La remake televisiva de V. Invasión Estraterrestre (1984-1985) que se llamó sencillamente V (2009–2011) dejó mucho que desear. Desde el comienzo esperábamos que Daiana (que en la reedición se redujo a Anna) abriera su bocota de reptil (para tragarse alguna rata o cuis enteramente). El momento llegó tarde y, para ese entonces, todos estábamos ya cansados de las sucesivas tachaduras y reducciones que habían privado a una historia ridícula de todo encanto (y nada hay peor que un ridículo sin ningún encanto). A Daiana, con su uniforme ochentoso, más parecido a una gatita de Porcel que a una líder política intergaláctica, todo le salía mal: debió enfrentar no sólo a una humanidad resistente a sus mandíbulas abiertas, sino también las piedras que en la rueda de su buena fortuna le pusieron sus propios compañeros (de aventura).
Imaginemos a Daiana entre nosotros. Es fácil verla regurgitando, con su boca inmensa dispuesta a devorarnos de un solo bocado, un sueño suyo: “Cristina eterna” (el comando intergaláctico la amonesta severamente). Ella abre su boca nuevamente y dice: “Hagamos un cable de la agencia de noticias del Estado Nacional, para aclarar el punto” y es como si el cuis se le saliera de la boca.
Después (porque esa boca acostumbrada a la desmesura ya no puede ser cerrada) se le ocurre enhebrar, en frases inquietantes, las peores pesadillas del comando intergaláctico, y porpone un sucedáneo de eternidad que no consiguió brillar ni un instante.
No se entiende cómo se le tolera a Daiana que diga, al mismo tiempo, “A Amado lo bajaron de un hondazo en la plenitud de su auge político”, “Amado (...) me gusta para suceder a Cristina”, porque “al otro vos lo investiste de algo que te completa” y, por eso, “preferimos perder una elección a transigir”.
Si se trata de aterrorizar al electorado, le convendría a nuestra Daiana recordar los traspiés que sufrió la comecuises de la serie Invasión extraterrestre, a quien llamaron para que salvara V, pero que de todos modos, en la verdad de la trama, había sido confinada a una mazmorra por sus propios compañeros (de aventura).
Si recuerdo todo esto en un día como hoy, fiesta patriótica por excelencia, es porque festejamos la independencia, la autonomía y la autodeterminación (“el pueblo quiere saber, terminen con los cabildeos”) y la resistencia a las manías imperiales, o sea: a las mandíbulas abiertas de par en par y sin misericordia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario