada a cal y canto, y mi peto carece de todo pormenor (y además me siento más cercano a la hosdtilidad verbal de Humpty-Dumpty que a cualquier otra forma de beligerancia).
Otros (especialmente las chicas, cuya bondad nunca será suficientemente subrayada) me sindican a la especie "superhéroe". El novio de una de esas chicas (el que vendría a ser algo así como "mi yerno"), detuvo tal proceso de mitologización y me trajo de regalo una calcomanía para pegar en mi pecho acorazado: SP. "Super-pelela", sería según él, mi identidad secreta (porque, claro, el material y la curvatura frontal de la armadura la acercan más a las bacinillas hospitalarias que a cualquier otra cosa. En ese caso, entonces, mis armas serían un papagallo (urinal) y una chata y SP, el superhéroe en el que todos los demás se cagan.
Por fortuna existen amigos que nos visitan en los peores momentos (éste) y uno de ellos descubrió que mi caparacho se parece al de Sonny, el humanizado robot de Yo robot en la versión cinematográfica.
Acepto de buen grado la equivalencia, que me pone a igual distancia de la guerra imperial, el Olimpo pop y la recolección de inmundicias. Así se me verá, pues, en las pocas apariciones públicas que me quedan en este año infausto (par y bisiesto).
sábado, 13 de octubre de 2012
Políticas del lenguaje
El sitio lanacion.com rescató de ese
vasto museo cuya existencia no nos cansaremos de celebrar, youtube, el mensaje destinado a captar el voto latino en la campaña presidencial de 1960, a cargo de Jackie Kennedy, dicho en
castellano. Contrastado con el mensaje que el propio Barack Obama
pronunció en castellano con el mismo propósito, días atrás, lo
que se verifica es toda una política del lenguaje, de la relación
entre estilos de lenguaje, territorio y nacionalidad, lo que se llama
glotopolítica.
Jackie Kennedy aparece, en el spot
publicitario que tiene un solo corte y cambio de plano, como una
autómata que poca idea tiene de lo que está diciendo (¡y lo que
está diciendo!) en una lengua tan extranjera para ella como para
quienes idearon el anuncio. El mensaje dice: “Queridos amigos: les
habla la esposa del senador (“sénador”) John F Kennedy,
candidato a la presidencia de los Estados Unidos. En estos tiempos de
tanto peligro, cuando la paz mundial se ve amenazada por el
comunismo, es necesario tener en la Casa Blanca un líder capaz de
guiar nuestros destinos con una mano firme.
Mi esposo siempre velará (“vila-rrá)
los intereses de todos los sectores de nuestra (“nuestrro”)
sociedad, que necesitan la protección de un gobierno humanitario,
para el futuro de nuestros (“nestros”) niños y para lograr
(“lo-logrrar”) un mundo donde exista (“eg-sista”) la paz
verdadera. Voten ustedes por el Partido Demócrata el día 8 de
noviembre (“novembre”). Que viva Kennedy.”
La apelación final,
retrospectivamente, parece un mal augurio, pero lo que se destaca es
la vindicación del anticomunismo como única vía para garantizar la
paz mundial. Obviamente, el mensaje elige como destinatarios
privilegiados a los exiliados de Cuba, a los cubanos de Miami.
A diferencia de su antecesor, Barack
Obama no delegó en la primera dama la difícil tarea de hablar en
castellano (es probable que ella no hubiera aceptado el encargo, como
tampoco se dedica a la decoración de interiores, disciplina en la
que descolló la Sra. Kennedy). El anuncio de Obama, mucho más corto
y con varios inserts, ya no tiene un destinatario
nacionalitario específico sino mucho más genérico: “En los
jóvenes conocidos como los dreamers veo las mismas cualidades
que Michelle y yo tratamos de inculcar en nuestras hijas (“hihas”).
Respetan a sus padres, estudian para superarse (“supararse”), y
quieren aportar al único país que conocen y aman. Como padre, me
inspiran, y como presidente su valentía me ha hecho recordar que
ningún (“níngun”) obstáculo es muy grande; ningún camino, muy
largo. Soy Barack Obama y apruebo este mensaje.”
El comunismo, que ya ha desaparecido
por su propia dinámica del mundo civilizado, está ausente como
tema, y ha sido reemplazado por un colectivo (los dreamers)
que son el objeto de una futura ley de ciudadanía.
Pero no son los contenidos (siempre
sospechosos de oportunismo electoral) los que más impresionan en
ambas reclames políticas: entre 1960 y 2012 la situación
geopolítica del castellano ha cambiado radicalmente.
El candidato a la reelección de 2012
se muestra seguro de lo que está diciendo: entiende las palabras que
pronuncia (y respecto de las cuales se declara involucrado), su
hablar es mucho más fluido y los errores que comete son muy pocos
(más allá del acento). Lo que se deja entrever en el habla de Obama
es que el castellano bien podría ser su segunda lengua y, por lo
tanto, que el castellano ocuparía el segundo lugar como lengua de
los Estados Unidos.
La “latinización” de los Estados
Unidos, resultado de sucesivas e incesantes oleadas migratorias, no
sólo transformó el mercado laboral (los servicios públicos, en las
grandes ciudades, están desde hace años en manos de
latinoamericanos) sino, sobre todo, el mercado lingüístico, al
punto que hoy nos resulta inconcebible un personaje latino en una
película o serie de televisión que hable (a veces todavía sucede)
con la inseguridad de Jackie Kennedy. La puesta en Broadway de West
Side Story (que enfrenta a pandillas de diferente origen étnico)
hace decir y cantar a los personajes latinos en castellano, lo que
transforma la pieza en un producto que, aunque bizarro, subraya el
carácter multicultural de los Estados Unidos.
Los estudiosos de las literaturas
latinoamericanas saben que su objeto no se detiene ya al sur del Río
Bravo. Los estudiosos de las glotopolíticas, del mismo modo,
encuentran en la progresiva latinización de los Estados Unidos (en
la ampliación hacia el norte del castellano de América) un objeto
de análisis privilegiado.
viernes, 12 de octubre de 2012
Que se joda Wendy Sulca
Cristina nombró a Isabel Sarli Embajadora de la Cultura Popular
La señora Isabel Sarli es considerada una verdadera representante de la cultura nacional, tanto por sus dotes de actriz cinematográfica, como por estar considerada un icono popular de su época", asegura el decreto
La señora Isabel Sarli es considerada una verdadera representante de la cultura nacional, tanto por sus dotes de actriz cinematográfica, como por estar considerada un icono popular de su época", asegura el decreto
¡Qué bestia!
Robo este video de uno de los más exquisitos blogs que frecuento:
donde, además, se lee:
Las figuras femeninas de la poesía de Darío -todas tan diferentes de las expresiones propias de los devenires que tienen lugar a partir de Wagner- son figuras de un devenir cuya expresión delirante, musical, la música de la "Sonatina", por ejemplo, hace pasar a través de su escritura.
