por Gabriela Massuh para Renunciar al bien común
Al cabo de
los años de 1990, luego de la ola devastadora de privatizaciones de
las empresas del Estado, la apertura de los mercados y la sanción de
tratados de libre comercio, surgen con el nuevo siglo en América
Latina gobiernos cuyo discurso se opone drásticamente los cánones
del neoliberalismo. Se trata de los “nuevos gobiernos de
izquierda”, entre los que se encuentran Chávez (Venezuela), Correa
(Ecuador), Evo Morales (Bolivia), los Kirchner (Argentina), Lula
(Brasil), Tabaré Vázquez o José Mujica (Uruguay). Todos se
caracterizan por esgrimir una retórica de raigambre popular
fuertemente anticapitalista; en mayor o menor medida, estos gobiernos
hacen propio o reivindican el discurso de los nuevos movimientos
sociales que vieron su origen en la oposición al neoliberalismo y
terminan por acallar aquellas voces que en los albores del milenio
articulaban reclamos y prácticas emancipadoras echando las bases de
nuevas formas de convivencia política y social. Aquellos
movimientos, hoy cooptados por la política oficial a través de
generosos subsidios, terminaron por integrarse en las filas de
clientes que los estados latinoamericanos mantienen gracias a planes
sociales y demás medidas de asistencia.
Este
híbrido formato de gobierno, que se dice desarrollista y denosta al
neoliberalismo, aplica sin embargo en la práctica las mismas formas
de producción del pasado que repudia. Visto en perspectiva, este
“capitalismo benévolo”, como lo llama Eduardo Gudynas en su
aporte para este volumen, ha llevado el proceso de acumulación
capitalista hasta los límites del paroxismo: la indiscriminada
ampliación de la frontera agrícola para su uso agroindustrial, el
permiso de radicación de empresas transnacionales mineras que operan
a cielo abierto, el incremento de la deuda ecológica generada por
las empresas hidrocarburíferas, la expulsión de los pobladores
originarios de sus tierras para degradarlas con monocultivos
destinados a la producción de bíocombustibles son todos fenómenos
que se han intensificado a una velocidad voraz en los últimos diez
años. Contrariamente a aquellas aspiraciones de generar una
autonomía económica mediante la sustitución de exportaciones que
proponía el desarrollismo, hoy por hoy, el subcontinente vuelve a
insertarse en la vieja tradición de saqueo que inmortalizó Eduardo
Galeano en Las venas abiertas de América Latina. Así se trate de
gobiernos neoliberales o retóricos de izquierda, lo que hoy impera
es un modelo primario, extractivo-exportador que se corresponde a una
nueva etapa de acumulación por despojo de territorio, bienes comunes
y culturas. Sin importar la destrucción de la diversidad biológica,
la pauperización de grandes sectores de pobladores rurales, la
modificación del clima, la contaminación de las vertientes de agua
potable o la desertificación de los suelos, lo que se ha impuesto es
un patrón extractivista de acumulación basado en la
sobre-explotación de los recursos naturales, en gran parte no
renovables. Son economías casi exclusivamente sujetas al mercado
externo y, por lo tanto, dependientes de la demanda y de los precios
dictados por los centros hegemónicos.
Festejado
por los centros de poder, el modelo aparece como una nueva cruzada
triunfal contra la pobreza y la exclusión endémicas. Según los
datos de la CEPAL, el índice promedio del crecimiento de la región
fue del 5,1% en el año 2011; una cifra con la que hoy sueñan
atribulados funcionarios europeos y norteamericanos, condenados por
la crisis iniciada con las hipotecas subprime de 2007 a un
crecimiento cercano a la tasa negativa. Pero este desarrollismo al
modo criollo no es lo que parece; por un lado, es profundamente
asimétrico (de hecho, la brecha entre ricos y pobres sigue
profundizándose); por el otro, conlleva dos factores que tornan
imposible otro futuro que el de una tierra arrasada: el impacto
social y el impacto ambiental.
(...)
El presente
volumen logra hacer visible el conjunto de tensiones que recorren a
América Latina en su conjunto. Propone un análisis radical del
presente y, al mismo tiempo, genera un debate para superar el modelo
actual tendiendo hilos concretos para recuperar el futuro. El
extractivismo, que ha puesto en llamas al continente en una
conflagración de culturas, saberes, prácticas y naturaleza, es
parte de una constelación global en la que, a pesar de
conflagraciones como las de Fukushima, se sigue apostando a la
energía atómica, se intenta paliar el hambre con tecnología, se
quiere superar la pobreza con la agroindustria o la megaminería y se
subsidian a los bancos para superar las crisis financieras que ellos
mismos provocan. América Latina, con su aparente crecimiento record,
no solamente es parte de ese modelo económico y cultural, sino que
contribuye a sedimentarlo en gran medida.
El texto completo de Gabriela Massuh puede leerse en su compilación Renunciar al bien común. Extractivismo y (pos)desarrollo en América Latina. Buenos Aires, mardulce, 2012 (isbn 978-987-26965-9-0, 336 págs., textos de Alberto Acosta, Mirta Alejandra Antonelli, Ana Esther Ceceña, Gustavo Esteva, Norma Giarracca, Eduardo Gudynas, Tomás Palmisano, Raúl Prada Alcoreza, Maristella Svampa, Miguel Teubal, Raúl Zibechi
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5 comentarios:
qué inmensa Lucidez!!! gracias pr publicarlo!
Puck
Está muy bien la lucidez, y por fin no discutir las "formas" sino los "contenidos".
¿y qué dice ahora la tropa alzada en contra del "gorilinkismo"?
Muy bueno.
Pero, Linkillo, hay un error en el año de edición del libro (de otra forma Gabriela Massuh parece vidente): debe decir 2012, no 2001.
http://www.mardulceeditora.com.ar/ensayo.php
Linkillo,
gracias por difundir el libro! Igual, sería buenísimo que cambiaras la fecha de edición.
gabriela
¡Ya lo hice, ya lo hice!
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