María con Marcel. Duchamp en los trópicos se abre con una frase contundente pero que debe ser corregida: "Este libro pretende ser la reconstrucción de un sistema de saber, un conjunto heterogéneo, cuando no abiertamente misceláneo, de objetos culturales" (pág. 9). Es verdad que el libro de Raúl Antelo pretende eso (reconstruir un sistema de saberes y, además, un conjunto heterogéneo de objetos culturales). También es cierto que, minuciosamente, lo consigue; no es sorprendente para quienes han venido siguiendo la biografía de este libro en sucesivas apariciones públicas (artículos o intervenciones en congresos). Pero María con Marcel reconstruye, además, un estado de la imaginación de y sobre América Latina -o mejor dicho, dos: el que se corresponde con los instantes que el libro evoca y reconstruye, y el que se corresponde con el instante que nos envuelve y nos arrastra (el presente).
María con Marcel es un libro de teoría, un libro de historia y, también, una ficción crítica de una ambición pocas veces vista (y pocas veces conseguida) en el contexto de los estudios latinoamericanos.
A lo largo de siete capítulos (la inteligencia de cada uno de los cuales sólo encuentra competencia en la abrumadora densidad que los sustentan), Raúl Antelo suministra una imagen, pero además la maqueta del aparato óptico que ha servido para (re)producirla. Su interés por Duchamp se revela así muy diferente del interés oportunista que puede leerse en otros trabajos que se han dedicado al período sudamericano del pálido maestro del arte no retiniano. Casi podría decirse que interesarse por Duchamp es para Antelo al mismo tiempo una experiencia íntima, teórica y política. Le permite decidir para si una colocación en el mundo, una política en relación con los saberes, un modo de imaginar el tiempo histórico y de definir las coordenadas del presente (de un presente) evitando, con el mismo elegante movimiento, el dogmatismo que solemos atribuir a operaciones semejantes.
Es difícil reseñar María con Marcel sin insistir en destacar sus obsesiones temáticas y formales (y el solo intento agota el espacio posible para una reseña): por un lado, que es complicado, dada la actual configuración de fuerzas culturales, sostener una versión de la modernidad latinoamericana (de una modernidad "diferencial"). Lo que Antelo va suministrando en su libro son los hitos de una arqueología según la cual "modernidad" y "América latina" se presuponen: no hay una modernidad más allá de la modernidad latinoamericana. No hay eurocentrismo, dice el libro (como antes, otras intervenciones críticas de Antelo), sencillamente porque no hay centrismo (sino excentricidad). Como América latina, la modernidad es excéntrica (y viceversa).
Lo que lleva a Antelo a sostener, naturalmente, una obsesión formal y un statement sobre el barroco y la suspensión de las contradicciones que supone (su estallido en una miríada de perspectivas, ninguna de las cuales alcanza para soportar una mirada por si misma). Si hay sentido es porque sólo se puede notar la huella de su ausencia: en el instante mismo en que miramos hacia allí el sentido ya está en otra parte. Fantasmas, fulgores entópticos, el espejo de lo imaginario, rasgado y habitado por larvas de insectos.
De las muchas perspectivas que Antelo podría haber elegido para medir la fuerza de sus convicciones (teóricas, estéticas, políticas), no es casual que elija la que (grosera, rápidamente) podemos asociar con los nombres de Antonio Candido y Ángel Rama (sobre todo del primero como apuntador del segundo).
Lo que Antelo observa sobre la perspectiva de Rama (racionalista, pedagógica, disciplinadora) es lo mismo que señala Haroldo de Campos respecto de Antonio Candido: el secuestro del barroco en la formación de la transculturación moderna (el salto modernizador como escalera a un cielo siempre imposible y no como carousel).
Es como respuesta al escándalo de ese secuestro, podría decirse, que María con Marcel ha sido escrito. Y ha sido escrito también como demostración de que una cierta pedagogía barroca es posible. Que el barroco es una pedagogía (y más específicamente, una pedagogía de la contrarreforma) ya ha sido suficientemente analizado. Una pedagogía del barroco, pues, sólo podría funcionar como una pedagogía al cuadrado, un trompe- l’oeil que, por efecto de esas circunvalaciones típicas de la historia entendida según una maqueta helicoidal ("el eterno retorno se niega, así, a someterse al orden vigente, con la disculpa de recomponer constantemente todo, pero de otro modo"), ha perdido hasta lo más característico de si: la posibilidad de engaño óptico.
La única verdad "pedagógica" (¿neobarroca?) que María con Marcel sostiene es la necesidad de situar a la nada (no el néant, polo de una dicotomía trascendental, sino el rien de la fatiga, la disolución, en fin, el desgaste propio de un trilema) como la condición misma de posibilidad de la modernidad.
María con Marcel. Duchamp en los trópicos no es un libro fácil; es un libro decisivo, y que nuestra época, huérfana hace tiempo de maestros, necesitaba.
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