Definitivamente, la música no había muerto "hacia 1830", pero su expresión y contenido sufrían por aquel tiempo una intensa modulación (que sería Schönberg, Berg, Webern, el grito horizontal de la tierra, pero, también, el ruidismo); podemos preguntarnos cada cuántos años se produce un devenir así, de qué depende, cuáles son las fuerzas que lo motivan... si en la novela La asesina de Lady Di no hay la expresión musical del devenir pop de estas ondas, por ejemplo.
(Gracias, Diego, por una hermosa mañana)
donde, además, se lee:
Las figuras femeninas de la poesía de Darío -todas tan diferentes de las expresiones propias de los devenires que tienen lugar a partir de Wagner- son figuras de un devenir cuya expresión delirante, musical, la música de la "Sonatina", por ejemplo, hace pasar a través de su escritura.
Definitivamente, la música no había muerto "hacia 1830", pero su expresión y contenido sufrían por aquel tiempo una intensa modulación (que sería Schönberg, Berg, Webern, el grito horizontal de la tierra, pero, también, el ruidismo); podemos preguntarnos cada cuántos años se produce un devenir así, de qué depende, cuáles son las fuerzas que lo motivan... si en la novela La asesina de Lady Di no hay la expresión musical del devenir pop de estas ondas, por ejemplo.
(Gracias, Diego, por una hermosa mañana)
jueves, 11 de octubre de 2012
Otra vez el país jardín de infantes
por Gabriela Massuh para La Nación
Las organizaciones en defensa del consumidor constituían, hasta junio de este año, uno de los escasos instrumentos a los que podía recurrir un indefenso ciudadano para paliar eventuales abusos, desinformaciones o engaños que lo asedian cotidianamente a través de los artículos que compra o de los bienes y servicios que contrata. La omnipotencia de la Secretaría de Comercio Interior ha decidido interferir también en estos recursos legales que permitían, aunque más no fuera de manera individual y muchas veces en forma precaria, saber qué comemos, con qué hilos nos vestimos, cómo trasladarnos de un lugar a otro sin riesgo de muerte, cuál es el grado de toxicidad del material de los juguetes importados, cuál es el grado verdadero de grasa de los yogures dietéticos, cuántos meses de garantía tiene el arreglo de un lavarropas, y así sucesivamente. Una vez más, este gobierno nacional y popular se pone del lado de las empresas. Al impedir la acción de las instancias de control, estamos condenados a creer a pie juntillas lo que figura en la ilegible letra chica de las etiquetas de productos y servicios. Por lo demás, dirá el Gobierno, el tema del consumo es un tema de ricos porque los pobres, claro está, no contratan servicios, no se enferman y tampoco consumen.
Por algún motivo inextricable el Gobierno suele hacer alarde de su insistencia en aislarse del mundo. Con su última embestida contra los organismos de defensa del consumidor dio un paso notable en esa dirección, porque el mundo marcha en sentido diametralmente opuesto. La globalización de la producción de bienes y servicios ha desequilibrado en gran medida la distribución de fuerzas, donde el consumidor es, de manera creciente, el eslabón más débil de la cadena. Esto contribuyó a que los organismos no estatales de control de servicios y protección del consumidor ampliaran sus redes e intensificaran su accionar. No fueron los organismos estatales, sino precisamente las organizaciones que defienden al consumidor las que en Alemania descubrieron que los efectos depurativos de la sustancia "acti regularis" de un mundialmente famoso yogur no contaban con la licencia sanitaria adecuada. Los ejemplos son infinitos y, a veces, desopilantes.
Cualquier decisión, por más caprichosa que sea, necesita de un consenso tácito. En este sentido cabe preguntar dónde encuentra la Secretaría de Comercio Interior la legitimidad para tomar, así como así, una medida que no solamente es anticonstitucional, sino cuya única justificación es el capricho de un funcionario ("acá mando yo").
En la Argentina, los derechos de los consumidores no formaron parte de la agenda pública hasta comienzos de la década del 90, cuando el proceso de privatizaciones de los servicios generó la noción de una identidad colectiva definida por oposición al nuevo prestador que fueron las empresas privadas. De aquella época viene la legislación vigente hasta el momento, considerada una de las más desarrolladas del mundo de habla hispana. Consta de un desarrollado y complejo cuerpo normativo-legal que contempla las posibles situaciones imperantes en el mercado moderno, con soluciones idóneas que permitirían una adecuada protección de los sujetos sociales más vulnerables y la construcción de una sociedad con mayor equilibrio en estas relaciones. Dicho sea de paso: uno de los artífices de este cuerpo de leyes fue el entonces diputado Héctor Polino, que actualmente dirige Consumidores Libres, la organización que el secretario Moreno decidió suspender. Si hoy se puede anular de un plumazo una labor independiente que suma varios años dedicados a denunciar la arbitrariedad de los sectores privado y público, es precisamente porque el principal problema de esa labor fue el escaso eco que tuvo en la opinión pública y, por ende, en el conjunto de la ciudadanía.
La realidad es que el paquete legislativo que prevé defender al ciudadano nunca se aplicó de manera fehaciente: primero públicas, después privadas y ahora indiscernibles, las empresas de servicios nunca fueron controladas realmente. Cuando en la década del 90 se privatizaron la telefonía, los medios de comunicación, los ferrocarriles y los hidrocarburos, los entes reguladores previstos por la ley brillaron por su ausencia. No hubo más que voces aisladas o marginales en contra, por ejemplo, de que el país se dividiera arbitrariamente en dos para satisfacer a dos empresas de telefonía. O de que hubiera una sola opción para acceder a un menú de programas de cable, sin poder armar ese menú a gusto del consumidor. Es cierto que ciertas empresas hicieron negocios descomunales en los años 90, pero creer que la Secretaría de Comercio Interior le pone cotos a la arbitrariedad es una ilusión en la que solamente simula creer el Gobierno. Dentro de esa ficción, el secretario Moreno puede permitirse suspender a la asociación Consumidores Libres porque considera que su "relevamiento de precios no parece tener sustento metodológico" cuando ese funcionario desmanteló el Indec, única fuente pública confiable de producción de datos en el país, precisamente por tener sustento metodológico. Esta curiosa paradoja es digna de una perfecta ficción y, como toda ficción, puede darse el lujo de mentir sin que pase nada.
María Elena Walsh publicó en 1979 un memorable artículo que llevaba por título "Desventuras en el país jardín de infantes". Allí denunciaba la pacatería, la censura, la hipocresía de una dictadura que trataba a la sociedad como a un conjunto de párvulos idiotas que no saben diferenciar el bien del mal y, por eso, los pone todo el tiempo de plantón con el bonete de burro. Es obvio que muchísimo ha cambiado desde entonces, que ambas realidades son incomparables y que es odioso hacer este tipo de comparaciones. Pero hay un denominador común de ambos momentos, una idiosincrática manera argentina de confrontarse con los problemas barriéndolos debajo de la alfombra: prohibirlos, cubrirlos de una cháchara lingüística indecidora o hacerlos desaparecer del lenguaje. Esto decía María Elena, como siempre, para alivio de todos: "Cuando ya nos creíamos libres de brujos, nuestra cultura parece regida por un conjuro mágico de no nombrar para que no exista. A ese orden pertenece la más famosa frase de los últimos tiempos: «La inflación ha muerto» (por lo tanto no existe). Como uno la ve muerta quizá, pero cada vez más rozagante, da ganas de sugerirle cariñosamente a su autor, el doctor Zimmermann, que se limite a ser bello y callar". Christian Zimmermann era en 1980 vicepresidente del Banco Central.
