Los libros, que acaban de salir bajo la editorial Eduvim, rescatan ese material prácticamente inhallable, y de paso actualizan una de las especialidades de Oviedo, que recientemente tradujo Desde el ángulo de los mundos posibles, el ensayo de Anne Cauquelin que publicó Adriana Hidalgo Editora.
Mazza, por su parte, es co-director de la revista Exordio y miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).
Esta es la conversación que Oviedo sostuvo con Télam.
T : ¿Cómo nació Escrita y qué idea tenían quienes la hacían a la hora de pensar una comunicación, aún si fuera de boca a boca?
O : La posibilidad de sacar una revista que casi desde el vamos decidimos que se iba a llamar Escrita surgió de una serie de conversaciones que mantuve, junto a Julio Castellanos, con Germán García, quien había sido invitado a Córdoba, hacia 1980, a dar unos cursos de psicoanálisis. Se la pensó inicialmente como una revista de literatura donde también iban a tener cabida aspectos y cuestiones de la problemática del psicoanálisis lacaniano. Esta línea perduró en los dos o tres primeros números y luego adquirió primacía, por así decirlo, la dimensión de lo literario. En lo concerniente a la difusión, ésta se mantuvo dentro de los cauces previsibles. El contexto –última etapa de la dictadura militar- no era el más propicio.
T : ¿Conocía usted a Germán García? ¿Cuál era entonces su relación con el psicoanálisis? ¿Cuál es ahora?
O : Lo conocí alrededor de 1973, fue un contacto bastante fugaz en el marco de unas jornadas sobre literatura y política organizadas por la Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba. Vistas desde el presente, las discusiones en aquella oportunidad estaban totalmente fagocitadas por una perspectiva eminentemente política; en síntesis, nada quedaba afuera de una lógica política empeñada en hacer la revolución. Actualmente, y tras la confluencia derivada de Escrita y de sus cursos (en los que estudié), la relación con Germán García es de amistad y de reconocimiento de mi parte por los generosos aportes intelectuales que me brindó.
T : Usted es un escritor. No es tan fácil decir eso de alguien. Pero ¿cómo era el contexto de recepción, para decirlo de manera grandilocuente, en un momento que una revista como esa ve la luz?
O : La aparición de Escrita despertó poco entusiasmo, por no decir que las manifestaciones fueron casi desdeñosas, sobre todo cuando se leen una o dos notas que reseñaban el primer número; el título de una de ellas rezaba Sólo para especialistas y el texto deslizaba un tono de suficiencia que aludía allacanismo y a los efectos nocivos de esta marca en el contenido de la revista.
T : Eran muy variados los discursos y los nombres. Sin embargo, hay un hilo rojo que los transforma: no pueden no estar ahí. ¿Qué piensa al respecto?
O : No pueden no estar ahí: en esta observación muy certera se resume la conjunción heterogénea –pero justificada- de autores como Mandelstam, Paul Celan, Robert Walser, Lezama Lima, Borges, Lucio Piccoli, Octavio Paz, Oscar del Barco, Luis Gusman, Héctor Ciocchini, Oscar Masotta (con un poema), Hugo Gola, Carlos Giordano, Antonio Marimón, Jorge Aulicino, Delia Passini, Daniel Vera, etc.
T : Existe en Córdoba una tradición de revistas cultas. ¿A qué lo atribuye? ¿Se podría poner en serie, por ejemplo, con el sindicalismo clasista, cuyo epicentro fue esa provincia?
O : Excepto su comprobación (Pasado y Presente, Cristal, Derroteros, Laurel, etc.) no tengo una teoría sobre esta concatenación de ciertas publicaciones de Córdoba, salvo el hecho de que existieron y de que hubo personas que las impulsaron y las sostuvieron con tenacidad no exenta de rigor. Con el sindicalismo clasista (el de Sitrac-Sitram) no veo ningún nexo, ni siquiera forzando una interpretación que no sería demasiado convincente. Se trata de experiencias diametralmente distintas; es más, el sindicalismo clasista se inscribe en el fragor y el estrépito de los 70, Escrita ocupa un lugar más bien modesto y su esplendor fue discreto.
T : Finalmente, los trabajos sobre los pintores, sobre ciertos filósofos, sobre Blanchot, quizá hayan sido contribución suya. A pesar que Escritaya no está más, algunas revistas heredaron ese espíritu. ¿Piensa usted que esa fue la herencia? Y no hablo sólo de Córdoba.
O : Exactamente, los que menciona fueron trabajos provenientes de mis búsquedas e intereses en aquel entonces. Por supuesto que fueron discutidos con los demás integrantes del consejo de redacción (Miguel Prósperi, Mario Forte, Vicente Mattoni, Pablo Spangenberg, Carolina Scotto y Carlos Riccardo). Me costaría, por otra parte, establecer una herencia de Escrita; quizás en El Banquete (una revista integrada por Silvio Mattoni, Carlos Surghi, Cecilia Pacella y Carlos Schilling que se publicó en Córdoba entre 1997 y 2011) haya una prolongación o un eco difuso donde se escuchan algunas de las propuestas de Escrita. Tampoco nada lineal, pero desde sus propios logros El Banquete tiende un puente que se acerca a Escrita. En este sentido, en varios de sus números, El Banquete incluyó textos que habían aparecido en Escrita y que de ese modo hallaron cabida en un soporte posterior provisto de afinidades sutiles. Por último, es pertinente decir que Escrita empezó sin saber a dónde iba y terminó sin saber muy bien a dónde había llegado; quizás porque en sus páginas no estaba todo dicho.
