por Daniel Link para Perfil
Argentina es un país que gusta de los
procesos (incluso tal vez más que de los resultados): la última
Dictadura se otorgó a si misma el nombre de Proceso de
Reorganización Nacional, y por todas partes se analizan procesos más
o menos cíclicos: la malvinización (o la desmalvinización)
ocupa hoy la primera plana de los diarios, gracias al impulso que
Hollywood le ha dado y que el Estado argentino ha decidido replicar.
El “modelo” es un proceso
(probablemente, como la historia, sin sujeto ni fines), de resultado
incierto, pero en el que se funda la razón de Estado y que
establece, por lo tanto, una relación extrañamente compleja entre
estados (de imaginación y de materia) y procesos (de transformación
material e imaginaria).
Analicemos un proceso: en la
clasificación geológica de las islas, la imaginación confirma lo
que ya sabía de otro modo. Están las islas continentales (que se
derivan de accidentes que las separaron de un continente):
desmembradas, pues, de aquello de lo que participaban. Y están las
islas oceánicas, originarias, esenciales, constituidas a partir de
erupciones, formaciones de coral, lo que fuere.
El lugar que ocupe una isla en un
imaginario, pues, tendrá que ver con su naturaleza (o todo lo
contrario: la naturaleza de una isla dependerá del lugar que ocupe
en un imaginario). En última instancia (repito a Deleuze), la isla
no es otra cosa que el sueño de los hombres, y los hombres la mera
conciencia de la isla.
Esto hace que, por definición, la isla
esté desierta (sea el desierto), un proceso de recomienzo continuo
de la batalla entre la tierra y el agua (separación, erupción,
sedimentación), cuando los hombres todavía no existían. La unidad
de la isla y sus habitantes, en consecuencia, no es real, sino
imaginaria, porque la isla, por su propiedad de desierta está
también, por definición, abandonada (aunque alguien viva en ella,
aunque reúna las más excelsas cualidades de lo viviente que
pudieran imaginarse: la isla es la tensión pura hacia la mitología
y la literatura).
Todo esto debe ponerse en relación con
nuestras Hermanitas Perdidas: islas continentales, órganos vitales
separados de la unidad argentina que les da sentido y que, al mismo
tiempo, encuentra en ellas su remoto destino, quiero decir: su sueño.
Nos quitaron esas islas (imaginamos,
sabemos, sostenemos) cuando todavía no estábamos maduros para
defenderlas como nuestro sueño colectivo. Eso es el imperialismo: la
transformación de una isla continental en una isla oceánica.
En nuestro sueño actual, la
reivindicación de la soberanía sobre las islas Malvinas equivale a
la soberanía sobre el self, sobre nosotros mismos: no
tendremos paz hasta que ese proceso (interminable) se complete.
Las Malvinas, pase lo que pase,
seguirán desiertas y abandonadas (porque son islas), pero tendrán
una conciencia nueva, radiante y patriótica: las Malvinas argentinas
defenderán de la codicia planetaria los innumerables recursos
antárticos que son, también ellos, elementos de un sueño.
Se podría objetar la debilidad de ese
sueño si el Reino Unido no sostuviera una alucinación simétrica o
complementaria (lo que vuelve más interesante el proceso: se trata
de un sueño compartido, un sueño universal, casi podría decirse):
la isla desierta y abandonada no es (no puede ser) un enclave
civilizatorio, sino meramente la llave del tesoro que más allá de
ella se oculta: la condición de posibilidad de la civilización, que
florece en otra parte.
Curioso sueño que parece querer
hacernos ignorar que la fuerza existe (que el mundo es una
aglomeración de fuerza) y que no habría archipiélago que pudiera
garantizarnos la soberanía sobre la Antártida si el Imperio
decidiera venir a saquearla (“La Cosa” va de base científica en
base científica, pero nunca se topa con el elemento patriótico).
“Malvinizar”, como proceso, no
equivale a una mistificación cualquiera, sino a la Gran
Mistificación fundante, reorganizante, movilizadora de la
conciencia, el gran sueño de la escuela.
Yo recuerdo muy vívidamente los
planisferios que nos mandaban de Europa las autoridades educativas
alemanas y que en la mapoteca de mi colegio debían ser adulterados:
Malvinas escrito sobre un apósito adhesivo que tapaba Falkland.
Esa curita siempre me pareció poco
remedio para una herida tan profunda, que atraviesa las eras, las
generaciones y las ideologías. Se puede jugar con esas islas (habrá
que insistir: imaginarias) pero no ignorar que el juego involucra una
herida. Quiero decir: habrá quien quiera revolver la herida, y habrá
quien no.
1 comentario:
¿Podrías ampliar esto?:
"Esa curita siempre me pareció poco remedio para una herida tan profunda, que atraviesa las eras, las generaciones y las ideologías. Se puede jugar con esas islas (habrá que insistir: imaginarias) pero no ignorar que el juego involucra una herida. Quiero decir: habrá quien quiera revolver la herida, y habrá quien no."
¿esta elaboración de lo imaginario es un juego? ¿este juego ignora que hay una herida involucrada? ¿No es obvio que hay quienes quieren revolverla y quienes no?
¿Cuál sería el remedio? ¿Plantearse la violencia para participar de la dialéctica imperial? ¿dejar todo como está para que se ocupe otro, que sí esté interesado?
Hay otra isla (desierta) cuyos habitantes históricamente han sembrado la muerte y la explotación, que han reproducido la miseria en el mundo entero. Me parece que lo imaginario funciona como un anticuerpo. Ya que te gustan las comparaciones ¿Qué diferencias encontrás entre América y Africa? Dos enclaves coloniales, pero con "procesos históricos" diferentes. Inglaterra, Alemania y Bélgica (entre otras) le negaron la humanidad al Africa. Picasso (Creo que a partir de Freud) y otros artistas fueron los que multiplicaron un contrapunto (proceso) a este discurso: el primitivismo. Europa descubrió en las primeras décadas del siglo XX que las demás culturas también tenían pensamiento abstracto y que sentían. Es triste, pero esos imaginarios cuestan mucha sangre y entendimiento del mundo. Encuentro válido un imaginario como anticuerpo, creo que es válida esa disputa simbólica contra la política colonial.
Me parece que lo que está verdaderamente en juego es acabar con la hegemonía del consejo de seguridad de la ONU que excluye del derecho internacional a las naciones que desean saquear. Lo simbólico es justamente eso, territorio de disputa.
Es verdad que en el reves de lo simbólico hay un mundo pétreo, mineral, del cual nuestros propios cuerpos forman parte; pero esto no quita que en lo simbólico se siga luchando por y contra la exclusión. Para valorar estas cosas me pregunto ¿qué ha reproducido Inglaterra? y sólo encuentro la palabra miseria. Encuentro que las islas malvinas, el petróleo, los peces y los hielos seguirán alimentando el acero que mata y saquea.
Otra Isla (desierta) es Haiti; pensemos qué ha hecho Europa con ella. No fue sino a partir de su revolución que los britanicos defendieron la abolición para promover el trabajado libre (devenir del esclavo). No hubo en esa decisión un principio humanitario, sino un principio económico. La potencialidad de la revolución impedía la predicción económica. Primó el cálculo sobre el humanismo como ahora, que invaden paises con esta bandera.
Sobre las islas, como sobre los contientes (que están igual de desiertos), espero que siga esta lucha simbólica.
Saludos
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