viernes, 21 de marzo de 2014

Preguntan si...

por Leandro Filozof para Revista Veintitrés

A diez años de la recuperación de la ESMA, Buenos Aires  reunirá a académicos e investigadores para pensar cómo se cuenta el pasado. Intervención estatal, reacción pública y el lugar de la palabra.

Interacción. El coloquio debate la llegada a distintos públicos. El Parque de la Memoria porteño.
 
¿Cómo se resignifican y funcionan los ex centros clandestinos de detención? ¿Es posible ubicar una mirada y un tratamiento de la “memoria” que trascienda experiencias puntuales y fronteras internacionales? ¿Cómo captar nuevas audiencias y cuál es el lugar del arte en relación con la memoria? Son algunos de los interrogantes que el Coloquio Internacional “Espacios de memoria en el Cono Sur: nuevos afectos, nuevas audiencias, diálogos transculturales en el duelo” buscará responder. Con un subsidio de la British Academy y en alianza con la Universidad de Tres de Febrero, el evento coordinado por Cecilia Sosa (ver recuadro) y Valentina Salvi se realizará el 27 y 28 de marzo en el Centro Cultural Borges con investigadores, activistas y artistas de Argentina, Chile y Uruguay y académicos de Inglaterra. El coloquio, además, tendrá intervenciones, instalaciones y performances. Según la presentación, “estas jornadas buscan explorar cómo ciertas prácticas curatoriales y museísticas, así como formas no convencionales de intervenciones artísticas, performáticas y literarias, pueden despertar un sentimiento de pertenencia compartido en relación a esos pasados traumáticos”. En diálogo con Veintitrés, varios de los conferencistas intercambian su opinión.
Jens Andermann, profesor titular de Estudios Latinoamericanos y Luso-Brasileños en la Universidad de Zurich, Suiza, y editor del Journal of Latin American Cultural Studies, realizó ya un encuentro en esa ciudad y sostiene que le interesaba “comparar, tanto a escala latinoamericana como en contraste con otros contextos regionales como Ruanda o Cambodia, cómo la creación de memoriales, museos y otros tipos de sitios de memoria impactó sobre los relatos sociales y estatales sobre dictaduras y genocidio: al abrir espacios permanentes que reconocieran los horrores, ¿se ha avanzado en cuanto a forjar un consenso social sobre el pasado? ¿O más bien se han desatado debates hasta entonces marginados o forcluidos? ¿La ‘recuperación’ de ex centros de detención y otros lugares de terror abrió para los familiares y activistas de derechos humanos una suerte de refugio desde donde formular objeciones a procesos ‘transitoriales’ muchas veces inclinadas a enterrar o tapar el pasado? Obviamente, no hay una respuesta única: más bien, casos como el monumento ‘El Ojo que Llora” en Perú (profanado por pandillas fujimoristas y atacado desde la prensa hegemónica) muestra la extrema fragilidad de estos sitios ‘ganados al olvido’ cuya aspiración a la permanencia nunca está garantizada por sí misma, o por el mero hecho de haber recurrido a un lenguaje arquitectónico o escultural. E incluso, hay que interpelarlos nuevamente desde el presente, como en el caso chileno, donde la misma democracia que construye Museos de la Memoria y de los Derechos Humanos sigue aplicando legislación ‘antiterrorista’ a la resistencia mapuche. Hay que reinscribir y reformular entonces continuamente la enunciación monumental, precisamente para que no se vuelva objeto de museificación (que es otra forma de abandono)”.

Andermann va a hacer una ponencia sobre un trabajo fotográfico de Juan Travnik, Malvinas: “Me interesaba a raíz de la manera en que investiga el potencial nemónico del paisaje (en un sentido amplio incluyendo el paisaje urbano). Y su trabajo (que combina la fotografía del paisaje con el género del retrato) me permitió pensar esa obra a partir de las ideas de ciudadanía y abandono. Para abreviar: creo que Malvinas (al menos hasta hace poco) representa un caso de ‘inclusión excluyente’ en la ciudadanía de la memoria, y es esa fractura sobre la que trabaja la fotografía de Travnik”.

El catedrático y escritor Daniel Link asegura que “en nuestro país los sitios de memoria deben pensarse y debatirse (porque no han sido pensados todavía). Los Estados que se han otorgado (por voluntad o por necesidad histórica) una política estatal de la memoria lo han hecho en términos de una pedagogía progresista, podríamos decir, de la catástrofe: se presupone que la propagación de la memoria evitará la repetición del desastre. Sobre este punto no podría haber desacuerdos y no hay razones que puedan esgrimirse en contra de una hipótesis semejante, sobre la que sólo podría lamentarse su fracaso. Por supuesto, muy diferente es la relación que se puede establecer con el modo en que tal pedagogía puede desarrollarse y las representaciones que constituyen el contenido de esa memoria en relación con la cual se decide una política. No hay política sin contenidos, pero la definición misma de los contenidos es ya una opción pedagógica y, por lo tanto, política. Una pedagogía de la catástrofe sólo podría funcionar a partir de la conciencia de que todo habla, pero a sabiendas también de que las imágenes no dicen toda la verdad, aunque sean un jirón de ella. Se usan para mostrar lo irrepresentable e imposible de la historia. Lo imposible pero indispensable porque, pese a todo, a lo real hay que imaginárselo”. Link va a responder a una lectura de Albertina Carri sobre una videoinstalación que regresa a su película Los rubios (2003): “El arte (visual, literario, sonoro) es el laboratorio donde se investiga cómo se propaga la memoria (el sonido, la voz, el trazo, la cultura). No hay coincidencia necesariamente entre pedagogía de la memoria (que, como puede entenderse, es sobre todo un hecho de la política) y el arte. Pero es posible pensar una a partir del otro, sin dudas. Las intervenciones como las de Carri no son propiamente memorialistas sino más bien lanzadas hacia el futuro. Lo que se deja leer en el pensamiento de Albertina (puesto en imágenes, pero altísimo pensamiento) es una desestabilización del lugar de las imágenes plenas propias de la memoria y del testigo y el testimonio como fuente de verdad”.

(...)

No hay comentarios.: