viernes, 15 de agosto de 2008

Dicen que...

Incardona, Bruzzone y la selección nacional

Toda la semana corriendo con una nota como la empleada del mes (no sólo de esta noble empresa periodísitca si no, por otras cosas, de ese pequeñísimo sellito editorial) y ayer terminado el asunto me pasan el último libro de cuentos, Mafia rusa, de Daniel Link, que lei en el subte y me quedaron en la cabeza un par de escenas de Yo fui pobre, cuánta identificación ahí, debería copiar una parte, o la del cuento de insoportable narrador, que tiene a Cucurto como chofer y un ego transepidérmico, guionista que viaja por el mundo y se cree fatal –estoy siendo casi literal. Antes de eso y del cierre fuimos a la presentación de Villa Celina de Incardona y era un momento feliz; alegría sin nostalgia como dijo alguien. Apenas ahora se me va la niebla pegajosa del monte y del pueblo de La mirada del ciervo de Fernando Monacelli, que terminé la semana pasada. Empieza a haber un poco de ligereza, de luz de persiana entreabierta.
Llegaron las galeras para corregir del "oh, libro de crónicas; ese género tan respetado", una vez me metí con eso y me trataron tipo "la pudriste, con la crónica según tal no se jode", una situación hermosa, yo como siempre observé y callé, pero al planteo rebuscado no lo entendí.
Pero lo que motiva mis días es, claro que sí, no esta literatura de subte, de PDFs, de pequeños sellos, de Incardona de Bruzzone, y la pertenencia al borde del chauvinismo de tal a tal lugar ni los próximos cuentos que estoy empezando a escribir, si no qué comeré mañana, y en especial, el próximo partido, de basquet pero también de fútbol, de la selección nacional.

¡Gracias, Soña!


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