Por Daniel Link para Perfil
Una de las grandes virtudes del
kircherismo (o el peronismo) es su atención para con los miserables:
miren cómo nos preocupa la miseria, miren cómo operamos en relación
con ella, miren cómo nos desvelan las necesidades de los más pobres
(precios cuidados, garrafas solidarias, ladrillos para que los
villeros agranden sus villas, creación de puestos de trabajo
estatales, retenciones a los consumos de clase media, subsidios a los
sectores más desfavorecidos). Todo lo hacemos por ellos y para ellos
(“mis grasitas”, “descamisados”), que nos quitan el sueño,
en quienes confiamos hasta la ceguera, y a cuya asistencia nos
entregamos plenamente porque ésa es la razón de ser del político.
Por supuesto, detrás de esa
correlación directa y necesaria entre miseria y acción política,
se revela la cara siniestra de tal pensamiento: para poder operar en
relación con la miseria, hay que producirla en masa, sostenerla como
tal, agudizarla en los momentos de desasosiego político para mejor
poder operar en la formación de una ciudadanía miserable que no
termina de entender el enriquecimiento de los funcionarios.
Es decir: dado que somos quienes mejor
operamos en y con la miseria, produzcámosla para que nuestro talento
brille en todo su esplendor. Si no hubiera miseria, no podríamos
hacer política.
Once años de década ganada no han
bastado para sacar a los miserables de los umbrales invernales en los
que duermen. Es lo que más cuesta explicar cuando uno viaja: que
tanta bonanza se traduzca en miserias tales.
3 comentarios:
No creo que la produzcan intencionalmente. Creo que son incapaces y se excusan con las acciones de "asistencia".
En todo caso, explotan la miseria. Pero no buscan producirla.
hernán
Eso explica por qué el Sr. Víctor Hugo se cuenta entre los más febriles adeptos al régimen kirchnerista.
Elperonismo ama a los pobres, por esa razón los multiplica.
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