domingo, 1 de febrero de 2015

La contradicción

por Daniel Link para Perfil



Por supuesto, había que acabar con ese nido de espías golpistas que era la SIDE. Y, por supuesto, había que arreglar los trenes para que la gente que los usa no muera en el intento. Se puede reaccionar bien o mal a las muertes que provoca la falta de imaginación. La Sra. Fernández reaccionó: mandó arreglar los trenes que se habían llevado la vida de 51 pasajeros y decidió disolver la SI, a la que todos culpamos por la muerte del fiscal (dejándole a la Sra. Procuradora el monopolio de las escuchas telefónicas).

Un buen jugador es el que responde adecuadamente a los lances en los que se ve comprometido. Un estadista prevé los posibles conflictos y traza un plan de acción que los evite, al incluirlos en un diagrama nuevo: no reacciona, hace que los demás reaccionen a su visión.

Los actos de gobierno de la Sra. Fernández han sido, por lo general, respuestas más o menos adecuadas (no es mi objetivo examinar cada una de ellas) a desafíos que la Historia le lanzó. Hasta la estatización de la administración de los fondos jubilatorios fue presentada, por ella misma, de ese modo (una “ocurrencia”, por la cual pagó un alto costo político).

La Sra. Fernández ha jugado bien los lances que pretendían mermar su caudal electoral, aunque no en todos resultó victoriosa. El Caso Nisman es uno de ellos. Nadie en su sano juicio (aunque es verdad que éste es un país de locos) se hubiera involucrado en tantas ficciones paranoicas al mismo tiempo. No se entiende por qué la Sra. Fernández salió a alimentar las tramas secretas basándose en reportes publicados incluso en la red (mabaires.blogspot.com.ar probablemente sea una de sus fuentes), ni por qué ahora nos alienta a sostener una perspectiva optimista sobre una Justicia sobre la que ella misma ha arrojado sombra cada vez que pudo.

El lunes pasado yo ya me había entregado a la ficción paranoica y a las 14.29 publiqué en mi blog, bajo el título “Últimas palabras”, un recorte de uno de los tuits del Sr. Diego Lagomarsino que me iba a permitir desarrollar una trama de crimen pasional, para mi propia diversión. Horas después, la persona de mayor responsabilidad soberana subrayó hasta la exasperación el íntimo vínculo que habría unido al Sr. Lagomarsino y al Dr. Nisman (Q.e.p.d). Al subrayar esa hipótesis, soplada por algún servicio (como el “abandono” de la hija del fiscal en el aeropuerto de Barajas, durante tres horas) o alguna loca mala, la Sra. Fernández reveló sus contradicciones: pretende deshacerse de una siniestra central de inteligencia (no hay “inteligencia buena”) cuya palabra, sin embargo, cita y sigue.

Subrayar el íntimo vínculo entre el imputado y el muerto y, al mismo tiempo, colocar a ambos en el sistema de tres grados de separación respecto del multimedios Clarín y sus empresas asesoras es como un callejón sin salida para cualquier razonamiento: o una cosa o la otra, ¿para qué las dos?

Lo mismo podría decirse de su inesperada aparición televisiva, vestida de blanco en su silla de ruedas, mostrando al mundo su invalidez temporaria como un rasgo de vulnerabilidad, para terminar diciendo “"A mí no me van a extorsionar, a mí no me van a intimidar, yo no les tengo miedo”. O es vulnerable y nos necesita, o es invulnerable y no nos necesita.

Una conspiración nunca será verdadera, sino meramente verosímil. En muchos blogs se sostiene una conspiración verosímil que llega hasta Yabrán, involucra al poder más corporativo y corrupto de cualquier Estado capitalista (la Justicia),, e incluye autos caros, agentes de la CIA y cadenas de tuits borrados de la red. Sea.

Pero el que pretende saberlo todo (el soberano) no puede enterarse de esas cosas al mismo tiempo que yo, el súbdito más irresponsable.

Ariadna necesitaba la muerte de su medio hermano, el Minotauro, para poder escapar de Creta. Prestó su hilo* mágico a cambio de una promesa incumplida: en lugar de llevarla a Atenas, Teseo la abandonó en Naxos, donde se unió a Dioniso, el dios del vino y el desenfreno.

*Entiéndase: traicionó a su pueblo.


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