"Los problemas del arte están sometidos a los de la vida,
para servir a los hombres y no para separarnos de ellos".
Antonio Berni
por María Victoria Babot En el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), en el Centro Cultural Borges, en galerías de arte, en el Museo Nacional de Bellas Artes, en el Museo Eduardo Sívori. En la mayoría de los templos sagrados del arte argentino, donde descansa el Arte con mayúscula, está presente, con la presencia fuerte e ineludible que supo imponer, Antonio Berni (1905-1981). Y más precisamente en el año y mes del centenario de su nacimiento, allá un 14 de mayo de principios del XX, las celebraciones se multiplican desde diferentes ámbitos y con diferentes intenciones, desde el homenaje desinteresado, pasando por el tributo oficial, hasta el rédito monetario. Así, museos privados, proyectos gubernamentales y comisiones especiales se precipitan en la preparación de charlas, exposiciones, discursos, catálogos, para que el nombre el pintor resuene, se divulgue, venda y se asocie a este año, 2005. No es para menos, ya que Berni se yergue como icono en la historia de la pintura argentina, como se puede comprobar después de la lectura de su itinerario vital y artístico (ver recuadro aparte).
Este marketing del año Berni, hasta el momento, da sus buenos frutos. Desde el ámbito oficial, el verborrágico y generalmente oscuro lenguaje legislativo dejó asentado el 31 de enero a través del decreto 61/2005 que, "(...) considerando que el día 14 de mayo de 2005 se conmemora el centenario del nacimiento del Maestro de la pintura Antonio BERNI [es] un deber concientizar a la población acerca de la importancia que reviste para el país valorizar su cultura y que se encuentre representada a través de creadores excepcionales que contribuyen a definir nuestra identidad. Que seguramente la figura de Antonio BERNI es ejemplar para estas aspiraciones. (...) Declárase al año 2005 como el 'Año de homenaje a Antonio Berni". El Poder Legislativo dispuso además que toda la papelería oficial utilizada en la administración pública llevara impresa la leyenda "2005 'Año de homenaje a Antonio Berni'".
Desde lo oficial, el homenaje fue más allá sin embargo del simple membrete de las hojas administrativas: la Secretaría de Cultura creó la comisión Centenario Berni, encargada de hacer menos abstractas las loas decretadas por el Legislativo. Así, por ejemplo, una de las actividades de la Secretaría fue la creación de un centro virtual con toda la obra del artista, dividida en temas y etapas y una selección bibliográfica, a cargo de Adriana Lauria y Enrique Llambías.
Desde el ámbito privado, la oferta da para todos los gustos y edades: para chicos, para grandes, para intelectuales y no tanto, hasta para las señoras burguesas que bien supo retratar el pintor. Hay Berni para todo público, menos, tal vez, para aquél tan presente en sus célebres "Desocupados" o "Manifestación". Para los chicos -pero claro, no chicos como Juanito Laguna, el Centro Cultural Borges abrió la exposición "Las infancias que vio Berni" con reproducciones de las obras del pintor, talleres y juegos. En el MALBA, paralelamente, se encuentra todavía abierta la muestra "Berni y sus contemporáneos. Correlatos", con curaduría de Adriana Lauria. La exposición, que dio inicio al año Berni, hace dialogar 50 obras del rosarino con 50 trabajos de colegas como Del Prete, Forner, Spilimbergo, Noé y otros 15 artistas contemporáneos a Berni, en un recorrido por movimientos de la pintura argentina desde 1932 hasta fines de los setenta. Al parecer, no sólo la obra "Chacareros"-eje de disputa entre la Legislatura porteña y el Museo Sívori- estuvo ausente en la muestra: entre tanta paquetería se admiraba pulcramente la fuerza realista de los cuadros, pero la verdadera pobreza de los miles de Juanitos y Ramonas quedó bien afuera.
Entre tantos discursos, vernissages, folios oficiales con su nombre, sonrisas para el flash y bocaditos, un homenaje más simple, singular tal vez, se suma a la partida. El escenario es la propia casa de la esquina de Catamarca y España que vio nacer a Berni en Rosario. La casa fue comprada por un dibujante quien, para recordar al pintor, modeló su cabeza en una escultura y la colocó a la entrada del inmueble, a modo de simple recordatorio para que el peatón, al menos, desvíe su atención y piense: "Aquí vivió el gran pintor".
La industria editorial no podía estar ausente de lo que entreve, seguramente, entre tanto homenaje, como un negocio importante: Temas Grupo Editorial publicó el libro Berni, escritos y papeles privados, textos inéditos recopilados por Betina Lipenholtz y editados por Marcelo Pacheco. A $84 cada ejemplar.
Cursos y conferencias en centros culturales y museos, publicaciones, videos documentales sobre su vida y obra completan el panorama de celebraciones del centenario del pintor a lo largo de 2005.
