miércoles, 2 de abril de 2008

Un plan nacional agropecuario

por Claudio Lozano para Crítica de la Argentina

La experiencia de la sociedad argentina corre el riesgo de quedar entrampada en las telarañas de dicotomías y contradicciones del pasado, que nada tienen que ver con la situación que hoy atravesamos.
Este es final anunciado si se persiste en la intención de enmarcar el conflicto que viven y sostienen los pequeños y medianos productores agropecuarios bajo la lupa de una confrontación que reproduce la lógica de pueblo versus oligarquía o movimiento nacional versus unión democrática.
No porque no exista el pueblo sino porque lo que no es cierto es que quien gobierna exprese una verdadera experiencia nacional y popular. Tampoco porque no haya oligarquía, sino porque sus formas de aparición y expresión nada tienen que ver con el pasado.
Asumir dicotomías perimidas, que no dan cuenta de las nuevas formas que adoptan los sectores dominantes ni de las nuevas manifestaciones de la experiencia popular conduce, irremediablemente, a divisiones innecesarias, a discutir lo que no hay que discutir y a confrontar a quienes no deberían estar confrontados. Parece no haber capacidad para entender que la consolidación del modelo sojero en el campo argentino ha planteado nuevas contradicciones y gestado condiciones de conflictividad en las que los pequeños y medianos productores adoptan niveles de disputa inimaginables para la historia agropecuaria argentina.
Parece no poder asumirse que en la Argentina sojera y desindustrializada, las pequeñas y medianas empresas industriales pierden protagonismo a favor del pequeño y mediano productor rural, transformando a éste en un sector social mucho más comprometido con la construcción de una sociedad más justa.
Parece no poder entenderse tampoco que la expresión del poder económico en el campo ha desbordado los límites institucionales de la vieja y reaccionaria Sociedad Rural para hacer emerger nuevos agrupamientos empresarios (como AAPRESID) donde conviven los nuevos pools de siembra con aquellos grandes propietarios que representan casi el 70% de la producción de soja.
Las dicotomías del pasado, aplicadas al presente, llevan directamente a la incomprensión de todo. Parece olvidarse que Krieger Vassena fue un paladín de las retenciones y cualquiera sabe que Onganía no tenía como objetivo una propuesta distributiva. Hoy, el objetivo de las retenciones es garantizar el pago de la deuda pública y la compra de divisas para sostener el dólar que necesitan los grupos trasnacionalizados de base industrial.
Resulta inaceptable que, para capturar más renta del modelo sojero, se disfrace con el ropaje de movimiento nacional a los intereses de Techint y Repsol. No estamos observando maniobras especulativas que interrumpan la liquidación de divisas o que desabastezcan en base a prácticas monopólicas las góndolas de nuestro país. No son las herramientas de los grandes consorcios las que definen las manifestaciones agropecuarias de hoy.
La herramienta es el corte que pone en la ruta los instrumentos de trabajo de quienes trabajan en el campo y es eso lo que ha impactado en términos de puebladas concretas en el interior del país.
No se trata de hacerle el juego a Techint y Repsol presentándolos como la expresión del nuevo modelo nacional y pidiendo sólo retenciones. Se trata de recuperar la soberanía alimentaria y mejorar el poder adquisitivo de nuestro pueblo, en el marco de un nueva estrategia económica que formule un Plan Nacional Agropecuario capaz de replantear el modelo sojero consolidado en el país.

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