Las organizaciones en defensa del consumidor constituían, hasta junio de este año, uno de los escasos instrumentos a los que podía recurrir un indefenso ciudadano para paliar eventuales abusos, desinformaciones o engaños que lo asedian cotidianamente a través de los artículos que compra o de los bienes y servicios que contrata. La omnipotencia de la Secretaría de Comercio Interior ha decidido interferir también en estos recursos legales que permitían, aunque más no fuera de manera individual y muchas veces en forma precaria, saber qué comemos, con qué hilos nos vestimos, cómo trasladarnos de un lugar a otro sin riesgo de muerte, cuál es el grado de toxicidad del material de los juguetes importados, cuál es el grado verdadero de grasa de los yogures dietéticos, cuántos meses de garantía tiene el arreglo de un lavarropas, y así sucesivamente. Una vez más, este gobierno nacional y popular se pone del lado de las empresas. Al impedir la acción de las instancias de control, estamos condenados a creer a pie juntillas lo que figura en la ilegible letra chica de las etiquetas de productos y servicios. Por lo demás, dirá el Gobierno, el tema del consumo es un tema de ricos porque los pobres, claro está, no contratan servicios, no se enferman y tampoco consumen.
Por algún motivo inextricable el Gobierno suele hacer alarde de su insistencia en aislarse del mundo. Con su última embestida contra los organismos de defensa del consumidor dio un paso notable en esa dirección, porque el mundo marcha en sentido diametralmente opuesto. La globalización de la producción de bienes y servicios ha desequilibrado en gran medida la distribución de fuerzas, donde el consumidor es, de manera creciente, el eslabón más débil de la cadena. Esto contribuyó a que los organismos no estatales de control de servicios y protección del consumidor ampliaran sus redes e intensificaran su accionar. No fueron los organismos estatales, sino precisamente las organizaciones que defienden al consumidor las que en Alemania descubrieron que los efectos depurativos de la sustancia "acti regularis" de un mundialmente famoso yogur no contaban con la licencia sanitaria adecuada. Los ejemplos son infinitos y, a veces, desopilantes.
Cualquier decisión, por más caprichosa que sea, necesita de un consenso tácito. En este sentido cabe preguntar dónde encuentra la Secretaría de Comercio Interior la legitimidad para tomar, así como así, una medida que no solamente es anticonstitucional, sino cuya única justificación es el capricho de un funcionario ("acá mando yo").
En la Argentina, los derechos de los consumidores no formaron parte de la agenda pública hasta comienzos de la década del 90, cuando el proceso de privatizaciones de los servicios generó la noción de una identidad colectiva definida por oposición al nuevo prestador que fueron las empresas privadas. De aquella época viene la legislación vigente hasta el momento, considerada una de las más desarrolladas del mundo de habla hispana. Consta de un desarrollado y complejo cuerpo normativo-legal que contempla las posibles situaciones imperantes en el mercado moderno, con soluciones idóneas que permitirían una adecuada protección de los sujetos sociales más vulnerables y la construcción de una sociedad con mayor equilibrio en estas relaciones. Dicho sea de paso: uno de los artífices de este cuerpo de leyes fue el entonces diputado Héctor Polino, que actualmente dirige Consumidores Libres, la organización que el secretario Moreno decidió suspender. Si hoy se puede anular de un plumazo una labor independiente que suma varios años dedicados a denunciar la arbitrariedad de los sectores privado y público, es precisamente porque el principal problema de esa labor fue el escaso eco que tuvo en la opinión pública y, por ende, en el conjunto de la ciudadanía.
La realidad es que el paquete legislativo que prevé defender al ciudadano nunca se aplicó de manera fehaciente: primero públicas, después privadas y ahora indiscernibles, las empresas de servicios nunca fueron controladas realmente. Cuando en la década del 90 se privatizaron la telefonía, los medios de comunicación, los ferrocarriles y los hidrocarburos, los entes reguladores previstos por la ley brillaron por su ausencia. No hubo más que voces aisladas o marginales en contra, por ejemplo, de que el país se dividiera arbitrariamente en dos para satisfacer a dos empresas de telefonía. O de que hubiera una sola opción para acceder a un menú de programas de cable, sin poder armar ese menú a gusto del consumidor. Es cierto que ciertas empresas hicieron negocios descomunales en los años 90, pero creer que la Secretaría de Comercio Interior le pone cotos a la arbitrariedad es una ilusión en la que solamente simula creer el Gobierno. Dentro de esa ficción, el secretario Moreno puede permitirse suspender a la asociación Consumidores Libres porque considera que su "relevamiento de precios no parece tener sustento metodológico" cuando ese funcionario desmanteló el Indec, única fuente pública confiable de producción de datos en el país, precisamente por tener sustento metodológico. Esta curiosa paradoja es digna de una perfecta ficción y, como toda ficción, puede darse el lujo de mentir sin que pase nada.
María Elena Walsh publicó en 1979 un memorable artículo que llevaba por título "Desventuras en el país jardín de infantes". Allí denunciaba la pacatería, la censura, la hipocresía de una dictadura que trataba a la sociedad como a un conjunto de párvulos idiotas que no saben diferenciar el bien del mal y, por eso, los pone todo el tiempo de plantón con el bonete de burro. Es obvio que muchísimo ha cambiado desde entonces, que ambas realidades son incomparables y que es odioso hacer este tipo de comparaciones. Pero hay un denominador común de ambos momentos, una idiosincrática manera argentina de confrontarse con los problemas barriéndolos debajo de la alfombra: prohibirlos, cubrirlos de una cháchara lingüística indecidora o hacerlos desaparecer del lenguaje. Esto decía María Elena, como siempre, para alivio de todos: "Cuando ya nos creíamos libres de brujos, nuestra cultura parece regida por un conjuro mágico de no nombrar para que no exista. A ese orden pertenece la más famosa frase de los últimos tiempos: «La inflación ha muerto» (por lo tanto no existe). Como uno la ve muerta quizá, pero cada vez más rozagante, da ganas de sugerirle cariñosamente a su autor, el doctor Zimmermann, que se limite a ser bello y callar". Christian Zimmermann era en 1980 vicepresidente del Banco Central.
miércoles, 10 de octubre de 2012
martes, 9 de octubre de 2012
Una aclaración acerca de Las noches rusas
Por Roberto Echavarren en Facebook
No es mi costumbre responder reseñas, pero la que salió en Ñ Clarín el 07/09/12 con el título "Una inmersión en el alma rusa" acerca de mi libro Las noches rusas me pareció t...
