sábado, 14 de mayo de 2011

El principio esperanza

Por Daniel Link para Perfil

Con un viejo amigo, intercambiamos mensajes de correo un poco melancólicos, porque la política, entendida como mera administración de lo viviente en el Estado Universal Homogéneo, aunque adopte las retóricas más reconfortantes para los oídos mansos de los sectores medios (ni siquiera nos atrevemos a pronunciar o escribir la palabra “clase”), nos des-espera.
No es que nos dejemos arrastrar por la suave fuerza de un cierto “deseo de Revolución” o que, adoptando una posición crítica en relación con esa formulación ambigua (¿es la Revolución una forma del deseo?), nos declaremos en situación de “espera de la Revolución”.
Seguimos con simpatía natural la causa de los qom (desalojados sin contemplaciones del lugar donde habían hecho no casa, sino campamento, a los pies mismos del Quijote, ese monumento al Deseo) e intercambiamos datos triviales que nos permitan comprender mejor su singularidad.
A mí me sorprende que nadie se haya detenido en el deslizamiento de sentido que supone proclamar “La tierra es nuestra vida” (como se leía en las pancartas de Félix Díaz y su comunidad) en lugar de “La tierra es nuestra”, soberbia imperialista sobre la que el Estado ha anticipado que no puede pronunciarse (siendo, como es siempre el Estado, la cara política del capitalismo), tan “complejo” resulta a sus oídos el lema propietario.
Pero el problema no es complejo en absoluto y la demanda es clara como el agua: los qom no establecen con el territorio una relación paranoica de dominio (¿cómo podrían, si sus tradiciones y su historia les dictan otras frases?), sino que dicen que su vida entera depende de la posibilidad de un territorio (la historia de cuyo desmembramiento y explotación coincide con la del colonialismo europeo).
No sé si es la Espera o el Deseo lo que nos corresponde poner del lado de esa causa, que es apenas un eslabón (el último) de un largo proceso de despedazamiento de una unidad de vida que no cesará de manifestar su protesta hasta que esté muerta para siempre (y parte de nosotros, con ella): la articulación inseparable de Tierra y Vida (y no de Tierra y Propiedad).

4 comentarios:

Marcelo Díaz dijo...

brillante, Daniel, abrazo

cecisz dijo...

si, brillante.

miriam dijo...

Muy lúcido, y a la vez doloroso.
Si seguimos separando la tierra de la vida, no creo que nos quede ya lugar para la esperanza ni para el deseo.

Diego dijo...

Coincido hasta el dolor, Daniel.
Te invito a leer mi último posteo que se corresponde con el tuyo, aunque expuesto en otro orden.

http://instantesde.blogspot.com/2011/05/el-perro.html

Abrazo.