La infancia como grupo de riesgo
Sabíamos que Ratzinger-Palpatine, representante del lado oscuro de la fuerza, había sucedido a Wojtila (el papa beat, guitarrista y campamentero) para venir a destruir toda posibilidad de multiplicación de Rickys Martin. Nunca creímos que llegaría a tanto, a la traición de sus curitas y a la entrega de su propio hermano en pos de un objetivo tan vil y tan mezquino.
Doscientos sordos dicen, ahora, que cuando niños les soplaron la oreja (haciendo caso omiso de la Divina Concepción, cuando el Espíritu, como se sabe, convertido en paloma, derramó su amorosa savia por la vía auricular de la Madonna). Mañana aparecerán quinientos mudos que se quejarán de que, allá lejos y hace tiempo, les taparon la boca. Lo mismo pasó acá, con ese profesor de artes plásticas al que señores ya mayores y muy acomodados de San Isidro le recriminaron no sé ya bien qué goces muy prescriptos de su primera juventud. “A vos no te fue tan mal, gordito”, tendríamos que haberles dicho a esos ex-rugbiers de la zona norte.
En Londres, cualquiera que trabaje con “niños o grupos de riesgo” (sic) debe registrarse ante las autoridades policiales. Incluso los padres que hacen pool para llevar a sus hijos y compañeritos al colegio deben pasar por esa humillación canalla. Al mismo tiempo, dicen que las maestras de las escuelas primarias están capacitadas para impartir lecciones de sexualidad humana. ¿Qué pretenden proteger, qué idea de la infancia (a la que entregan, sin embargo, a las manipulaciones del peor capitalismo, el nuestro y el de ahora) tienen esas gentes?
Se creen que inhibiendo a los amantes de la infancia (entre los cuales, la aclaración es necesaria, no me cuento) inhiben la política del contagio, tan necesaria para la proliferación de diferencias. Se equivocan. Porque siempre existirán los “pibes barulos” a los que, no por azar sino por llamado, les apretarán una bragueta hinchada contra sus glúteos de rosa en los colectivos y trenes repletos de ansiedad matutina. Y siempre habrá niños que querrán que sus maestros de música les enseñen a tocar la flauta, para mejor olvidarse de las agendas de actividades diseñadas por sus madres. Como me dice Monseñor Benteveo (que no es monseñor, ni se llama Benteveo, pero es católico y admirador del fascismo italiano): es que “los niños son buscones”.
Y el que busca, encuentra: un cura amoroso, un profesor de artes plásticas que pone el señalador en la ilustración del Sebastiano del mes, un director de coro que enseña a colocar la garganta. Nada que ver con esas atroces páginas de internet que promocionan las pajas colectivas entre pares, sino la transmisión de una simiente de amor entre generaciones.
Pero Ratzinger ha venido a decir que no, haciéndole el juego al Estado Universal Homogéneo: en el momento exacto en que el deseo homosexual es familiarizado por la vía matrimonial (es tan difícil que dos homosexuales generen otrx, por esa vía, como que los chanchos, incluso los presidenciales, vuelen), el Papa de los zapatitos rojos promueve la tolerancia cero.
Tolerancia cero, sí, para con los que odian, violentan y sueñan políticas de exterminio. Tolerancia cero para los que aniquilan la infancia, sea por la vía del abuso sexual o de la programación laboral de los niños, esos que están destinados, desde la más corta infancia, a juntar cartones, mendigar o servir “humildemente”, o esos que, más acomodados, son programados por sus madres a cumplir con una agenda completa de actividades paraescolares (donde, es seguro, volverán a encontrarse de cara con la “tentación” que la sobreactividad pretende sofocar).
Para los otros, para los que acariciaron los rosados de los carrillos inflamados de los putti de ayer y de siempre, para los que confortaron a los sorditos e inculcaron en los pobres de espíritu una idea de comunidad diferente de la posición de clases (en fin, para los que creen en el cielo), un abrazo pascual y esta promesa: no desaparecerán los Ricki Martin del planeta. No lo consiguieron los nazis, no van a conseguirlo, ahora, los dueños de los multimedios.
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 3 semanas.
5 comentarios:
despues de los grandes...
ja, tiene razon, los niños son buscones... odio a los niños, son lo mas horrendo que existe sobre la tierra
¡MONSIGNORA!
sí señor. acuerdo en un todo.
A veces no entiendo mucho, Link, tu relación con el Papa. Una vez dijiste que lo considerabas un adversario mucho más digno -y culto- que su antecesor, y por eso lo preferías.
Leyendo esto me quedan muchas dudas. Siempre habrá putitos, es cierto, pero no están los niños fuera de las clasificaciones de ese tipo? Es verdad que la infancia está esquizofrénica, por un lado es lugar de pureza y por otro objeto de consumo paradójicamente intocable.
Vos qué opinás sobre el hecho de que la pedofilia en esta sociedad sea un delito? Pregunto.
Saludos,
Lucas
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