No es mi costumbre responder reseñas, pero la que salió en Ñ Clarín el 07/09/12 con el título "Una inmersión en el alma rusa" acerca de mi libro Las noches rusas me pareció t...
an desenfocada que no puedo menos de escribir una breve respuesta. Las noches rusas es un libro erudito que ha recibido críticas concienzudas, ponderadas y positivas: en Argentina fue nota de tapa en Radar y Guillermo Sacomano le dedicó tres páginas enteras del suplemento,
mientras Elvio Gandolfo se expidió en Perfil con una nota de página entera, sin contar con la de Alberto Manguel en El País de Madrid, y las notas aparecidas en Uruguay en El País Cultural, Caras y caretas y Ladiaria.
En cambio me pareció completamente desubicado el tono desdeñoso del reseñista de Ñ. Mi impresión es que no se tomó el trabajo de leer el libro de ochocientas páginas. Meramente instaló su prejuicio y su ignorancia tratando de parecer inteligente con un pase de birlibirloque lamentable. De hecho la única frase que cita está sacada de las páginas iniciales del libro. Sin duda se trata de una persona que carece completamente de conocimientos adecuados al tema, pero que ha tomado además una actitud arrogante y frívola ante Las noches rusas. De modo que escribo esta respuesta, que es respetuosa, meramente aclaratoria.
Según el reseñista de Las noches rusas en Ñ, el propósito de mi libro es encontrar el “alma rusa”. Ese no fue mi propósito; no creo en el alma rusa, ni en el alma argentina, ni en el alma uruguaya, ni en cualquier otra esencia o identidad de una vida y una cultura. El propósito manifiesto del libro, como establezco en el prólogo, es investigar el terror en Rusia bajo el régimen soviético.
El reseñista pretende que mi tratamiento de la historia rusa es “chato” porque no hago coincidir la acción política de Lenin con “la experiencia colectiva rusa”. Pero esa “experiencia colectiva” iba por caminos diferentes. Hay dos revoluciones rusas victoriosas. En primer lugar la revolución de 1905, que logró del zar la concesión de un parlamento electivo, legitimó a los partidos políticos, trajo un considerable relajamiento de la censura acerca de la actividad política y las costumbres, permitió el crecimiento de la prensa, la libertad progresiva de opinión y de crítica. Desde 1906 Rusia inició el camino de una monarquía parlamentaria.
En febrero de 1917, ocurrió la segunda revolución rusa. Debido al déficit de transportes que dificultaba el surtido de alimentos para Petrogrado, problemas relacionados con la Primera Guerra Mundial entonces en curso, una protesta iniciada en los barrios obreros de la capital industrial y la resistencia de los batallones de nuevos conscriptos a disparar contra los manifestantes, llevó a los generales del Alto Mando cercanos al frente de guerra a presionar al zar para que abdicase. La abdicación dejó un vacío de poder, que llenó su legítimo sucesor, el parlamento, resultado de las elecciones. Legitimado por elecciones, el parlamento llenó el hueco de poder. Este parlamento votó a un comité ejecutivo, formando el Gobierno Provisorio, integrado por algunos de sus miembros, a fin de convocar a elecciones de una Asamblea Constituyente que decidiese la constitución del gobierno de Rusia de acuerdo a la voluntad popular.
Este proceso fue interrumpido por el golpe de estado de Lenin en octubre de 1917. Es considerado por los historiadores el primer golpe de estado moderno, y un modelo para los que vinieron después. Con un reducido grupo paramilitar, la Guardia Roja, tomó control de los medios de comunicación, los teléfonos, telégrafos, y los centros neurálgicos de la administración, sitiando a los ministros del Gobierno Provisorio en el local donde sesionaban, el Palacio de Invierno. La poca simpatía de los militares derechistas, comprometidos en los escenarios de la guerra, por la vocación democrática del Gobierno Provisorio, hizo el resto. Al no apoyar al Gobierno de modo efectivo, los militares facilitaron el control de Lenin en la capital y luego, no sin resistencias, en Moscú. Al dar su golpe, Lenin quiso adelantarse a las elecciones de la Asamblea Constituyente, fijadas por el Gobierno Provisorio para noviembre de 1917. No obstante, la amplia presión popular y de los partidos políticos en favor de las elecciones obligó a Lenin a tolerarlas. Todavía no se había afianzado en el poder. Las elecciones tuvieron lugar en noviembre, como estaba programado, y es de notar el altísimo grado de participación, así como el hecho de que votaron también las mujeres, práctica no admitida aún en el resto de los países europeos. El resultado de estas elecciones universales fue desfavorable a Lenin. Su partido bolchevique logró un tercer puesto debajo de los partidos mayoritarios, el menchevique y el social revolucionario. Viendo que la Asamblea Constituyente, reunida el 5 de enero de 1918, no se doblegaría, Lenin la disolvió por la fuerza de la CHEKA después de un solo día de deliberaciones. La policía política, o CHEKA, creada por los bolcheviques un par de meses antes como instrumento de control, mató en el proceso a algunos de los recién electos diputados. Puede decirse que el golpe de Lenin fue doble, o en dos etapas: en octubre de 1917, al provocar el colapso del Gobierno Provisorio, y en enero de 1918, al disolver por la fuerza la Asamblea Constituyente.
A partir de la disolución violenta de la Asamblea Constituyente, la libertad de prensa y de expresión en Rusia acabaron. Lenin gobernó por el terror, y fue además un gran teórico del terror, como puede verse en los documentos que expongo en mi investigación. Pronto se deshizo de los otros partidos políticos, eliminando o desterrando a sus dirigentes, persiguiendo a sus partidarios, condenándolos en juicios espectáculo, actividad teatral en la que después descolló Stalin. Inventó e implementó los campos de concentración, o GULAG, después imitados por Hitler, mató un millón de personas en ejecuciones sumarias de la CHEKA, organizó junto a Trotski el Ejército Rojo, que le sirvió, entre otras cosas, para aplastar y gasear a las masivas rebeliones campesinas ante la confiscación forzosa del grano, y para masacrar a los marinos de la flota del Báltico en el holocausto de Kronstadt. La práctica bolchevique de confiscación forzosa del grano produjo una gran escasez, ya que los campesinos se resistían a cultivar. El hambre mató a cinco millones de personas entre 1920 y 1922.
Investigar el terror bajo el régimen de Hitler es considerado legítimo. ¿Encarnaba él “la experiencia colectiva alemana”? Al menos ganó una elección. Mientras Lenin jamás fue elegido por el pueblo. Pero algunos, incluido el reseñista, consideran que investigar el terror en relación a la Unión Soviética es ilegítimo. Desde el anarquista ruso Maximov (La guillotina en acción) pasando por Robert Conquest, por Richard Pipes, culminando en nuestros días con Orlando Figes, la bibliografía de los historiadores acerca del terror en Rusia bajo el régimen soviético inaugurado por Lenin es riquísima. A eso debemos agregar los monumentales testimonios literarios de Shalamov, Solzhenitzin, Nadezda Mandelstam, Eugenia Guinzburg, sólo para nombrar algunos de los más notorios, entre un mar de testimonios. Lo singular de mi cometido, en Las noches rusas, ha sido ocuparme de historia oral, recabando las voces de personas ancianas antes de que se perdieran, y también examinar las expresiones artísticas rusas como tareas de resistencia.