Fuente: Telam cultura.
Mazza, por su parte, es co-director de la revista Exordio y miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).
Esta es la conversación que Oviedo sostuvo con Télam.
T : ¿Cómo nació Escrita y qué idea tenían quienes la hacían a la hora de pensar una comunicación, aún si fuera de boca a boca?
O : La posibilidad de sacar una revista que casi desde el vamos decidimos que se iba a llamar Escrita surgió de una serie de conversaciones que mantuve, junto a Julio Castellanos, con Germán García, quien había sido invitado a Córdoba, hacia 1980, a dar unos cursos de psicoanálisis. Se la pensó inicialmente como una revista de literatura donde también iban a tener cabida aspectos y cuestiones de la problemática del psicoanálisis lacaniano. Esta línea perduró en los dos o tres primeros números y luego adquirió primacía, por así decirlo, la dimensión de lo literario. En lo concerniente a la difusión, ésta se mantuvo dentro de los cauces previsibles. El contexto –última etapa de la dictadura militar- no era el más propicio.
T : ¿Conocía usted a Germán García? ¿Cuál era entonces su relación con el psicoanálisis? ¿Cuál es ahora?
O : Lo conocí alrededor de 1973, fue un contacto bastante fugaz en el marco de unas jornadas sobre literatura y política organizadas por la Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba. Vistas desde el presente, las discusiones en aquella oportunidad estaban totalmente fagocitadas por una perspectiva eminentemente política; en síntesis, nada quedaba afuera de una lógica política empeñada en hacer la revolución. Actualmente, y tras la confluencia derivada de Escrita y de sus cursos (en los que estudié), la relación con Germán García es de amistad y de reconocimiento de mi parte por los generosos aportes intelectuales que me brindó.
T : Usted es un escritor. No es tan fácil decir eso de alguien. Pero ¿cómo era el contexto de recepción, para decirlo de manera grandilocuente, en un momento que una revista como esa ve la luz?
O : La aparición de Escrita despertó poco entusiasmo, por no decir que las manifestaciones fueron casi desdeñosas, sobre todo cuando se leen una o dos notas que reseñaban el primer número; el título de una de ellas rezaba Sólo para especialistas y el texto deslizaba un tono de suficiencia que aludía allacanismo y a los efectos nocivos de esta marca en el contenido de la revista.
T : Eran muy variados los discursos y los nombres. Sin embargo, hay un hilo rojo que los transforma: no pueden no estar ahí. ¿Qué piensa al respecto?
O : No pueden no estar ahí: en esta observación muy certera se resume la conjunción heterogénea –pero justificada- de autores como Mandelstam, Paul Celan, Robert Walser, Lezama Lima, Borges, Lucio Piccoli, Octavio Paz, Oscar del Barco, Luis Gusman, Héctor Ciocchini, Oscar Masotta (con un poema), Hugo Gola, Carlos Giordano, Antonio Marimón, Jorge Aulicino, Delia Passini, Daniel Vera, etc.
T : Existe en Córdoba una tradición de revistas cultas. ¿A qué lo atribuye? ¿Se podría poner en serie, por ejemplo, con el sindicalismo clasista, cuyo epicentro fue esa provincia?
O : Excepto su comprobación (Pasado y Presente, Cristal, Derroteros, Laurel, etc.) no tengo una teoría sobre esta concatenación de ciertas publicaciones de Córdoba, salvo el hecho de que existieron y de que hubo personas que las impulsaron y las sostuvieron con tenacidad no exenta de rigor. Con el sindicalismo clasista (el de Sitrac-Sitram) no veo ningún nexo, ni siquiera forzando una interpretación que no sería demasiado convincente. Se trata de experiencias diametralmente distintas; es más, el sindicalismo clasista se inscribe en el fragor y el estrépito de los 70, Escrita ocupa un lugar más bien modesto y su esplendor fue discreto.
T : Finalmente, los trabajos sobre los pintores, sobre ciertos filósofos, sobre Blanchot, quizá hayan sido contribución suya. A pesar que Escritaya no está más, algunas revistas heredaron ese espíritu. ¿Piensa usted que esa fue la herencia? Y no hablo sólo de Córdoba.
O : Exactamente, los que menciona fueron trabajos provenientes de mis búsquedas e intereses en aquel entonces. Por supuesto que fueron discutidos con los demás integrantes del consejo de redacción (Miguel Prósperi, Mario Forte, Vicente Mattoni, Pablo Spangenberg, Carolina Scotto y Carlos Riccardo). Me costaría, por otra parte, establecer una herencia de Escrita; quizás en El Banquete (una revista integrada por Silvio Mattoni, Carlos Surghi, Cecilia Pacella y Carlos Schilling que se publicó en Córdoba entre 1997 y 2011) haya una prolongación o un eco difuso donde se escuchan algunas de las propuestas de Escrita. Tampoco nada lineal, pero desde sus propios logros El Banquete tiende un puente que se acerca a Escrita. En este sentido, en varios de sus números, El Banquete incluyó textos que habían aparecido en Escrita y que de ese modo hallaron cabida en un soporte posterior provisto de afinidades sutiles. Por último, es pertinente decir que Escrita empezó sin saber a dónde iba y terminó sin saber muy bien a dónde había llegado; quizás porque en sus páginas no estaba todo dicho.
Fuente: Telam cultura.
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