Me acuerdo como si fuera ayer. Yo había
tomado un avión en Buenos Aires y me bajé en el recién habían
inaugurado el Aeropuerto Internacional de Merlo (Valle
del Conlara), un edificio típicamente aeroportuario, pero de un lujo
que, en ese momento, el aeropuerto de Córdoba (Pajas Blancas) no
tenía. Me esperaban en su auto mis amigas, que paraban en una cabaña
en San Javier, apoyada en las primeras estribaciones del Champaquí,
con unas vistas extraordinarias del valle de Traslasierras y al fondo
los Andes. Esos atardeceres nos permitieron entender un poco más a
Sarmiento .
Ya
en el auto, me preguntaron risueñas: “¿Querés ir por el camino
de la costa?”. Imaginé un arroyo con fondo de piedra y un camino
que zigzagueaba a su lado. Me equivocaba: el “Camino de la costa”
costea las Sierras y va de Merlo hacia el norte (o termina en Merlo,
si uno viene de Córdoba). Pasando Yacanto, empalma con la ruta que
va hasta Nono, y más allá.
Nos
volvimos experts en ese camino que incluía una población que se
llamaba “La población”, Loma Bola (donde íbamos a tomar el té
con productos regionales) y Las Chacras, donde había un rarísimo
Museo del Libro con incunables de todo el mundo no bien conservados.
En
la misma ruta estaba La Paz, donde murió la semana pasada Mario
Javier Cortés, cuando quiso cruzar el camino cortado con montañas
de escombros, por la mezquindad del señor feudal puntano.
No
recuerdo en La Paz aglomeraciones que ameritaran semejante disparate
de aislamiento. Eso sí, Merlo tiene casinos (lo que explica el
despropósito aeroportuario). Pero a los cordobeses de Traslasierras
(que guardan una historia propia, como si no pertenecieran del todo a
la autoridad de La Docta) no se les ocurrió resguardarse del
contagio mediante un método bárbaro y ofensivo. Después de la
desgracia, los vecinos de uno y otro lado fueron a derribar la
barricada. “Apelamos al sentido común", dijeron. Qué
ilusión.
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