Ya muchos lo sospechan. Lentamente la pantalla chica comienza a destronar a la literatura y al cine. Series como Lost, Heroes, Los Soprano o Madmen logran imponerse como el género narrativo del siglo XXI. Ensayos académicos, una fiebre virtual imparable y escritores decepcionados lo susurran: hoy las mejores historias no se escriben, se ven por televisión. Acá van las razones.
Por Gonzalo Maier
La idea es contagiosa. Y sencilla. Entonces, que el superventas Carlos Ruiz Zafón y la académica revista Quimera estén de acuerdo, no debiera sorprender. Hace sólo unos días y en la Feria del Libro de Madrid, el calvo autor de La sombra del viento lo dijo con el desenfado de siempre: "El 99% de la mejor narrativa que se hace hoy, de la literatura de calidad, está en la televisión". Casi al mismo tiempo la revista Quimera, una institución literaria que camina religiosamente por la vereda opuesta a la de Ruiz Zafón, lo hizo en su número de mayo. El clásico dossier que últimamente ha dedicado páginas a escritores como Cabrera Infante, Vila-Matas o Murakami, esa vez lo adjudicó con bombos y platillos a las series de televisión. Ahí estaban Lost, Heroes, Los Soprano, Padre de familia y hasta C.S.I. El provocativo título lo explicaba todo: "Televisión, género literario".
Para Hernán Casciari, el crítico de series del diario español El País, la idea de que estos programas han dejado de ser simples e inocuos productos televisivos, está directa y proporcionalmente ligada al abordaje que hizo HBO en el mundo de la ficción televisiva. Sobre todo, claro, cuando en 1999 lanzó sin mucha fe Los Soprano. Hasta ese momento, según Casciari, "la pantalla chica no enfocaba los grandes problemas, como sí lo hacía -lo hace- la literatura. Buscaba sólo entretener, evitar las grandes preguntas. El nacimiento de Los Soprano inauguró la creación de un arte mayor, uno de alto vuelo narrativo, uno con personajes complejos y con búsqueda de verdades universales".
Esa misma sensación, de que las actuales series no se agotan en el alto y el ancho de una pantalla, es compartida por muchos. Incluida una parte del mundo académico. Productos como Lost o Heroes son infinitamente más arriesgados que objetos arqueológicos como La hechizada o La pequeña casa en la pradera. El reciente estudio científico de las aventuras de Jack Bauer, en 24, o de Michael Scofield, en Prison Break, es la prueba más evidente de que algo sucede. De que ya no basta con mirarlas. Es sólo cosa de repasar algunos títulos de ensayos académicos para tomarle la temperatura al interés que, de a poco, comienzan a generar: "La mujer coreana moderna en horario prime: análisis de la representación de Sun en la serie Lost", "Telepistemología del clóset o políticas gay en Six Feet Under", "Tony y Meadow: Los Soprano como un drama entre padre e hija". Y uno lógico: una comparación entre Emma Bovary y Carmela Soprano, que se robó todos los aplausos en el primer simposio dedicado íntegramente a la serie. Todo eso hace sólo un par de meses en la Fordham University, de Nueva York.
Incluso Oz, uno de los primeros intentos de HBO por confirmar que su eslogan -"no es televisión, es HBO"- podía ser cierto, ha sido abordado en reiteradas ocasiones en papers que tratan el problema carcelario en Estados Unidos. O "Sex and the City y la cultura de consumo: remeditación de un drama postfeminista". Eso sí: Lost es la que, por lejos, lidera la lista con más trabajos académicos dedicados a una serie. La fiebre por los sobrevivientes del vuelo Oceanic 815 incluso llegó hasta revistas universitarias dedicadas a la administración ("Lost: Una guía de supervivencia hacia la teoría del liderazgo") y, a estas alturas, a nadie debiera sorprenderle la creación del aparentemente imposible centro dedicado al estudio de Lost (Lost Studies, en loststudies.com), un centro virtual llevado por profesores en California, Nebraska y Melbourne. Allí se pueden encontrar artículos con títulos tan rimbombantes como "Lost: Metanarrativa postestructural o bildungsroman posmoderno".
