por Daniel Link para Perfil
Es inevitable, a esta altura del año,
pensar en una vida diferente para el próximo, la vida nueva. La Vita
nova, para decirlo con Roland Barthes, que eligió decirlo casi
con Dante.
La Vita
nuova es la primera obra conocida de Alighieri (escrita
entre 1292 y 1293, poco después de la muerte de Beatrice). Consta de
42 capítulos en los que Dante alterna la poesía y la prosa, la
autobiografía y la alegoría. El libello, como se sabe, es la
obra maestra del Dolce Stil Nuovo.
Entre los últimos escritos de Roland
Barthes, que murió en un accidente bastante estúpido en marzo de
1980, se cuentan los ocho folios que integran el proyecto Vita
Nova, un conjunto de notas que datan de agosto/septiembre y
diciembre de 1979.
La crítica ha querido leer en esas
notas el abandono de todo lo que Roland Barthes había pensado
anteriormente, un lanzarse de lleno a la novela (un poco porque su
último curso se llamó La preparación de la novela, y la
Vita Nova fue puesta como apéndice a ese curso), como si las
posiciones radicales sobre los géneros que Barthes había sostenido
(y que nos siguen interpelando) hubieran sido exabruptos del post 68.
Lejos de
esa posición, el prologista de la edición castellana de Vita
Nova, prefiere leer el texto según las propias palabras de
Barthes: “un proyecto infinitamente varado en su
porvenir flotante, resistiéndose para siempre a las indelicadezas
de lo realizado, de lo concreto”.
Después
de La cámara clara (o
lúcida), Barthes
pretendía reemplazar el fantasma de la Madre con el fantasma de la
Obra. Si algo hubiera sido Vita Nova
es una actualización de Roland Barthes por
Roland Barthes, ese
libro en el que el autor se leía a si mismo como un ya-muerto.
Vita
Nova es una
meditación, un balance (así lo escribe el propio Barthes), un
barajar (las mismas cartas) para dar de nuevo. Todo ordenado en
relación con una “decisión del 15/4/78” a la que se aferra como
un náufrago a la deriva.
Con
edición de Gonzalo Geraldo, traducción de Ernesto Feurhake y
estudio crítico de David Fiel para el sello santiaguino Marginalia,
Vita Nova
nos llega ahora en castellano, en el momento más oportuno que
pudiera imaginarse.
Un
poco porque la brutalidad del mundo nos había alejado mucho de los
delicados tormentos propios de la escritura barthesiana y otro poco
porque nos obliga a nosotros a trazar una línea (en la pared o en la
arena, según se prefiera) para barajar y dar de nuevo, conscientes
de que ninguna martingala abolirá el azar.
Pensar
sobre la propia vida, sus momentos de condensación y dispersión,
tomar decisiones... ¿Quién no se entrega a ese juego melancólico
en la última semana de diciembre?
Con
su libelo, Dante quiso apostarlo todo a un nuevo estilo y al amor
como transformador radical de lo vivido (y, por lo tanto, de lo
recordado y de lo imaginado). Roland Barthes, que estaba en otro
punto de la vida (de la expectativa de los años por venir, pero
también en otra era) se atormentó con la forma Summa:
¿cuál será la imagen o el fantasma de obra por el que seré
recordado?
¿La
novela? ¿El ensayo? ¿El poema? ¿El cuento infantil? ¿La pieza
teatral? ¿El manual de lectura?
Vengo
de una Feria del Libro donde todo el mundo parecía hablar de eso: de
sus decisiones, de sus fantasmas, de sus golpes de timón. Yo, yo,
yo.
Por
fortuna nos acompañaba Selva Almada, que deshizo tanto voluntarismo
con gestos de una profunda sabiduría: las cosas a veces salen bien y
a veces no. A veces puedo escribir con tranquilidad y a veces no. A
veces sé lo que hago y a veces no.
Lo
que no hay que hacer es dejarse atropellar por una camioneta y dejar
unos papeles misteriosos de los que los fanáticos de la verdad
pretenderán deducir un destino y una causa.
Lo
que no hay que hacer es comunicar al mundo las decisiones que hemos
tomado mientras brindamos por un nuevo año, mientras los petardos
aturden y el vino espumante se calienta progresivamente en copas que
habrá que lavar al día siguiente como si nada hubiera sucedido.
Barajar
y dar de nuevo, de acuerdo. Olvidarse por un momento del mundo, esa
pesadilla que ninguna fantasía puede ya amortiguar. Feliz año impar, para todes.
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