Anticlimax electoral
Por Daniel Link para Perfil
Escribo esto un 17 de octubre, día conocido tradicionalmente en la Argentina como San Perón o como Día de la Lealtad, porque conmemora el 17 de octubre de 1945, cuando una gran movilización obrera y sindical, capitaneada por Eva Duarte (“Evita capitana”) demandó la liberación del coronel Juan Domingo Perón, entonces a cargo de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, fundando las bases de ese enigma político, el peronismo. La historia posterior es conocida (incluso demasiado conocida).
En su columna de hoy en el diario Página/12, Eduardo Aliverti se refiere a “este clima electoral manso, anodino, del que apenas hay registro por unos spots de campaña espantosos”. No se equivoca Aliverti. Yo mismo acabo de volver de un viaje largo de trabajo y, contra toda prevención, me encuentro con una ciudad tranquila y hasta indiferente en relación con esos dos traumas: las elecciones presidenciales (más o menos definidas desde las Primarias de agosto) y San Perón.
Esta mañana no me despertaron los bombos y escribo estas líneas en un silencio que podría pensarse como la paz de los cementerios o el silencio que precede a la tormenta. Pienso, más, bien, que se trata del silencio de una agonía y un parto superpuestos: algo no termina de morir y algo no ha nacido todavía.
Analistas políticos de otros diarios suponen que el oficialismo pretende reservar todo su poder de convocatoria para fechas más importantes: el 23 a la noche, cuando se festeje la indudable reelección de la Sra. Fernández por mayoría aplastante, y el 27 de octubre, cuando se recordará al Sr. Néstor Kirchner, en el primer aniversario de su paso a la inmortalidad.
Sabido es que a la Sra. Fernández jamás se la ha escuchado cantar la marcha peronista y que muy a regañadientes ha realizado la v de la victoria con sus dedos. Esa repugnancia al folclore peronista parece haber culminado en este 17 de octubre mudo, donde queda claro que el peronismo (sus actores, su misterio) está dejando paso a una nueva forma de soberanía, de hegemonía cultural y de imaginación política.
La alguna vez voz dominante de la oposición, la Sra. Elisa Carrió, desencantada con el rumbo que toma la cultura política en la Reina del Plata, declaró, con un humor infantil que no se condice con ninguna forma de inteligencia: "Me voy a vivir a una chacra, no soy como Cristina y sus palacios". La frase está calcada de la que pronuncia uno de los personajes de Fin de fiesta (1958), la novela de Beatriz Guido (“Si viene el comunismo, me voy a la estancia hasta que se les pase”).
A diferencia de lo que podría esperar aquel personaje de ficción, es muy probable que los cambios políticos de los últimos años no se reviertan como para que la Sra. Carrió deba renunciar a su retiro chacarero.
En Argentina, curiosamente, ser hoy moderno es adherir al kirchnerismo en algunas de sus variantes, y aparentemente el electorado lo demostrará el próximo domingo con porcentajes que competirán con los de la fórmula Perón-Perón en 1973.
1 comentario:
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“Si viene el comunismo, me voy a la estancia hasta que se les pase”
Desconozco el libro y ese personaje pero me infunde respeto. Resalta por la soberbia y reluce por la sabiduría.
La Sra. Carrió no necesita palacios, apenas le basta con una cama solar de pura luz azul.
No es que haya muerto el peronismo, es que se han muerto los peronistas. Cosas de la vida.
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