En Las noches rusas, en tanto literato e historiador, me ocupo de examinar la poesía, la música, el teatro rusos, como tareas de resistencia. Además recojo historias de vida de personas ancianas que vivieron bajo el sitio de Leningrado o actuaron en el frente ruso durante la Segunda Guerra Mundial. Y en tercer lugar, en tanto historiador, me enfrento a los problemas políticos, económicos, y jurídicos del gobierno y la sociedad rusos. Cada registro (historia cultural, historia individual, historia del proceso político, económico y jurídico) arroja luz sobre los otros, para dar una impresión de historia viva, o historia en proceso, combinando la concretud individual con la visión panorámica. Sugiero, a quien se adentre en la lectura, que (aparte de los capítulos sobre cuestiones literarias y artísticas, y aparte de los testimonios o historias de vida) se detenga en el detallado capítulo acerca de Lenin, o en el capítulo acerca del mir – la comuna campesina creada por Alejandro II – o el Ejército Ruso de Liberación, o la colectivización forzosa de la agricultura, o la ley de 1934 que penalizó la homosexualidad. Lo curioso es que antes del período soviético Rusia era un país bastante tolerante con respecto a las sexualidades disidentes, mucho más tolerante que Inglaterra por ejemplo, y en general que el resto de Europa. Estos tópicos que he nombrado y otros exhiben los aportes de la investigación de archivos, de nuevos aportes bibliográficos, y suponen sin duda una puesta al día del relato del historiador. Los tópicos se pueden rastrear y cotejar a placer en el “Índice onomástico de personajes históricos” porque, fuera del estupor de la primera lectura, Las noches rusas, materia y memoria, es un libro de referencia.
Del modo en que tratemos la memoria de los demás depende el modo en que seremos tratados nosotros mismos. Los testimonios son duros: desde el relato de sobrevivientes del sitio nazi a Leningrado (Petersburgo) hasta el modus operandi de Stalin durante la guerra, hasta el periplo de los niños vascos refugiados que nunca pudieron volver a su tierra, uno tras otro, los relatos reviven tormentas y pesadillas, incomodan, pero asoman imprescindibles para atisbar una mirada diferente a circunstancias políticas y cotidianas que durante mucho tiempo fueron ocultadas por la desinformación y la propaganda. Con respecto a la Unión Soviética, cuando ya no se la puede defender, la mala fe y la irresponsabilidad buscan recubrirla de un manto de amnesia. Veinte años después del derrumbe de la Unión Soviética, una superstición residual, un dogma o sofisma irreductible, sigue las pautas de la desinformación y la propaganda que duraron setenta años. Pero hay allí mucho para descubrir y ponderar. Sólo que algunos no consideran de buen tono investigar el terror. Algunos todavía coquetean encima de millones y millones de asesinatos, negándolos o borrándolos. Esas personas, o bien carecen de sensibilidad para los derechos humanos, o tienen una sensibilidad curiosamente fracturada: los derechos pueden reclamarse para cierto país o enclave, pero no para otro país o enclave. Esta mentalidad hipócrita me da asco. Me parece que no se puede recubrir con un manto de amnesia cada período histórico que se ha sobrepasado. No entender el pasado quiere decir no entender de dónde venimos y flotar en un presente trivial y seguir creyendo en mentiras que se han probado falsas. Dar cuenta de algo quiere decir entenderlo, por un lado, y al entenderlo tomar en cuenta los sufrimientos, las injusticias, las humillaciones. Es una responsabilidad de la memoria.
Michel Foucault, entre otros, considera que no se puede inscribir el totalitarismo de Lenin como una etapa hacia la realización paulatina del estado de derecho. “El Estado providencia, el Estado de bienestar, no tiene la misma forma, ni a mi entender la misma cepa, el mismo origen que el Estado totalitario, sea nazi, fascista o estalinista. Querría indicarles que ese Estado que podemos calificar de totalitario, lejos de caracterizarse por la intensificación y la extensión endógena de los mecanismos estatales, ese Estado totalitario no es en absoluto la exaltación del Estado, sino que constituye por el contrario una limitación, una disminución, una subordinación de su autonomía, su especificidad y su funcionamiento característico. ¿Con respecto a qué? Con respecto a algo distinto que es el Partido. En otras palabras, la idea sería que el principio de los regímenes totalitarios no debe buscarse por el lado del desarrollo intrínseco del Estado y de sus mecanismos. Para decirlo de otro modo, el Estado totalitario no es el Estado administrativo del siglo dieciocho, el Polizeistaat del siglo diecinueve llevado al límite; ni el Estado burocratizado del siglo diecinueve llevado al límite. El Estado totalitario es algo diferente. Es menester buscar su principio no en la gubernamentalidad estatizante o estatizada, cuyo nacimiento presenciamos en los siglos diecisiete y dieciocho, sino justamente por el lado de una gubernamentalidad no estatal: en lo que podríamos llamar una gubernamentalidad de Partido. El Partido, esa organización muy extraordinaria, muy curiosa, muy novedosa, la muy novedosa gubernamentalidad de Partido, aparecida en Europa a fines del siglo diecinueve, es probablemente lo que está en el origen de algo como los regímenes totalitarios: el nazismo, el fascismo, el estalinismo.” (Nacimiento de la biopolítica, Buenos Aires, FCE, 2007, pp. 223-224) El “Partido” no es en verdad ni siquiera un partido político en el sentido jurídico del término, dentro de un Estado de derecho, un partido que compita en las elecciones con otros partidos y lleve a sus candidatos a un parlamento de representantes. El Partido nazi o el Partido comunista no es un partido, sino un “gang monopolístico” (Foucault dixit, y esto lo vio Bertold Brecht en La irresistible ascensión de Arturo Ui) que suprime la competencia y desguaza los dispositivos jurídicos del Estado de derecho, dejando sólo un aparato de dominación.
(gracias, D. B.)
mientras Elvio Gandolfo se expidió en Perfil con una nota de página entera, sin contar con la de Alberto Manguel en El País de Madrid, y las notas aparecidas en Uruguay en El País Cultural, Caras y caretas y Ladiaria.
En cambio me pareció completamente desubicado el tono desdeñoso del reseñista de Ñ. Mi impresión es que no se tomó el trabajo de leer el libro de ochocientas páginas. Meramente instaló su prejuicio y su ignorancia tratando de parecer inteligente con un pase de birlibirloque lamentable. De hecho la única frase que cita está sacada de las páginas iniciales del libro. Sin duda se trata de una persona que carece completamente de conocimientos adecuados al tema, pero que ha tomado además una actitud arrogante y frívola ante Las noches rusas. De modo que escribo esta respuesta, que es respetuosa, meramente aclaratoria.
Según el reseñista de Las noches rusas en Ñ, el propósito de mi libro es encontrar el “alma rusa”. Ese no fue mi propósito; no creo en el alma rusa, ni en el alma argentina, ni en el alma uruguaya, ni en cualquier otra esencia o identidad de una vida y una cultura. El propósito manifiesto del libro, como establezco en el prólogo, es investigar el terror en Rusia bajo el régimen soviético.
