sábado, 10 de junio de 2023

Los nombres de Kafka

Por Daniel Link para Perfil

La delirante política argentina se explica, entre otros factores, por una crisis de identidad. Nadie sabe quién es quién, a quién representa, qué imagen de pueblo enarbola. Así, resulta que las dos alianzas más importantes están partidas porque interiormente cada fracción se parece más a una parte de la otra alianza que a sus propios compañeros de sufrimiento electoral.

El nombramiento de Jorge García Cuerva como arzobispo de Buenos Aires desató una persecución identitaria: es un cura villero, no es un cura villero; es amigo de Massa, se lleva mejor con Carolina Stanley; es pro LGBT (y “toda esa porquería”); es conservador, es comunista.

El mismo sacerdote impugnó el "vicio de encasillar a alguien de un lado o de otro". Ese encasillamiento es índice de una angustia identitaria (¿quién soy? ¿quién es aquél?).

Resumo una clase sobre el tema. Franz Kafka escribe en su diario el 11 de febrero de 1913: “Soy un pájaro imposible, un cuervo. Estoy perdido y así revoloteo entre los hombres. Ellos me miran con desconfianza y yo soy un ave peligrosa, un ladrón, un cuervo”. Pregunto de qué está hablando Kafka y sobreviene una catarata de interpretaciones (la paranoia de sentido).

Relaciono esas frases con el apólogo del cazador Gracchus, en el mismo Diario. Llega un barco transportando a un muerto vivo: un hombre que ha muerto en un accidente pero que sigue vivo porque cuando el barco lo llevaba a su descanso definitivo se desvió por un viento súbito y entonces quedó condenado a navegar entre ambas aguas. El alcalde de la ciudad le pregunta: “¿Y ahora piensa usted quedarse en Riva?” y Gracchus contesta: “No tengo intenciones” y después: “Estoy aquí, es lo único que sé, es lo único que puedo hacer”.

Sintetizo el juego pedagógico: Gracchus viene de graculus que quiere decir grajo, cuervo. Y Kavka, pero escrito con v y no con f (sin embargo, suenan igual) quiere decir...“cuerva”. Todo lo que se dice son variantes del propio nombre.

De modo que no habría que desesperarse demasiado por las identificaciones imaginarias (de uno o de los otros) y atribuir intenciones y sentidos (“ave peligrosa”) fundados en prejuicios. El “ser” es escurridizo, lo que importa es el “estoy aquí”. Con eso basta para empezar a hacer.

 

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