Tanto homenaje hace pensar. No en el talento indiscutido del gran Berni, sin duda uno de los pintores argentinos más importantes del siglo XX. Su gran figura no está en discusión sino más bien el homenaje que, sobre todo desde el ámbito oficial, suena hueco y vacío, dejando fuera la denuncia social tan presente en el conjunto de la obra pictórica del rosarino. Si se piensa que en la Argentina de hoy 15,3 millones de personas viven en hogares pobres y de esos 5, 7 millones en la indigencia, la paleta realista del pintor adquiere toda su fuerza. No ya en las hojas membretadas del gobierno, que por un lado condecora la protesta social desde lo estético pero que por otro lado la reprime en los hechos mismos. Ni en los pulcros pasillos de los museos. El realismo social de Berni se encarna realmente en los extramuros: en las calles, en los bancos de las plazas, en las fotos de los periódicos. Sí, Berni se respira en la ciudad, en las villas, en los rostros despreocupados de la burguesía argentina, en el cuerpo de cartón y hojalata de los Juanito Laguna que limpian parabrisas o que son cartoneros, en los 1,8 millones de desocupados o en las Ramonas Montiel de las esquinas de Constitución.
Berni para todos sólo es posible en las mismas calles.
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Antonio Berni, hijo de inmigrantes italianos, ya era un niño prodigio a los 10 años cuando entró como aprendiz en un taller de vitrales y dio sus primeros pasos en el manejo del dibujo. A los catorce presentó su primera exposición y a los 20 fue becado a Europa para continuar allí su formación artística. Se radicó en París, donde conoció de cerca las vanguardias: fauvismo, cubismo y surrealismo, estilo este último que inspiró su obra en la década del 30 y que se refleja en pinturas como "Napoleón III"; "Objetos en el espacio" y "La siesta y su sueño". Frecuentó además el Grupo de París, integrado por artistas argentinos. Fue también en la capital francesa donde empezó a interesarse por la relación entre el arte y la política y el rol del artista como actor social. Se acercó al marxismo, a partir de lo cual asumió el compromiso de reflejar en sus cuadros la realidad social. En la década del 30, a causa del golpe de estado encabezado por el general Uriburu, volvió al país. Ya en la Argentina, dejó la pintura surrealista y comenzó a retratar, en grandes dimensiones, masas de obreros y campesinos. Inició entonces su período de Nuevo Realismo durante el cual adoptó a menudo la técnica del mural para denunciar el hambre, la desocupación y la pobreza de la clase baja. A este período pertenecen los célebres "Desocupados", "Manifestación" y "Chacareros". Técnicamente, se adelantó a lo que otros artistas del país estaban haciendo en ese momento. A principios de los'40 recorrió América del Sur, experiencia plasmada en obras como "Mercado indígena". En los '50 se instaló durante unos meses en el monte de Santiago del Estero. Como resultado de esta experiencia vital surgieron "Los hacheros" y "Migración". En este período sus obras siguieron siendo retratos grupales, pero el intimismo se afianzó por sobre la monumentalidad del muralismo y sus pinturas adquirieron un carácter dramático y expresionista. Lo social, sin embargo, siguió siendo el tema privilegiado de sus obras. También pintó murales en Buenos Aires en el Teatro del Pueblo, la Sociedad Hebraica Argentina y la cúpula de las Galerías Pacífico. En esos años siguió trabajando con temas populares. "Mercado de Jujuy", "Campeones de barrio" y "Orquesta típica" reconstruyen en este sentido escenas características de las diferentes regiones y culturas del país. El expresionismo, que se perfilaba ya en algunos cuadros de los 50, se afianzó en los 60 para desembocar finalmente en una síntesis entre el Pop Art y el realismo social, concretamente en dos personajes creados por el pintor en series discontinuas: Juanito Laguna (un chico de una villa miseria) y Ramona Montiel (una costurera devenida prostituta). Utilizando la técnica del collage, Berni creó estos personajes a partir de trapos, cartones y materiales de desecho. En 1962 le llegó el reconocimiento internacional con la invención de una técnica desconocida plasmada sobre sus series de Juanito y Ramona: el xilocollage relieve, con las que ganó el premio de grabado de la Bienal de Venecia. Un viaje a Nueva York en 1976 dejó como saldo entre otras las pinturas "Aeropuerto" y "Chelsea Hotel", donde denunció una sociedad opulenta y consumista como la estadounidense. Sus últimas obras durante la dictadura militar, como "Magdalena" y "Cristo en el garage", reflejan esos años oscuros. El mismo año de su muerte (en 1981, a los setenta y seis años) pintó un Apocalipsis para un mural de iglesia.
Buenos Aires (Seminario de Medios y crítica cultural), 19 de mayo de 2005
1 comentario:
Berni retorno al Museo Sivori.
Visita nuestro Blog para ver el informe.
www.cgdivisionmedios.blogspot.com
Gracias!
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