El reseñista pretende que mi tratamiento de la historia rusa es “chato” porque no hago coincidir la acción política de Lenin con “la experiencia colectiva rusa”. Pero esa “experiencia colectiva” iba por caminos diferentes. Hay dos revoluciones rusas victoriosas. En primer lugar la revolución de 1905, que logró del zar la concesión de un parlamento electivo, legitimó a los partidos políticos, trajo un considerable relajamiento de la censura acerca de la actividad política y las costumbres, permitió el crecimiento de la prensa, la libertad progresiva de opinión y de crítica. Desde 1906 Rusia inició el camino de una monarquía parlamentaria.
En febrero de 1917, ocurrió la segunda revolución rusa. Debido al déficit de transportes que dificultaba el surtido de alimentos para Petrogrado, problemas relacionados con la Primera Guerra Mundial entonces en curso, una protesta iniciada en los barrios obreros de la capital industrial y la resistencia de los batallones de nuevos conscriptos a disparar contra los manifestantes, llevó a los generales del Alto Mando cercanos al frente de guerra a presionar al zar para que abdicase. La abdicación dejó un vacío de poder, que llenó su legítimo sucesor, el parlamento, resultado de las elecciones. Legitimado por elecciones, el parlamento llenó el hueco de poder. Este parlamento votó a un comité ejecutivo, formando el Gobierno Provisorio, integrado por algunos de sus miembros, a fin de convocar a elecciones de una Asamblea Constituyente que decidiese la constitución del gobierno de Rusia de acuerdo a la voluntad popular.
Este proceso fue interrumpido por el golpe de estado de Lenin en octubre de 1917. Es considerado por los historiadores el primer golpe de estado moderno, y un modelo para los que vinieron después. Con un reducido grupo paramilitar, la Guardia Roja, tomó control de los medios de comunicación, los teléfonos, telégrafos, y los centros neurálgicos de la administración, sitiando a los ministros del Gobierno Provisorio en el local donde sesionaban, el Palacio de Invierno. La poca simpatía de los militares derechistas, comprometidos en los escenarios de la guerra, por la vocación democrática del Gobierno Provisorio, hizo el resto. Al no apoyar al Gobierno de modo efectivo, los militares facilitaron el control de Lenin en la capital y luego, no sin resistencias, en Moscú. Al dar su golpe, Lenin quiso adelantarse a las elecciones de la Asamblea Constituyente, fijadas por el Gobierno Provisorio para noviembre de 1917. No obstante, la amplia presión popular y de los partidos políticos en favor de las elecciones obligó a Lenin a tolerarlas. Todavía no se había afianzado en el poder. Las elecciones tuvieron lugar en noviembre, como estaba programado, y es de notar el altísimo grado de participación, así como el hecho de que votaron también las mujeres, práctica no admitida aún en el resto de los países europeos. El resultado de estas elecciones universales fue desfavorable a Lenin. Su partido bolchevique logró un tercer puesto debajo de los partidos mayoritarios, el menchevique y el social revolucionario. Viendo que la Asamblea Constituyente, reunida el 5 de enero de 1918, no se doblegaría, Lenin la disolvió por la fuerza de la CHEKA después de un solo día de deliberaciones. La policía política, o CHEKA, creada por los bolcheviques un par de meses antes como instrumento de control, mató en el proceso a algunos de los recién electos diputados. Puede decirse que el golpe de Lenin fue doble, o en dos etapas: en octubre de 1917, al provocar el colapso del Gobierno Provisorio, y en enero de 1918, al disolver por la fuerza la Asamblea Constituyente.
A partir de la disolución violenta de la Asamblea Constituyente, la libertad de prensa y de expresión en Rusia acabaron. Lenin gobernó por el terror, y fue además un gran teórico del terror, como puede verse en los documentos que expongo en mi investigación. Pronto se deshizo de los otros partidos políticos, eliminando o desterrando a sus dirigentes, persiguiendo a sus partidarios, condenándolos en juicios espectáculo, actividad teatral en la que después descolló Stalin. Inventó e implementó los campos de concentración, o GULAG, después imitados por Hitler, mató un millón de personas en ejecuciones sumarias de la CHEKA, organizó junto a Trotski el Ejército Rojo, que le sirvió, entre otras cosas, para aplastar y gasear a las masivas rebeliones campesinas ante la confiscación forzosa del grano, y para masacrar a los marinos de la flota del Báltico en el holocausto de Kronstadt. La práctica bolchevique de confiscación forzosa del grano produjo una gran escasez, ya que los campesinos se resistían a cultivar. El hambre mató a cinco millones de personas entre 1920 y 1922.
Investigar el terror bajo el régimen de Hitler es considerado legítimo. ¿Encarnaba él “la experiencia colectiva alemana”? Al menos ganó una elección. Mientras Lenin jamás fue elegido por el pueblo. Pero algunos, incluido el reseñista, consideran que investigar el terror en relación a la Unión Soviética es ilegítimo. Desde el anarquista ruso Maximov (La guillotina en acción) pasando por Robert Conquest, por Richard Pipes, culminando en nuestros días con Orlando Figes, la bibliografía de los historiadores acerca del terror en Rusia bajo el régimen soviético inaugurado por Lenin es riquísima. A eso debemos agregar los monumentales testimonios literarios de Shalamov, Solzhenitzin, Nadezda Mandelstam, Eugenia Guinzburg, sólo para nombrar algunos de los más notorios, entre un mar de testimonios. Lo singular de mi cometido, en Las noches rusas, ha sido ocuparme de historia oral, recabando las voces de personas ancianas antes de que se perdieran, y también examinar las expresiones artísticas rusas como tareas de resistencia.
En Las noches rusas, en tanto literato e historiador, me ocupo de examinar la poesía, la música, el teatro rusos, como tareas de resistencia. Además recojo historias de vida de personas ancianas que vivieron bajo el sitio de Leningrado o actuaron en el frente ruso durante la Segunda Guerra Mundial. Y en tercer lugar, en tanto historiador, me enfrento a los problemas políticos, económicos, y jurídicos del gobierno y la sociedad rusos. Cada registro (historia cultural, historia individual, historia del proceso político, económico y jurídico) arroja luz sobre los otros, para dar una impresión de historia viva, o historia en proceso, combinando la concretud individual con la visión panorámica. Sugiero, a quien se adentre en la lectura, que (aparte de los capítulos sobre cuestiones literarias y artísticas, y aparte de los testimonios o historias de vida) se detenga en el detallado capítulo acerca de Lenin, o en el capítulo acerca del mir – la comuna campesina creada por Alejandro II – o el Ejército Ruso de Liberación, o la colectivización forzosa de la agricultura, o la ley de 1934 que penalizó la homosexualidad. Lo curioso es que antes del período soviético Rusia era un país bastante tolerante con respecto a las sexualidades disidentes, mucho más tolerante que Inglaterra por ejemplo, y en general que el resto de Europa. Estos tópicos que he nombrado y otros exhiben los aportes de la investigación de archivos, de nuevos aportes bibliográficos, y suponen sin duda una puesta al día del relato del historiador. Los tópicos se pueden rastrear y cotejar a placer en el “Índice onomástico de personajes históricos” porque, fuera del estupor de la primera lectura, Las noches rusas, materia y memoria, es un libro de referencia.