Lost: el secreto de la victoria
Daniel Link, seguramente uno de los más lúcidos críticos literarios argentinos, sustenta eso de que las series son al siglo XXI lo que el cine fue al siglo XX. "Para mí -dice desde Buenos Aires y parafraseando a Deleuze- el cine murió por su mediocridad cuantitativa y fue, en efecto, lo que dominó el siglo XX. Hoy lo mejor de las artes audiovisuales pasa por la televisión". Así de sencillo. Además, para Link -quien anuncia que sus próximas columnas en el trasandino diario Perfil girarán en torno a estos mismos temas- el casting de una serie como Lost, "por primera vez en la historia de la televisión norteamericana fue multirracial de verdad. Es decir: poscolonial. Por primera vez se puede explorar la conciencia del extranjero sin caer en la monigotada del que farfulla y mal habla la lengua imperial". Y ese punto, sin dudas, no fue casual en la maratón que la serie corrió rumbo a su consagración planetaria. En la pantalla de Lost estaban los iraquíes, los australianos, los latinos, los escoceses o los africanos, pero no del modo en que ya habían estado, por ejemplo, en Oz. Acá no hay ghettos ni representaciones archirrepetidas. Y eso lo memorizó muy bien Tim Kring cuando creó Heroes, el caballo de batalla de la cadena televisiva estadounidense NBC, que debía competir contra el juliovernesco mundo de misterios de Lost, la estrella de la cadena ABC. En la de NBC los japoneses hablan en japonés, el argumento salta de un país a otro y el casting a ratos recuerda un comercial de Benetton en versión ciencia ficción, pero de cualquier modo la lección parece aprendida. De hecho, el ejército de fans de Heroes apareció a los pocos capítulos y se multiplicó en foros y blogs dedicados religiosamente a la serie. Y los resultados son sencillos: ninguna otra serie, hasta el momento, ha podido enfrentarse con fuerza a los misterios de la isla creada por J.J. Abrams.
Aunque no todo muere en la multiculturalidad o en los argumentos imposibles. Hay probablemente algo más importante que los entusiastas de las series aplauden cada vez que pueden: el riesgo. Un riesgo narrativo mayor, uno que desde hace bastante tiempo no se veía en la pantalla chica. Ni en la grande, claro. Y los culpables una vez más fueron Damon Lindelof, Abrams y el equipo que "pensó" Lost. El final de su tercera temporada, para todo esto, es clave. En ella, además de los famosos flashbacks en donde se recapitula la vida anterior de los personajes, aparecieron los flashfowards, esas pequeñas narraciones intercaladas que anuncian lo que el futuro le deparará a cada uno de los que dejen la isla. Para el escritor Alan Pauls, que hace unos días fue incluido como uno de los 21 escritores imperdibles en el festival literario galés Hay-On-Wye, todo esto es un poco más complejo. "Los flashbacks y flashforwards de Lost no se entienden como remisiones a otros tiempos (el pasado, el futuro) sino como operaciones de linkeado. Los personajes y las historias no se disparan hacia atrás o hacia adelante (porque "atrás" y "adelante" son categorías temporales, propias de una narrativa tradicional donde la Historia todavía pesa): se disparan más bien hacia otras 'páginas' de la serie, verdadero mundo de mundos paralelos, posibles, coexistentes".
O, claro, el riesgo también estuvo en Prison Break, cuando los presos que intentaron durante toda una primera temporada escapar de la penitenciaría Fox River State, lo lograron. Era una serie sobre cárceles que al poco tiempo, y para confirmar que en la televisión no hay miedo a romper las fronteras de los géneros o subgéneros, seguiría su historia lejos de las rejas. O, en cierto sentido, es parecido a lo que hicieron los guionistas de Desperate Housewives, al matar a la voz en off del relato, quien debía ser la protagonista, en el primer capítulo de la primera temporada.
El factor internet
El sábado pasado, en el segundo piso de un ahumado local en Providencia, José Miguel Villouta estaba de pie frente a un micrófono. Al fondo, un telón rojo. En primer plano él y su rutina cómica. Era un stand-up y una de sus primeras frases resume relativamente bien otro punto inevitable del que hay que hablar cuando se habla de series. "Más rasca que ver Lost por Canal 13", dijo.
Sólo bastó que creciera el ancho de banda, que se multiplicaran los cibernautas y el resultado fue inesperado. Miles de fanáticos chilenos -y colombianos, ucranianos o kenianos- comenzaron a bajar los capítulos de sus series favoritas apenas eran emitidos en los Estados Unidos. Usando programas gratuitos muy fáciles de utilizar como Bittorrent, Utorrent o Emule, por ejemplo, casi cuarenta minutos después de que en Estados Unidos se estrenara la final de la cuarta temporada de Lost, hace ocho días, el capítulo estaba siendo descargado por decenas de computadores chilenos. O de cualquier parte. Fue sólo cosa de un par de horas para que los subtítulos en español -y en otra decena de idiomas- estuvieran disponibles.
El mismo Pauls, al respecto, cree que las series ya no se producen para ser vistas por televisión sino por internet. "No es que internet esté reemplazando a la TV. El contexto internet está reemplazando al contexto TV. Creo que la fórmula hipernarrativa de Lost, por ejemplo, no se entiende sin este fenómeno por el cual la tele empieza a verse fuera de la tele y empieza a 'robarles' a sus nuevos contextos electrónicos procedimientos y lógicas narrativas". Sobre esa misma relación parasitaria que va más allá de bajar una serie o de buscar información sobre ella, Casciari cree que es sencillamente fundamental porque "allí están los fans hablando sobre las tramas, y los guionistas leen a los fans, conocen sus expectativas y sus sospechas. Y gracias a eso pueden girar sus tramas hacia otra parte". De hecho se han filmado finales alternativos para algunas series por si éstos se llegan a filtrar antes de que el episodio salga al aire. Es que en más de un sentido, acá todo depende del público.
