sábado, 22 de diciembre de 2018

La vida nueva

por Daniel Link para Perfil


Es inevitable, a esta altura del año, pensar en una vida diferente para el próximo, la vida nueva. La Vita nova, para decirlo con Roland Barthes, que eligió decirlo casi con Dante.
La Vita nuova es la primera obra conocida de Alighieri (escrita entre 1292 y 1293, poco después de la muerte de Beatrice). Consta de 42 capítulos en los que Dante alterna la poesía y la prosa, la autobiografía y la alegoría. El libello, como se sabe, es la obra maestra del Dolce Stil Nuovo.
Entre los últimos escritos de Roland Barthes, que murió en un accidente bastante estúpido en marzo de 1980, se cuentan los ocho folios que integran el proyecto Vita Nova, un conjunto de notas que datan de agosto/septiembre y diciembre de 1979.
La crítica ha querido leer en esas notas el abandono de todo lo que Roland Barthes había pensado anteriormente, un lanzarse de lleno a la novela (un poco porque su último curso se llamó La preparación de la novela, y la Vita Nova fue puesta como apéndice a ese curso), como si las posiciones radicales sobre los géneros que Barthes había sostenido (y que nos siguen interpelando) hubieran sido exabruptos del post 68.
Lejos de esa posición, el prologista de la edición castellana de Vita Nova, prefiere leer el texto según las propias palabras de Barthes: “un proyecto infinitamente varado en su porvenir flotante, resistiéndose para siempre a las indelicadezas de lo realizado, de lo concreto”.
Después de La cámara clara (o lúcida), Barthes pretendía reemplazar el fantasma de la Madre con el fantasma de la Obra. Si algo hubiera sido Vita Nova es una actualización de Roland Barthes por Roland Barthes, ese libro en el que el autor se leía a si mismo como un ya-muerto.
Vita Nova es una meditación, un balance (así lo escribe el propio Barthes), un barajar (las mismas cartas) para dar de nuevo. Todo ordenado en relación con una “decisión del 15/4/78” a la que se aferra como un náufrago a la deriva.
Con edición de Gonzalo Geraldo, traducción de Ernesto Feurhake y estudio crítico de David Fiel para el sello santiaguino Marginalia, Vita Nova nos llega ahora en castellano, en el momento más oportuno que pudiera imaginarse.
Un poco porque la brutalidad del mundo nos había alejado mucho de los delicados tormentos propios de la escritura barthesiana y otro poco porque nos obliga a nosotros a trazar una línea (en la pared o en la arena, según se prefiera) para barajar y dar de nuevo, conscientes de que ninguna martingala abolirá el azar.
Pensar sobre la propia vida, sus momentos de condensación y dispersión, tomar decisiones... ¿Quién no se entrega a ese juego melancólico en la última semana de diciembre?
Con su libelo, Dante quiso apostarlo todo a un nuevo estilo y al amor como transformador radical de lo vivido (y, por lo tanto, de lo recordado y de lo imaginado). Roland Barthes, que estaba en otro punto de la vida (de la expectativa de los años por venir, pero también en otra era) se atormentó con la forma Summa: ¿cuál será la imagen o el fantasma de obra por el que seré recordado?
¿La novela? ¿El ensayo? ¿El poema? ¿El cuento infantil? ¿La pieza teatral? ¿El manual de lectura?
Vengo de una Feria del Libro donde todo el mundo parecía hablar de eso: de sus decisiones, de sus fantasmas, de sus golpes de timón. Yo, yo, yo.
Por fortuna nos acompañaba Selva Almada, que deshizo tanto voluntarismo con gestos de una profunda sabiduría: las cosas a veces salen bien y a veces no. A veces puedo escribir con tranquilidad y a veces no. A veces sé lo que hago y a veces no.
Lo que no hay que hacer es dejarse atropellar por una camioneta y dejar unos papeles misteriosos de los que los fanáticos de la verdad pretenderán deducir un destino y una causa.
Lo que no hay que hacer es comunicar al mundo las decisiones que hemos tomado mientras brindamos por un nuevo año, mientras los petardos aturden y el vino espumante se calienta progresivamente en copas que habrá que lavar al día siguiente como si nada hubiera sucedido.
Barajar y dar de nuevo, de acuerdo. Olvidarse por un momento del mundo, esa pesadilla que ninguna fantasía puede ya amortiguar. Feliz año impar, para todes.



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