Del modo en que tratemos la memoria de los demás depende el modo en que seremos tratados nosotros mismos. Los testimonios son duros: desde el relato de sobrevivientes del sitio nazi a Leningrado (Petersburgo) hasta el modus operandi de Stalin durante la guerra, hasta el periplo de los niños vascos refugiados que nunca pudieron volver a su tierra, uno tras otro, los relatos reviven tormentas y pesadillas, incomodan, pero asoman imprescindibles para atisbar una mirada diferente a circunstancias políticas y cotidianas que durante mucho tiempo fueron ocultadas por la desinformación y la propaganda. Con respecto a la Unión Soviética, cuando ya no se la puede defender, la mala fe y la irresponsabilidad buscan recubrirla de un manto de amnesia. Veinte años después del derrumbe de la Unión Soviética, una superstición residual, un dogma o sofisma irreductible, sigue las pautas de la desinformación y la propaganda que duraron setenta años. Pero hay allí mucho para descubrir y ponderar. Sólo que algunos no consideran de buen tono investigar el terror. Algunos todavía coquetean encima de millones y millones de asesinatos, negándolos o borrándolos. Esas personas, o bien carecen de sensibilidad para los derechos humanos, o tienen una sensibilidad curiosamente fracturada: los derechos pueden reclamarse para cierto país o enclave, pero no para otro país o enclave. Esta mentalidad hipócrita me da asco. Me parece que no se puede recubrir con un manto de amnesia cada período histórico que se ha sobrepasado. No entender el pasado quiere decir no entender de dónde venimos y flotar en un presente trivial y seguir creyendo en mentiras que se han probado falsas. Dar cuenta de algo quiere decir entenderlo, por un lado, y al entenderlo tomar en cuenta los sufrimientos, las injusticias, las humillaciones. Es una responsabilidad de la memoria.
Michel Foucault, entre otros, considera que no se puede inscribir el totalitarismo de Lenin como una etapa hacia la realización paulatina del estado de derecho. “El Estado providencia, el Estado de bienestar, no tiene la misma forma, ni a mi entender la misma cepa, el mismo origen que el Estado totalitario, sea nazi, fascista o estalinista. Querría indicarles que ese Estado que podemos calificar de totalitario, lejos de caracterizarse por la intensificación y la extensión endógena de los mecanismos estatales, ese Estado totalitario no es en absoluto la exaltación del Estado, sino que constituye por el contrario una limitación, una disminución, una subordinación de su autonomía, su especificidad y su funcionamiento característico. ¿Con respecto a qué? Con respecto a algo distinto que es el Partido. En otras palabras, la idea sería que el principio de los regímenes totalitarios no debe buscarse por el lado del desarrollo intrínseco del Estado y de sus mecanismos. Para decirlo de otro modo, el Estado totalitario no es el Estado administrativo del siglo dieciocho, el Polizeistaat del siglo diecinueve llevado al límite; ni el Estado burocratizado del siglo diecinueve llevado al límite. El Estado totalitario es algo diferente. Es menester buscar su principio no en la gubernamentalidad estatizante o estatizada, cuyo nacimiento presenciamos en los siglos diecisiete y dieciocho, sino justamente por el lado de una gubernamentalidad no estatal: en lo que podríamos llamar una gubernamentalidad de Partido. El Partido, esa organización muy extraordinaria, muy curiosa, muy novedosa, la muy novedosa gubernamentalidad de Partido, aparecida en Europa a fines del siglo diecinueve, es probablemente lo que está en el origen de algo como los regímenes totalitarios: el nazismo, el fascismo, el estalinismo.” (Nacimiento de la biopolítica, Buenos Aires, FCE, 2007, pp. 223-224) El “Partido” no es en verdad ni siquiera un partido político en el sentido jurídico del término, dentro de un Estado de derecho, un partido que compita en las elecciones con otros partidos y lleve a sus candidatos a un parlamento de representantes. El Partido nazi o el Partido comunista no es un partido, sino un “gang monopolístico” (Foucault dixit, y esto lo vio Bertold Brecht en La irresistible ascensión de Arturo Ui) que suprime la competencia y desguaza los dispositivos jurídicos del Estado de derecho, dejando sólo un aparato de dominación.
(gracias, D. B.)
El pliegue
Edgardo Cozarinsky está ahora en Europa y anuncia, desde allí, con indisimuladad felicidad, que ha comenzado a escribir una nueva novela.
Yo apenas si termino de leer Dinero para fantasmas, recién distribuida por Tusquets [Buenos Aires, 2012, isbn 978.987.670.116.7, 136 págs.] y no sé si envidiarlo más por este texto último o por la energía para encarar el próximo, entre los cuales, seguramente, habrá algún ejercicio audiovisual.
Decido admirarlo por todo lo anterior y envidiarlo sólo por su relación con cierta Baronessa, porque considero que Europa me debe, todavía, ese contacto con la aristocracia, que a los dos nos da tanta curiosidad como risa.
Pero hablemos de Dinero para fantasmas, que incluye, cervantinamente, una nouvelle y que, cozarinskianamente, reflexiona sobre el pasaje del relato escrito al relato audiovisual (Dinero para difuntos), algo que casi nunca el propio Cozarinsky ha encarado, salvo de manera fragmentaria.
La trama de Dinero para fantasmas comienza con una pareja de jóvenes estudiantes de cinematografía. Azares dejan en manos del muchacho "los cuaderons de Oribe", un gran realizador y escritor que decide borrarse del mundo porque ha encontrado dentro de si un vacío intolerable y ya ha desistido de llenarlo con historias ajenas (una de esas historias es la que domina el diario).
La lectura de esos cuadernos transforma a "Los debutantes" en "Los herederos" (así se llaman la primera y la tercera parte de esta novela que si prescinde de la intensidad habitual de los libros de Cozarinsky, apuesta, en cambio, a una complejidad sintáctica extremadamente novedosa (extremadamente "juvenil") que hasta ahora no había ensayado.
En el nivel de la frase, que en Cozarinsky siempre fue y sigue siendo perfecta, una sucesión de transformaciones la alargan mediante la inclusión de subordinadas y parentéticas. En el nivel del relato, la sintaxis establece una sucesión de saltos que mudan el acento de un nivel de narración a otro, y que, por eso mismo, interrogan la posibilidad de transferencia de un registro a otro (y, en última instancia, la posiblidad de transferencia de la historia a la conciencia del lector).
A partir de una parte de "Los cuadernos de Oribe", Martín ("lamentó no tener consigo la cámara fotográfica que le hubiese prermitido, con la excusa de registrar la botella de La Bella Friulana, captar en el espejo la imagen, esta vez en foco, del viejo") realiza un corto titulado Dinero para difuntos, con cierto suceso en el mundillo de los realizadores nóveles y los festivales de provincia.