Otro ejemplo es Madmen, la nueva y exitosa serie de uno de los principales guionistas y productores de Los Soprano, Matthew Weiner. En ella, según Casciari, se aborda el mundo de la publicidad en los años 60, aunque eso sería sólo en apariencia porque realmente se trata de mostrar cómo ha cambiado violentamente el mundo en las últimas décadas. Y desde su factura perfecta, desde el mismo modo de abordar la cotidianeidad que Los Soprano, es que se asoma también un nuevo espectador televisivo, uno que según el crítico de El País, "es asiduo a la literatura y al cine de autor" y no necesariamente a los típicos contenidos televisivos. Es que las series, tal como las buenas novelas, necesitan tiempo y dedicación. Quizá por eso también George Steiner, uno de los intelectuales sobrevivientes del siglo XX, ha dicho que hoy, las grandes historias, sencillamente pasan por la televisión.
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 2 semanas.
10 comentarios:
No me gustó este artículo. Usualmente soy yo el que tiene que defender a Lost de los ataques de sus detractores, pero esta vez voy a ponerme en la vereda de enfrente. No me como ese verso de que Lost, y las series de HBO, inventaron una nueva forma de narrar y que son una superación de los "simples e inocuos" productos televisivos de antes. Es fácil demostrar lo arriesgada y compleja que es la trama de Lost si se la compara con la de Hechizada y La Familia Ingalls. Más honesto sería compararla con la de series más afines, como The Twilight Zone, X-Files o Star Trek. Encontraríamos que casi todos los recursos narrativos que utiliza Lost ya se vieron repetidamente en esas tres series. J. J. Abrams, el creador de Lost, es fanático asumido de Star Trek (de hecho ahora está filmando la nueva película de la saga), así que no sería muy descabellado asumir que se inspiró en ella a la hora de pensar los elementos más extraños que incluyó en su serie. Sin ir más lejos, el aclamado episodio "The Constant", de la cuarta temporada, es casi una copia de "All Good Things...", capítulo final de Star Trek: The Next Generation. Me atrevería a decir que no existe situación que ponga a prueba la percepción del espacio-tiempo que no haya sido tratada antes en alguno de los 700 capítulos que conforman las diferentes series de Star Trek. Ahora resulta que los flashbacks y flashforwards son riegos narrativos mayores. Me da la impresión de que, para muchos, Lost es la primera serie de ciencia ficción que siguen.
No desmerezco las virtudes de Lost, pero pretender que es el nuevo "mesías" de la narración audiovisual me parece un absurdo.
Una cosa más: por el bien de los apóstoles lostianos espero que Chewie (el coreano) esté efectivamente muerto, porque si más tarde resulta que se salva milagrosamente de la explosión del barco, entonces Lost habrá caído en los peores vicios de los viejos seriales hollywoodenses.
Quizà no se trate de pretender que las series revolucionan las formas narrativas, sino simplemente evidenciar que acutualemtne juegan un rol muy importante en la vida cultural como lo fue el cine en el siglo XX o la novela popular en el XIX. Eso me parece que es lo que està en juego, antes que la calidad narrativa de algunas series como LOST que no es menor.
Muy buen artículo.Lost es uno de esos misterios de la vida: un producto masivo pero de calidad.Les mando un abrazo.
Mis series "literarias": NIP/TUCK, CALIFORNICATION, IN TREATMENT y EXTRAS.
Finalmente! Hace diez anos que voy diciiendo que las series son la frontera de la narracion audiovisual, el istrumento que vuelve a llevar el audio video a su rol primitivo de "entertainement" en el sentido mas alto, un espectaculo acesible a todos, que hable un lenguaje transnacional, que tiene sus raices en la novelas publicadas en caputilos sobre los diarios franceses y ingleses del 1800. Yo veo un hilo que empeza con Dumas padre, que ha sido considerado durante un largo tiempo literatura de serie B,desde El conde de montecristo hasta lost, de "les trois Mousquetaires hasta 24 (tambien si Jack Bauer no es ni paragonable a d'Artagnan...) Evviva, finalmente los que le gusta ver estos excelete trabajos de entertainement no deben temer mas el juicio del intecteual que los mira como unos inculyos...
Gracias, Francesca, Roma, Italia
Sugiero la lectura de "Narratología heteróclita y comparada. De Tristram Shandy a Lost". Es excelente. Su autor es el semiólogo turco Necdet Kent.
"Cultura popular" es una flagrante contradicción en los términos. Incluso los libros, muertos los incunables, son entretenimiento para la chusma.
nerds!!!! salgan al sol idiotas
"javito (el de red)": al menos las series que yo veo las pasan a partir de las 21:00; entonces, mi pregunta para vos es la siguiente: ¿de qué sol hablás?
Excelente artículo.
Saludos!
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