sábado, 9 de noviembre de 2013

Dicen que

La ciudad y las voces

por Diego Erlan para Ñ. Revista de cultura

En la instalación sonora "En obra", que formó parte de la exposición Buenos Aires realizada en Proa, se podía apreciar un entremado de voces que iban desde Borges a Mujica Láinez, de Piglia a Cucurto y de Copi a Walsh.

“¿Esto hay que prenderlo?”, dijo la mujer al ingresar a tientas en el baldío que construyeron Daniel Link, Elena Donato, Valentín Díaz y Sebastián Freire para “En obra”, la instalación sonora de la exposición Buenos Aires que el sábado cerró en Proa para darle su lugar a la esculturas hiperrealistas de Ron Mueck que llevaron a 300 mil personas en París. La mujer que ingresó a la sala ya estaba sentada a oscuras y envuelta en un entramado de voces que iban de Borges a Mujica Láinez, de Piglia a Cucurto, de Copi a Walsh.Y entonces, la mujer que había entrado justo en un silencio, cerró los ojos y se dejó caer en el imaginario urbano que trazaban esas voces de escritores argentinos sobre la oscuridad del espacio.
Durante casi dos meses, los hacedores de este “work in progress” (“La ciudad está en obra permanente y la marca más evidente de esa construcción incesante son los baldíos de Buenos Aires”, supieron explicar) invitaron a escritores vivos a grabar en el estudio y, al mismo tiempo, recorrieron los archivos sonoros de la Biblioteca Nacional o del Archivo General de la Nación, para rescatar voces de escritores muertos que hablaran de la ciudad, pero también accedieron a ciertos archivos particulares (Arturo Carrera, por ejemplo, guardaba un casete con la voz de Osvaldo Lamborghini leyendo “La Madre Hogarth”, un poema de 1977) para confeccionar este entramado de voces (respiraciones, susurros, puntuaciones rítmicas o temblorosas) que conforma la instalación.
Algunas voces eran reconocibles (la dicción inconfundible de Cortázar, la parsinomia borgiana, el fraseo lleno de tabaco de Fogwill pidiendo por malos poetas) pero otras, tal vez, nunca habían sido escuchadas (el “cadáveres” como punto y aparte de Perlongher en sourraund, con un golpe rítmico que modifica el espacio o la confesión en francés de Copi sobre su relación con el exilio). “La sola cadencia de las voces, la diferencia de acentos, entonaciones y afectos hubiera bastado para dar cuenta de la ciudad tal y como se nos representa: como una síntesis de heterogéneos, como una síntesis disyuntiva de contradicciones”, explicaron los investigadores, quienes no pretendían construir un canon sino que procuraron dar cuenta del amor y del odio, del mito fundacional y de la fuerza utópica, en suma: “de la contradicción constitutiva y de la guerra de las imágenes que constituyen nuestra ecología urbana”.


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