Por Daniel Link para Perfil
Muchos
periodistas se quejan de la ausencia de figuras presidenciales en las
últimas semanas (la Sra. Fernández, porque estuvo internada; el Sr.
Boudou, porque mejor es olvidarse de que existe). Yo, en cambio, viví
el silencio de radio como una vacación.
Muchas
veces, cuando viajo, obtengo el rédito adicional de no tener que
escuchar los llantos, las bravatas, la épica berreta de “somos los
primeros”, “desde hace cincuenta años”, “nunca la
Argentina...”, “récord de...”, “la recuperación de la
política”, como si este gobierno (que para mí es una gestión
más, con sus aciertos y sus errores) hubiera sucedido a una
Dictadura (semejante honor le cupo al Sr. Raúl Alfonsín, cosa que
el peronismo no termina de digerir cabalmente), o como si los
acontecimientos de 2001 no hubieran llevado la política a un umbral
de transformación que luego el regimen gobernante se encargo de
“poner en caja” por la vía de la utilización de un vocabulario
y una retórica heredada de aquellos tiempos de palabras encendidas,
puestos ahora al servicio de la gubernamentabilidad.
No
aguanto ya más esos sujetos abstractos como “el Neoliberalismo”
(cuya expresión fue, durante los años noventa, el peronismo) o “la
dignidad villera”, que es un lugar del cual hay que sacar a todo el
mundo y en el que nadie en su sano juicio querría estar.
Con
la excepción de Florencio Randazzo, que habla poco y que, por sobre
todo, ejecuta acciones de gobierno (que yo previamente he diseñado
desde esta columna), nada me importan los decires del pobre Sr.
Coqui, que no da pie con bola, o del Sr. Secretario tal, o de la Sra.
Ministra cual. Ninguno de ellos afecta mis nervios, que están
conectados, como cualquier sistema nervioso, al sistema nervioso
nacional, y es por lo tanto sensible a los humores radicales a los
que la Sra. Fernández nos somete.
Su
internación era un asunto de salud pública. Tratándose de quien
ocupa el sillón presidencial, y que además cometió la torpeza de
haber elegido a un impresentable como su natural sucesor, nadie puede
sino alegrarse de su recuperación y su regreso a la función pública
para la que fue electa. Eso sí, las dos semanas de silencio nos
sirvieron para ponernos al día con las noticias del exterior, para
hacer números y ver hasta cuándo nos alcanza la plata, para
descontracturarnos hasta que el vendaval épico regrese con toda su
fuerza para pretender hacernos creer que “nunca antes”.
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