por Daniel Link para Perfil
Comenzaron los Juegos Olímpicos de
Londres. No me quejaré del desastre absoluto de la televisación,
que privilegia antes los deportes que lla gimnasia o el atletismo y
nos priva, precisamente por eso, de toda forma de belleza. El desdén
por esas disciplinas, o su subordinación a cualquier partido de
tenis, basquet, fútbol o hockey mata lo poco de específico que los
Juegos Olímpicos tienen.
Tampoco me detendré en el pobre
desempeño de los participantes argentinos, lo que demostraría,
después de Beijing 2008, la debilidad (o la ausencia) de políticas
estatales específicas.
Los resúmenes diarios de los Juegos en
la televisión (que, para quienes trabajamos, son la única
posibilidad de seguirlos) nos condenan al sempiterno raquetazo y al
lloriqueo de los perdidosos argentinos. De gimnasia y, sobre todo, de
clavadistas, poco y nada. Pero dejemos esto, que es ya un error y un
vicio repetido de los conductores de espn y de tyc.
Quiero detenerme, sin embargo, en la
ambiciosa, errática e incomprensible ceremonia inaugural, puesta al
cuidado de Danny Boyle.
El pasaje de la Inglaterra rural a la
Inglaterra industrializada (más allá del anacronismo de los versos
de Shakespeare en La tempestad, recitados por Sir
Kenneth
Branagh en la piel de un
“progresista” burgués del siglo XVIII) tuvo cierta grandeza y
cierta justificación retrospectiva, dado que al final salen de la
forja los cinco anillos olímpicos que se elevan al cielo, como si se
quisiera subrayar que los juegos son la contracara del capitalismo
industrial (los cuerpos de los atletas afectados por las mismas
fuerzas destructivas del capitalismo que afectan los cuerpos de los
trabajadores).
Pero
todo lo demás, la reina paracaidista, Mary Poppins, Harry Potter,
Peter Pan, los niños enfermos (y las enfermeras), los muertos y los
sobrevivientes, Beckham y Mr. Bean, Paul McCartney y James Bond, el
inventor de la web y el punk, más allá de que no tenía nada que
ver con los Juegos Olímpicos, daban la impresión de.... Fiesta dela Vendimia modelo 2005.
Daba
la impresión de que Boyle se dijera “vamos por todo” (cometió
la torpeza de incluir fragmentos de Trainspotting)
y, a partir de esa premisa, se hubiera dedicado sencillamente a
hilvanar disparate identitario tras disparate identitario para amasar
una totalidad pop completamente indigesta y plagada de lugares
comunes y apelaciones a la mala conciencia (es decir, a la corrección
política).
“Ir
por todo” necesita, en todo caso, de una cierta idea de totalidad,
ausente por completo en lo que se vio.
1 comentario:
en el "todo" de la historia británica me pareció que faltaba la parte en que esclavizaban a medio planeta no?
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