A la noche tendré que dar una clase
sobre temas que requieren una perspectiva de presente e, incluso, de
futuro. Pero paso todo el lunes, desde la madrugada, inmerso en un
pasado viscoso que me arrastra y me saca del sueño reparador que
necesitaba y que naturalmente, tendrá como resultado que mis alumnos
piensen que estoy loco o drogado (o las dos cosas a la vez).
La que está loca es esa mujer
desquiciada que grita y llora y cuyas destempladas recriminaciones me
llegan por el pozo de ventilación al que da la ventana del
dormitorio.
Siempre muy temprano, ella o su hermana
(las dos viven juntas con sus hijos, abandonadas por sus maridos que
se hartaron con justa causa de soportar sus arrebatos psicóticos) se
trenzan en discusiones que hacen temblar las paredes del edificio
(cuando no es así, el fragor del alcohol las arrastra a cantar
“Seminare” o “No te enamores nunca de aquel marinero bengalí”
a altas horas de la madrugada).
Esta vez una de ellas (la de voz más
grave) se enfrenta con su hijo de siete años y le grita, y le grita,
y le grita. “SOS UN IRRESPETUOSO TE VOY A ENCERRAR”. No lo hace,
por fortuna, porque la vez que lo hizo, el niño pateo, con justa
causa, la puerta hasta quedar extenuado y hasta que yo subí a
amenazar a la madre con llamar al 102, Línea de Asistencia a la
Infancia y la Adolescencia.
Como los gritos no cesan, aspiro hondo
y grito por la ventana: “CALLATE, LOCA”. Los gritos siguen,
siguen, siguen: “ME TENÉS HARTA YA VAS A VER RESPETAME SOY TU
MADRE”. Repito la aspiración y, esta vez: “HACETE VER, ENFERMA”.
Y entonces otro vecino hace sonar la vuvuzela con la que supone que
puede imponer tranquilidad. Para qué. Ella se pone a gritar(nos): “Y
VOS? HACETE VER VOS QUE HACÉS SONAR ESA CORNETA”. La estupidez de
mi vecino ha aniquilado mi veredicto, la loca de la casa cree que
somos el mismo y todos quedamos envueltos en una viscosa película de
demencia popular. “TOCAME TIMBRE SI QUERÉS... LLAMÁ A LA
POLICÍA”.
¿Qué podría yo hacer con esas vidas
infames? Mejor callar, aceptar como se pueda el violento retroceso
temporal que nos arroja a un conventillo lunático de la década del
cuarenta.
4 comentarios:
en qué conventillo vive, profe?? jaaaaaaa cada vez lo quiero más....
recién mudado a nueva córdoba, las lunáticas no dejan de proliferar y también pensé en conventillos. pero la locura en presente es un bajón.
Te equivocaste de etiqueta: era "REina Cristina"...:P
Laura novoa
jeje que horrible es tener uno vecinos como esas dos jeje... debe ser horroroso.
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