por
Daniel Link para Perfil
¿Me
creerán si digo que estoy en posición inmejorable para dar cuenta
del triunfo del “modelo”?
Nuestro
palacio de verano queda en los límites de Moreno y General Rodríguez
(del lado de este municipio hostil a la modernización), muy cerca de
los barrios privados Banco Provincia y San Patricio (al que pronto se
sumará un tercero: Altos de Álvarez), de un lado, y Terravista, del
otro. Todos estos “emprendimientos” son, por supuesto,
posteriores a nuestra instalación en la zona, que hoy es tierra de
nadie.
Antes
todo era “el campo” y las vacas pacían en las calles y sólo
pasaban por el frente de la casa esporádicos paisanos a caballo.
Después llegó “el progreso” (aunque sin ninguna de sus mieles:
carecemos de agua corriente, cloacas, gas natural, líneas de
telefonía digitales aptas para la conexión a internet, la
iluminación es precaria, la recolección de residuos no es diaria y
el asfalto comienza a no menos de 700 metros en cualquier dirección).
Lo
que antes podía pensarse como un refugio (“Mea requiem”) contra
los rigores de la urbanización, con el triunfo del “modelo” se
ha vuelto una pesadilla latente. El proceso es doble: por un lado, la
instalación de centros comerciales (una de las patas constitutivas
del “modelo” es la estimulación del “consumo” por parte del
“mercado interno”) y, por el otro, la apropiación de tierras y
la construcción de viviendas precarias.
Entre
las ambigüedades que incluye la página en Internet de Terravista
(fotos trucadas, etc.), se lee que “en un predio lindero a
Terravista se contempla el desarrollo de un centro comercial y de
servicios”. Aunque tal contemplación sea hoy una quimera es
previsible que, más tarde o más temprano, eso suceda, a semejanza
de lo que ya ocurrió en las inmediaciones de Banco Provincia, donde
hay centros comerciales novísimos (que incluyen la mejor juguetería
del Oeste). Terravista cumple con sus objetivos paisajísticos
alimentando sus lagunas artificiales con las napas de agua gracias a
las cuales sobrevivimos. A nuestro alrededor, el pobrerío venido de
no se sabe dónde (“el tucumano de la esquina”, “los del
Indoamericano”, etc.) “compra” terrenos fiscales o parcelas
enmarañadas en líneas sucesorias de imposible solución que
mediadores inescrupulosos les “venden” e instalan allí sus
casillas de chapa, cartón y madera donde familias enteras viven a la
espera de mejores perspectivas.
El
“modelo” contempla, parejamente, el crecimiento del lujo y la
miseria y opera sobre esos dos cicatrices del desarrollo. Genera (tal
vez no deliberadamente) miseria para poder operar sobre ella y, junto
con malas condiciones de vida, produce resentimiento. Cada tanto,
algún vecino alarmado llama al 911 para denunciar la toma de un
terreno vacío.
El
Estado (nacional, provincial, municipal), que debería hacerse cargo
de la seguridad de la zona (lo que significa: construcción de
viviendas dignas para los más necesitados, urbanización razonable)
interviene, en esta frontera, sólo como fuerza policial. La ley
antiterrorista habilita a mucho más que eso.
3 comentarios:
Brillante. Pusiste en palabras lo que mis ojos ven cada día.
no era deleuze que decía que el capitalismo era la re-distribución de la pobreza? svampa ha estudiado con mucho rigor todo ese doble mapa de la exclusión/inclusión de los barrios cerrados y sus satelites villas. Personas que viajan x autopista y estan en 30' en el centro de BA y otras que viajan en tren-bus-subte y llegan en 3h...
en todas las capitales provenciales debe ser la misma historia (y creo que la mayoría de las cuidades latinoamericanas están atravesadas por esa lógica de segregación y apartamiento urbano, y censura a la cuidad...
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