sábado, 3 de septiembre de 2011

Marta Taboada (1976-2011)


Por Daniel Link para Perfil

“El Equipo Argentino de Antropología Forense (copio la presentación de su página web) es una organización científica, no gubernamental y sin fines de lucro que aplica las ciencias forenses -principalmente la antropología y arqueología forenses- a la investigación de violaciones a los derechos humanos en el mundo”. El EAAF se formó en 1984 con el fin de investigar los casos de personas desaparecidas en Argentina durante la última dictadura militar (1976-1983) y participa, pues, de ese clima de época que instauró (en el sentido en que funciona un instaurador de discursividad) Raúl Alfonsin en Argentina, cuando ordenó el juicio a las juntas militares de gobierno durante esos años inolvidables.
El hecho mismo de la imposibilidad de olvidar el período y la existencia del EAAF revela algo constitutivo de la dictadura: su carácter asesino y al mismo tiempo suicida, la dimensión trágica que en su momento le reconoció Rodolfo Walsh: “Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerrilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido”.
El sábado 27 de agosto pasado, en el Cementerio de Moreno, fueron inhumados los restos de Marta Taboada, identificados por el EAAF casi 28 años después de su desaparición, el 28 de octubre de 1976.
En el cementerio, y antes, en la vereda de la dirección en la que vivió Marta Taboada con sus hijos, donde se colocaron baldosones recordatorios de su desaparición y de la de Juan Carlos Arroyo y Gladys Porcel, los hijos de las víctimas de la dictadura fueron acompañados por un grupo de amigos, funcionarios públicos, agrupaciones políticas y vecinos.
Dos o tres veces abracé a su hija, Marta Dillon y dos o tres veces lloré a lo largo de ese mediodía inclemente durante el cual los restos de Marta Taboada recuperaron la dignidad arrebatada: son los restos de un nombre, y fuimos allí precisamente para brindar testimonio de esa circunstancia (de esa reparación de un vínculo comunitario) ante sus deudos.
Marta Dillon dijo: “Todavía falta un montón, falta saber quién disparó, quién cargó los cuerpos en esa esquina de Ciudadela, quién firmó las partidas de defunción como NN con datos falsos. Un montón, pero estamos trabajando para eso”. La seguiremos acompañando.

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