Por Daniel Link para Perfil
El Poder Ejecutivo de la Nación fundamentó su intención de veto a la Ley de Movilidad Jubilatoria promulgada por el Honorable Congreso de la Nación negando todos y cada uno de los considerandos del Decreto 274/2024 que el mismo Poder Ejecutivo publicó en el Boletín Oficial el 25/03/2024.
Y lo hizo, además, apelando a una guerra fraticida que tuvo antecedentes ficcionales y que ahora el Gobierno del Sr. Milei ha decidido actualizar. La relación entre realidad y ficción quedó suficientemente clara en una comunicación telefónica suya en la que subrayó “el agujero negro que han hecho en términos fiscales con el sistema preficcional” [SIC en 04:31].
Nosotras, profesoras de literatura, propusimos hace años la categoría de “ficción informal” que ahora se ve enriquecida por otro umbral mucho más sofisticado: el “sistema preficcional”, donde la realidad (parecería) sostiene argumentos previamente ficcionales, en correlación con los regímenes de posverdad. El punto de sutura de la realidad-ficción sería, pues, un manantial de lo que puede salir cualquier cosa: un unicornio, esta columna, una guerra.
La guerra civil en la que el Poder Ejecutivo se compromete, diciendo que el Honorable Congreso de la Nación la ha declarado, fue ficcionalizada por Adolfo Bioy Casares en Diario de la guerra del cerdo (1969) y por Leopoldo Torre Nilsson en La guerra del cerdo (1975).
En la novela (y en la película basada en ella) los jóvenes matan a los viejos, sin percatarse de que se están matando a si mismos por anticipado.
Si se usara la nueva fórmula de movilidad jubilatoria, argumenta el Sr. Milei inventando una numeralia ridícula que ni Humpty Dumpty se habría atrevido a proponer, “estamos hipotecando el futuro” y “es la ruina del país” pero, sobre todo, implica “el hundimiento en la indigencia y la pobreza de los jóvenes y las futuras generaciones”.
La nueva guerra del cerdo (ahora preficcional) decide sacrificar a los jubilados en el altar de la “juventú” que, como todo el mundo sabe, es una enfermedad obligatoria, leve y totalmente curable.
El deterioro de los haberes jubilatorios no es nuevo. Es condenable tanto el veto kirchnerista al 82 % móvil como la pérdida de poder adquisitivo durante el gobierno del Sr. Fernández. Nada de eso legitima ahora un veto que se fundamenta a si mismo en una guerra civil entre padres, madres, hijos e hijas, impulsada por el Poder Ejecutivo de la Nación.
A la pregunta del Sr. Presidente: “a quién le quieren arruinar la vida” se podría contestar muy fácilmente: basta con dar de baja los regímenes impositivos promocionales vigentes (que favorecen a muy pocos) y cuya derogación no arruinaría la vida de ningún millonario.
Pero es mejor no hablar con quien sólo está dispuesto a escuchar a sus propios demonios preficcionales y sus propios delirios posverdaderos. Hablémosle a la juventú.
Queridas, les están mintiendo. Si los haberes jubilatorios no son justos ustedes tendrán que hacerse cargo de sus padres y sus madres más tarde o más temprano. Digan NO a la guerra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario