por Daniel Link para Perfil
En ajedrez, recordaba Rodolfo Walsh, que usó la figura para uno de sus relatos, se llama Zugzwang a la situación en la cual cualquier movimiento que haga el jugador empeora su situación e, in extremis, lo lleva a perder la partida. Aunque abominemos de la aplicación al universo político de metáforas que provengan de juegos o deportes, en este caso el concepto ilumina nuestro presente: “Se pierde, no por lo que hizo el contrario, sino por lo que uno está obligado a hacer. Se pierde porque uno no puede, como en el póker, decir «paso» y dejar que juegue el otro”.
En Argentina, el poder regente se entrega a situaciones de Zugswang sin que medie presión alguna de los adversarios políticos sino por la misma dinámica (misteriosísima, para los meros aficionados como yo) de sus jugadas políticas.
Sucedió en 2008, cuando la Presidente tuvo que escuchar que su voto no era positivo de boca del Presidente del Senado que había llegado a ese cargo no por imposición de ningún adversario político sino por un sistema de alianzas que, a la vista estuvo, no estuvo bien pensado. Y volvió a suceder en 2010, cuando la Presidente tuvo que escuchar desde el Banco Central de la República Argentina un silencio atronador que significaba que no se cumpliría una orden (más o menos cuestionable, según los puntos de vista, pero eso no viene al caso).
El funcionario tampoco había sido colocado por el enemigo para minar desde adentro las fuerzas de gobierno sino que fue propuesto por el Poder Ejecutivo con acuerdo parlamentario cuando el oficialismo controlaba las mayorías en ambas cámaras, como quien mejor podía manejar (hay que creer) los complejos asuntos ligados con la estabilidad monetaria.
Se puede discutir (se ha hecho, se está haciendo) la legitimidad de los Decretos de Necesidad y Urgencia utilizados por el Poder Ejecutivo para realizar sus jugadas políticas. Pero lo que resulta indiscutible (independientemente de las posiciones que se tengan en relación con las acciones de gobierno) es el callejón sin salida en el que una y otra vez se coloca el Gobierno con sus jugadas insensatas, aún (o sobre todo) respecto de las causas más simpáticas.
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 3 semanas.
4 comentarios:
(vale por un emoticón con sonrisas)
Yo no entiendo nada de ajedrez: la figura llamada Zugzwang, ¿implica un grado de deliberación por parte del jugador que queda en esa posición, como si dijéramos una especie de vocación para el martirio? ¿O simplemente es algo a lo que llega sin quererlo, a causa de la destreza de su adversario y, a lo sumo, de algo de impericia propia?
Yo tampoco voy a entrar en consideraciones acerca del Banco Central ni demás antecedentes; pero mi sensación es que, más allá de la valoración ideológica que hagamos, los K son una máquina de crear conflictos de la nada, algo que ciertamente no puede ser atribuido a la destreza del oponente. Aunque sí, desde luego, a la impericia propia. Con lo cual vuelvo a mi duda sobre el ajedrez.
A mi me pasa que quisiera tener pretextos para en estos casos no resultar oficialista con una toma de posición, pero no hay caso, el otro día vi a un auto que no se corría para la derecha, entorpecía el tránsito para quienes íbamos a 120 y automáticamente pensé en Cleto, un tipo que se aferra al andarivel izquierdo y que solo se va a pasar a la derecha cuando se termine la ruta.
Me gustó el análisis Daniel.
Saludos
Daniel
Muy interesante para los que vivimos fuera y no estamos muy al tanto. Muchas gracias.
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