por Mauro Cabral
El cirujano es un hombre joven, de traje claro y lentes de montura delgada. Está de pie sobre un estrado, frente a un público de activistas, funcionari*s y académic*s. Habla en voz baja –por momentos cuesta escucharlo a pesar de que sostiene un micrófono. Es amable, sonríe. Se esfuerza por explicar. Ha respondido algunas preguntas sobre cirugías de transexualización y entonces, de pronto, recuerda. Hace falta dar una respuesta más.
“Los intersexos”, dice, y se adelanta dos pasos. Explica. “Son criaturas nacidas con genitalidad ambigua”. Sigue sosteniendo el micrófono con una mano mientras levanta el brazo opuesto y cierra el puño. ¿Qué hace? Muestra, ejemplifica. Sostiene por los pies, cabeza abajo, a una criatura invisible.
Con el brazo así levantado continua. “Cuando nace un intersexo”, dice, “el médico mira y no sabe lo que ve”. “¡¿Qué es esto?!”, dice, y la cara que muestra a la audiencia es de franco desconcierto. Parpadea y sonríe, haciéndose el confundido, mirando sin ver los invisibles “genitales ambiguos” del “intersexo” recién nacido que cuelga de su puño.
***
Un día serán juzgados por crímenes de lesa humanidad, le digo, y él me desea que mientras tanto sea feliz y yo le digo que soy un fister y que, mientras tanto, tenga cuidado.
(anterior)
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
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Hace 2 semanas.
1 comentario:
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