sábado, 15 de octubre de 2011

El arte posfotográfico

Por Daniel Link para Perfil


En el Saturn de Estambul encontramos una cámara pocket irresistible, que toma imágenes en 3D y tomas panorámicas, videos en alta definición, con zoom optico de x5, 16.2 megapíxeles de resolución y una sensibilidad (¿de qué?) que va de 100 a 3200 ISO.

Supongo que con otras cámaras similares podrán obtenerse resultados parecidos en lo que ya podría denominarse arte posfotográfico (la denominación ya fatiga Internet).

Hasta ahora, la digitalización fotográfica no había sino profundizado, extremado y democratizado el tratamiento de las imágenes (el photoshop no es sino un laboratorio de retoques) que, sin embargo, habían obstinadamente conservado el mito de la “toma directa”, subsidiario del principio (teórico) de que para que haya hecho fotográfico debe haber contigüidad real entre lo fotografiado y el aparato. Sostener la premisa de que eso estuvo ahí quiere decir que la luz tocó realmente con sus radiaciones inmediatas (sus luminancias) la superficie que a su vez toca nuestro ojo cuando miramos fotografías. El mito de la “toma directa” (sin montaje) es correlativo de ese principio táctil.

Contra esa característica de la fotografía, cuya historia parece ya haber terminado, la posfotografía que comienza con estos últimos inventos abandona todo resabio táctil y se coloca en el umbral estelar de la matematización.

Porque las capturas en 3D o en panorámica (“tomas directas” de estos nuevos aparatos) ya no fijan imágenes cuya autenticidad pueda o no probarse, cuya relación táctil pueda o no experimentarse, sino campos visuales que han sido dibujados según un complejo algoritmo matemático (y no según la estética del “artista”).

Como en los trípticos medievales, ahora una “posfotografía” puede incluir en la misma “toma (directa)” a una Madre amamantando a su Niño y, al lado, a la misma Madre acunando al mismo Niño. O, en las fotografías en 3D, la reverberación y el movimiento de las olas. O, en cámaras todavía más experimentales, un campo visual sin foco, que se podrá definir después de la “toma (directa)”.

Nadie podrá considerar “imágenes fotográficas” (táctiles) a esas transformaciones matemáticas (sin conciencia) de lo visible. No sabemos cuáles serán los géneros de la “posfotografía”, ni quiénes serán sus “autores” (si acaso tal circunstancia fuera posible) y no sabemos tampoco cómo leeremos, de ahora en adelante, las viejas imágenes fotográficas, su obsesión, tal vez positivista, por el registro total de lo existente, por probar la existencia de cada elemento de “la realidad” e integrarlo en un esquema predictivo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Modelo y marca de la cámara, por favor. Gracias.

Linkillo: cosas mías dijo...

Sony DSC-WX7

Anónimo dijo...

La cámara Verso VGR 79 va aún más allá de la posfotografía; es algo así como la posposfotografía: en ella no se sabe siquiera si el operador de la máquina es uno mismo (el posposfotógrafo) o la posautonomía de lo que uno mismo fue "por fuera" de lo predecible en el mismísimo pasado (que es el momento de adquisición de la cámara con respecto al presente en que se hace efectivo el pago con tarjeta). Así las cosas, en realidad ya no se sabe un carajo: quién o qué es la cámara, quién o qué es el programa que edita la imagen, y quién o qué es el comprador-posposfotógrafo-operador. El resultado es una imagen, como las de siempre, pero sin el boludo de turno que reflexiona sobre el "hecho" de la fotografía.

Robert Francq