Lo que importa no es tanto ese éxito sino lo que queda entre una forma de relato y otra, la confrontación de maneras de contar y puntos de vista (los cuadernos están escritos en primera persona, las demás partes, "el marco", en tercera).
Una de las obsesiones de Cozarinsky, podría decirse, es la puesta en contacto de mundos inverosímiles (los unos respecto de los otros). En "Los cuadernos de Oribe" ese contacto (que es, naturalmente, un seísmo, una vibración de rara intensidad) se establece entre una joven hermosa de una villa que alguna vez trabajó en una película de Oribe en un papel menor y la mafia rusa, en su sede berlinesa.
La solución de esa tenue anécdota vendrá recién en la última parte, cuando los jóvenes realizadores adivinen, en dos personajes perdidos en medio de la nada (otra forma de nada diferente de la que ha dominado la conciencia de Oribe) el cumplimiento de un destino.
"Los cuentos", recuerda Cozarinsky en la contratapa, "no se inventan, se heredan". Naturalmente, una herencia puede dilapidarse o, como en este caso, convertirse en un raro ejemplo de perfección novelesca. O no tan raro: es a lo que Cozarinsky nos tiene acostumbrados.
Yo apenas si termino de leer Dinero para fantasmas, recién distribuida por Tusquets [Buenos Aires, 2012, isbn 978.987.670.116.7, 136 págs.] y no sé si envidiarlo más por este texto último o por la energía para encarar el próximo, entre los cuales, seguramente, habrá algún ejercicio audiovisual.
Decido admirarlo por todo lo anterior y envidiarlo sólo por su relación con cierta Baronessa, porque considero que Europa me debe, todavía, ese contacto con la aristocracia, que a los dos nos da tanta curiosidad como risa.
Pero hablemos de Dinero para fantasmas, que incluye, cervantinamente, una nouvelle y que, cozarinskianamente, reflexiona sobre el pasaje del relato escrito al relato audiovisual (Dinero para difuntos), algo que casi nunca el propio Cozarinsky ha encarado, salvo de manera fragmentaria.
La trama de Dinero para fantasmas comienza con una pareja de jóvenes estudiantes de cinematografía. Azares dejan en manos del muchacho "los cuaderons de Oribe", un gran realizador y escritor que decide borrarse del mundo porque ha encontrado dentro de si un vacío intolerable y ya ha desistido de llenarlo con historias ajenas (una de esas historias es la que domina el diario).
La lectura de esos cuadernos transforma a "Los debutantes" en "Los herederos" (así se llaman la primera y la tercera parte de esta novela que si prescinde de la intensidad habitual de los libros de Cozarinsky, apuesta, en cambio, a una complejidad sintáctica extremadamente novedosa (extremadamente "juvenil") que hasta ahora no había ensayado.
En el nivel de la frase, que en Cozarinsky siempre fue y sigue siendo perfecta, una sucesión de transformaciones la alargan mediante la inclusión de subordinadas y parentéticas. En el nivel del relato, la sintaxis establece una sucesión de saltos que mudan el acento de un nivel de narración a otro, y que, por eso mismo, interrogan la posibilidad de transferencia de un registro a otro (y, en última instancia, la posiblidad de transferencia de la historia a la conciencia del lector).
A partir de una parte de "Los cuadernos de Oribe", Martín ("lamentó no tener consigo la cámara fotográfica que le hubiese prermitido, con la excusa de registrar la botella de La Bella Friulana, captar en el espejo la imagen, esta vez en foco, del viejo") realiza un corto titulado Dinero para difuntos, con cierto suceso en el mundillo de los realizadores nóveles y los festivales de provincia.
Lo que importa no es tanto ese éxito sino lo que queda entre una forma de relato y otra, la confrontación de maneras de contar y puntos de vista (los cuadernos están escritos en primera persona, las demás partes, "el marco", en tercera).
Una de las obsesiones de Cozarinsky, podría decirse, es la puesta en contacto de mundos inverosímiles (los unos respecto de los otros). En "Los cuadernos de Oribe" ese contacto (que es, naturalmente, un seísmo, una vibración de rara intensidad) se establece entre una joven hermosa de una villa que alguna vez trabajó en una película de Oribe en un papel menor y la mafia rusa, en su sede berlinesa.
La solución de esa tenue anécdota vendrá recién en la última parte, cuando los jóvenes realizadores adivinen, en dos personajes perdidos en medio de la nada (otra forma de nada diferente de la que ha dominado la conciencia de Oribe) el cumplimiento de un destino.
"Los cuentos", recuerda Cozarinsky en la contratapa, "no se inventan, se heredan". Naturalmente, una herencia puede dilapidarse o, como en este caso, convertirse en un raro ejemplo de perfección novelesca. O no tan raro: es a lo que Cozarinsky nos tiene acostumbrados.
lunes, 8 de octubre de 2012
domingo, 7 de octubre de 2012
sábado, 6 de octubre de 2012
Casuística de lo viviviente
No veo televisión argentina porque me subleva el estilo enfáticamente “nacional” de sus formatos. En
el caso de las ficciones, los “actores” siempre están tratando
de sobreactuar una masculinidad que nadie les reclama, los personajes
pronuncian palabras mal aprendidas de guiones mal escritos y todos
gritan bajo una luz enceguecedora y plana. Mal escritas, mal
interpretadas, mal dirigidas, las ficciones televisivas argentinas
deprimen. Una vez vi La dueña y el efecto fue devastador
porque parecía que cada personaje seguía una línea de guión que
los demás guionistas no conocían y el resultado, un involuntario
cadáver exquisito, sólo podría encontrar algún tipo de cohesión
en la mente idiota de un espectador imaginado.
Un poco por eso, vi con aprensión la primera emisión de 23 pares, la serie de trece episodios
ideados por Albertina Carri (dirección) y Marta Dillon (guión), al
frente de un sólido equipo de profesionales, que se emite por canal
9 todos los viernes a las 23.30.
Por cierto, 23 pares es
antitelevisiva en el sentido antes expuesto: los diálogos son
perfectos, pronunciados con los tonos justos que conviene a cada
situación, los personajes discuten sin gritar y, sobre todo,
respondiendo a lo que se les dice. Las protagonistas, María Onetto y
Erica Rivas, sostienen con solvencia sus personajes y contribuyen con
sutileza actoral al despliegue de relaciones complejas. Gustavo, un
tercer hermano, permite a Fabián Vena desprenderse de todos los
clichés que su carrera le había irremediablemente adosado.
La iluminación investiga todas las
potencialidades del claroscuro y del contraluz, creando climas
apropiados a cada escena, y cada escena, por su parte, hace un uso
magistral de la elipsis para dar a entender lo que no necesita ser
dicho porque se está viendo.
Cada episodio presentará un caso que
involucra la participación del laboratorio de análisis genéticos
que las dos hermanas regentean.
23 pares no es sólo televisión
de excelencia, sino una crítica devastadora a lo que acostumbra a
emitir la televisión argentina. Dos razones para no perderse ninguna
de sus emisiones.